tag:blogger.com,1999:blog-13210843314284204782024-02-06T22:21:18.214-08:00Toque BretTodo lo que no nunca quisiste saber de vinos Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.comBlogger73125tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-13886458583761294502017-05-09T06:18:00.000-07:002017-07-28T06:19:01.897-07:00Tres miradas al secano maulino<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8ilHjAClrOsHFPtjQcvsLDa5Oz6cwEv3D2dhXxQi6em97eV0654decc6WZPWvZlKFVJy_G_h8ZDS28cETbzM0m57btRFHvZ3Isr8JIstPwIUZRVI5lxMfDWT8uVDRoJGQGVIxJs7gt8g/s1600/IMG_4083.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8ilHjAClrOsHFPtjQcvsLDa5Oz6cwEv3D2dhXxQi6em97eV0654decc6WZPWvZlKFVJy_G_h8ZDS28cETbzM0m57btRFHvZ3Isr8JIstPwIUZRVI5lxMfDWT8uVDRoJGQGVIxJs7gt8g/s320/IMG_4083.JPG" width="240" height="320" data-original-width="1200" data-original-height="1600" /></a></div><br />
<b>Recorrimos tres viñas del secano maulino con muy distintas filosofías y enfoques comerciales. Todo para comprobar la versatilidad de una zona que no se cansa de sorprender. </b><br />
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Amanecer en el secano maulino es una experiencia dramática. La neblina espesa entra y cubre como un océano los viñedos, las luces fulgurosas del cielo contrastan con las nubes negras y las temperaturas a fines de abril calan los huesos y las estructuras de las vides antiguas. Pero en Casa Bouchon, en su hermoso campo de Mingre, su hot tub siempre está disponible. A primera hora, cuando solo quieres una taza de café, puedes ver a los huéspedes con bata y pantuflas celebrando la salida del sol y el comienzo de una nueva jornada.<br />
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Invitado por Julio Bouchon, compartí una mini gira técnica con un grupo de viticultores de Sudáfrica. A primera vista, dos cosas me llaman poderosamente la atención: visten shorts a pesar de los escasos grados (“cuando hace mucho frío, nos ponemos dos shorts”, me dice uno de ellos) y que todos, sin excepción, lucen una chaqueta de Distell, una de las grandes compañías de vino sudafricano. Ellos se sienten orgullosos de ser sus proveedores. Lucir su logo refleja la calidad de su fruta, algo francamente imposible de ver entre los productores de las grandes viñas chilenas. <br />
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El golpe de timón de Bouchon en el último lustro también ha sido dramático. Julio y su hermano menor Juan José, ex jefe de Gabinete del Ministerio de Economía en el gobierno de Sebastián Piñera, tomaron las riendas de la viña en 2013 y dieron un gran vuelco a su modelo enológico y comercial. Esta bodega familiar, ubicada en el corazón del secano maulino, siempre se caracterizó por un estilo más bien bordelés. Con Patrick Valette como asesor, el foco estaba puesto en sus Cabernet Sauvignon y Carmenère. Hoy la estrategia es otra: reflejar en gloria y majestad su territorio. Así de simple. Con el rescate de cepas tradicionales, como País y Carignan, han despercudido la imagen de la viña, haciéndola más genuina y luminosa.<br />
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Pero no solo eso. Otro aspecto que también llama mucho la atención es la comprensión de la realidad de la vitivinicultura chilena y del valor de la asociatividad como el único camino posible para promocionar nuestros vinos. El recorrido de los sudafricanos no solo comprendió los campos de Bouchon, sino una visita a El Viejo Almacén de Sauzal y al nuevo campo de Baron Philippe de Rothschild en Loncomilla. Tres miradas súper distintas, tres filosofías, tres modelos comerciales, tres formas de enfrentar los desafíos y oportunidades que obsequia el secano maulino. <br />
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VINO TRADICIONAL<br />
