miércoles, 9 de julio de 2014

10 Sauvignon Blanc que rompen fronteras

Aunque es la estrella blanca de la vitivinicultura chilena, un puntal de sus exportaciones durante la última década, esta cepa no se cansa de sorprender, subiendo peldaños cualitativos, revelando nuevas capas gustativas, mostrando distintas personalidades, de norte a sur y de cordillera hasta el mar.
En tan sólo algunas décadas, el Sauvignon Blanc se ha convertido en todo un emblema, en una estrella solitaria, en uno de los pilares estratégicos de la vitivinicultura chilena. Junto al Cabernet Sauvignon, no sólo representa el poderoso ying-yang de nuestras exportaciones –no olvidemos que ambos cepajes mantienen una relación filial–, sino además ha sabido adaptarse con naturalidad en los distintos valles, especialmente los costeros, haciendo gala de una tremenda consistencia y, sobre todo, de una asombrosa capacidad para reflejar los atributos de los diferentes terruños.

Aunque algunos insisten en que Chile es un país de tintos, el Sauvignon Blanc, con sus ropajes pálidos y ácidos humores, ha sabido imponerse frente al mismísimo Chardonnay e incluso sobre tintos como Carmenère y Merlot, en volumen y en la consistencia de su oferta. Aquella deuda que mantenían los productores aún durante la década del 90, cuando la balanza entre tintos y blancos era insostenible, hoy no sólo ha sido reconocida frente a la comunidad internacional, evitando caer en la deshonra del default, sino además está pagándose con generosos intereses.

Según los datos de la última edición del Catastro Vitícola Nacional, los cepajes blancos concentran alrededor de 34 mil hectáreas, de las cuales nada menos que 14 mil corresponden a Sauvignon Blanc. Si bien más de la mitad de sus viñedos se encuentra en la VII Región, principalmente en el Valle de Curicó, es en la región de Valparaíso donde ha alcanzado sus mayores precios y reconocimientos. En Casablanca y San Antonio-Leyda, por ejemplo, se ha convertido en el principal puntal productivo, obligando a sus viñas a ir cada vez más allá en términos de ambición, buscando año a año nuevos estilos y peldaños cualitativos.

Si bien en la última década Chile ha sabido convertirse en un referente mundial del Sauvignon Blanc, entregando frescura y consistencia a los mercados, hoy vive una etapa de consolidación. La loca competencia por profundizar en su acidez ya se ha vuelto banal y redundante. Los valles costeros han demostrado con creces su vocación por los pHs bajos. Hoy necesitan aquietarse. Reencontrar su justo medio. Reinventarse para conseguir nuevas capas gustativas y una mayor templanza en su relación azúcar / acidez. Mediante cosechas diferenciadas, fermentaciones menos reductivas y en algunos casos con el uso de contendores de roble, los vinos ya no sólo deben impresionar por su profundidad, sino además por un carácter más complejo y multidimensional.

No hay duda: el Sauvignon Blanc ha permitido redescubrir el potencial de los valles chilenos desde Elqui hasta Malleco. A través de notas de ají verde, pólvora, hojas de tomate, tomillo y albahaca, cáscara de limón y pomelo rosado, piña fresca, melón tuna y fruta de la pasión, podemos recorrer el país de norte a sur y de la cordillera hasta el mar. Pensábamos que había encontrado su paraíso terrenal junto a las olas, pero en la precordillera o en el sur profundo, en esos suelos negros de cenizas volcánicas, parece decirnos que la búsqueda aún no ha acabado, que puede volver a sorprendernos con una nueva y atractiva personalidad, que puede continuar rompiendo fronteras.

Arboleda 2013

Con plantaciones de 2005, sobre suelos de pizarra –una excentricidad en los valles chilenos– este Sauvignon Blanc no sólo inaugura la apelación Aconcagua Costa, sino además una nueva raza de vinos que se caracteriza no sólo por su frescura, sino también por su multiplicidad de capas aromáticas y notable peso en boca. En este representante de Chilhué encontramos fruta cítrica y mineralidad, pero también la dulzura del trópico, muy bien aderezada con pimienta blanca y hierbas aromáticas.

