martes, 8 de agosto de 2006

Viticultura en Afganistán: Viñedos en el túnel del tiempo

El consumo de vino está prohibido por el Islam, pero son miles las hectáreas plantadas de vides europeas para la explotación de uvas y pasas. Aunque la viticultura afgana posee ciertas similitudes con la realidad de nuestros campos, no dejan de asombrar ciertas particularidades como la ausencia de injertos o el uso de espalderas de adobe como sistema de conducción.


Artículo escrito para la extinta VitiViniCultura por el viticultor y maestro de maestros Arturo Lavín.


Aparentemente la vid europea (Vitis vinifera L.) es originaria de la región que divide Europa de Asia, entre los mares Caspio y Negro y la Mesopotamia, donde hoy todavía se cultiva profusamente con métodos que derivan de muy antiguas tradiciones. El cultivo de la vid, en especial la producción de vino, está muy ligado a las creencias religiosas que predominaron en la antigüedad y que aún subsisten en los distintos países de la zona.

La viticultura afgana está orientada totalmente a la producción de uva para consumo en fresco y pasas, porque el Islam –con la excepción de ciertas épocas– ha prohibido la producción de vino. Precisamente es el caso de Afganistán, un país azotado por las guerras, donde se practica una viticultura muy diferente, pero que mantiene algunas similitudes con la realidad chilena.
Aunque en la actualidad es difícil precisar cifras, se sabe que en 1970 existían 70.500 hectáreas de vides; en 1973 se producían 38.215 toneladas de uvas frescas para consumo y 3.086 toneladas de pasas; y a comienzos de 2003 se estimaba que la superficie de viñedos era de alrededor de 94.217 hectáreas, pero algunas de ellas mezcladas con otros frutales o temporalmente abandonadas por la guerra. En concreto, se calculaba una superficie de 38.218 hectáreas en producción.

El cultivo de la vid se extiende por toda la geografía de Afganistán, un país de núcleo montañoso con innumerables valles intermontanos de variable extensión, clima, altitud, suelos y recursos. Si bien se aprecia un patrón común, también se puede distinguir claramente diferentes sistemas de cultivo, dependiendo de las condiciones ambientales de cada lugar.

Existen dos grandes extensiones de tierras planas: una hacia el noroeste y otra hacia el sudeste. En la primera se ubica la importante ciudad de Mazar-i-Sharif, en cuyo límite occidental se levanta una inmensa meseta muy árida y donde prácticamente sólo se explota la ganadería trashumante. Sin embargo, a medida que se avanza hacia el este, específicamente hacia Kunduz, los grandes ríos que provienen del núcleo montañoso, y algunos de ellos desde la ex Unión Soviética, permiten el riego de vastas superficies en las cuales se cultivan las más variadas especies vegetales, entre ellas muchos frutales y especialmente vides.

Un ejemplo es el valle de Pir i nakhshi en la provincia de Samangan. Aunque el tamaño de la propiedad individual es muy pequeño, resulta impactante ver más de 1.000 hectáreas de viñedos con las mismas variedades y sistemas de conducción, de riego, formación y poda. Todo el valle depende económica y socialmente del cultivo de la vid, produciendo uvas para consumo en fresco de las variedades Taifi (blanca, baya de tamaño medio, piel gruesa y con semillas) y Hussaini (blanca, baya grande, piel delgada y con semillas).

Los sistemas de conducción están adaptados a los únicos materiales disponibles: un túnel con arcos de sauce y largueros de caña amarrados con tallos vegetales. Las plantas se ubican en platabandas o bordes altos, desde los que salen los arcos del túnel hacia ambos lados. Bajo el túnel –y entre los bordes–, en invierno se cava un surco muy profundo con el fin de cubrir las plantas con tierra para protegerlas de las heladas. En primavera, en cambio, se repone la tierra para utilizar el surco para canalizar el riego.

En la época de crecimiento, el follaje y los racimos se ubican hacia ambos lados de los túneles. El suelo es muy profundo y el agua es traída desde 50 a 75 metros, generalmente con sistemas manuales o fuerza animal –muy rara vez con bombas petroleras–, por lo tanto el riego es bastante precario. La lluvia cae entre invierno y primavera, y no supera la cifra de 200 a 300 milímetros al año.

