jueves, 5 de junio de 2014

El afterhour de MOVI

Después de cumplir un lustro como Movimiento de Viñateros Independientes, hoy esta asociación de pequeños productores, que ha levantada la bandera de los vinos a escala humana, se consolida como modelo asociativo, tanto en términos comerciales como de comunicación. Hoy sus vinos representan alrededor del 0,05% de las ventas chilenas en el exterior, pero su aporte a la construcción de una imagen más cercana y diversa de la vitivinicultura nacional ha sido inconmensurable.


Kim Marcus, el crítico de Wine Spectator, se despide uno a uno de los enólogos colchagüinos, luego de una concurrida y amena cata en la elegante bodega Clos Apalta. Detrás de una camioneta, rápidamente se cambia de ropa. Mucho más ligero, vistiendo unos relajados pantalones cortos y sandalias, parte rumbo al sur a reunirse con el Movimiento de Viñateros Independientes (MOVI), ante la mirada de preocupación de algunos representantes de Wines of Chile, quienes se preguntan dónde dormirá este hombre que, con la despótica escala de 100 puntos, puede levantar o dejar caer a los vinos chilenos.

Estas dos realidades, estos dos Chiles, como los desmembró el británico Neal Martin, ya han convivido durante cinco años, desde que un grupo de 12 pequeños productores, la mayoría de ellos enólogos, decidiera fundar su propio movimiento, alejándose lo más posible de lo que ellos llamaron una “industria cómoda, despersonalizada y tecnologizada”.

Esta declaración de principios, o derechamente de guerra, levantó una polvareda infernal que aún está lejos de disiparse. No sólo molestó al establishment vitivinícola por gritar a los mil vientos una sentencia que muchos murmuraban o discutían en privado –los trapos sucios se lavan en casa, es una de nuestras máximas-, sino además sacudió a un sector monolítico y orgulloso de haber fundido, después de muchos años, las asociaciones de Vinos de Chile y Chilevid.

Si bien los outsiders siempre convocan la simpatía de las masas, al interior de la industria, como nos empeñamos en seguir nombrándola, sólo despertaron suspicacias. Los dirigentes de MOVI estaban en una encrucijada: se alineaban con Vinos de Chile o profundizaban en sus diferencias. “En un primer momento, es verdad, quisimos distinguirnos de la industria para poder darnos a conocer. Eso fue durante los dos primeros años. Muchos se molestaron porque no usábamos pantalones caqui y camisa celeste”, se ríe Felipe García, director de MOVI y propietario de García Schwaderer.

Este movimiento, que levantó la bandera de los vinos a escala humana, supo reactualizar con éxito el mito de David y Goliath, probar que el camino de la asociatividad es posible e instalar el nombre de sus vinos en el imaginario de la crítica local e internacional. “Fuimos ingenuos con el discurso. Su impacto fue enorme. No pensamos que se generaría tanto ruido. Existió, y aún existe, un miedo injustificado de una industria tradicional, que generó una imagen de nosotros que no corresponde, como de activistas que andamos con spray rayando cubas. Nosotros no estamos contra la industria. Estamos construyendo sobre lo que ha hecho ella durante décadas. Simplemente nos paramos en los hombres de un gigante. Queremos trabajar con Wines of Chile. No tirarle piedras. Nos interesa más Chile que nuestros vinos”, sostiene Sven Bruchfeld, enólogo y socio de Polkura.

Para Sven Bruchfeld, ambas estructuras pueden convivir en forma paralela y potenciarse unas a otras. Sin embargo, el problema, según su visión, está radicado en los bandos medios de las viñas. “Puede que les interese el futuro de Chile como categoría, pero están más preocupados de los resultados a corto plazo”, afirma. Este apremio, esta presión por la venta, los hace mirar con sospecha cada vez que los Kim Marcus se cambian de ropa y arrancan con rumbo desconocido.

