lunes, 2 de noviembre de 2015

Maturana Wines: Vivir el (del) vino

El enólogo José Ignacio Maturana y su familia han desarrollado un proyecto a escala humana y apostando fuertemente por el Carmenère. El destino los ha golpeado en más de una oportunidad, pero han sabido mantener el espíritu intacto para ofrecer vinos de clase mundial.


La idea comenzó a madurar en su cabeza en 2010, después de toda una vida profesional como enólogo de Casa Silva. Pero José Ignacio Maturana necesitaba un empujoncito. Y llegó con inusitada fuerza. El terremoto sacudió las paredes de adobe de su casa familiar en Angostura, una construcción patrimonial de más de 150 años. “En la vida las cosas se mueven, se desplazan”, pensé. “Tenemos que hacer algo que perdure, que puedan disfrutar las nuevas generaciones”.

Así la familia, liderada por su padre Javier junto a sus cuatro hermanos, decidieron restaurar la casona y levantar una bodeguita en el patio trasero, donde mantenían las instalaciones de un fallido proyecto de producción de hongo shiitaki. Montaron cubitas de acero inoxidable de 1.000 y 2.000 litros, barricas de 250 y 300 litros y un huevo de cemento que hoy es fuente de toda clase de experimentos.

“En 2011 hice una vendimia en la Borgoña y marcó con fuego mi vida profesional. Tenía un concepto de los vinos que me gustaban, que quería hacer, pero me faltaba algo. Allí el vino se bebe, se habla, se respira. Me di cuenta que haciendo las cosas con pasión el vino podía ser una forma de vida, ¡de verdad!, sin hacer caso de las modas o buscar un cierto estatus”, explica.

Ese mismo año etiquetan su primer vino como Maturana Wines, una mezcla cuya base es Carmenère, apoyada por un pequeño porcentaje de Cabernet Sauvignon. “Es un vino frutoso, con mucha tipicidad y una textura súper suave, con notas de especias de la barrica –no rehuimos de la madera- para asegurar una buena longevidad. ¡Amo el Carmenère por sobre todas las cosas!”, exclama.

En 2014 se produce un nuevo remezón. Un incendio destruye totalmente la casona. Pero lejos de consumir el proyecto, esta nueva jugarreta del destino une más a la familia y el proyecto continúa con nuevos bríos. Después de estos primeros vinos, cuyas uvas provienen del fantástico terroir de Millahue (Cachapoal), Maturana Wines vuelve a sus orígenes colchagüinos y se concentra en Marchigüe. Junto a un propietario de la zona, plantan juntos el campo, sin dejar absolutamente nada al azar, buscando esos vinos soñados y que interpretan la pasión de la familia Maturana. “Las características del Carmenère de Marchigüe son asombrosas. Encontramos la insolación, el viento, la humedad relativa, los suelos perfectos para esta cepa. Nos preocupamos hasta del último detalle, haciendo estudios de suelo, agricultura de precisión con drones... Hacemos pocas botellas, por lo tanto no podemos fallar”, asegura.

Bajo la marca Maturana Wines produjeron 5.435 botellas correspondientes a la vendimia 2012 y el objetivo es ir aumentando paulatinamente el volumen hasta a un punto de equilibrio de 15.000 botellas a US$ 200 la caja, distribuidas hoy en Chile, Brasil, China, Barbados y EEUU. Además cuentan con otra marca llamada Puente Austral, que apunta a un mercado menos sofisticado y está compuesta por un Gran Reserva Cabernet Sauvignon / Syrah, Reserva Carmenère y Reserva Sauvignon Blanc.

En los próximos días José Ignacio viaja para encontrarse con sus raíces a Logroño, donde se encuentra el antiguo pueblo de Maturana. Allí alrededor de una decena de productores aún cultiva la originaria y casi extinta cepa Maturana Tinta, que en los próximos años podría revivir en tierras marchiguanas. “Nuestro objetivo es hacer las cosas con pasión y honestidad. Aunque nos demoremos años, queremos demostrar que se puede vivir del vino, que podemos hacer vinos de clase mundial”, expresa.




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