lunes, 28 de septiembre de 2015

Andes Plateau: Pasión vertical

El proyecto del enólogo Felipe Uribe y su familia apunta sobre los 700 metros de altura, buscando un vino más vertical y profundo. La idea es llegar a una producción de mil cajas, pero de forma muy paulatina y sin traicionar su filosofía enológica.


Como muchas cosas en la vida, Andes Plateau nace por una maravillosa casualidad. Después de su salida de la bodega William Fèvre Chile, el enólogo Felipe Uribe prepara un proyecto para postular a Santa Rita, que andaba detrás de proyectos innovadores para refrescar su portafolio. Ese power point no quedó archivado en la carpeta del olvido, sino fue la gran idea que cristalizó en un proyecto familiar cuyo primer vino terminó de ensamblarse en 2012.

El concepto de Andes Plateau trepa por la precordillera, siempre a más de 700 metros de altura, en busca de uvas frescas y punzantes que terminaron convenciendo a toda la familia. Junto a sus cuatro hermanos, Felipe crea la empresa en enero de 2013 y de allí no hay vuelta atrás. “Ninguno es un ricachón, pero están todos súper contentos y comprometidos con el proyecto”, dice el enólogo.

Su vino no podía llamarse de otra forma: Andes Plateau 700 y es una mezcla tinta de cinco variedades de Maipo Alto y Alcohuaz, que seduce con su personalidad vertical, seca y profunda, pensada para la gastronomía y no tanto para montar un show en la nariz. “Me encanta la fruta de Alcohuaz. Tiene una acidez que te mueve la placa. Cuando trabajas bien las acideces naturales de las uvas logras vinos más profundos. ¡Son más verticales!, exclama.

Felipe tienen las ideas súper claras y no se deja llevar por las nuevas tendencias, como la producción de vinos mediterráneos o mezclas de cepas que no están enraizadas con la historia de Chile. “Hoy todos están locos haciendo cosas locas. Yo soy más tradicional. A mí no me interesa impresionar a la prensa, sino hacer un vino que perdure. Las modas pasan y el Cabernet Sauvignon siempre queda”, explica el enólogo.

En los próximos años pretende lanzar también un Chardonnay, probablemente de la precordillera de Curicó, bajo la misma filosofía de su primer vino, pero con una propuesta monovarietal y extremadamente pura. Sin duda al enólogo le interesan más las bocas de los vinos que las narices. “Los vinos son para tomar y no para usarlos como perfume”, dice taxativo.

En el proceso de elaboración trabaja toda la familia, incluida su esposa Maite y su pequeña de 8 años Isidora, quien ya muele uva con sus delicadas patitas. Todo el proceso es muy natural. Con levaduras nativas y remontajes muy suaves. El vino prácticamente se hace solo y refleja no sólo la personalidad de esas uvas de altura, sino también la de su autor.

Hoy Andes Plateau vinifica en Almahue, en la bodega de Gabriel Edwards, donde Felipe asesora y se ha unido en el rescate de probablemente las viñas de Carmenère más antiguas de Chile, que datan de más de 85 años. Allí, entre esos cobertizos de adobe, en ese Chile súper tradicional y campestre, el enólogo cuenta con sus chiches, incluido un foudre francés sin tostar de 3.000 litros.

Andes Plateau hoy trabaja con El Mundo del Vino y exporta con mucho éxito su vino a Brasil. El objetivo de Felipe es llegar a producir unas “5 mil cajitas”, pero piano piano. Con mucha calma y paciencia. La idea es seguir comprando uva y, a medida que vayan vendiendo, la producción también irá aumentando. Mientras tanto, seguirán haciendo las cosas muy a escala humana, con toda su familia y esas señoras de Almahue que todos los años, vendimia tras vendimia, seleccionan sus uvas en una rústica mesa de madera cubierta con plástico. “Gran parte del vino es gracias a esas lindas viejujas”, afirma.

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