Pero después de un lustro desde su fundación, MOVI tiene un discurso más propositivo y conciliador. Esta imagen de los desordenados del curso, de revoltosos y contestatarios, dio paso a una asociación gremial con todas sus letras, con una consolidada estructura comercial y de marketing, que ya no se siente remando contra la corriente, sino como un estamento más que aporta a la diversidad de una industria que necesita con urgencia un nuevo impulso para posicionarse de mejor forma en los mercados internacionales.

“MOVI is open to work with any and all. We want to contribute to make more of the Chilean trade. Sure many have spoken ill of us in hopes that their misrepresentation would be accepted as fact, but in truth we have not been negative, and we have only contributed. The trouble is some feel that in our efforts to make a space for ourselves, we are taking away a space of theirs. This just isn’t true. It is as if they still believe in zero sum theory (where every new bottle sale by winery A results in a loss of a bottle sale in winery B.) This is as preposterous as it is idiotic. We simply have to believe in a greater plurality within the trade. This idea that a select few "own the trade”, is being projected to visitors from outside with great aplomb all the time and it is asinine. It makes Chile look silly in front of the press”, explica Derek Mossman, socio de Garage Wine Co.

EL VALOR DE LA ASOCIATIVIDAD

Hoy MOVI cuenta con 18 socios y muy pronto se sumarán otros más. Su cultura organizacional es bien simple. A diferencia de Wines of Chile, donde las viñas aportan e influyen proporcionalmente a su tamaño o número cajas exportadas, su espíritu es más bien cooperativista. Todos sus miembros tienen un voto y sus actividades se financian mediante las cuotas sociales. “Así hemos evangelizado a los líderes de opinión del mundo del vino, con muchísimo más esfuerzo que recursos”, dice Sven Bruchfeld.

Las actividades de promoción, tanto en Chile como en el extranjero, las realizan de mutuo acuerdo. Como los presupuestos son también “a escala humana”, se turnan para organizar las catas y giras promocionales. “Contamos con un kit de degustación y cada socio es capaz de presentar los vinos del resto como si fueran los suyos”, explica el enólogo de Polkura. Así se han paseado por el mundo y llamado la atención de los gate keepers, logrando puntajes tan relevantes como el de Trabún, elegido por el último informe de The Wine Advocate como el mejor vino chileno.

La participación o no en ferias, como también los esfuerzos comerciales, obedecen a decisiones individuales. Cada productor se rasca con sus propias uñas, independientemente de que muchos de ellos comparten importadores en algunos mercados, surtiendo los portafolios como si fueran una sola gran compañía. “MOVI learned early on that it was okay, in fact good business to share an importer with another Chilean winery whether a MOVI or not. Instead of wineries buying in liters (far from their specialty) to satisfy a customer’s need, why not find a winery that specializes in that kind of wine and work together to grow the category of Chile within the importers listings each with their one niche”, explica Derek Mossman.

De acuerdo con Felipe García, la asociatividad es la clave para el futuro. “Es un proceso súper complejo compartir en un país que no está acostumbrado a hacerlo, sobre todo con recursos súper limitados, pero aún así hemos sido capaces de llegar a lugares impensados”, afirma.

Courtney Kingston, propietaria de la viña que lleva su apellido, confiesa que su ingreso a MOVI el año pasado le ha cambiado la vida. Antes se sentía un poco huérfana en el mundo vitivinícola. Ahora no sólo cuenta con una gran plataforma comunicacional para dar a conocer sus vinos, sino además comparte con sus pares las mismas inquietudes y desafíos, entrega y recibe asistencia comercial, datos de proveedores de insumos enológicos y un constante apoyo técnico y humano. “Ahora tenemos voz. Es otro mundo”, afirma Courtney.

