miércoles, 17 de diciembre de 2014

10 íconos que se desmarcan del Cabernet

Hace un década era impensable que una botella que no fuera Cabernet Sauvignon superara la barrera de los US$ 100. Hoy muchas viñas desafían a su majestad con nuevas propuestas que se alejan del canon bordelés para proyectarse con una identidad más fresca e innovadora, quizás más representativa del Nuevo Mundo.


Todos quieren estar ahí. Pero sólo algunos pueden. Trasponer la barrera de los US$ 100 por una botella es un desafío de marca mayor, sobre todo para un país que históricamente se ha caracterizado por sus vinos buenos, bonitos y baratos. Primero, es imprescindible encontrar (o inventar) un concepto enológico. Puede ser un vino con sentido de origen, que resuma y exalte un lugar de condiciones privilegiadas. Segundo, tiene que ser capaz de absorber una cuantiosa inversión, tanto en manejos vitícolas (cuando el viñedo no está en perfecto equilibrio, las cosechas en verde son intensas para lograr un adecuado nivel de concentración), como de insumos enológicos, preferentemente barricas nuevas de los mejores bosques franceses, y pesadas botellas de vidrio, más apropiadas para el entrenamiento de fisiculturistas que para catadores o consumidores. Tercero, y quizás lo más importante, contar con la credibilidad suficiente para lanzarse a esta aventura sin caer al vacío. No cualquier viña puede convencer a un mercado más bien conservador, dispuesto a pagar en oro los emblemas bordeleses o borgoñones, pero escéptico cuando el producto proviene del fin del mundo.

Entonces, ¿para qué tomarse tantas molestias? La decisión de “producir” un vino ícono (o súper ícono, la nueva categoría inaugurada por Taita de Montes) no es sólo comercial, sino transita por los pedregosos caminos del marketing. Levantar la mano en este segmento, ineludible para toda bodega con aspiraciones (a veces, delirios de grandeza), nace de la necesidad de demostrar que no hay techos para su vitivinicultura, que se pueden parar de tú a tú con los emblemas franceses e italianos. Muchos afirman que estos vinos no se venden. Están hechos para las narices de los críticos. Sus entintados pulgares en alto, traducidos a puntajes que deberían sobrepasar los 95 puntos para no caer en la ignominia, pueden atizar el despliegue de la caballería, la que finalmente hace caja, la que gana la guerra, compuesta por los clásicos Cabernet Sauvignon y Sauvignon Blanc de US$ 10 o incluso menos.

Hace alguna década era impensable que un ícono chileno no fuera un Cabernet Sauvignon o al menos una mezcla bordelesa. La mayoría de estos vinos provenían de Maipo Alto, como Don Melchor, Domus Aurea, Viñedo Chadwick, Santa Rita Reserva Especial o Lota de Cousiño Macul. Sin embargo, el tablero se ha desordenado (o diversificado, como nos gusta decir). Hoy no es raro tropezar con un Carmenère sobre US$ 100, quizás el segmento donde más brilla y convence esta cepa, pero también con otras propuestas y variedades que hasta entonces se mantenían ocultas o no habían alcanzado suficiente masa crítica, como ensamblajes donde predomina el Syrah, Cabernet Franc, Pinot Noir y Carignan. Estos nuevos vinos, que antaño estaban estacionados en el subsuelo, hoy suben a grandes zancadas, enriqueciendo la iconografía chilena, agregando nuevas y en algunos casos emocionantes notas a un portafolio hasta entonces bitonal y aburrido.

El próximo paso de esta nueva generación de vinos íconos (por llamarlos de alguna manera) es seguir profundizando en nuevas propuestas, descubriendo nuevos y asombrosos lugares, pero por sobre todo ganando en estatura. Un vino de estas características no puede nacer en el departamento de marketing, sino debe tener un nivel calidad incuestionable y consistente en el tiempo, sentido de origen y, sobre todo, coherencia entre el producto final y el objetivo enológico-comercial. Ya no basta con producir vinos hiperconcentrados y guardarlos durante 24 meses en flamantes robles franceses, sino contar un buen cuento. Una historia atractiva y convincente.

Casa Silva Altura 2008

Si hay una viña que se ha jugado por el Carmenère, es Casa Silva. A través de su proyecto Microterroir en Los Lingues, ha logrado sacar lo mejor de esta cepa. Con una proporción similar de Carmenère y Cabernet Sauvignon, y aportes de Petit Verdot y de su fresco Syrah de Lolol, es una exhibición de fruta roja, dulce y jugosa, que ha sabido madurar con sabiduría durante 3 años en botella. Un vino que representa el alma de Colchagua… A la altura de la categoría.

Concha y Toro Carmín de Peumo 2011

Fue una de las primeras viñas en tomarse en serio el Carmenère, tanto que supo poner en el mapa a Peumo, esta pequeña localidad que se levanta junto al río Rapel. Proveniente del ya legendario cuartel 32, su Carmenère regala notas de arándanos, pimienta y grafito. Con aportes de Cabernet Franc de Puente Alto y Cabernet Sauvignon de sus viejas parras de Pirque, el vino se muestra firme, altivo, pero extremadamente suave. Carmín es más que un ícono de la cepa. Es un ícono de la elegancia.

Cono Sur Ocio 2011

Parecía un despropósito lanzar un ícono de una cepa con tan poca tradición en Chile. Pero Cono Sur fue arrojado y metódico. Aprovechando materiales antiguos de su fundo en Chimbarongo, su equipo enológico, y con la asesoría del borgoñón Martin Prieur, logró especializarse en esta cepa y convertirse en uno de sus más grandes productores en el mundo. Proveniente de sus campos casablanquinos El Triángulo y Campo Lindo, Ocio es un mole de flores, cerezas y ciruelas. Un Pinot Noir que no se va con chicas.

Emiliana Gê 2010

Esta mezcla tinta es el primer vino biodinámico de Latinoamérica. Pero no sólo eso. Además representa de muy buena forma la filosofía de la viña y los suelos graníticos del pie de monte de su fundo Los Robles. Su base es el Carmenère, pero muy bien apuntalado con Syrah y Cabernet Sauvignon. Con notas de frutos negros, pimienta y chocolate, el vino se siente voluptuoso, firme y en extremo goloso. Un colchagüino que mira las estrellas, pero con los pies bien puestos en la tierra.

Errázuriz La Cumbre 2011

Errázuriz fue pionera en el cultivo de Syrah. También en lanzar un ícono de esta cepa. Siempre de sus clásicos cuarteles de Panquehue –Max V y Don Maximiano–, pero esta vez con un aporte de Manzanar, perteneciente a la D.O. Aconcagua Costa, este vino se caracteriza por su gran estructura y fuerza frutal. Con notas de violetas, arándanos y especias dulces, y empujado por el frescor de la temporada 2011, este Syrah regala profundidad y exuberancia.

Maquis Franco 2010

En la confluencia del río Tinguiririca y el estero Chimbarongo, en el corazón de Colchagua, esta joven viña sorprende con una cepa poco explotada, confundida entre los componentes de mezcla, pero con un tremendo potencial en Chile. De los mejores retazos de su viñedo en el fundo Maquis, este Cabernet Franc conquista con sus notas de frutos negros, pero por sobre todo por su carácter herbal, especiado y austero. Es un Cabernet Franc con mucha tipicidad. Puro y francamente fresco.

Matetic 2010

Con su ya legendario EQ 2001, esta viña inauguró la categoría Syrah de clima frío. Un vino que desconcertó a muchos, pero maravilló a unos pocos pero influyentes, obligándolos a profundizar en el desafío de embotellar un tinto del mar. Con Matetic Syrah dieron un paso más allá. De las partes más planas de su fundo El Rosario, donde se acumula la niebla costera, nace este ícono de violetas, pimienta y mineralidad. Un sanantonino que es pura potencia y frescor.

Viu Manent Viu 1 2010

Era arriesgado identificarse tanto con un emblema trasandino, pero Viu Manent no podía desaprovechar el potencial de sus viñedos centenarios de Malbec en San Carlos de Cunaco. Invariablemente del cuartel Nº 4, este vino nace para convertirse en un ícono y hacer escuela, empujando la producción de Malbec de diferentes lares y estilos. Con la profundidad de sus frutos negros, perfumes de violetas y especias dulces, sumado a un cuerpo firme y atlético, Viu 1 deja el tango para bailar una cueca chora.

Montes Purple Angel 2011

Abriéndose paso entre los icónicos Montes M Cabernet Sauvignon y Folly Syrah, después de mucha meditación y ensayo, irrumpió este Carmenère de Colchagua. La fórmula fue combinar en partes iguales la madurez y sedosidad de Apalta, y la fresca personalidad de Marchigüe, abrochando la mezcla con un porcentaje de Petit Verdot. El resultado: elocuentes notas de moras y frambuesas, pimienta rosada, clavo de olor y una buena dosis de chocolate bitter. Un ángel que llegó con cierta timidez, pero que finalmente desplegó sus alas púrpuras para volar a gran altura.

Odjfell 2005

Fue una de las primeros viñas en visualizar el enorme potencial de los viñedos antiguos de Carignan del secano maulino. Y supo interpretar el carácter del rulo como pocas. Odjfell 2005 resume toda la filosofía de su equipo. Una viticultura sustentable, respeto por la tipicidad de la uva y elaboración de vinos frescos y profundos. Con notas de frambuesas, cerezas y moras, y una acidez alegre y punzante, este Carignan de Tres Esquinas está próximo a cumplir una década, pero aún tiene muchísimo que celebrar.





miércoles, 19 de noviembre de 2014

Carmenère: Del ocaso al amanecer

Cuando se cumplen 20 años del redescubrimiento del Carmenère en Chile, aún la cepa provoca múltiples discusiones en cuanto a su consistencia y potencial comercial. Hoy el Carmenère parece no estar dentro de las prioridades de una industria que ha apostado por la diversidad como bandera, pero hay un grupo de viñas que está disponible para llevar la cepa al lugar que merece. A un lugar estelar.



Recabarren gesticula y corrige el rebelde mechón de pelo que cae sobre su frente. Se pone de pie y desaparece. Vuelve sonriente a la sala de degustación. Respira extasiado las notas que arrancan de una copa teñida de carmín. “Con el Carmenère me vuelvo loco”, exclama, intentando explicar su entusiasmo. Bebe un sorbo y escupe con elegancia y precisión, como si estuviera trasegando. “¿Y qué te parece?”, pregunta ansioso. “Me parece”, respondo con una fingida frialdad, pero la verdad es que Carmín de Peumo 2007 ha evolucionado con asombrosa sapiencia. Esta cosecha tan promocionada, histórica, como la proclamó Concha y Toro, por fin comienza a mostrar todos sus atributos, esa madurez voluptuosa, envolvente y sedosa, pero acompañada por una acidez que refresca y levanta su fruta, haciéndola profundizar en el paladar, dejándonos un recuerdo imborrable.

Ignacio Recabarren, el ya mítico enólogo de Concha y Toro, cree a pie firme en el potencial de calidad del Carmenère. Cuando describe cómo sus jugos llenan los estanques durante vendimia inmediatamente comenzamos a salivar. Esa pureza, ese carácter varietal, esa efusividad de sabores frutales y especiados, es lo que pretende transmitir a través de sus vinos, especialmente a través de su línea Terrunyo. “Estamos haciendo une pequeña revolución”, asegura. Degustamos la cosecha 2013, aún en bodega, aún esperando su mejor momento para salir al mercado, y sentimos la vibración de su fruta sin interferencias o disfraces. Con sólo 6 meses en barricas, pero con un cuerpo firme, estilizado y suave, el vino nos invita al mismísimo origen de esta cepa bordelesa, a un nuevo redescubrimiento, a proyectarse con una renovada dimensión, a protagonizar un nuevo amanecer.