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El pueblo de Sauzal está sitiado por la devastación del fuego. Algunos dicen sin remilgos que se trató de un ataque concertado de grupos terroristas, que quisieron sembrar fuego y anarquía a lo largo del país. Otros que los culpables fueron algunos pirómanos cómplices de las inusitadas altas temperaturas estivales. Lo cierto es que resulta sobrecogedor observar desolados campos de cenizas, mientras las antiguas vides de País resisten el calor, el olvido, el insondable paso de los siglos.<br />
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En el campo familiar de Renán Cancino, en una de las esquinas de Sauzal, los viticultores observan las parras de País y cuarteles de Garnacha y Cariñena. Les cuesta creer la edad de las parras y la obsesión de mantener esta tradición intacta pese a los ridículos precios de sus uvas. Cancino les explica que su objetivo es demostrar que se pueden hacer vinos serios con cepas patrimoniales, quizás rústicas y subvaloradas, pero llenos de sabor e identidad. “La única solución es que los productores embotellen sus propios vinos”, dice, mientras los viticultores, todos ellos de buen pasar, no pueden creer que se pague por un kilo de País alrededor de US$ 0,12. <br />
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Ya en la bodega, entre lagares de raulí y viejas barricas, degustaron la cosecha 2016 de Huaso de Sauzal Chilena. Este vino, elaborado con uvas del vecino Truquilemu (el País de la parte plana de Sauzal, más ligero y fresco, se vende para la producción de espumante), hace gala de su carácter y profundidad, pero además de una textura muy elegante. Preguntan si se trata de un vino natural o biodinámico (una categoría poco relevante en Sudáfrica). Cancino responde que simplemente es un vino tradicional, producido sin productos químicos o enológicos, tal cual lo hacían los antepasados en Sauzal hace ya más de 300 años. <br />
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NOBLE SECANO<br />
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Algunos kilómetros hacia la cordillera de los Andes, en la zona de Loncomilla, se encuentra el campo maulino de Baron Phillipe de Rothschild. Adquirido hace algunos años, es una propiedad de más de 1.000 hectáreas de las cuales alrededor de 250 están plantadas con diferentes variedades. La propiedad es preciosa. Los viñedos caen hacia el poniente, formando un pequeño valle, pero con mucho potencial de crecimiento.<br />
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El foco de este campo está puesto en las cepas Cabernet Sauvignon, Sauvignon Blanc y Carmenère (en ese orden de importancia), destinadas principalmente a su línea Anderra o, como lo llaman sus enólogos, a varietal plus. Al frente nuestro, sobrevolando un enorme tranque de regadío, asoma una montaña granítica en cuyas laderas se proyecta un vino superior a la línea Escudo Rojo. Seguramente se tratará de una mezcla bordelesa en base a Cabernet Sauvignon.<br />
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A unos metros de una preciosa bodega centenaria, que alberga enormes fudres de raulí, sobreviven algunos viñedos de País que, según registros del SAG tienen 75 años, pero los antiguos afirman que podrían sobrepasar el siglo. La mayoría de estas viñas leñosas, que se yerguen en la parte más plana del campo, serán injertadas con Malbec. Solo se dejarán algunas, que crecen en forma casi silvestre, pero hasta el momento sin un destino conocido. Lo más probable es que su fruta se venda para la producción de granel o embotellado, dependiendo su potencial de calidad.<br />
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Según Julio Bouchon, el secano maulino representa también un muy buen terruño para cepajes franceses. Así lo han demostrado productores como Gillmore, Erasmo y el propio Bouchon. Por eso en el campo de Las Mercedes (o Los Morros) decidieron enfocarse principalmente en la producción de Cabernet Sauvignon y Carmenère. Con disponibilidad de agua, y sobre suelos aluviales, las parras producen vinos con un carácter frutal y muy buenas texturas si se hace el trabajo adecuado en la bodega. Es decir, vinificaciones más delicadas.<br />