Para MOVI el capital humano es su mayor fortaleza, es cierto, pero también puede convertirse en su talón de Aquiles. Para que el modelo funcione, sus miembros tienen que estar permanentemente motivados y dispuestos a relevar a sus voceros o viajeros frecuentes. Este compromiso por el trabajo asociativo es fundamental para la permanencia y proyección del movimiento. “Hemos logrado mucho más de lo que hubiéramos hecho individualmente. Pero nos falta para ponernos los pantalones largos. De usar hot pants pasamos a las bermudas”, sonríe Sven Bruchfeld.

Dentro de esos logros, que han validado a MOVI como asociación gremial e interlocutor válido en el sector, sin duda están haberse sentado en la llamada Mesa Vitivinícola, donde el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) explora y coordina las futuras regulaciones del sector. “MOVI has achieved several things on behalf of all smaller wineries including a document of exportation with an unlimited expiry so one can take the 2-3 years necessary to sell a fine wine. This benefitted all. Today MOVI is pushing for the recognition of more varieties previously without mechanism to be included by the SAG. In this way wineries wishing to work with less mainstream varieties can do so”, explica el socio de Garage Wine Co.

Sven Bruchfeld agrega que la asociatividad es el único camino posible para poner en valor a los vinos chilenos en el exterior, pero para que estos proyectos sean rentables hay que tomar riesgos, jugársela por la innovación. “Ojalá existieran más MOVIs, más Vignadores de Carignan, más Chanchos Deslenguados… Ojalá algún grupo de enólogos levantara la bandera del Syrah… Ojalá se formara un club del Carmenère… Ya no hay que convencer a nadie sobre la repercusión que pueden tener estos movimientos y la enorme contribución que pueden hacer a la imagen-país, mostrando un Chile más real, diverso y entretenido”, sostiene.


LOS MOVILIZADOS


Cuando irrumpió MOVI con su contestataria declaración, sin duda fue una bocanada de aire fresco para una industria que permanecía algo dormida. Sin embargo, esa misma fuerza discursiva no se tradujo en el contenido de las botellas. Algunos periodistas pedían más riesgo e irreverencia en sus vinos. Pero, como explican sus socios, el objetivo del movimiento no es elaborar vinos naturales, ancestrales o extremos. Su propuesta es simplemente hacer vinos a escala humana, donde sus propietarios estén involucrados en toda la cadena de valor, desde la producción de uvas hasta la comercialización de sus etiquetas. Bajo este concepto, los vinos de MOVI representan toda la diversidad de orígenes y estilos chilenos a pequeña escala, presentándose al mundo a través de una puesta en escena suelta, entretenida y original, hoy dividida en tres categorías: The New Chile (vinos que provienen de las nuevas fronteras de la vitivinicultura chilena); Classic Reloaded (nuevas interpretaciones de vinos clásicos o tradicionales); Old is the New New (vinos que rescatan y proyectan nuestro valioso patrimonio de vides antiguas).

THE NEW CHILE

Kingston Cariblanco Sauvignon Blanc 2012


Proveniente de la parte Oeste de Casablanca, una de las zonas más frescas del valle, este Sauvignon Blanc de la familia Kingston impresiona por su gran estatura y concentración de sabores. Con elocuentes notas cítricas y tropicales, y un lado herbal que aporta complejidad y refresca el conjunto, Cariblanco seduce con su imponente estructura y acidez. Es un vino maduro, pero extremadamente fresco y profundo, elaborado con parsimonia, naturalidad y precisión. “Embotellamos tarde y salimos tarde”, dice Courtney Kingston.

Peumayén 2010

Con viñedos plantados en 1998 en la zona de Panquehue, junto al río Aconcagua, estos productores de uva decidieron hacer su propio vino. Un tinto jugoso y frugal, elaborado en forma absolutamente artesanal y sin presiones comerciales. No tienen enólogo. Las decisiones las toma la familia y están involucrados en todo el proceso. Si no no venden el vino, se lo toman. Así de bonito.

