miércoles, 19 de noviembre de 2014

Carmenère: Del ocaso al amanecer

Cuando se cumplen 20 años del redescubrimiento del Carmenère en Chile, aún la cepa provoca múltiples discusiones en cuanto a su consistencia y potencial comercial. Hoy el Carmenère parece no estar dentro de las prioridades de una industria que ha apostado por la diversidad como bandera, pero hay un grupo de viñas que está disponible para llevar la cepa al lugar que merece. A un lugar estelar.



Recabarren gesticula y corrige el rebelde mechón de pelo que cae sobre su frente. Se pone de pie y desaparece. Vuelve sonriente a la sala de degustación. Respira extasiado las notas que arrancan de una copa teñida de carmín. “Con el Carmenère me vuelvo loco”, exclama, intentando explicar su entusiasmo. Bebe un sorbo y escupe con elegancia y precisión, como si estuviera trasegando. “¿Y qué te parece?”, pregunta ansioso. “Me parece”, respondo con una fingida frialdad, pero la verdad es que Carmín de Peumo 2007 ha evolucionado con asombrosa sapiencia. Esta cosecha tan promocionada, histórica, como la proclamó Concha y Toro, por fin comienza a mostrar todos sus atributos, esa madurez voluptuosa, envolvente y sedosa, pero acompañada por una acidez que refresca y levanta su fruta, haciéndola profundizar en el paladar, dejándonos un recuerdo imborrable.

Ignacio Recabarren, el ya mítico enólogo de Concha y Toro, cree a pie firme en el potencial de calidad del Carmenère. Cuando describe cómo sus jugos llenan los estanques durante vendimia inmediatamente comenzamos a salivar. Esa pureza, ese carácter varietal, esa efusividad de sabores frutales y especiados, es lo que pretende transmitir a través de sus vinos, especialmente a través de su línea Terrunyo. “Estamos haciendo une pequeña revolución”, asegura. Degustamos la cosecha 2013, aún en bodega, aún esperando su mejor momento para salir al mercado, y sentimos la vibración de su fruta sin interferencias o disfraces. Con sólo 6 meses en barricas, pero con un cuerpo firme, estilizado y suave, el vino nos invita al mismísimo origen de esta cepa bordelesa, a un nuevo redescubrimiento, a proyectarse con una renovada dimensión, a protagonizar un nuevo amanecer.

A pesar de que el Carmenère puede alcanzar increíbles alturas, como Carmín de Peumo de Concha y Toro, Microterroir de Los Lingues de Casa Silva, Kai de Errázuriz, Pehuén de Santa Rita o Purple Angel de Montes, la cepa no ha bailado con la bonita durante los últimos años. El entusiasmo de las viñas chilenas se ha moderado o lisa y llanamente sufre una crisis de expectativas. Desde recibir el estatus de cepa emblemática a finales de los 90, y desatar una verdadera fiebre de nuevas plantaciones, hoy el Carmenère vive tiempos complicados. Cierta confusión o incertidumbre a nivel de industria pone en duda su futuro.

Según Andrés Lavados, gerente general de Santa Rita, Chile cometió el error de inundar el mercado con vinos de bajo precio y dudosa calidad, cuando todavía no se aprendía a manejar de forma correcta la cepa, de comprender sus humores, de encontrar los lugares más apropiados para su cultivo. La industria parecía cegada por el exitismo y se apresuraron en demasía las cosas. No se le dio el tiempo que requería para presentarla en sociedad como corresponde. “Han pasado recién 20 años desde su redescubrimiento en Chile, cuando el ampelógrafo francés Jean-Michel Boursiquot la identificó en viña Carmen. La verdad, es triste lo que ha pasado y habla muy mal de nuestra forma de hacer las cosas. Partimos mal, es cierto, pero aún podemos cambiar su destino. Es una cepa que tiene un relato fantástico y la tenemos que cuidar entre todos”, sostiene.