A pesar de que el Carmenère puede alcanzar increíbles alturas, como Carmín de Peumo de Concha y Toro, Microterroir de Los Lingues de Casa Silva, Kai de Errázuriz, Pehuén de Santa Rita o Purple Angel de Montes, la cepa no ha bailado con la bonita durante los últimos años. El entusiasmo de las viñas chilenas se ha moderado o lisa y llanamente sufre una crisis de expectativas. Desde recibir el estatus de cepa emblemática a finales de los 90, y desatar una verdadera fiebre de nuevas plantaciones, hoy el Carmenère vive tiempos complicados. Cierta confusión o incertidumbre a nivel de industria pone en duda su futuro.

Según Andrés Lavados, gerente general de Santa Rita, Chile cometió el error de inundar el mercado con vinos de bajo precio y dudosa calidad, cuando todavía no se aprendía a manejar de forma correcta la cepa, de comprender sus humores, de encontrar los lugares más apropiados para su cultivo. La industria parecía cegada por el exitismo y se apresuraron en demasía las cosas. No se le dio el tiempo que requería para presentarla en sociedad como corresponde. “Han pasado recién 20 años desde su redescubrimiento en Chile, cuando el ampelógrafo francés Jean-Michel Boursiquot la identificó en viña Carmen. La verdad, es triste lo que ha pasado y habla muy mal de nuestra forma de hacer las cosas. Partimos mal, es cierto, pero aún podemos cambiar su destino. Es una cepa que tiene un relato fantástico y la tenemos que cuidar entre todos”, sostiene.

Aunque hoy Chile se promociona en el mundo como un país productor de vinos diversos y de calidad, empujando con fuerza los tintos de clima frío, los cepajes tradicionales de secano y especialidades como las mezclas mediterráneas, el Carmenère continúa siendo una cepa importante en la estrategia global de Wines of Chile. De acuerdo con Claudio Cilvetti, su gerente general, la industria ha sido injusta con el Carmenère. “Aunque es un lugar común decirlo, no podemos olvidar que el negocio del vino es de largo plazo. En el caso del Carmenère, hemos cometido errores. ¡Hemos sido superficiales! Pasamos del éxito de su redescubrimiento al fracaso en sólo algunos años. No hemos sabido respetar sus procesos. La hemos plantado en lugares insólitos. Recién estamos comprendiendo su comportamiento y no podemos desecharla. Cuando se hace bien, el Carmenère entrega tremendos vinos y es un excelente componente de mezcla. No ha muerto. Tenemos que darle tiempo. Es nuestra cepa emblemática y diferenciadora y tenemos que empujarla”, explica.

Para Matías Rivera, gerente general de Aresti, hay ser cautos y sensatos a la hora de focalizar los esfuerzos como industria. No desconoce que ha sido una cepa importante para la vitivinicultura chilena de los últimos 20 años, pero afirma que el Cabernet Sauvignon es y seguirá siendo el actor principal. “Es el buque insignia, pero necesita apoyo. Necesita a otros jugadores en el partido. No podemos depender de una sola cepa. Abrir el portafolio es sano y clave para el éxito comercial de los países. Más es mejor, al menos en este caso. Recordemos que hace 20 años la oferta de Chile se reducía a Cabernet, Chardonnay y Merlot. Hoy la industria no se sostendría con esos tres cepajes. El portafolio tiene que ser diverso y atractivo. Dentro de esa oferta, el Carmenère es una cepa diferenciadora, pero no emblemática. Tiene un bonito relato, pero es difícil de explicar como vino”, sentencia.

De acuerdo con Ben Gordon, gerente de exportaciones de Estampa, Chile tiene que tener confianza en el Carmenère, creerse más el cuento, no cambiar el rumbo porque las ventas se han puesto difíciles en ciertos mercados. “El concepto de diversidad está muy bien, pero hay que tener cuidado. ¡Cuesta comunicarlo! Muchas viñas han perdido el foco, no encuentran su camino. Y eso es peligroso a nivel de industria. Necesitamos mostrar cierta especialidad con una oferta más seria y consistente. No se puede cambiar de estrategia cada 2 ó 3 años. Eso confunde mucho a los mercados y a los escritores de vino”, advierte.

LA GRAN CELEBRACIÓN

No ha sido fácil vender Carmenère, al menos recibir los retornos esperados, principalmente por la mala imagen que dejaron esos primeros vinos a principios de los 90, cuando aún los productores no sabían manejar los altos compuestos pirazínicos de la cepa. Según Mario Pablo Silva, director ejecutivo de Casa Silva, el Carmenère fue el emblema de la sobremadurez y de la madera para tapar esas pirazinas. Sin embargo, en los últimos dos años ha cambiado mucho esa percepción entre los líderes de opinión del mundo del vino. “Como Casa Silva o Vinos de Colchagua, hemos hecho catas en Estados Unidos, Inglaterra y Brasil, y todas ellas han sido un tremendo éxito. Los asistentes han quedado encantados con su historia y la calidad de sus vinos”, asegura.

Para él es fundamental contar bien la historia del Carmenère. “Esta cepa, que en Chile fue considerada durante décadas como un clon tardío de Merlot, desapareció de Burdeos después de la plaga de la filoxera. ¿Por qué? Porque no funcionó bien con portainjertos y necesitaba de un terroir bien particular. Hoy en Chile la sabemos manejar. Sabemos que necesita suelos con buen drenaje y mucha aireación alrededor del racimo para evitar la deshidratación. Sabemos que no es necesario esperar hasta mayo para cosechar sus uvas. Sabemos que podemos hacer muy buenos vinos, maduros, atractivos, sin alcoholes demasiado altos”, explica.

Si bien es una cepa que entrega sus mejores versiones en los segmentos altos de precio o como componente de mezcla, pues es muy difícil producir buenos vinos con rendimientos altos, como ocurre con el Syrah o Sauvignon Blanc, puede ser consistente y rentable en todos los niveles de precio con un manejo adecuado. “Cuando comencemos a preocuparnos en serio, Chile no sólo va a sobresalir por sus íconos en base a Carmenère, sino vendrá una nueva oleada de vinos varietales excelentes”, asegura Ben Gordon.

De acuerdo con el representante de Estampa, el Carmenère es fundamental para Chile y especialmente para Colchagua. Para Estampa es la cepa tinta más importante de su portafolio. Para eso han venido trabajando hace 8 años con el consultor italiano Attilio Pagli, buscando los mejores rincones de su campo en Marchigüe, afinando sus manejo para dar con vinos de clase mundial. “Ha sido interesante cómo ha evolucionando la cepa. Hace 5 años había un desequilibrio muy grande. ¡Se vendió mucho vino verde! Pero hoy el Carmenère tiene el estilo que la gente está buscando. A diferencia del Cabernet Sauvignon, tiene taninos suaves y una rica acidez, cierta amabilidad que encaja muy bien con el concepto de drinkability, además de la capacidad de producir íconos como nuestro LaCruz”, explica.

Según Gordon, existen mercados donde las cosas han sido más fáciles. “Los norteamericanos han perdonado más los errores y hoy aceptan muy bien el Carmenère, sobre todo por su sedosidad, por esas cualidades muy distintas a los Cabernet de California. En Reino Unido, por otro lado, es más complicado. A los ingleses les cuesta mucho olvidar. Sin embargo, hay que ser perseverantes. Sus vinos pueden ser más importantes que el Cabernet. “El Cabernet es una cepa que ha estado siempre en la mente de los consumidores. No la vamos a deponer a nivel de ventas, pero sí en la construcción de una imagen más distintiva y atractiva”, explica.

Para Andrés Lavados, Chile está desaprovechando una gran oportunidad. Es una cepa que cuesta vender, es verdad, pero sería un error garrafal esconderla. “Tenemos que empujarla. Es una cepa que tiene un relato fantástico y puede entregar grandes vinos, especialmente en los segmentos sobre los US$ 35 la caja. La industria no está alineada, pero estamos dispuestos a empujar el carro. Nosotros estamos en una etapa de construir. Dennos la oportunidad para defender la cepa. El Carmenère tiene un relato poderoso. Tiene que seguir siendo nuestra bandera”, afirma.

El próximo 24 de noviembre es el vigésimo aniversario del redescubrimiento del Carmenère. ¿Habrá un minuto de silencio o una fiesta a nivel de industria? Lavados no tiene dudas y hace un llamado para dejar los pies sobre la pista de baile.

SICOANALIZANDO AL CARMENÈRE

En el marco del concurso “Carmenère al Mundo” se produjo un intenso debate sobre el presente y futuro de la cepa. Aunque muchos vinos mostraron un nivel superlativo, como los ganadores Microterroir de Los Lingues de Casa Silva (categoría Carmenère Puro) y Vértice de Ventisquero (categoría Mezcla en base a Carmenère), la diversidad de estilos y de niveles cualitativos aún desconcierta. Siguen apareciendo vinos muy simplones, fenólicos y con aromas sobrepasados por las pirazinas. Otros, muy desbalanceados en la utilización de la madera, como un recurso para estructurar los vinos y disfrazar los verdores típicos cuando las uvas no alcanzan una buena madurez fenólica. De acuerdo con el gerente general de Aresti Matías Rivera, si hay 10 personas, hay 20 opiniones distintas sobre cómo debería ser un buen Carmenère. Pero una cosa está clara. Cuando la cepa está plantada en el lugar apropiado, y el equipo enológico es capaz de satisfacer sus caprichos, los vinos no sólo alcanzan una excelente calidad, sino tienen la capacidad de emocionar con su textura aterciopelada y multiplicidad de capas gustativas.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

10 Riesling que sacan chispas

Aún es una categoría incipiente, pero el Riesling chileno promete un futuro esplendor. Empujado principalmente por la brisa marina, comienza a forjar una personalidad propia, chispeante y extrovertida.


Con el Riesling ocurre un fenómeno extraño. Es una de las cepas blancas predilectas de los críticos, sino la favorita, pero prefiere mantenerse como un laureado actor secundario. Es como el Salinger de la vitivinicultura. Un mito. Una especie que rehúye las masas. Por más elogios, por más centímetros cuadrados en la prensa especializada, por más que se esfuercen los alemanes, austríacos y franceses, continúa como un secreto a voces entre los entendidos, como si experimentara pudor, como si odiara las luces del estrellato.

Esta personalidad ermitaña, potenciada por la atomización de la actividad vitícola del norte de Europa, ha permitido que su calidad intrínseca se haya mantenido más o menos estable a lo largo de los siglos, evitando, al menos, que los productores caigan en la tentación de aplicar una estrategia basada en el volumen. Por otra parte, los actores que se inician con la cepa, privilegian las pequeñas producciones y vinos que se posicionen en segmentos más interesantes de precio.

En la última década ha experimentado un pequeño boom entre los productores del Nuevo Mundo, desarrollando una personalidad tan atractiva como dual: mientras algunos intentan emular el carácter alemán, esa mezcla única de fineza y potencia, otros han optado por entregarse al terroir y mostrar un estilo más propio, más de la casa.

El Riesling es una cepa muy versátil y camaleónica. No sólo es capaz de reflejar con suma pureza las características de un lugar, sino además desarrollar los más disímiles estilos, desde vinos dulces y exuberantes, hasta secos y de afiladas acideces. La clave está en el azúcar. Esta cepa es propensa a la botrytis –su racimo es muy apretado–, por lo tanto es muy sensible a los humores de la temporada y, en más de alguna ocasión, termina doblándole la mano al enólogo.

En el Nuevo Mundo se ha privilegiado un estilo más bien seco, como los exponentes de los valles australianos de Clare y Eden, los neozelandeses de Waipara, los norteamericanos de Washington y Finger Lakes, y los chilenos de Casablanca, San Antonio y Leyda. Muchos de ellos sorprenden por su mineralidad y exquisita acidez cítrica. No sabemos aún si evolucionarán tan bien como los emblemas de Rheingau o Wachau, que pueden guardarse durante décadas, pero sí emocionan por su carácter, fineza y profundidad de sabores.