ESPALDERAS DE ADOBE

En la segunda gran planicie se asoma Kandahar. Rodeada de suelos planos pero salinos, la zona es afectada por una gran sequía que se ha acentuado durante los cinco últimos años. Hacia el oeste se encuentra Hilmand y, entre ambas ciudades, existe otra área vitícola denominada Sangisar. Allí es posible ver otro tipo de viticultura, ya que al no sufrir la influencia de temperaturas extremas en invierno, las plantas no son cubiertas de tierra y, por lo tanto, sus formaciones pueden alcanzar mayores alturas.

Sin embargo, debido a la inexistencia de materiales para los sistemas de conducción, los afganos han desarrollado unas originales espalderas: verdaderas murallas de adobe para apoyar las plantas. La verdad es que la gran mayoría de las propiedades agrícolas no está limitada por nuestras habituales cercas, sino que por kilómetros de estos murallones de adobe.

A las plantas se las forma bifurcando el tronco cerca del suelo en forma de “V” y ambos brazos constituyen una especie de cordón vertical apoyados contra la muralla. La principal variedad es la Kishmishi (Sultanina o Thompson seedless) y se poda con pitones cortos de dos a tres yemas. En la base de las plantas también se ubica un surco por el cual aplican el riego. Al igual que Pir i nakhshi, es una zona bastante árida, donde las lluvias que caen entre invierno y primavera no sobrepasan los 300 mm.

Otra región interesante es un inclinado valle en la provincia de Parwan. Se trata de Sharikar, ubicado al este de Kabul, que en la actualidad cuenta con una superficie de 4.670 hectáreas con aproximadamente 1.500 plantas/ha. Muchas de ellas, no obstante, prácticamente fueron abandonadas debido a la guerra, cuando gran parte de los agricultores huyó hacia lugares más seguros.
La producción se destina mitad a consumo en fresco y la otra mitad a pasas, las que históricamente –antes de la guerra al menos– eran exportadas a Europa, principalmente a Inglaterra. La especie más importante es la Kishmishi, pero últimamente se ha popularizado la variedad local Shindukhani (blanca, de bayas muy grandes y sin semillas).

Sólo un 5% a 10% de la superficie plantada con vides se ubica en sectores altos y no requiere ser cubierta con tierra en invierno. Las plantas se forman en cabeza, pero son prácticamente arrastradas por el suelo para poder taparlas. Tienen dos restricciones sanitarias: el oídio y la antracnosis.

PASAS DE EXPORTACION

Uno de los aspectos que más llama la atención es el gran consumo de pasas, un alimento que de una u otra forma está presente en la dieta diaria de los afganos. Sin embargo, el procesamiento y la comercialización se realizan con métodos muy rudimentarios y una sanidad precaria. Es común ver montones de pasas sobre el suelo. Lo cierto es que es impresionante su gran variedad, desde algunas muy pequeñas a otras realmente grandes, muchas sin semillas pero de bayas de gran tamaño.

Es común que en las estaciones experimentales existan colecciones de variedades locales, de 30 a 60 por provincia. Lamentablemente sus registros y descripciones fueron destruidos durante la guerra, por lo tanto la única información posible es la que proviene de los técnicos y agricultores. Aún así, hay ciertos aspectos que no pasan inadvertidos: no se usa injertación; todos los viñedos están plantados sobre pie franco; y aunque Afganistán no es un país aislado geográficamente como Chile, tampoco existe la filoxera.

La Sultanina, por ejemplo, es una variedad de origen iraní o persa (de la ciudad de Soltanijeh, entre Teherán y Tabriz) muy extendida en toda el área. En nuestro país, se poda bastante largo, ya que se aduce que no es fértil en las yemas basales. En Afganistán, sin embargo, se poda en pitones de dos y a lo más tres yemas, pues se cree que no fructifica si se poda largo.

También llama la atención que las plantas no se podan hasta que finaliza el período de heladas. Los afganos afirman que al podar, la planta queda mucho más sensible a las bajas temperaturas. Esto tiene un importante efecto sobre el manejo del viñedo y las horas/hombre utilizadas, ya que tienen que cubrir con tierra las plantas con todos los sarmientos.

Diferencias de mentalidad y de criterios donde el peso de la tradición y la falta de recursos juegan un rol determinante en una viticultura que parece atrapada en el túnel del tiempo, pero que por milenios ha sido capaz de satisfacer a una población marcada por las guerras.


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