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La reconversión de Bouchon ha sido radical y su foco está puesto en el justo medio entre la filosofía de El Viejo Almacén de Sauzal y Baron Philippe de Rothschild. A la nueva generación Bouchon no le ha temblado la mano. Decidió arrancar 200 hectáreas de viñedos en su campo de Santa Rosa, a orillas del río Maule (y plantar avellanos), dejando 150 para la producción de solo vinos de alta gama. En otras palabras, el objetivo es seguir produciendo cepajes franceses para su línea Las Mercedes (y Sauvignon Blanc de un campo muy interesante ubicado en el más costero Batuco) y vinos de especialidad, principalmente en el secano de Mingre, donde nacen sus estupendos País Salvaje y una línea llamada Granito que refleja toda la pureza de sus cepas. <br />
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Si bien el prestigio de Bouchon se ha cimentado sobre cepajes tradicionales franceses, hoy es un verdadero campo de experimentación. Luego de mapear todo el campo de Mingre con calicatas y viticultura de precisión, como ha sido medir los porcentajes de arcilla mediante la conductividad del suelo (otro aspecto novedoso para los sudafricanos), están en condiciones de sacarle el máximo provecho a esos suelos de la cordillera de la Costa e incluso plantar nuevos viñedos de País (sin duda una decisión inédita en un país que no sabe qué hacer con las más de 8.000 hectáreas de su cepa fundacional).<br />
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Entre los estrenos de Bouchon, y que reflejan esta nueva filosofía, podemos nombrar al sabroso País Salvaje Blanco 2016 (Mingre), que proviene de sus ya famosos viñedos silvestres, que se encaraman en los árboles nativos; Las Mercedes Singular Semillón 2015 (Batuco), Granito Semillón 2015 (Mingre), fermentado en barricas; y un exquisito Granito Chenin Blanc 2015, donde fue fundamental la influencia de su asesor sudafricano David Nieuwoudt, con quien colaboran en toda la línea Longaví. <br />
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El secano maulino no es solo sinónimo de añosos País y Carignan. Si se trabaja con foco y decisión, es una zona que seguirá sorprendiendo nuestros paladares. <br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-62492690236848852017-04-28T06:04:00.000-07:002017-07-28T06:05:46.913-07:00Pinot Noir: Metamorfosis noir<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizRx8JX3mf03fksJit0v6W60CBMZp5_0nXnpk3KKcaejKc2wGa2242_4OB25-lQ5LrfNU9jFBt5S4bxV1CSwdVJV6VTyOSj4KPecv7nog6OAsM965K5QWwPQ-Zvm5NMKqYgX_UjSOb2NY/s1600/AAEAAQAAAAAAAALkAAAAJDE5ODQ2NjkzLTkyMDMtNGUwYy04N2I2LWUwM2RhMDZmMTZkYQ.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizRx8JX3mf03fksJit0v6W60CBMZp5_0nXnpk3KKcaejKc2wGa2242_4OB25-lQ5LrfNU9jFBt5S4bxV1CSwdVJV6VTyOSj4KPecv7nog6OAsM965K5QWwPQ-Zvm5NMKqYgX_UjSOb2NY/s320/AAEAAQAAAAAAAALkAAAAJDE5ODQ2NjkzLTkyMDMtNGUwYy04N2I2LWUwM2RhMDZmMTZkYQ.jpg" width="320" height="183" data-original-width="698" data-original-height="400" /></a></div><br />
<b>Desde vinos simples y frutales, que se posicionaron en los segmentos básicos a principios del nuevo milenio, hasta vinos más ambiciosos y complejos, que no solo pretenden instalarse en segmentos superiores, sino establecer una declaración de principios. La metamorfosis del Pinot Noir ha sido dramática, probablemente de novela. </b><br />
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El estreno de la cinta “Sideways” en 2004 no solo fue un gran espaldarazo para el Pinor Noir en los medios masivos, especialmente los hollywoodenses, sino desató una singular fiebre por propagar esta variedad en Chile. Este fenómeno raro, farandulero, no solo explosionó en más de 4 mil hectáreas plantadas, casi la mitad en los costeros valles de Casablanca y San Antonio, sino además en una suerte de cambio de paradigma: un país vitivinícola latino, cálido, estridente y voluptuoso era capaz de atrapar en una botella elegancia y delicadeza, frescor y profundidad de sabores.<br />