En Chile hay poco Riesling, pero de una sorprendente calidad. Si bien a lo largo de la costa chilena ha mostrado sus mejores atributos, existen algunos muy buenos representantes precordilleranos y de la frontera sur. Aunque los export managers se quejan amargamente, explicando cómo les cuesta vender una botella, con el Riesling no hay vuelta atrás. Arrancarlo del portafolio no es una decisión comercial. ¡Es un sacrilegio!

Cono Sur Single Vineyard Block 23 Riesling 2012

Fue una de las primeras viñas chilenas en atreverse con el Riesling. Y para eso eligió nada menos que el Valle del Biobío. En esos suelos de arcillas oscuras, que le confieren un rico toque mineral a los vinos, nace este Riesling con mucho carácter y estructura. Aunque la cálida cosecha 2012 marca su estilo, conserva esas atractivas notas cítricas y florales y, sobre todo, esa untuosa jugosidad que desde siempre lo ha caracterizado. Es un Riesling con cuerpo. Para masticarlo.

Casa Marín Miramar Riesling 2012

Costó establecer los viñedos tan cerca del mar, pero el esfuerzo valió la pena. Este Riesling de Lo Abarca regala mucho dulzor, pero con una acidez firme que pone las cosas en orden. Sus notas florales, cítricas y minerales, sumado a un cuerpo fino y atlético, conforman un vino que tiene mucho tiempo para evolucionar y seguir creciendo en complejidad de sabores.

Meli Riesling 2011

Es todo un sobreviviente, quizás una curiosidad que bien vale la pena probar. Proveniente de parras plantadas a finales de la década del 40 en el secano de Loncomilla, este Riesling transita por el lado más maduro de la cepa. Notas de manzanas y especias dulces. Sabroso y equilibrado. No es una versión de libro, pero se deja querer a través de su encantadora rusticidad.

Concha y Toro Terrunyo Riesling 2013

Templanza, llamaban los griegos al encuentro del justo medio. Y era considerada la mayor de las virtudes. En este caso, un vino que logra un asombroso equilibrio entre sabores florales y cítricos, entre fineza y potencia, entre exuberancia y sobriedad. Proveniente de Casablanca, este Riesling es el mejor ejemplo de lo que se puede lograr con esta cepa en Chile.

Apaltagua Reserva Riesling 2013

Proveniente de Río Claro, en la precordillera de Curicó, este Riesling seduce con su franqueza, jugosidad y madurez frutal. Notas de pomelos rosados, cestas de lima, manzanas y blanquillos. Un Riesling que habla de la versatilidad de la cepa y su gran poder de adaptación. De un estilo más simple, quizás más voluptuoso. Es todo un caramelo.

Cousiño Macul Isidora Riesling 2012

A muchos sorprende por su bajo precio, pero precisamente eso habla de su impresionante calidad. De la precordillera del Maipo, este Riesling irrumpe con sus notas de azahares y limas, pero después envuelve nuestro paladar con sus ricos tonos amielados. Un vino de textura sedosa, profundo y goloso, a pesar de que prácticamente no tiene azúcar residual.

Matetic Corralillo Riesling 2013

Nacido en los suelos graníticos del viñedo Santo Tomás, en el Casablanca más costero, este Riesling es pura expresión de flores y frutos amarillos. Si bien en nariz se siente maduro, ligeramente dulce, es un vino seco y con una acidez vibrante, tanto así que nos deja un retrogusto salino que nos recuerda su origen costero.

Chocalán Malvilla Riesling 2012

A sólo 5 kilómetros del mar, en la zona de Malvilla, este Riesling exhibe una rica combinación de sabores cítricos y tropicales, atravesados por trazos minerales y de flores blancas. Es un vino que regala una punzante acidez, delineando una personalidad locuaz. Es un vino maduro, pero bien apuntalado por su acidez.

Leyda Neblina Single Vineyard Riesling 2012

Proveniente de las laderas de Leyda, este Riesling sorprende por sus elocuentes sabores y gran estructura. Notas de cestas de naranja, manzana y especias dulces. También ciertos tonos amielados. Es un vino cremoso y elegante. Maduro, pero con una chispeante acidez.

Undurraga TH Riesling 2012

Flores, cestas de pomelo rosado, manzanas verdes y frutos tropicales. Mucha expresión frutal, madurez y cierto dulzor, pero muy bien apoyados por la acidez que brinda su origen costero. Proveniente de un viñedo próximo a Las Brisas de Santo Domingo, este vino n

miércoles, 10 de septiembre de 2014

La nueva y despeinada estrategia de Wines of Chile

Chile hoy está posicionado, junto a la mayoría de los países del Nuevo Mundo, en un nicho que ya no admite mayores posibilidades de crecimiento. Es por eso que Wines of Chile ha dado un golpe de timón para refocalizar sus esfuerzos, mostrando un estilo más natural y cercano, más lúdico y aventurero.




El objetivo de convertirse en el productor número uno de vinos premium, sustentables y diversos del Nuevo Mundo, alcanzando ventas de vino embotellado por US$ 3.000 millones anuales y a un precio promedio de US$ 37 por caja, como se autoimpuso en el ambicioso Plan Estratégico 2020, ya parece una quimera. Si bien el segmento de vinos premium muestra su mejor performance en los últimos años, el ritmo de crecimiento no es suficiente. Chile necesita apurar el paso, pero sobre todo “despeinarse” a la hora de comunicar sus atributos. Necesita introducir una dosis de locura. A mostrarse más suelto y relajado. A dejar esa extrema formalidad para proyectar una imagen más dinámica e innovadora.

“Para este nuevo cargo en Wines of Chile -vicepresidente y principal responsable de la promoción internacional-, tuve que despeinarme un poco, incluso mi señora me compró unos pantalones rojos”, dice con humor el enólogo Aurelio Montes.

Este cambio no es sólo de vestiduras, sino involucra todo una revolución en términos de actitud. La forma en que el rubro vitivinícola se muestra al mundo, que hace ya unos lustros el británico Tim Atkin describió como un Volvo -seguro, pero aburrido-, necesitaba ser superada. Hoy el portafolio es mucho más diverso y emocionante, como un jeep 4X4 que va internándose por los senderos de la alta montaña o por los suaves lomajes de la costa, descubriendo nuevos valles y cepajes. La irrupción de vinos de clima frío, el rescate del patrimonio de vides antiguas del secano interior y las nuevas plantaciones en la Patagonia, han cambiado para siempre la forma de enfrentar el negocio del vino. El siguiente paso -quizás el más difícil- es cambiar la imagen. Cambiar los números.

“A nosotros nos pagan el sueldo los Cabernet Sauvignon, Chardonnay y Sauvignon Blanc. Ésa es una verdad más grande que una catedral. Estos vinos representan una muy buena carta de presentación. Nos mantienen en primera plana. Pero, en definitiva, si queremos cambiar la percepción de los consumidores hacia nuestra vinos, tenemos que mostrar cosas más innovadoras: mostrar lo entretenido para vender lo importante”, explica Montes.

Para Mario Pablo Silva, gerente general de Casa Silva, la imagen de Chile en el exterior no posee atributos negativos, sino es un papel en blanco. Esta ausencia de una imagen-país nítida implica un gran desafío por delante, pero también una oportunidad que no se puede desaprovechar. “A diferencia de los argentinos, quienes son los reyes del marketing, nosotros somos más grises, más fríos, muy de corbata. Sin embargo, esa imagen que proyectamos no fue del todo negativa, pues nos ayudó a construir las bases de un país serio. Un país que para muchos es aún un misterio. Un país aún por descubrir”, señala.

Andrés Lavados, gerente general de Santa Rita, va más allá y afirma que la marca Chile está muy maltratada. “Históricamente hemos cometido el error de vender sólo vinos. Hoy tenemos que ser capaces de vender historias. Por ejemplo, nuestro Carmenère es una cepa con un relato fantástico, pero hemos sido incapaces de comunicarlo con fuerza y decisión. Hoy se están dando los primeros pasos. Por fin estamos entendiendo que el mundo del vino está relacionado con el entretenimiento. Podemos vender buenas historias, podemos vender emociones, sin dejar de ser un país serio y confiable a la hora de hacer negocios”, explica.

PSICOTERAPIA CHILENSIS

Claudio Cilveti, gerente general de Wines of Chile, admite que se han cometido muchos errores y que la percepción de marca-país es muy blanda. Explica que en los últimos años el posicionamiento se ha enfrentado desde el punto de vista de la gestión y no de la emoción. “Seamos honestos: somos un poco fomes. En un concurso de baile saldríamos últimos (sonríe). Nos hemos dedicado a trabajar, pero no hemos logrado transmitir lo que somos a los consumidores. Hoy crecemos sólo porque tenemos un tremendo producto, pero ¿cómo estaríamos si, además de buenos proveedores, fuéramos sexies?”, se pregunta.

Para romper con ese status quo, Wines of Chile encargó a la consultora Ipsos un estudio de posicionamiento para USA que partió con la siguiente interrogante: How can we best leverage the equity of Chile to influence consumer choice of wine and and put Chilean wines on the map? Los resultados de ese trabajo recién se han dado a conocer a las viñas chilenas y entregan valiosas pistas para entender dónde Chile está parado en el concierto internacional y en cuáles nichos se siente más cómodo y goza de mayores oportunidades de crecimiento.

Primero el estudio estableció dónde están posicionados los vinos chilenos en el corazón de los norteamericanos (“Attitudinal Equity of Brands”). Y los resultados no fueron tan sorpresivos. Chile se posicionó en el séptimo lugar con el 4,9% de las preferencias, detrás de USA (38,0%), Italia (14,3%), Francia (12,3%), Australia (7,7%), España (5,9%) y Alemania (5,5%). Si bien estos resultados no son del todo positivos, sí establecieron ciertos atributos importantes asociados a la marca Chile: vinos con una muy buena relación precio / calidad, con un carácter especiado e inusual; personalidad aventurera, exótica y no convencional; beneficios emocionales conectados a nuevas experiencias y horizontes; y una imagen-país asociada a montañas, comida exótica y, curiosamente, a carnaval.

Sin embargo, los más relevante del estudio fue la identificación de cuatro clusters de países y las motivaciones de los consumidores para elegir sus vinos: nuevas experiencias, espíritu aventurero, sabores inusuales y buen precio en relación a la calidad, donde están muy bien posicionados Chile, Argentina, Sudáfrica y en menor medida Nueva Zelanda, Alemania y España; sofisticación, tradición, lujo e historia, donde están los inamovibles Francia e Italia; celebración, espíritu libre y relajo, donde monopoliza las preferencias Australia; y por último, cotidianeidad, cercanía y good value, donde se instala cómodamente USA, los locales.

Cilveti explica que es imposible, al menos un despropósito, competir en la categoría del lujo y los conocedores donde están Francia e Italia. Tampoco resulta conveniente instalarse detrás de la actitud de celebración de Australia, “pues no es parte de nuestra idiosincrasia, además que representa un nicho muy pequeño”. Ni menos quedarse donde ya estamos. “No vamos a pelear donde todos se están sacando los ojos”, advierte. La mejor forma de crecer es tomarse el cluster de la cercanía y de la cotidianeidad, aquella instancia que agrega valor a los pequeños momentos íntimos del día a día, cuando comemos junto a la familia o bebemos una copa como recompensa de un arduo día de trabajo. “Este cluster representa un espacio muy interesante y que está francamente inexplotado en términos de marketing. Ahí queremos crecer. Ahí queremos no sólo ubicarnos, sino convertirnos en un referente”, anuncia el gerente de Wines of Chile.

TODOS A BORDO

Bajo la siguiente esencia de marca -“Experience wine in an honest, genuine way; where wine functions as an authentic and sincere proposition to enhance everyday life-, Chile inicia una nueva etapa en términos de estrategia de promoción. Pero antes tiene la difícil misión de alinear a los departamentos de marketing de las viñas y llegar lo más lejos posible con el modesto presupuesto que manejan como gremio. Para la campaña de difusión en USA, por ejemplo, el presupuesto sería entre US$ 800 mil y US$ 1,5 millones. “Lamentablemente cuando llega la hora de abrir la billetera los programas se cortan”, dice con humor y resignación Cilveti.