Aunque hoy Chile se promociona en el mundo como un país productor de vinos diversos y de calidad, empujando con fuerza los tintos de clima frío, los cepajes tradicionales de secano y especialidades como las mezclas mediterráneas, el Carmenère continúa siendo una cepa importante en la estrategia global de Wines of Chile. De acuerdo con Claudio Cilvetti, su gerente general, la industria ha sido injusta con el Carmenère. “Aunque es un lugar común decirlo, no podemos olvidar que el negocio del vino es de largo plazo. En el caso del Carmenère, hemos cometido errores. ¡Hemos sido superficiales! Pasamos del éxito de su redescubrimiento al fracaso en sólo algunos años. No hemos sabido respetar sus procesos. La hemos plantado en lugares insólitos. Recién estamos comprendiendo su comportamiento y no podemos desecharla. Cuando se hace bien, el Carmenère entrega tremendos vinos y es un excelente componente de mezcla. No ha muerto. Tenemos que darle tiempo. Es nuestra cepa emblemática y diferenciadora y tenemos que empujarla”, explica.

Para Matías Rivera, gerente general de Aresti, hay ser cautos y sensatos a la hora de focalizar los esfuerzos como industria. No desconoce que ha sido una cepa importante para la vitivinicultura chilena de los últimos 20 años, pero afirma que el Cabernet Sauvignon es y seguirá siendo el actor principal. “Es el buque insignia, pero necesita apoyo. Necesita a otros jugadores en el partido. No podemos depender de una sola cepa. Abrir el portafolio es sano y clave para el éxito comercial de los países. Más es mejor, al menos en este caso. Recordemos que hace 20 años la oferta de Chile se reducía a Cabernet, Chardonnay y Merlot. Hoy la industria no se sostendría con esos tres cepajes. El portafolio tiene que ser diverso y atractivo. Dentro de esa oferta, el Carmenère es una cepa diferenciadora, pero no emblemática. Tiene un bonito relato, pero es difícil de explicar como vino”, sentencia.

De acuerdo con Ben Gordon, gerente de exportaciones de Estampa, Chile tiene que tener confianza en el Carmenère, creerse más el cuento, no cambiar el rumbo porque las ventas se han puesto difíciles en ciertos mercados. “El concepto de diversidad está muy bien, pero hay que tener cuidado. ¡Cuesta comunicarlo! Muchas viñas han perdido el foco, no encuentran su camino. Y eso es peligroso a nivel de industria. Necesitamos mostrar cierta especialidad con una oferta más seria y consistente. No se puede cambiar de estrategia cada 2 ó 3 años. Eso confunde mucho a los mercados y a los escritores de vino”, advierte.

LA GRAN CELEBRACIÓN

No ha sido fácil vender Carmenère, al menos recibir los retornos esperados, principalmente por la mala imagen que dejaron esos primeros vinos a principios de los 90, cuando aún los productores no sabían manejar los altos compuestos pirazínicos de la cepa. Según Mario Pablo Silva, director ejecutivo de Casa Silva, el Carmenère fue el emblema de la sobremadurez y de la madera para tapar esas pirazinas. Sin embargo, en los últimos dos años ha cambiado mucho esa percepción entre los líderes de opinión del mundo del vino. “Como Casa Silva o Vinos de Colchagua, hemos hecho catas en Estados Unidos, Inglaterra y Brasil, y todas ellas han sido un tremendo éxito. Los asistentes han quedado encantados con su historia y la calidad de sus vinos”, asegura.

Para él es fundamental contar bien la historia del Carmenère. “Esta cepa, que en Chile fue considerada durante décadas como un clon tardío de Merlot, desapareció de Burdeos después de la plaga de la filoxera. ¿Por qué? Porque no funcionó bien con portainjertos y necesitaba de un terroir bien particular. Hoy en Chile la sabemos manejar. Sabemos que necesita suelos con buen drenaje y mucha aireación alrededor del racimo para evitar la deshidratación. Sabemos que no es necesario esperar hasta mayo para cosechar sus uvas. Sabemos que podemos hacer muy buenos vinos, maduros, atractivos, sin alcoholes demasiado altos”, explica.