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Esta fiebre de la Pinot Noir fue propiciada, en gran parte, por los críticos británicos, la mayoría de ellos instigadores de vinos más ligeros y frescos. La reencarnación de esta variedad borgoñona en el litoral chileno cumplía con sus tres mandamientos: bueno, bonito y barato. Sin la complejidad de los grandes referentes de la cepa, pero con mucho frescor y carácter marino, lograron los puntos necesarios para refrescar los egos de los productores e ir más allá de los sabores primarios de frutillas y frambuesas.<br />
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Lo confieso: nunca compartí tanto entusiasmo. Me parecía excesivo e incluso contraproducente. La Pinot Noir, como todos saben, es una cepa de nicho, que los entendidos aman, pero que la gran masa no logra comprender en toda su dimensión. Es demasiado minimalista, incluso a veces arrogante y elitista, en un mundo donde los recursos escasean y los comensales prefieren sentir en sus copas, por el mismo precio, mayores niveles de concentración: más alcohol, más cuerpo, más dulzura.<br />
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Por otro lado, es una cepa muy difícil de cultivar. Las regiones, fuera de las alturas de la Borgoña, donde se siente cómoda y segura, saben a malas copias o simplemente a vinos que tocan otras esferas, que pueden incluso desbordar los parámetros de la categoría. Para lucir sus mejores atributos, la Pinot Noir demanda terruños con características especiales, parras maduras, por no decir antiguas, y rendimientos bajos para no diluirse en discursos populistas. En otras palabras, es una apuesta muy poco rentable, sobre todo para muchos productores que pensaban hacerse ricos de la noche a la mañana, sin vislumbrar que estamos ante un desafío de muy largo aliento.<br />
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En último término, intuía que no bastaba con los antiguos suelos de la cordillera de la Costa y el frescor del Pacífico. La Pinot Noir es una cepa delicada, es cierto, pero en sus mejores versiones ostenta una estructura firme y maleable, que sostiene, como un atril, sus sabores frutosos, especiados y terrosos. La menor diferencia térmica entre el día y la noche en las zonas costeras atenta contra la fortaleza de su paladar medio. El productor debe estar prevenido y hacer todos los manejos en el viñedo y en la bodega para lograr un correcto equilibrio entre frescor y estructura tánica. Sí, parece que estamos todos de acuerdo, es una cepa jodida. <br />
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COSTA BRAVA<br />
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Cono Sur fue una de las primeras viñas chilenas en apostar decididamente por la Pinor Noir. No solo se la jugó con Ocio, el pionero top de línea de esta cepa, sino construyó gran parte de su imagen a partir de ella. Parecía una movida arriesgada, era que no, pero que tenía un sólido sustento en sus antiguos viñedos en Chimbarongo (Colchagua). Según su gerente general y enólogo Adolfo Hurtado, se trata de una selección del clon Pommard traído de California en 1968. Esas plantas, que se han propagado por todo Chile, han sido la base del éxito de la viña con la cepa y el ensamblaje de una bicicleta que no se ha cansado de rodar por el mundo entero, conquistando muchas etapas y el maillot verde en Reino Unido. Hoy producen más de 6 millones de botellas y Bicicleta es el Pinot Noir más vendido en Inglaterra.<br />
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“No es una variedad fácil de vender, pero Chile tiene mucho potencial. ¡Le puede ir muy bien! La gracia es la combinación única de clima frío, escasez de lluvias durante la temporada de cosecha y gran luminosidad. Esto ha construido el éxito de los vinos blancos chilenos y del Pinot Noir”, sostiene.<br />