Esta bocanada de aire fresco, que aún encuentra cierta resistencia en algunos sectores más conservadores, comienza a cambiar un poco el panorama. A crear un ambiente menos insular o claustrofóbico. A comunicar una propuesta más disruptiva y que genera emociones. Los nuevos formatos para las degustaciones (mesas redondas en lugar de mesones que parecían desolados islotes) y catas temáticas, donde se incluyen vinos de terroir y muchas veces producciones artesanales, sin duda han sido iniciativas que apuntan a esta dirección, dibujando la imagen de un sector más diverso e inclusivo.

Según Marcelo Retamal, enólogo de De Martino e invitado especial del comité de marketing conformado además por Isabel Guilisasti (Concha y Toro), Eduardo Chadwick (Errázuriz), Agustín Huneeus (Veramonte) y el ya citado Aurelio Montes (Montes), había que mostrar un Chile diferente, cambiar el esquema y transparentar las invitaciones a periodistas especializados, haciendo que ellos armen sus propios programas con entera libertad, sin presiones o interferencias.

“Hoy es parte de la estrategia incluir a movimientos que no forman parte de Wines of Chile, como MOVI (Movimiento de Viñateros Independientes) y VIGNO (Vignadores de Carignan). Tenemos que estar todos alienados detrás de los objetivos. Tenemos que remar todos para el mismo lado. No podemos mostrar sólo el líquido. Los periodistas o líderes de opinión vienen a ver personas. Y detrás de esas personas están los vinos. Es complicado. Porque todos quieren ver a Montes o Chadwick, pero las viñas tienen que entender. Tener capacidad de autocrítica. Hay viñas con un tremendo proyecto, pero con una comunicación pésima”, explica.

Esta actitud más aventurera, más despeinada, ya comenzó en USA con la llamada “Wine Bar War”, donde compitieron cuatro grupos de connotados sommeliers en la construcción de un wine bar con vinos chilenos. Fue una especie de reality show, que no sólo involucró talento y conocimiento para confeccionar la carta más atractiva, sino además mucho espíritu lúdico y habilidades decorativas. “I think that my perception of how Wines of Chile is approaching the market is changing. A program like this shows me that Wines of Chile is looking to create positive associations between Chilean wine as a category and consumers, rather than just educating or marketing in a traditional sense”, apuntó la sommelier Morgan Harris.

Pero las actividades de promoción de este año tendrán su punto cúlmine en noviembre, cuando suelte amarras el Magical Mystery Tour. En esta travesía, capitaneada por Aurelio Montes y Marcelo Retamal, una veintena de escritores de vino de Estados Unidos y Canadá navegarán por la Patagonia a bordo del Australis. Durante cuatro días, en los cuales compartirán con los enólogos de las viñas chilenas, se realizará una serie de catas temáticas, entre ellas de Cabernet Sauvignon, blancos y Pinot Noir de clima frío, tintos mediterráneos y vinos que representan esta nueva e innovadora escena vitivinícola.

“En el barco se subirán sólo enólogos. Los export managers o comerciales quedarán abajo. No es fácil tomar este tipo de decisiones, pero creemos que es el camino más conveniente. Queremos crear relaciones a nivel personal, que las comunicaciones sean más naturales, sin que se note un esfuerzo de venta por detrás. Los enólogos chilenos, si bien no son los mejores presentadores del mundo, son bien entretenidos. Siempre terminan las reuniones con las patas en la piscina (se ríe). Seguramente vamos a seguir vendiendo Cabernet Sauvignon, pero lo periodistas tienen que ver cosas nuevas”, afirma Marcelo Retamal.

“No vamos a jugar a ser hippies, porque no lo somos. Tampoco somos los reyes de las fiestas electrónicas. Pero sí nos gustan las actividades al aire libre, el turismo sustentable, como salir de excursión o hacer pesca deportiva en la Patagonia”, dice Mario Pablo Silva. “Tenemos que encontrar una forma muy nuestra de mostrarnos. Nosotros no nos entretenemos bailando como los brasileros, sino que con una buen asado y conversación. Hay que reconocerlo: nosotros no inventamos la alegría, pero somos bastante más cool de lo que creemos”, agrega Andrés Lavados.







jueves, 28 de agosto de 2014

La fiebre de los puntajes

Esta vez el informe de The Wine Advocate provocó más sonrisas que dolores estomacales, pero las cuentas no son tan alegres como parecen. ¿Le conviene a Chile tomar tan a pecho los vaticinios de los gurúes de la crítica? ¿Son los puntajes un mal (in) necesario?


Perdón, pero tengo que partir así: no me gustan los puntajes. Tampoco creo en ellos. Por muy avezado que sea el catador, por más experiencia que tenga en el mundo del vino, son sólo una radiografía del momento, un instante, efímero, pasajero, como un tren que pasa dejando una imagen difuminada. Son una burda reducción de un universo complejo, prácticamente inabarcable, que reúne variables imposibles de cuantificar, sobre todo cuando se cata a ciegas, sin contexto, sin un rostro detrás del vino, sin sentir la vibración de su viñedo, solo ante este líquido viscoso que se balancea en una copa, exudando aromas lejanos que tratamos de reconocer a través de nuestros propios recuerdos.

En la apreciación del vino influyen muchas variables. La técnica y experiencia del catador son fundamentales, por supuesto, pero también su estado de ánimo y el contexto en el que se desenvuelve la degustación. No es lo mismo catar en un ambiente prístino de laboratorio que en un quincho rodeado de viñas y cantos de pájaros. No es lo mismo catar a primera hora de la mañana que después de un regado cordero al palo. No es lo mismo catar en solitario que en un panel donde se debate, compara y polemiza. No es lo mismo catar 15 minutos con un enólogo que pasar toda la tarde con el dueño de una viña, dando vueltas en helicóptero, mirando el negocio desde arriba. No, no puede ser lo mismo.

Tampoco los puntajes reflejan sólo la opinión honesta y cristalina de un catador. Responden a la línea editorial del medio al cual pertenecen (y en algunos casos de sus compromisos comerciales). Hay medios más enfocados al mercado del lujo, donde un modesto Cinsault del Itata simplemente no encuentra escala posible. Algunos tienen como referentes los grandes clásicos franceses, y los vinos de otros lares, especialmente los del fin del mundo, tienen que pelear contra prejuicios, fantasmas y mitos. Y los nunca bien ponderados bloggies, aunque gozan de mayor independencia y a veces incluso arrojo, lamentablemente aún su influencia es tan precaria como sus recursos para viajar y apilar muestras.

Los puntajes, especialmente la escala de las 100 unidades, han provocado consecuencias contradictorias. Por un lado, han acercado el mundo del vino a una masa que mantenía distancia con este lenguaje de taninos y ésteres, ataviado con candelabros y señoriales retratos, pero, por otro lado, han impuesto una visión simplista y en ciertos casos totalizadora. Unos pocos medios, que han sido visionarios y sagaces al imponer un exitoso modelo comercial en una actividad que antaño era un lúdico pasatiempo, han hecho sentir sus preferencias por ciertos estilos de vino y de alguna forma han influenciado su mismísima elaboración, convirtiendo un producto único e irrepetible en un simple commodity. Este proceso de estandarización, donde los vinos batallan en las góndolas por imagen y precio, ha terminado por distanciar el vino de su propia naturaleza.

CONSAGRACIÓN DEL CARIGNAN

La visita de Luis Gutiérrez, quien ensayaba su primer informe sobre Chile para The Wine Advocate de Robert Parker Jr., dejó una muy buena sensación de boca. No sólo hubo un cambio de estilo en la relación con los productores chilenos, un trato más distendido y coloquial, más relajado, si se quiere, sino además los puntajes dejaron contentos (al menos satisfechos) a moros y cristianos. Después del terremoto que provocó el británico Neal Martin, su antecesor en esta complicada e incomprendida pega, los puntajes y apreciaciones de Gutiérrez generaron más suspiros de alivio que tiritones.

“Neal Martin es un degustador de un gran nivel y con mucha experiencia, pero fue demasiado franco y directo con los chilenos. En una semana nos sacó una radiografía rápida, limpia, seca y que nadie quería escuchar. Para nosotros fue una pérdida, porque siempre nos fue bien con él. Con Luis Gutiérrez es diferente. Es español y entiende mejor nuestra cultura. Además es un gozador. Le gusta tomar, comer y conversar”, cuenta Marcelo Retamal, quien obtuvo 95 puntos con Vigno Single Vineyard La Aguada Carignan 2011, encabezando el ranking chileno en el último informe de The Wine Advocate.

Retamal dice que todos los premios son importantes, pero éste tiene un especial significado. “De alguna manera reafirma y valida nuestra declaración de principios, la decisión que tomamos como viña en 2011: desechar las barricas para vinificar en fudres, cosechar más temprano para hacer vinos más bajos en alcohol y destacar lo más posible la tipicidad de nuestros viñedos y uvas”.

Sin embargo, este reporte también valida una cepa que durante décadas estuvo olvidada, diluida en graneles, garrafas y cartones, elevando el secano maulino a lo más alto del podio. Según Derek Mossman, viñatero de Garage Wine Co., la clave del informe es que destruye lo que él llama algunos techos de reticencia. “Los críticos casi siempre han tenido ciertos lugares predilectos que puntean muy arriba, como es el caso de Puente Alto. Ahora se rompió ese esquema. Los puntajes que lograron De Martino y muchos otros Carignan (incluido el suyo) demuestran que las variedades mediterráneas tienen tanto o más potencial que las afrancesadas, ésas que los chilenos siempre han considerado nobles”, afirma.

Para Marcelo Retamal, una de las principales lecturas del informe (al menos, subliminal), es que detrás de los vinos mejor punteados siempre hay una cara reconocible. “El pH de los vinos, la maceración carbónica y la barrica francesa son sólo anécdotas. Los proyectos de Pablo Morandé (Bodegas RE) y Francois Massoc (Aristos, Clos de Fous y Calyptra) recibieron altísimos puntajes porque sus vinos se identifican con ellos. Cuando los críticos ven personas y no empresas cambia la cosa. Es un factor muy relevante”, sostiene.

Francois Massoc opina que las descripciones de los vinos son muy atractivas y detalladas. A diferencia de otros escritores, quienes crucifican los vinos con 80 y tantos puntos, las reseñas de Gutiérrez motivan, invitan a probar, generan curiosidad y expectativa. Además destaca los proyectos nuevos, a escala humana, pero sin dejar a la deriva las grandes compañías. “Les busca también la cosa bonita”, sonríe. “Pero lo más importante es que Chile ya no es sólo Maipo Alto y Cabernet Sauvignon, sino el informe valora otras cepas como la País. Puede que estos vinos no saquen 95 puntos, pero los pone ahí, entre los grandes”.

Los resultados publicados por The Wine Advocate, sin embargo, no dan para bailar cueca toda la noche. De acuerdo con el enólogo de De Martino, si los comparamos con los de Argentina, las cuentas no son tan alegres. “Con 94 puntos o más, fueron calificados más de 30 vinos argentinos contra 7 chilenos. ¡Fue una paliza! ¿Cuál es la razón? La mayoría de los altos puntajes de Argentina correspondió a Catena Zapata y Gran Enemigo de Alejandro Vigil. Nuevamente lo mismo: hay una persona, una cara visible detrás de estos proyectos”, explica.

La lectura que hace Retamal es que Chile una vez más salió a vender Cabernet Sauvignon porque “es la cepa que paga la cuenta de la luz y porque corresponde a la tradición de los aristócratas que en su tiempo querían ser como Château Margaux. Pero, cuando viene un periodista de este calibre, en pleno verano, cuando caen los patos asados, no le hacen mucho sentido esos vinos. Espera variedades que se adapten mejor a nuestras condiciones climáticas, como pueden ser las mediterráneas y en este caso un Carignan de viñedo viejo y de secano”.