Starry Night Syrah 2011

Se trata de un pequeño proyecto de la familia Atabales en el sector de María Pinto, en plena cordillera de la Costa del Maipo. Son apenas 8 hectáreas de Syrah y Pinot Noir rodeadas de cientos de bosque nativo. Con una vinificación artesanal, este Syrah sorprende por la ligereza, jugosidad y excentricidad de su fruta. Maduro, incluso licoroso, pero bien hecho.

Trabún 2011

El enólogo Sergio Avendaño nunca trabajó en una viña. Se dedicó a la batería y a administrar los manzanos del campo familiar en Requinoa. Hasta que decidió plantar 1,6 hectáreas de Syrah y elaborar un vino que desde su primera cosecha nos asombró por su fuerza y honestidad. Notas de charcutería, fruta negra y mucha pimienta. Frescura, equilibrio y belleza. Trabún explora y logra atrapar esta cepa en su estado más puro.

Polkura G+I Syrah 2010

Proviene de una ladera con exposición sur de los viñedos de Polkura en Marchigüe, donde el Syrah moldea su personalidad más fresca y extrovertida. Esta cosecha impresiona por su fuerza y complejidad aromática, fundiendo con mucha armonía sus notas de frutos negros, violetas y pimientas. Es un vino jugoso, estructurado, pero al mismo muy elegante. “Es lo mejor que he hecho en mi vida”, dice Sven Bruchfeld.

Lagar de Bezana Syrah 2011

Ubicado en el sector de Codegua, en el Alto Cachapoal, este proyecto de la familia Bezanilla destaca por la libertad de su equipo enológico para experimentar con distintos cepajes y estilos, profundizando en una propuesta cada vez fresca y alejada de los excesos de madera de sus inicios. En el caso de este Syrah, se sienten los vientos que bajan de la cordillera, moldeando la personalidad de un vino con mucha concentración frutal y madurez, pero al mismo tiempo con una acidez punzante y redonda.

Tunquén Malbec 2011

Marcos Attilio y Ángela Mochi, este matrimonio de enólogos brasileros, se enamoró perdidamente de Casablanca. Allí han desarrollado durante los últimos años su pasión por la gastronomía y por un estilo de vinos delicados y punzantes. Desde El Mirador, salta este Malbec jugoso y especiado, goloso y profundamente rojo. Un vino fermentado sin apuros. Para enamorarse.

CLASSIC RELOADED

Clos Andino Le Carmenère 2011


José Luis Martin-Bouquillard, quien trabajó en Veuve Clicquot, se unió a sus amigos Georges Blanck y Bertrand Couly para proyectar con sencillez, pero con toda la elegancia del know-how francés, la tipicidad de la fruta curicana. En este caso, un Carmenère que exhibe con mucha gracia su fruta roja, pero sin ocultar su fresco lado herbal. Un vino maduro, jugoso y profundo.

Rukumilla 2009

Angélica Grove y su marido Andrés Costa, actual presidente de MOVI, han convertido a Rukumilla en un proyecto familiar en el más amplio sentido de la palabra. Esta mezcla tinta, que proviene de unas pocas hectáreas en el sector de Lonquén, en el mismo corazón del Maipo, es un vino colaborativo y lo más cercano al concepto natural. Sabores de frutos rojos y tonos terrosos, cierta oxidación que aporta complejidad, en un conjunto que denota calidez y artesanía.

Flaherty 2011

Más de alguien dice que este vino debería llamarse Jen Hoover. Es que la mujer de Ed Flaherty, enólogo jefe de Tarapacá, es vital en esta mezcla de Syrah, Cabernet Sauvignon y Tempranillo, elaborado a mano en el mismísimo patio de su casa en San Felipe. ¿El resultado? Un vino que expresa la madurez aconcagüina. Amable y dulce. Sabroso y redondo. Un vino, dejémoslo ya, hecho entre dos.