Si bien es una cepa que entrega sus mejores versiones en los segmentos altos de precio o como componente de mezcla, pues es muy difícil producir buenos vinos con rendimientos altos, como ocurre con el Syrah o Sauvignon Blanc, puede ser consistente y rentable en todos los niveles de precio con un manejo adecuado. “Cuando comencemos a preocuparnos en serio, Chile no sólo va a sobresalir por sus íconos en base a Carmenère, sino vendrá una nueva oleada de vinos varietales excelentes”, asegura Ben Gordon.

De acuerdo con el representante de Estampa, el Carmenère es fundamental para Chile y especialmente para Colchagua. Para Estampa es la cepa tinta más importante de su portafolio. Para eso han venido trabajando hace 8 años con el consultor italiano Attilio Pagli, buscando los mejores rincones de su campo en Marchigüe, afinando sus manejo para dar con vinos de clase mundial. “Ha sido interesante cómo ha evolucionando la cepa. Hace 5 años había un desequilibrio muy grande. ¡Se vendió mucho vino verde! Pero hoy el Carmenère tiene el estilo que la gente está buscando. A diferencia del Cabernet Sauvignon, tiene taninos suaves y una rica acidez, cierta amabilidad que encaja muy bien con el concepto de drinkability, además de la capacidad de producir íconos como nuestro LaCruz”, explica.

Según Gordon, existen mercados donde las cosas han sido más fáciles. “Los norteamericanos han perdonado más los errores y hoy aceptan muy bien el Carmenère, sobre todo por su sedosidad, por esas cualidades muy distintas a los Cabernet de California. En Reino Unido, por otro lado, es más complicado. A los ingleses les cuesta mucho olvidar. Sin embargo, hay que ser perseverantes. Sus vinos pueden ser más importantes que el Cabernet. “El Cabernet es una cepa que ha estado siempre en la mente de los consumidores. No la vamos a deponer a nivel de ventas, pero sí en la construcción de una imagen más distintiva y atractiva”, explica.

Para Andrés Lavados, Chile está desaprovechando una gran oportunidad. Es una cepa que cuesta vender, es verdad, pero sería un error garrafal esconderla. “Tenemos que empujarla. Es una cepa que tiene un relato fantástico y puede entregar grandes vinos, especialmente en los segmentos sobre los US$ 35 la caja. La industria no está alineada, pero estamos dispuestos a empujar el carro. Nosotros estamos en una etapa de construir. Dennos la oportunidad para defender la cepa. El Carmenère tiene un relato poderoso. Tiene que seguir siendo nuestra bandera”, afirma.

El próximo 24 de noviembre es el vigésimo aniversario del redescubrimiento del Carmenère. ¿Habrá un minuto de silencio o una fiesta a nivel de industria? Lavados no tiene dudas y hace un llamado para dejar los pies sobre la pista de baile.

SICOANALIZANDO AL CARMENÈRE

En el marco del concurso “Carmenère al Mundo” se produjo un intenso debate sobre el presente y futuro de la cepa. Aunque muchos vinos mostraron un nivel superlativo, como los ganadores Microterroir de Los Lingues de Casa Silva (categoría Carmenère Puro) y Vértice de Ventisquero (categoría Mezcla en base a Carmenère), la diversidad de estilos y de niveles cualitativos aún desconcierta. Siguen apareciendo vinos muy simplones, fenólicos y con aromas sobrepasados por las pirazinas. Otros, muy desbalanceados en la utilización de la madera, como un recurso para estructurar los vinos y disfrazar los verdores típicos cuando las uvas no alcanzan una buena madurez fenólica. De acuerdo con el gerente general de Aresti Matías Rivera, si hay 10 personas, hay 20 opiniones distintas sobre cómo debería ser un buen Carmenère. Pero una cosa está clara. Cuando la cepa está plantada en el lugar apropiado, y el equipo enológico es capaz de satisfacer sus caprichos, los vinos no sólo alcanzan una excelente calidad, sino tienen la capacidad de emocionar con su textura aterciopelada y multiplicidad de capas gustativas.


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