CREERSE EL CUENTO

Para Francois Massoc, es imprescindible mantener siempre la templanza. Después de la publicación de sus puntajes, muchos colegas lo han contactado para preguntarle cómo hace los trasiegos, los remontajes, mientras él se pregunta: “¿Por qué me llaman ahora si nunca antes les habían gustado mis vinos? Así es que no me queda otra que tomarme esto con humildad. No hay que creerse el cuento. Tampoco va con mi carácter. Quien lo hace está sonado. Ha entendido nada. El puntaje no es el juicio final ni mucho menos. Es sólo un indicador, una opinión. Sólo hay que leer los comentarios para mejorar”, explica.

Retamal dice que existe una sobreestimación de los puntajes. “La gente todavía cree que sirven para vender, pero fundamentalmente lo que hacen es crear o posicionar la marca. Los puntajes validan a los enólogos frente al directorio de la empresa, porque no basta con que yo encuentre rico mi vino, sino de alguna forma necesito que alguien lo sostenga”, afirma. “Yo mando mis vinos cuando ya casi no me quedan. Me interesa que el crítico me respalde, pero no ese lote, no esa cosecha en particular, sino el proyecto”, agrega Derek Mossman.

En las últimas décadas muchas viñas han bailado con fruición el monocorde ritmo de los puntajes, llegando al absurdo de producir distintas versiones de un mismo vino para satisfacer paladares que parecen irreconciliables, como son los estadounidenses y británicos. En vez de proyectar el estilo o la filosofía de la casa, en vez de exaltar las características únicas de un viñedo, en vez de construir una identidad propia y distintiva, han preferido intentar satisfacer un supuesto gusto o preferencia de una cierta parte de la crítica.

“Ciertas viñas, las que pueden, explotan comunicacionalmente sus puntajes, pero nada de esto tiene mucho sentido si se transforma en el único argumento de venta. A veces es tanta la sobrevaloración de los puntajes de Wine Spectator o Parker, que incluso han echado a colegas por no alcanzar los números que los dueños esperaban”, dice Massoc. “Tampoco puedes ajustar el estilo de tus vinos al gusto de un catador. Es ridículo cambiar tus vinos por los puntos. Los críticos no quieren eso. Las viñas tienen que tener confianza en su campo, en su productor, en su estilo. Tienen que creerse más el cuento”.

Esta verdadera obsesión por los puntos no sólo ha provocado un cierta monotonía de la oferta, restándole frescura y emoción al portafolio chileno, sino además ha distraído a los productores de lo fundamental: elaborar un buen vino, que refleje fielmente lo que son (o lo que quieren llegar a ser) y buscar en el mundo personas que lo aprecien y disfruten. Tan simple, tan complicado como eso.



lunes, 14 de julio de 2014

El rererenacer del Tokaji

Con un portafolio más diverso, donde irrumpen profundos blancos secos, los vinos de la región de Tokaj una vez más se reinventan, intentando reverdecer viejos laureles y sintonizar mejor con la nueva generación de consumidores.
“No producimos vino de postre, sino Tokaji”, así es de enfático el enólogo Péter Mólnar, gerente general de la bodega Patricius, miembro activo del movimiento Tokaj Rennaissance, agrupación que se formó en 1995 para rescatar, proteger y promocionar los vinos de una de las regiones más antiguas y únicas del mundo.

Estamos sentados en el Bock Biztró de Buda, uno de los lugares más trendy de la nueva escena gastronómica húngara, frente a un grupo de copas doradas que hablan de un pasado glorioso, pero también de un futuro tan incierto como esperanzador. Estos vinos que en 1772 inauguran el concepto de denominación de origen –adelantándose algunas décadas a Porto y más de 120 años a Bordeaux–, han ensamblado mitos e historias que se (con)funden para reinventarse una vez más en los mercados internacionales, exigiendo un espacio que les fue arrebatado por las tensiones de las casas reales, la plaga de la filoxera, las guerras mundiales y, sobre todo, por las décadas de comunismo.

Este vino dulce es hijo del azar, un milagro de la naturaleza, pero también fruto de una tradición vitivinícola que se autoimpuso normas de producción para velar por la historia y calidad de sus vinos. Cuando Máté Sepsy Laczkó, enólogo y capellán de los Rákózis, no pudo cosechar sus viñas ante la inminente amenaza turca, no sólo estableció los criterios para producir los primeros vinos botritizados o de podredumbre noble, sino además una leyenda que ha permanecido viva hasta nuestros tiempos, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en 2002.

Su historia está llena de mitos y anécdotas que envuelven este vino que endulzó por siglos las intrigas palaciegas. Luis XIV bautizó a los Tokaji como “vino de reyes, rey de los vinos”; Pedro El Grande envió cosacos para proteger su producción y libre tránsito de los barriles hasta San Petersburgo; fue permanente fuente de inspiración de compositores y escritores como Beethoven, Liszt, Schubert y Goethe –lamentablemente, también de Hitler-; y, por supuesto, un dulce y efectivo vehículo diplomático. Recordemos que Francisco José, emperador del imperio Austro-Húngaro, enviaba a la reina Victoria 12 botellas de Tokaji Aszú para conmemorar cada año de su vida. En 1900, cuando la reina celebraba sus 81 años, recibió nada menos que 972 botellas.

Pero fueron las décadas de comunismo las que finalmente cambiaron la fisonomía de la región de Tokaj-Hegyalja. La sed inconmesurable del imperio soviético obligó a los bodegas a producir litros y más litros, mermando o sencillamente acabando con su tradición por la calidad. Con la excepción de pequeños lotes para consumo familiar, los productores de Tokaji centraron sus esfuerzos en cepajes más productivos como Zéta –cruce de Furmint y Bouvier, conocida también como Oremus-, los que eran vinificados en grandes e impersonales bodegas.

Sólo con la caída de la llamada cortina de hierro en 1990, las bodegas pudieron recuperar su tradición histórica. “Fue un renacimiento después de 40 años de siesta”, sostiene Péter Mólnar. Muchas de estas bodegas estaban destruidas económicamente, por lo tanto los capitales extranjeros no se hicieron esperar demasiado, como la española Vega Sicilia (Oremus), el grupo francés AXA (Disznoko) y Royal Tokaji Company, que cuenta entre sus socios con el legendario escritor de vinos Hugh Johnson.

A pesar del entusiasmo de los grupos extranjeros -quizás un excesivo entusiasmo-, hoy no es para nada sencillo comercializar Tokaji Aszú o vinos de podredumbre noble. Sus altos precios, y un mercado cada vez más infiel y competitivo, han obligado una vez más a las bodegas de Tokaj a reinventarse. Actualmente el principal objetivo es ofrecer un portafolio más diverso y equilibrado, empujando también los vinos secos como un nuevo estandarte regional.

Así quedó demostrado hace algunos meses, en la segunda subasta organizada por la Confrérie de Tokaj. Pese a que los números hablan de un crecimiento de un 34% en valor respecto al año anterior, totalizando ventas por 90.000 euros, no menos de un tercio correspondió a una barrica de 137 litros de un vino seco producido por la leyenda de la enología húngara István Szepsy: Nyulászó ‘58’ Furmint 2013.

UN LUGAR ÚNICO

Ubicada al noreste de Budapest, la región de Tokaj-Hegyalja está conformada por el mágico y violento encuentro de las planicies con la cadena montañosa de Zemplén. En total son casi 6 mil hectáreas, donde los mejores viñedos se encaraman sobre lomajes que apuntan hacia el sur, sobre un subsuelo de toba volcánica que imprime un sinigual tono mineral a sus vinos.

Su clima es continental, con veranos calurosos y fríos inviernos, en los cuales las temperaturas bajan largamente de los 0º C, cubriendo los viñedos de nieve durante meses. El milagro de su viticultura se produce en otoño. Entonces la influencia de los ríos Tisza y Bodrog es crucial. Una espesa capa de neblina se entromete en las hileras durante las mañanas, mientras la aparición del sol en las tardes posibilita la irrupción de la botrytis cinérea o podredumbre noble en las bayas, creando las condiciones perfectas para producir Tokaji Aszú.

Los granos, envueltos por estos hongos microscópicos, concentran sus aromas y sabores, pero conservando casi intacta su acidez. Este ritual de la naturaleza, que Máté Sepsy Laczkó supo normar y convertir en una tradición, ha cimentado el prestigio de los vinos húngaros, extendiendo su relación fortuita y compleja con la naturaleza. “Estamos en las manos de la naturaleza. Todos los años los bodegueros deciden si sus vinos serán secos o dulces”, explica el gerente general de Patricius.

Hoy, a pesar de los vaivenes de los mercados, los Tokaji Aszú son considerados los más sublimes vinos dulces del mundo gracias a su historia, pero además a su incomparable relación azúcar-acidez. Con variedades indígenas cultivadas por siglos como Furmint –que cubre el 60% de su superficie plantada-, Hárslevelû y Sárga Muskotály, producen una selección de vinos dulces y secos que buscan rerereconquistar a los paladares del mundo.

LOS CATADOS

Dereszla Tokaji Dry 2012. Este vino, que representa la nueva generación de vinos secos, está compuesto por un 85% de Furmint –fermentado en tanques de acero y barricas- y 15% de Hárslevelû, vinificado en forma reductiva para preservar su frescura. Con sólo 12,5º de alcohol, es un vino que regala tonos florales y de frutos blancos. Es pura delicadeza. Un poema de sabores.

Dobogó Tokaji Furmint 2011. Compuesto por 60% Furmint y 40% de Hárslevelû, este semidulce regala volumen, dulzura y complejidad. Con notas de cestas de lima, manzanas y peras, más tonos de flores y profundamente minerales, expresa una personalidad muy distintiva, que fue desarrollado durante dos años de guarda en barricas húngaras y francesas de 300 y 500 litros.

Füleky Tokaji Furmint 2011. Es un vino que regala exuberancia y firmeza, elegancia y profunda frescura. Notas cítricas, de flores de tilo y tonos minerales que cimentan su importante pero grácil estructura. No es Chardonnay. Tampoco Riesling. Es un milagro de la nueva generación Furmint.

Amicus Nobilis 2008. Su columna vertebral es Furmint (90%), pero con los aportes de Kövérszolo y Hárslevelû gana en expresión y complejidad. Es un vino con un 30% de uvas con podredumbre noble, que regala exuberancia y firmeza, muy bien apoyado por una madera elegante y especiada.

Samuel Tinon Szamorodni 2007. Como su nombre lo indica –Szamorodni significa “como salió” en polaco, entonces su principal mercado- es un vino hecho a la antigua, con el racimo entero. Compuesto de 90% de Furmint y el resto Hárslevelû, posee una nariz compleja, con tonos oxidativos, y notas de duraznos, frutos secos y chocolate blanco. Es boca es goloso y extremadamente suave.

Gróf Degenfeld 2004, Tokaji Aszú 5 Puttonyos. Con 150 gramos de azúcar de residual, expresivas notas de membrillos y peras, y ese toque fungoso que aporta complejidad y carácter, este Aszú es simpleza, cremosidad y balance entre azúcar y acidez. Es un vino que se deja tomar con asombrosa facilidad.

Patricius 2002, Tokaji Aszú 5 Puttonyos. Con sólo 11.5º de alcohol y 150 gramos de azúcar residual, esta mezcla de Furmint y Hárslevelû es un referente de la nueva generación de Aszú. Con sus francas y expresivas notas de membrillo, durazno y flores blancas, y con las especias y firmeza que aportan 3 1/2 años de guarda en barricas de 225 litros, dan vida a un vino elegante, cremoso y redondo.