Villard Grand Vin L’Assemblage 2010

Thierry Villard fue un adelantado. Fundador de la primera viña boutique moderna. De las asociaciones Chilevid y de Empresarios Vitivinícolas de Casablanca. Y hoy este francés cascarrabia pero bonachón, junto a su inquieto hijo Charly, son parte importante del movimiento independiente. L’Assemblage resume muy bien su filosofía. Un vino que reúne cinco variedades, incluido un pequeño porcentaje de Carignan, persiguiendo siempre madurez, voluptuosidad y profundidad de sabores

Von Siebenthal Toknar 2007

Liderado por el abogado suizo Mauro Von Siebenthal, este proyecto boutique de Panquehue -llamada medio en broma, medio en serio, como el Concha y Toro de MOVI por su gran producción relativa-, cautivó desde un comienzo a la prensa con la riqueza, concentración y textura de sus vinos. Con Toknar una vez más refuerza su reputación, logrando con una cepa como el Petit Verdot un vino grandilocuente. Una mole de fruta negra, especias y chocolate.

OLD IS THE NEW NEW

Erasmo 2013


Este emprendimiento del conde toscano Francesco Marone Cinzano en el secano maulino no deja de sorprender. Ahora lo hace con esta mezcla de Barbera de Cauquenes, Garnacha de Empedrado y Carignan de Melozal. Un vino minimalista, jugoso y frutal, sin un ápice de guarda en madera para preservar toda su tipicidad, frescura y potente acidez.

Meli Carignan 2012

Este proyecto de la enóloga Adriana Cerda y sus hijos expresa con honestidad todo el carácter del secano maulino. Con algo más de 10 hectáreas en Loncomilla, donde se encuentran algunos de los viñedos más antiguos de Carignan, correspondiente a plantaciones de 1949, se produce este vino macizo y de sabores agrestes. Profundamente rústico y delicioso.

Gillmore Merlot 2008

La familia Gillmore es pionera en la producción de Carignan en Chile. Esta cepa, que reescribió el futuro del secano maulino, comparte en Loncomilla con otras cepas que absorben el carácter de la tradición de los hombres de rulo. En este caso, con un Merlot firme y potente, con expresivas notas de frutos negros, especias y flores silvestres. Elaborado por el enólogo Andrés Sánchez, estamos ante un Merlot que se las trae.

Garage Lot 28 2010

Pilar Miranda, Derek Mossman y Álvaro Peña, dan vida a Garage Wine Co, un proyecto terroirista y sin complejos, que busca expresar con fidelidad la fruta de sus lotes, sin artificios ni dobleces. Con bases en Maipo Alto y el secano del Maule, producen vino sabrosos y honestos, como este Cabernet Franc de altura, con marcadas notas de moras, flores, hierbas, tierra húmeda y un tono mineral que aporta complejidad y emoción. Sin duda uno de los mejores Cabernet Franc chilenos.

Facundo 2011

Comparten su vida, el gusto por comer y beber bien, y la pasión por hacer vinos. Los enólogos Constanza Schwaderer y Felipe García debutaron en 2006 con Facundo, el primer vino de la familia. Esta mezcla tinta, cuya base es Carignan del Maule y Cabernet Sauvignon del Itata, más aportes de Cabernet Franc y Petit Verdot, representa su filosofía de elaborar vinos concentrados, pero al mismo tiempo vivaces y profundos, que invitan a poner la mesa y descorcharlos junto a grandes recetas.

Armidita 2012

Aunque el Pajarete es una de las denominaciones chilenas más antiguas, su producción se mantuvo a nivel local, enclavada en el valle del Huasco. Sin embargo, este vino dulce en base a Moscatel resurge como el ave fénix a través de productores como Armidita. Con una vuelta más moderna, preservando los sabores frescos de sus frutos blancos y flores, este vino es un patrimonio y un muy buen final de fiesta.

ALGUNOS NÚMEROS DE MOVI

Socios actuales: 18 productores.
Cajas producidas: 40 mil cajas al año.
Porcentaje de la producción: 0,05% del volumen exportado.
Mercado interno: 30% de las ventas (0,1% del mercado).
Precio promedio: US$ 90 por caja.

Fuente: MOVI

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