Ribera del Lago Cenizas de Barlovento 2013

En este laberíntico viñedo que apunta al sur-poniente, un cuartel de apenas 2 hectáreas que circunda el lago Colbún, nace este Sauvignon Blanc de altura, extremo y profundamente maulino. Con una exposición más fresca y suelos más negros que su mellizo Arcillas de Sotavento, este vino impresiona por su estatura y profundidad en boca. Aquí hay mineralidad e intensos sabores cítricos, pero, por sobre todo, elegancia, poder y un insospechado potencial de guarda.

Aquitania Sol de Sol 2013

Costó que arraigaran las plantas, pues el viento sur que sopla en Traiguén no da tregua a una viticultura que se abrió paso entre los trigales. Pero, siguiendo la saga de Sol de Sol Chardonnay, este Sauvignon Blanc impone respeto desde su mismísimo debut. Fermentado y criado en barricas durante tres meses, es sinónimo de jugosidad y firmeza. Con un acento mineral que complementa sus marcadas notas cítricas, se abre paso en boca con una sinigual mezcla de poder y delicadeza.

Casa Silva Lago Ranco 2013

Es uno de los viñedos más australes de Chile –a más de 900 kilómetros al sur de Santiago– y seguramente el más hermoso. Ubicado en la comuna de Futrono, en una ladera que cae suavemente sobre las aguas del lago Ranco, este Sauvignon Blanc debuta con sus aromas de lima, pera, ají verde y hierbas frescas. Es un vino que nos transporta a los bosques húmedos sureños, que nos hace sentir que estamos rodeados de robles, canelos y arrayanes.

Estampa Del Viento 2013

Entre lomas que suben y bajan frente a la costa, este Sauvignon Blanc nos seduce con una rica combinación de fruta madura y firme acidez. A pesar de la juventud de sus parras –el viñedo fue plantado en 2010–, es un vino que logra un interesante registro aromático, desde cestas de pomelo rosado hasta tonos dulces de mango y maracuyá. Es el más joven de los representantes de Paredones, esta pequeña gran denominación que ha sabido refrescar el porfolio de colchagüino.

San Pedro Castillo de Molina 2013

A unos 20 kilómetros de la costa nortina, pero en un callejón fluvial sin obstáculos para el viento, este Sauvignon Blanc del Valle del Elqui nos asombró desde su primera cosecha por su tremendo carácter. Con una columna vertebral de sabores cítricos, acentos minerales e inusuales notas de ají verde, este vino regala acidez y una personalidad tan atractiva como reconocible. En la antesala del desierto, llegó para sorprender y marcar tendencia.

Casa Marín Cipreses Vineyard 2013

Este vino marcó un antes y después. A sólo 4 kilómetros del mar, en la linda denominación de Lo Abarca, este Sauvignon Blanc rompió los moldes con sus sabores de piedras fulminantes y estructura vertical y filosa. Como todo terroir extremo, refleja notablemente las características de las añadas, y en este caso se deja llevar por los ánimos de una temporada más fresca que la 2012, permitiéndole demostrar sus mejores atributos, toda esa fuerza y profundidad que lo ha convertido en un ícono de su categoría.

García + Schwaderer Marina 2013

En el campo de Santa Rosa, en uno de los sectores más frescos de Casablanca, cobra vida este Sauvignon Blanc que no deja aspecto alguno al azar. Mezcla de clones franceses, de notas de hierbas, florales y dulces, este vino es pura concentración y redondez. Pese a sus 12,5º de alcohol, llena la boca con sus trazos profundos y envolventes, invitándonos a la mesa. A disfrutar de los intensos sabores marinos.

Amayna Barrel Fermented 2010

Fue un pionero. Quizás un incomprendido. Cuando la tendencia en Chile era el acero y vinificaciones reductivas, Amayna se atrevió con este Sauvignon Blanc fermentado y criado en barricas de roble, la mayoría de ellas de primer uso. Dulce y estructurado. Frutal y tostado. Sin importarle el qué dirán, persistió con este vino que confunde y encanta con su peso en boca y esta curiosa mezcla de confites, pero envueltos en una firme y rica acidez.

Calyptra Gran Reserva 2010

No parece chileno, pero sí lo es. A casi 900 metros de altura, en plena precordillera de Cachapoal, nace este Sauvignon Blanc hecho a la antigua, en barricas grandes de diferentes usos. Sin apuro. Sin renegar del oxígeno. Sin otra intención que hacer un vino de gran riqueza aromática, enorme estructura, que va mucho más allá del aperitivo y de los lustros. Un Sauvignon Blanc como pocos. Como pocos que deberían ser muchísimos más.


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