Erzsébet Pince 2008, Tokaji Aszú 6 Puttonyos. Es un vino 100% Furmint y con nada menos que 186 gramos de azúcar residual, pero que no logran adormecer nuestro paladar gracias a su profunda y vibrante acidez. Es un vino reposado y con gran potencial de guarda, que exhibe expresivas notas de damasco, durazno, confitura de naranja, tabaco, clavo de olor y chocolate amargo. Un vino de un gran balance.

miércoles, 9 de julio de 2014

10 Sauvignon Blanc que rompen fronteras

Aunque es la estrella blanca de la vitivinicultura chilena, un puntal de sus exportaciones durante la última década, esta cepa no se cansa de sorprender, subiendo peldaños cualitativos, revelando nuevas capas gustativas, mostrando distintas personalidades, de norte a sur y de cordillera hasta el mar.
En tan sólo algunas décadas, el Sauvignon Blanc se ha convertido en todo un emblema, en una estrella solitaria, en uno de los pilares estratégicos de la vitivinicultura chilena. Junto al Cabernet Sauvignon, no sólo representa el poderoso ying-yang de nuestras exportaciones –no olvidemos que ambos cepajes mantienen una relación filial–, sino además ha sabido adaptarse con naturalidad en los distintos valles, especialmente los costeros, haciendo gala de una tremenda consistencia y, sobre todo, de una asombrosa capacidad para reflejar los atributos de los diferentes terruños.

Aunque algunos insisten en que Chile es un país de tintos, el Sauvignon Blanc, con sus ropajes pálidos y ácidos humores, ha sabido imponerse frente al mismísimo Chardonnay e incluso sobre tintos como Carmenère y Merlot, en volumen y en la consistencia de su oferta. Aquella deuda que mantenían los productores aún durante la década del 90, cuando la balanza entre tintos y blancos era insostenible, hoy no sólo ha sido reconocida frente a la comunidad internacional, evitando caer en la deshonra del default, sino además está pagándose con generosos intereses.

Según los datos de la última edición del Catastro Vitícola Nacional, los cepajes blancos concentran alrededor de 34 mil hectáreas, de las cuales nada menos que 14 mil corresponden a Sauvignon Blanc. Si bien más de la mitad de sus viñedos se encuentra en la VII Región, principalmente en el Valle de Curicó, es en la región de Valparaíso donde ha alcanzado sus mayores precios y reconocimientos. En Casablanca y San Antonio-Leyda, por ejemplo, se ha convertido en el principal puntal productivo, obligando a sus viñas a ir cada vez más allá en términos de ambición, buscando año a año nuevos estilos y peldaños cualitativos.

Si bien en la última década Chile ha sabido convertirse en un referente mundial del Sauvignon Blanc, entregando frescura y consistencia a los mercados, hoy vive una etapa de consolidación. La loca competencia por profundizar en su acidez ya se ha vuelto banal y redundante. Los valles costeros han demostrado con creces su vocación por los pHs bajos. Hoy necesitan aquietarse. Reencontrar su justo medio. Reinventarse para conseguir nuevas capas gustativas y una mayor templanza en su relación azúcar / acidez. Mediante cosechas diferenciadas, fermentaciones menos reductivas y en algunos casos con el uso de contendores de roble, los vinos ya no sólo deben impresionar por su profundidad, sino además por un carácter más complejo y multidimensional.

No hay duda: el Sauvignon Blanc ha permitido redescubrir el potencial de los valles chilenos desde Elqui hasta Malleco. A través de notas de ají verde, pólvora, hojas de tomate, tomillo y albahaca, cáscara de limón y pomelo rosado, piña fresca, melón tuna y fruta de la pasión, podemos recorrer el país de norte a sur y de la cordillera hasta el mar. Pensábamos que había encontrado su paraíso terrenal junto a las olas, pero en la precordillera o en el sur profundo, en esos suelos negros de cenizas volcánicas, parece decirnos que la búsqueda aún no ha acabado, que puede volver a sorprendernos con una nueva y atractiva personalidad, que puede continuar rompiendo fronteras.

Arboleda 2013

Con plantaciones de 2005, sobre suelos de pizarra –una excentricidad en los valles chilenos– este Sauvignon Blanc no sólo inaugura la apelación Aconcagua Costa, sino además una nueva raza de vinos que se caracteriza no sólo por su frescura, sino también por su multiplicidad de capas aromáticas y notable peso en boca. En este representante de Chilhué encontramos fruta cítrica y mineralidad, pero también la dulzura del trópico, muy bien aderezada con pimienta blanca y hierbas aromáticas.

Ribera del Lago Cenizas de Barlovento 2013

En este laberíntico viñedo que apunta al sur-poniente, un cuartel de apenas 2 hectáreas que circunda el lago Colbún, nace este Sauvignon Blanc de altura, extremo y profundamente maulino. Con una exposición más fresca y suelos más negros que su mellizo Arcillas de Sotavento, este vino impresiona por su estatura y profundidad en boca. Aquí hay mineralidad e intensos sabores cítricos, pero, por sobre todo, elegancia, poder y un insospechado potencial de guarda.

Aquitania Sol de Sol 2013

Costó que arraigaran las plantas, pues el viento sur que sopla en Traiguén no da tregua a una viticultura que se abrió paso entre los trigales. Pero, siguiendo la saga de Sol de Sol Chardonnay, este Sauvignon Blanc impone respeto desde su mismísimo debut. Fermentado y criado en barricas durante tres meses, es sinónimo de jugosidad y firmeza. Con un acento mineral que complementa sus marcadas notas cítricas, se abre paso en boca con una sinigual mezcla de poder y delicadeza.

Casa Silva Lago Ranco 2013

Es uno de los viñedos más australes de Chile –a más de 900 kilómetros al sur de Santiago– y seguramente el más hermoso. Ubicado en la comuna de Futrono, en una ladera que cae suavemente sobre las aguas del lago Ranco, este Sauvignon Blanc debuta con sus aromas de lima, pera, ají verde y hierbas frescas. Es un vino que nos transporta a los bosques húmedos sureños, que nos hace sentir que estamos rodeados de robles, canelos y arrayanes.

Estampa Del Viento 2013

Entre lomas que suben y bajan frente a la costa, este Sauvignon Blanc nos seduce con una rica combinación de fruta madura y firme acidez. A pesar de la juventud de sus parras –el viñedo fue plantado en 2010–, es un vino que logra un interesante registro aromático, desde cestas de pomelo rosado hasta tonos dulces de mango y maracuyá. Es el más joven de los representantes de Paredones, esta pequeña gran denominación que ha sabido refrescar el porfolio de colchagüino.

San Pedro Castillo de Molina 2013

A unos 20 kilómetros de la costa nortina, pero en un callejón fluvial sin obstáculos para el viento, este Sauvignon Blanc del Valle del Elqui nos asombró desde su primera cosecha por su tremendo carácter. Con una columna vertebral de sabores cítricos, acentos minerales e inusuales notas de ají verde, este vino regala acidez y una personalidad tan atractiva como reconocible. En la antesala del desierto, llegó para sorprender y marcar tendencia.

Casa Marín Cipreses Vineyard 2013

Este vino marcó un antes y después. A sólo 4 kilómetros del mar, en la linda denominación de Lo Abarca, este Sauvignon Blanc rompió los moldes con sus sabores de piedras fulminantes y estructura vertical y filosa. Como todo terroir extremo, refleja notablemente las características de las añadas, y en este caso se deja llevar por los ánimos de una temporada más fresca que la 2012, permitiéndole demostrar sus mejores atributos, toda esa fuerza y profundidad que lo ha convertido en un ícono de su categoría.

García + Schwaderer Marina 2013

En el campo de Santa Rosa, en uno de los sectores más frescos de Casablanca, cobra vida este Sauvignon Blanc que no deja aspecto alguno al azar. Mezcla de clones franceses, de notas de hierbas, florales y dulces, este vino es pura concentración y redondez. Pese a sus 12,5º de alcohol, llena la boca con sus trazos profundos y envolventes, invitándonos a la mesa. A disfrutar de los intensos sabores marinos.

Amayna Barrel Fermented 2010

Fue un pionero. Quizás un incomprendido. Cuando la tendencia en Chile era el acero y vinificaciones reductivas, Amayna se atrevió con este Sauvignon Blanc fermentado y criado en barricas de roble, la mayoría de ellas de primer uso. Dulce y estructurado. Frutal y tostado. Sin importarle el qué dirán, persistió con este vino que confunde y encanta con su peso en boca y esta curiosa mezcla de confites, pero envueltos en una firme y rica acidez.

Calyptra Gran Reserva 2010

No parece chileno, pero sí lo es. A casi 900 metros de altura, en plena precordillera de Cachapoal, nace este Sauvignon Blanc hecho a la antigua, en barricas grandes de diferentes usos. Sin apuro. Sin renegar del oxígeno. Sin otra intención que hacer un vino de gran riqueza aromática, enorme estructura, que va mucho más allá del aperitivo y de los lustros. Un Sauvignon Blanc como pocos. Como pocos que deberían ser muchísimos más.


jueves, 5 de junio de 2014

El afterhour de MOVI

Después de cumplir un lustro como Movimiento de Viñateros Independientes, hoy esta asociación de pequeños productores, que ha levantada la bandera de los vinos a escala humana, se consolida como modelo asociativo, tanto en términos comerciales como de comunicación. Hoy sus vinos representan alrededor del 0,05% de las ventas chilenas en el exterior, pero su aporte a la construcción de una imagen más cercana y diversa de la vitivinicultura nacional ha sido inconmensurable.


Kim Marcus, el crítico de Wine Spectator, se despide uno a uno de los enólogos colchagüinos, luego de una concurrida y amena cata en la elegante bodega Clos Apalta. Detrás de una camioneta, rápidamente se cambia de ropa. Mucho más ligero, vistiendo unos relajados pantalones cortos y sandalias, parte rumbo al sur a reunirse con el Movimiento de Viñateros Independientes (MOVI), ante la mirada de preocupación de algunos representantes de Wines of Chile, quienes se preguntan dónde dormirá este hombre que, con la despótica escala de 100 puntos, puede levantar o dejar caer a los vinos chilenos.

Estas dos realidades, estos dos Chiles, como los desmembró el británico Neal Martin, ya han convivido durante cinco años, desde que un grupo de 12 pequeños productores, la mayoría de ellos enólogos, decidiera fundar su propio movimiento, alejándose lo más posible de lo que ellos llamaron una “industria cómoda, despersonalizada y tecnologizada”.

Esta declaración de principios, o derechamente de guerra, levantó una polvareda infernal que aún está lejos de disiparse. No sólo molestó al establishment vitivinícola por gritar a los mil vientos una sentencia que muchos murmuraban o discutían en privado –los trapos sucios se lavan en casa, es una de nuestras máximas-, sino además sacudió a un sector monolítico y orgulloso de haber fundido, después de muchos años, las asociaciones de Vinos de Chile y Chilevid.

Si bien los outsiders siempre convocan la simpatía de las masas, al interior de la industria, como nos empeñamos en seguir nombrándola, sólo despertaron suspicacias. Los dirigentes de MOVI estaban en una encrucijada: se alineaban con Vinos de Chile o profundizaban en sus diferencias. “En un primer momento, es verdad, quisimos distinguirnos de la industria para poder darnos a conocer. Eso fue durante los dos primeros años. Muchos se molestaron porque no usábamos pantalones caqui y camisa celeste”, se ríe Felipe García, director de MOVI y propietario de García Schwaderer.

Este movimiento, que levantó la bandera de los vinos a escala humana, supo reactualizar con éxito el mito de David y Goliath, probar que el camino de la asociatividad es posible e instalar el nombre de sus vinos en el imaginario de la crítica local e internacional. “Fuimos ingenuos con el discurso. Su impacto fue enorme. No pensamos que se generaría tanto ruido. Existió, y aún existe, un miedo injustificado de una industria tradicional, que generó una imagen de nosotros que no corresponde, como de activistas que andamos con spray rayando cubas. Nosotros no estamos contra la industria. Estamos construyendo sobre lo que ha hecho ella durante décadas. Simplemente nos paramos en los hombres de un gigante. Queremos trabajar con Wines of Chile. No tirarle piedras. Nos interesa más Chile que nuestros vinos”, sostiene Sven Bruchfeld, enólogo y socio de Polkura.