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Cono Sur obtiene su Pinot Noir de cuatro orígenes distintos: Casablanca, San Antonio, Chimbarongo (Colchagua), San Clemente (Maule) y Biobío para comercializar nada menos que seis líneas distintas: Bicicleta, Orgánico, Reserva Especial, Single Vineyard, 20 Barrels y Ocio. Adolfo Hurtado, sin embargo, destaca especialmente el carácter de la fruta casablanquina por su clima marítimo, pero por sobre todo por la madurez de sus parras. “Antes de 10 años pasa poco y nada con la cepa. Hay que aprender a esperarla”, afirma. Con una combinación de la selección Pommard y el clon 777 logra mucho color, frutos rojos y negros, estructura e intensidad. A diferencia de San Antonio, donde el perfil es más rojo, floral y cárnico, Casablanca es sinónimo de fuerza y jugosidad.<br />
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En la misma línea opina Gonzalo Bertelsen, gerente general y enólogo de Casablanca. La viña comercializa tres líneas de Pinot Noir: Cefiro, Nimbus y Pinot del Cerro, cada una de ellas con una filosofía distinta. Mientras Cefiro, proveniente de las partes planas de Tapihue y La Rotunda, explora el lado más floral y delicado de la cepa para un consumidor que no quiere entelequias, sino el simple placer de beber algo fresco, Nimbus nace en las laderas de los cerros, logrando mayores niveles de concentración y complejidad. <br />
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“Son lotes pequeños, fermentados en tinas abiertas y en menor proporción en barricas. Como las uvas son más concentradas, la extracción es clave. No podemos pasarnos. Es por eso que hemos migrado desde tinas abiertas muy horizontales a tanques de acero más verticales. El objetivo es tener menos superficie de contacto con el sombrero. Nos dimos cuenta que no siempre fermentar en contenedores pequeños y artesanales es lo mejor porque estábamos extrayendo mucho”, explica. <br />
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También es muy importante el punto de cosecha. El umbral entre fruta fresca y sobremadura es particularmente estrecho en el caso de la Pinot Noir, sobre todo si se quiere embotellar un vino sin corrección de acidez. Este desafío es perentorio en un vino ambicioso como Pinot del Cerro, cuyas vides se encaraman en pendientes muy extremas y con diferentes exposiciones. La sintonía debe ser muy fina para que pueda expresarse y trascender en el tiempo la fruta fresca, el granito y el nervio que confiere la roca de la cordillera de la Costa. <br />
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Marcelo Papa, enólogo de Concha y Toro, ha recorrido todo Chile en busca de los mejores Pinot Noir. Tradicionalmente fue Casablanca su campo base. Allí cuenta con tres viñedos con dos condiciones muy diferentes: suelos rojos, arcillosos, con una base granítica, asociados a los cerros de la cordillera de la Costa, donde el porcentaje de arcilla es cercana al 30% y el subsuelo contiene maicillo. La arcilla aporta buena estructura y el granito endurece un poco los taninos. La neblina en Casablanca se levanta más temprano que en Limarí, por lo tanto, es más luminoso y los vinos son más grasos y estructurados. Por otro lado, están los suelos sedimentarios, un clásico del sector plano de Casablanca, más liviano, arenoso y con menor cantidad de arcilla. “En general, en estos sectores los Pinot Noir tienen mucha fruta, son redondos y muy suaves. Son más ligeros que los provenientes de suelos de arcilla, pero al mismo tiempo más elegantes”, sostiene.<br />
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De acuerdo con Cristián Aliaga, enólogo de William Fèvre Chile, hay que tener mucho cuidado en los valles costeros con la ventana de cosecha. ¡Es muy corta! “En dos días puede cambiar mucho la condición de la uva. Mientras uno espera los sabores y madurez de la uva, puede pasar muy rápido a fruta cocida. Por otra parte, en los valles más cálidos, aunque esté muy cubierto el racimo, el perfil aromático tiende a irse hacia el mentol, desarrollando muy poca complejidad y estructura”, sostiene.<br />