Para Sven Bruchfeld, ambas estructuras pueden convivir en forma paralela y potenciarse unas a otras. Sin embargo, el problema, según su visión, está radicado en los bandos medios de las viñas. “Puede que les interese el futuro de Chile como categoría, pero están más preocupados de los resultados a corto plazo”, afirma. Este apremio, esta presión por la venta, los hace mirar con sospecha cada vez que los Kim Marcus se cambian de ropa y arrancan con rumbo desconocido.

Pero después de un lustro desde su fundación, MOVI tiene un discurso más propositivo y conciliador. Esta imagen de los desordenados del curso, de revoltosos y contestatarios, dio paso a una asociación gremial con todas sus letras, con una consolidada estructura comercial y de marketing, que ya no se siente remando contra la corriente, sino como un estamento más que aporta a la diversidad de una industria que necesita con urgencia un nuevo impulso para posicionarse de mejor forma en los mercados internacionales.

“MOVI is open to work with any and all. We want to contribute to make more of the Chilean trade. Sure many have spoken ill of us in hopes that their misrepresentation would be accepted as fact, but in truth we have not been negative, and we have only contributed. The trouble is some feel that in our efforts to make a space for ourselves, we are taking away a space of theirs. This just isn’t true. It is as if they still believe in zero sum theory (where every new bottle sale by winery A results in a loss of a bottle sale in winery B.) This is as preposterous as it is idiotic. We simply have to believe in a greater plurality within the trade. This idea that a select few "own the trade”, is being projected to visitors from outside with great aplomb all the time and it is asinine. It makes Chile look silly in front of the press”, explica Derek Mossman, socio de Garage Wine Co.

EL VALOR DE LA ASOCIATIVIDAD

Hoy MOVI cuenta con 18 socios y muy pronto se sumarán otros más. Su cultura organizacional es bien simple. A diferencia de Wines of Chile, donde las viñas aportan e influyen proporcionalmente a su tamaño o número cajas exportadas, su espíritu es más bien cooperativista. Todos sus miembros tienen un voto y sus actividades se financian mediante las cuotas sociales. “Así hemos evangelizado a los líderes de opinión del mundo del vino, con muchísimo más esfuerzo que recursos”, dice Sven Bruchfeld.

Las actividades de promoción, tanto en Chile como en el extranjero, las realizan de mutuo acuerdo. Como los presupuestos son también “a escala humana”, se turnan para organizar las catas y giras promocionales. “Contamos con un kit de degustación y cada socio es capaz de presentar los vinos del resto como si fueran los suyos”, explica el enólogo de Polkura. Así se han paseado por el mundo y llamado la atención de los gate keepers, logrando puntajes tan relevantes como el de Trabún, elegido por el último informe de The Wine Advocate como el mejor vino chileno.

La participación o no en ferias, como también los esfuerzos comerciales, obedecen a decisiones individuales. Cada productor se rasca con sus propias uñas, independientemente de que muchos de ellos comparten importadores en algunos mercados, surtiendo los portafolios como si fueran una sola gran compañía. “MOVI learned early on that it was okay, in fact good business to share an importer with another Chilean winery whether a MOVI or not. Instead of wineries buying in liters (far from their specialty) to satisfy a customer’s need, why not find a winery that specializes in that kind of wine and work together to grow the category of Chile within the importers listings each with their one niche”, explica Derek Mossman.

De acuerdo con Felipe García, la asociatividad es la clave para el futuro. “Es un proceso súper complejo compartir en un país que no está acostumbrado a hacerlo, sobre todo con recursos súper limitados, pero aún así hemos sido capaces de llegar a lugares impensados”, afirma.

Courtney Kingston, propietaria de la viña que lleva su apellido, confiesa que su ingreso a MOVI el año pasado le ha cambiado la vida. Antes se sentía un poco huérfana en el mundo vitivinícola. Ahora no sólo cuenta con una gran plataforma comunicacional para dar a conocer sus vinos, sino además comparte con sus pares las mismas inquietudes y desafíos, entrega y recibe asistencia comercial, datos de proveedores de insumos enológicos y un constante apoyo técnico y humano. “Ahora tenemos voz. Es otro mundo”, afirma Courtney.

Para MOVI el capital humano es su mayor fortaleza, es cierto, pero también puede convertirse en su talón de Aquiles. Para que el modelo funcione, sus miembros tienen que estar permanentemente motivados y dispuestos a relevar a sus voceros o viajeros frecuentes. Este compromiso por el trabajo asociativo es fundamental para la permanencia y proyección del movimiento. “Hemos logrado mucho más de lo que hubiéramos hecho individualmente. Pero nos falta para ponernos los pantalones largos. De usar hot pants pasamos a las bermudas”, sonríe Sven Bruchfeld.

Dentro de esos logros, que han validado a MOVI como asociación gremial e interlocutor válido en el sector, sin duda están haberse sentado en la llamada Mesa Vitivinícola, donde el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) explora y coordina las futuras regulaciones del sector. “MOVI has achieved several things on behalf of all smaller wineries including a document of exportation with an unlimited expiry so one can take the 2-3 years necessary to sell a fine wine. This benefitted all. Today MOVI is pushing for the recognition of more varieties previously without mechanism to be included by the SAG. In this way wineries wishing to work with less mainstream varieties can do so”, explica el socio de Garage Wine Co.

Sven Bruchfeld agrega que la asociatividad es el único camino posible para poner en valor a los vinos chilenos en el exterior, pero para que estos proyectos sean rentables hay que tomar riesgos, jugársela por la innovación. “Ojalá existieran más MOVIs, más Vignadores de Carignan, más Chanchos Deslenguados… Ojalá algún grupo de enólogos levantara la bandera del Syrah… Ojalá se formara un club del Carmenère… Ya no hay que convencer a nadie sobre la repercusión que pueden tener estos movimientos y la enorme contribución que pueden hacer a la imagen-país, mostrando un Chile más real, diverso y entretenido”, sostiene.


LOS MOVILIZADOS


Cuando irrumpió MOVI con su contestataria declaración, sin duda fue una bocanada de aire fresco para una industria que permanecía algo dormida. Sin embargo, esa misma fuerza discursiva no se tradujo en el contenido de las botellas. Algunos periodistas pedían más riesgo e irreverencia en sus vinos. Pero, como explican sus socios, el objetivo del movimiento no es elaborar vinos naturales, ancestrales o extremos. Su propuesta es simplemente hacer vinos a escala humana, donde sus propietarios estén involucrados en toda la cadena de valor, desde la producción de uvas hasta la comercialización de sus etiquetas. Bajo este concepto, los vinos de MOVI representan toda la diversidad de orígenes y estilos chilenos a pequeña escala, presentándose al mundo a través de una puesta en escena suelta, entretenida y original, hoy dividida en tres categorías: The New Chile (vinos que provienen de las nuevas fronteras de la vitivinicultura chilena); Classic Reloaded (nuevas interpretaciones de vinos clásicos o tradicionales); Old is the New New (vinos que rescatan y proyectan nuestro valioso patrimonio de vides antiguas).

THE NEW CHILE

Kingston Cariblanco Sauvignon Blanc 2012


Proveniente de la parte Oeste de Casablanca, una de las zonas más frescas del valle, este Sauvignon Blanc de la familia Kingston impresiona por su gran estatura y concentración de sabores. Con elocuentes notas cítricas y tropicales, y un lado herbal que aporta complejidad y refresca el conjunto, Cariblanco seduce con su imponente estructura y acidez. Es un vino maduro, pero extremadamente fresco y profundo, elaborado con parsimonia, naturalidad y precisión. “Embotellamos tarde y salimos tarde”, dice Courtney Kingston.

Peumayén 2010

Con viñedos plantados en 1998 en la zona de Panquehue, junto al río Aconcagua, estos productores de uva decidieron hacer su propio vino. Un tinto jugoso y frugal, elaborado en forma absolutamente artesanal y sin presiones comerciales. No tienen enólogo. Las decisiones las toma la familia y están involucrados en todo el proceso. Si no no venden el vino, se lo toman. Así de bonito.

Starry Night Syrah 2011

Se trata de un pequeño proyecto de la familia Atabales en el sector de María Pinto, en plena cordillera de la Costa del Maipo. Son apenas 8 hectáreas de Syrah y Pinot Noir rodeadas de cientos de bosque nativo. Con una vinificación artesanal, este Syrah sorprende por la ligereza, jugosidad y excentricidad de su fruta. Maduro, incluso licoroso, pero bien hecho.

Trabún 2011

El enólogo Sergio Avendaño nunca trabajó en una viña. Se dedicó a la batería y a administrar los manzanos del campo familiar en Requinoa. Hasta que decidió plantar 1,6 hectáreas de Syrah y elaborar un vino que desde su primera cosecha nos asombró por su fuerza y honestidad. Notas de charcutería, fruta negra y mucha pimienta. Frescura, equilibrio y belleza. Trabún explora y logra atrapar esta cepa en su estado más puro.

Polkura G+I Syrah 2010

Proviene de una ladera con exposición sur de los viñedos de Polkura en Marchigüe, donde el Syrah moldea su personalidad más fresca y extrovertida. Esta cosecha impresiona por su fuerza y complejidad aromática, fundiendo con mucha armonía sus notas de frutos negros, violetas y pimientas. Es un vino jugoso, estructurado, pero al mismo muy elegante. “Es lo mejor que he hecho en mi vida”, dice Sven Bruchfeld.

Lagar de Bezana Syrah 2011

Ubicado en el sector de Codegua, en el Alto Cachapoal, este proyecto de la familia Bezanilla destaca por la libertad de su equipo enológico para experimentar con distintos cepajes y estilos, profundizando en una propuesta cada vez fresca y alejada de los excesos de madera de sus inicios. En el caso de este Syrah, se sienten los vientos que bajan de la cordillera, moldeando la personalidad de un vino con mucha concentración frutal y madurez, pero al mismo tiempo con una acidez punzante y redonda.

Tunquén Malbec 2011

Marcos Attilio y Ángela Mochi, este matrimonio de enólogos brasileros, se enamoró perdidamente de Casablanca. Allí han desarrollado durante los últimos años su pasión por la gastronomía y por un estilo de vinos delicados y punzantes. Desde El Mirador, salta este Malbec jugoso y especiado, goloso y profundamente rojo. Un vino fermentado sin apuros. Para enamorarse.

CLASSIC RELOADED

Clos Andino Le Carmenère 2011


José Luis Martin-Bouquillard, quien trabajó en Veuve Clicquot, se unió a sus amigos Georges Blanck y Bertrand Couly para proyectar con sencillez, pero con toda la elegancia del know-how francés, la tipicidad de la fruta curicana. En este caso, un Carmenère que exhibe con mucha gracia su fruta roja, pero sin ocultar su fresco lado herbal. Un vino maduro, jugoso y profundo.

Rukumilla 2009

Angélica Grove y su marido Andrés Costa, actual presidente de MOVI, han convertido a Rukumilla en un proyecto familiar en el más amplio sentido de la palabra. Esta mezcla tinta, que proviene de unas pocas hectáreas en el sector de Lonquén, en el mismo corazón del Maipo, es un vino colaborativo y lo más cercano al concepto natural. Sabores de frutos rojos y tonos terrosos, cierta oxidación que aporta complejidad, en un conjunto que denota calidez y artesanía.

Flaherty 2011

Más de alguien dice que este vino debería llamarse Jen Hoover. Es que la mujer de Ed Flaherty, enólogo jefe de Tarapacá, es vital en esta mezcla de Syrah, Cabernet Sauvignon y Tempranillo, elaborado a mano en el mismísimo patio de su casa en San Felipe. ¿El resultado? Un vino que expresa la madurez aconcagüina. Amable y dulce. Sabroso y redondo. Un vino, dejémoslo ya, hecho entre dos.

Villard Grand Vin L’Assemblage 2010

Thierry Villard fue un adelantado. Fundador de la primera viña boutique moderna. De las asociaciones Chilevid y de Empresarios Vitivinícolas de Casablanca. Y hoy este francés cascarrabia pero bonachón, junto a su inquieto hijo Charly, son parte importante del movimiento independiente. L’Assemblage resume muy bien su filosofía. Un vino que reúne cinco variedades, incluido un pequeño porcentaje de Carignan, persiguiendo siempre madurez, voluptuosidad y profundidad de sabores

Von Siebenthal Toknar 2007

Liderado por el abogado suizo Mauro Von Siebenthal, este proyecto boutique de Panquehue -llamada medio en broma, medio en serio, como el Concha y Toro de MOVI por su gran producción relativa-, cautivó desde un comienzo a la prensa con la riqueza, concentración y textura de sus vinos. Con Toknar una vez más refuerza su reputación, logrando con una cepa como el Petit Verdot un vino grandilocuente. Una mole de fruta negra, especias y chocolate.

OLD IS THE NEW NEW

Erasmo 2013


Este emprendimiento del conde toscano Francesco Marone Cinzano en el secano maulino no deja de sorprender. Ahora lo hace con esta mezcla de Barbera de Cauquenes, Garnacha de Empedrado y Carignan de Melozal. Un vino minimalista, jugoso y frutal, sin un ápice de guarda en madera para preservar toda su tipicidad, frescura y potente acidez.

Meli Carignan 2012

Este proyecto de la enóloga Adriana Cerda y sus hijos expresa con honestidad todo el carácter del secano maulino. Con algo más de 10 hectáreas en Loncomilla, donde se encuentran algunos de los viñedos más antiguos de Carignan, correspondiente a plantaciones de 1949, se produce este vino macizo y de sabores agrestes. Profundamente rústico y delicioso.

Gillmore Merlot 2008

La familia Gillmore es pionera en la producción de Carignan en Chile. Esta cepa, que reescribió el futuro del secano maulino, comparte en Loncomilla con otras cepas que absorben el carácter de la tradición de los hombres de rulo. En este caso, con un Merlot firme y potente, con expresivas notas de frutos negros, especias y flores silvestres. Elaborado por el enólogo Andrés Sánchez, estamos ante un Merlot que se las trae.

Garage Lot 28 2010

Pilar Miranda, Derek Mossman y Álvaro Peña, dan vida a Garage Wine Co, un proyecto terroirista y sin complejos, que busca expresar con fidelidad la fruta de sus lotes, sin artificios ni dobleces. Con bases en Maipo Alto y el secano del Maule, producen vino sabrosos y honestos, como este Cabernet Franc de altura, con marcadas notas de moras, flores, hierbas, tierra húmeda y un tono mineral que aporta complejidad y emoción. Sin duda uno de los mejores Cabernet Franc chilenos.

Facundo 2011

Comparten su vida, el gusto por comer y beber bien, y la pasión por hacer vinos. Los enólogos Constanza Schwaderer y Felipe García debutaron en 2006 con Facundo, el primer vino de la familia. Esta mezcla tinta, cuya base es Carignan del Maule y Cabernet Sauvignon del Itata, más aportes de Cabernet Franc y Petit Verdot, representa su filosofía de elaborar vinos concentrados, pero al mismo tiempo vivaces y profundos, que invitan a poner la mesa y descorcharlos junto a grandes recetas.

Armidita 2012

Aunque el Pajarete es una de las denominaciones chilenas más antiguas, su producción se mantuvo a nivel local, enclavada en el valle del Huasco. Sin embargo, este vino dulce en base a Moscatel resurge como el ave fénix a través de productores como Armidita. Con una vuelta más moderna, preservando los sabores frescos de sus frutos blancos y flores, este vino es un patrimonio y un muy buen final de fiesta.

ALGUNOS NÚMEROS DE MOVI

Socios actuales: 18 productores.
Cajas producidas: 40 mil cajas al año.
Porcentaje de la producción: 0,05% del volumen exportado.
Mercado interno: 30% de las ventas (0,1% del mercado).
Precio promedio: US$ 90 por caja.

Fuente: MOVI

jueves, 29 de mayo de 2014

10 Pinot Noir con estilo

La fiebre por la cepa terminó, enhorabuena, para dejar tiempo para la templanza y el aprendizaje. Desde su irrupción en los valles costeros, hoy se propaga menos, pero con más cabeza, intentando entender sus humores para dar con un estilo más elegante y delicado, con identidad chilena, pero cuidando de no traicionar su esencia.


Puede ser una poesía, pero también un puñado de garabatos inconexos y sin sentido. El Pinot Noir es una de las variedades más demandantes del mundo. Caprichosa, egocéntrica y susceptible. Desde la Borgoña, se ha desparramado por el mundo con suertes dispares, convirtiéndose en un dolor de cabeza para los productores, en una estrella de cine, en un mito, en una categoría que brilla en los documentos de los críticos, pero aún muy poco en el ranking de preferencias de los consumidores.

Después de la fiebre desatada por la cinta “Side ways” en EEUU, el Pinot Noir volvió a su reducto de siempre, alejado de los neones y de la pachanga. Hizo un alto en el camino, respiró hondo y planeó sus próximos pasos. Lo suyo sin duda no son los blockbusters, sino esas cintas intimistas francesas que muchos dicen ver, incluso disfrutar, pero que en realidad apuntan a un segmento muy acotado.

Este minuto de introspección, este suerte de descanso metafísico, ha posibilitado que la cepa regrese a sus raíces, a reencontrarse consigo misma, a mostrar la mejor de sus versiones. No sólo en Chile, sino en gran parte del llamado Nuevo Mundo, el Pinot Noir comienza a dejar atrás las mermeladas y confituras, los chocolates y vainillinas, para expresar una personalidad más elegante y delicada, más fresca y profunda.

Nunca será un fenómeno de masas. Va contra su propia naturaleza. Es demasiado quisquilloso. Muy sensible al exceso de sol, de agua, de estrés, de popularidad. Su vocación va por los bajos rendimientos y rentabilidades. A diferencia de un Syrah e incluso de un Cabernet Sauvignon, es muy difícil hacer un Pinot Noir decente con más 10 toneladas de uva por hectárea. Por eso siempre apunta a un nicho más alto y los comerciales deben hipnotizar a sus importadores para colocar sus vinos en los portafolios.

Si bien el Pinot Noir en Chile se ha consolidado en los valles costeros, principalmente en Casablanca y San Antonio, hoy son muchos los enólogos que buscan climas más continentales, donde no sólo pueda profundizar en su frescura, sino además desarrollar una arquitectura a prueba de temblores. No se trata sólo de buscar las frambuesas, frutillas y guindas ácidas, bienvenidas sean, sino además nuevas capas aromáticas, estructuras y complejidades.

Así se han sumado promisoriamente otros barrios costeros, como Fray Jorge (Limarí), Chilhué (Aconcagua) y Paredones (Colchagua), pero también nos entusiasma de sobremanera el sur profundo. En Perquenco, Traiguén, Ranco y aún en los suelos trumaos de Osorno, nada menos que rozando la Latitud 40, el Pinot Noir proyecta un carácter firme y jugoso, donde se sienten las notas de sus bosques húmedos, donde el málico permanece incólume para sostener la elocuencia de sus frutos.

Hoy el Pinot Noir camina más seguro. Más suelto. Con más estilo.


Aquitania SoldeSol Pinot Noir 2011

El viento sureño es intenso. También las heladas primaverales. Costó que arraigaran las parras, pero valió la pena. De un viñedo plantado en 2004 en Traiguén, proviene este Pinot Noir macizo y de muchas capas aromáticas. Las cerezas y guindas ácidas mandan, pero después nos envuelve un universo de flores, hierbas y especias. Un vino de gran estructura, pero de líneas finas y visionarias.

Valdivieso Single Vineyard Pinot Noir 2012

Cauquenes no es sólo sinónimo de País y Carignan. Es un mundo aparte, donde las realidades pueden cambiar en sólo un par de kilómetros. En su lado más costero, nace este Pinot Noir atípico y de firme carácter. Con notas de frutos negros, como moras y arándanos, especias y un tono terroso que aporta complejidad, su extrovertida personalidad irrumpe con gracia detrás del humo de la madera.

Cono Sur 20 Barrels Pinot Noir 2011

Es una de las estrellas de la Noche del Pinot Noir de Casablanca. Sin lugar a dudas. Proveniente de El Triángulo y un porcentaje menor de Campo Lindo, este vino se pasea por un sendero de frutos dulces y concentrados. Ciruelas y frutillas, envueltas en un halo de humo, cuero y misterio, se van abriendo paso en el paladar, dejando una sensación tan madura como fresca.

Arboleda Pinot Noir 2012

A sólo 12 kilómetros del mar, sobre suelos de pizarra, este novel Pinot Noir de Chilhué (Aconcagua Costa) muestra un auspicioso futuro. Fermentado con levaduras nativas, es un vino de gran expresión y complejidad aromática. Con frutillas, frambuesas, pétalos de rosas, sobre una capa de tierra húmeda y setas, va llenando la boca con mucha armonía y personalidad.

Tabalí Talinay Pinot Noir 2011

En un pequeño valle escondido en el Talinay (Limarí), donde la camanchaca se estaciona sobre sus suelos de tiza, este Pinot Noir costero impresiona no tanto por sus aromas, sino por su tremenda firmeza estructural. Con intensas notas minerales y una acidez que incluso llega a emocionar (aún con un 100% de fermentación maloláctica), el vino es una tesoro para los que buscan vinos con BOCA. Así, con mayúsculas.

House Casa del Vino Despechado 2013

Nadie del equipo enológico del Grupo Belén tomaba en serio estas uvas que circundan el centro de eventos de House Casa del Vino en Casablanca. Hasta ahora. Con un evidente afán reivindicador, este Pinot Noir golpea la mesa. Fermentado en un huevo de cemento, y con una corta crianza en una tinaja de greda, se muestra ligero, jugoso y refrescante. Un vino sin complejos. Simplemente rico.

Ventisquero Herú 2011

En una pequeña loma de Tapihue (Casablanca), nace este Pinot Noir que no se van con chicas. Con un porcentaje fermentado con racimos enteros, profundiza en su carácter frutal, compuesto, principalmente, por frescas frambuesas y frutillas. Es un vino concentrado, firme, si se quiere, pero con la intensidad para levantar su mole de fruta y dejarnos un fresco y grato recuerdo.

Villard Grand Vin Pinot Noir 2011

El clan Villard, esta familia franco-chilena radicada en Casablanca, fue pionera en la producción de Pinot Noir. Actualmente, enfocada sólo en pequeñas producciones, continúa su saga sin traicionar su particular estilo, embotellando un vino goloso, negro y concentrado, pero con la suficiente acidez para mantener nuestro paladar despierto y agradecido.

Leyda Lot 21 Pinot Noir 2012

Es el Pinot Noir más ambicioso de esta viña que lleva el nombre del valle de Leyda. Proveniente de un viñedo de 3 hectáreas con exposición nororiente, de suelos arcillosos y un perfil de limo y piedras, muestra el lado más fresco de la variedad, regalando frutos rojos, dulces y concentrados, pero además mucha chispa y vitalidad. Es un vino que rehúye del sol para encarar el viento.

Montes Outer Limits Pinot Noir 2012

Proveniente de sus viñedos de Zapallar (Catapilco, me gusta más), este Pinot Noir explora nuevos límites para desarrollar una personalidad única y atrevida. Alejándose del exceso de madurez de sus primeras cosechas, cuando las parras aún eran unas imberbes, ya luce mayor firmeza y entretenidas capas aromáticas. Es un vino goloso, pero que crece año a año, mostrándose cada vez más fresco y equilibrado.