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Francisco Baettig, director técnico de Errázuriz, ha puesto todas sus fichas en los campos de Chilhué y Manzanar en Aconcagua Costa, donde nace Las Pizarras Pinot Noir, un vino que nos acerca cada vez más a los Grand Cru borgoñones. Para el enólogo, el Pinot Noir de Casablanca es un poco más goloso, más ancho y con notas de fruta intensas, pero con menor complejidad en nariz y boca. “El de Aconcagua Costa no es solo fruta fresca y vibrante, sino tiene una complejidad mayor, con tenues notas de yodo, fierro y sangre. Además de taninos texturados, expresa una mineralidad más marcada y un perfil más vertical. Son vinos más lineales y con más capas. Asumo que el suelo de roca metamórfica y con algo de contenido de manganeso, explica todo eso”, sostiene. <br />
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EXTREMOS QUE SE ATRAEN<br />
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Aunque las manos de Marcelo Papa se han teñido con la fruta de Casablanca, su corazón sin lugar a dudas está puesto en Limarí. Allí cuenta con dos viñedos: Quebrada Seca y San Julián. El primero está ubicado en la ribera norte del río Limarí, a 18 kilómetros del mar. El suelo es coluvial, con un porcentaje de arcilla roja de aproximadamente 30% y con una fuerte presencia de carbonato a partir de los 30 centímetros. La camanchaca se hace presente muchos días durante la temporada y se despeja al menos dos horas más tarde que en la zona interior del valle. “Estas condiciones nos regalan un vino con fruta roja ligera, muy buena estructura y tensión, una excelente acidez y carácter mineral”, sostiene.<br />
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San Julián, por otro lado, está ubicado en la ribera sur del río, a 30 kilómetros del mar. El suelo es aluvial, con un porcentaje de arcilla de 40% y una gran presencia de carbonato a partir de los 70 centímetros. En este caso, la camanchaca, que entra desde el mar durante las noches, se retira un poco más temprano, por lo tanto, los vinos tienen un poco más de estructura y grasa. “Guardando las distancias, Quebrada Seca sería más Gevrey y San Julián más Pommard”, explica.<br />
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En el otro extremo, en Mulchén (Biobío), los suelos son rojos con un porcentaje de arcilla en torno al 35%, con un subsuelo con piedras angulosas de la cordillera. Aunque estamos a casi un millar de kilómetros al sur de Limarí, el clima es más cálido y los días muy luminosos. No hay neblina, por lo tanto, la cantidad de luz es mayor y los vinos más exuberantes. Por tratarse de suelos de arcilla roja, los vinos son grasos y suaves, además las piedras angulares no ponen dificultad a las raíces como el granito. <br />
Para el enólogo, hay cuatro variables que marcan el carácter de los vinos: mayor cantidad de luz, mayor intensidad frutal; mayor porcentaje de arcilla roja, mayor volumen; mayor presencia de arena, menor color y volumen, pero más suavidad; mayor presencia de granito, mayor dureza; y mayor nivel de carbonato, mayor tensión y mineralidad.<br />
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Aún más al sur, en Perquenco (Malleco), Cristián Aliaga enfrenta condiciones mucho más extremas. Los vinos tienen un equilibrio muy distinto, que se refleja claramente en los números. Por ejemplo, en Casablanca o Leyda, las uvas pueden llegar fácilmente a los 24 o incluso 25º Brix si el enólogo se descuida. Sin embargo, en Malleco nunca sus vinos han superado los 21,5º Brix. La uva tiene un nivel de azúcar bajo y la acidez es muy punzante, pero al mismo logra adecuados niveles de madurez y un carácter muy silvestre. <br />
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Mientras en la zona central se trata de proteger el racimo del sol, en Malleco hay que deshojar temprano para ayudar a la madurez y evitar problemas sanitarios, sobre todo en suelos muy fértiles que provocan emboscamiento en los viñedos. La cosecha muchas veces está marcada por el clima y no los números. En el sur hiela y llueve mucho más temprano en la temporada. Si en abril la lluvia cae durante tres días (100 a 120 mm) hay que cosechar sí o sí, sin ponerse demasiado puristas o exigentes.<br />
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“En cuanto a la vinificación, no sé si hay muchas diferencias. En los valles muy fríos, donde los taninos son duros y rústicos, hay que ser muy delicados con la extracción y acortar los tiempos con las pieles. Pero, cómo macerar, fermentar o inocular (o no), depende más de cada enólogo o bodega. En mi caso, prefiero hacer los Pinot sin levaduras comerciales y fermentaciones bajo los 24ºC. El nivel de maceración o pisoneo está determinado por la calidad de la fruta de cada temporada”, explica.<br />
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Para Felipe de Solminihac, socio de Aquitania y enólogo de la celebrada línea SoldeSol de Traiguén (Malleco), la Pinot Noir en zonas medianamente frías produce cantidades que hay que regular. De lo contrario, el vino puede resultar diluido y a veces con taninos demasiado presentes. En Malleco, sin embargo, la producción se regula sola por las bajas temperaturas. La menor cantidad de racimos y su menor tamaño ayudan a lograr un vino concentrado. En el sur profundo las producciones no pasan de un kilo ochocientos a dos kilos por planta.<br />
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Según el enólogo, el vino tiene muy buen color, pH bajo, entre 3,38 y 3,4 después de la fermentación maloláctica y, por lo tanto, una acidez natural más alta, rica y fresca. En Malleco el ciclo de la vid es más tardío. Todo es más tardío. La planta brota y desarrolla todos sus elementos a partir de fines de septiembre o principios de octubre, mientras la floración y cuaja se produce bien avanzado diciembre, dificultando la formación de racimos de gran tamaño. La pinta comienza a fines de febrero, cuando ya pasó el calor del verano y la radiación solar no destruye los antocianos. Así la uva conserva los ácidos, especialmente los málico y tartárico. <br />
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La madurez con bajas temperaturas permite tener uvas llenas de aromas y sabores frutales, especialmente guinda y cereza, y una mineralidad muy marcada por sus suelos arcillosos sobre una base volcánica. También desarrolla aromas de bosque húmedo, como la tierra después de una lluvia y los champiñones del bosque sureño. “El Pinot Noir de Malleco es frutal, mineral, complejo en aromas. En boca es fresco, muy redondo por la gran cantidad de ácido málico que se transformó en láctico, de buena estructura, con mucha fineza y gran potencial de guarda. Nuestra experiencia es que, a medida que pasan los años, los vinos van ganando mucho en calidad y elegancia”, sostiene. <br />
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Si bien la Pinot Noir es una cepa caprichosa y exigente, en los extremos de Chile ha logrado alcanzar su máximo potencial, desde las arenas costeras hasta las rocosas pendientes cordilleranas, desde los carbonatados suelos del norte, hasta los rojos trumaos del sur profundo. Una metamorfosis cada vez menos kafkiana, cada vez con más ventanas de luz. <br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-21346252618941623102017-03-30T05:59:00.000-07:002017-07-28T06:00:08.424-07:00Viña De Neira: Bandidos buenos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXaaQUuiRleeqx7ygyjMi4XD_rkKk6TE9-uBqEWJKgm0B515w_pzjwG9CJVTCXXGcx2ypcjEYH7xbP3e8Zt33hq2o5KAP4cZz5cAMdE5Uj8fOpOLIcbemSOk1rsGlbrY2x-oee82oIcek/s1600/Yamil+Neira+y+Elizabeth+Gonza%25CC%2581lez.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXaaQUuiRleeqx7ygyjMi4XD_rkKk6TE9-uBqEWJKgm0B515w_pzjwG9CJVTCXXGcx2ypcjEYH7xbP3e8Zt33hq2o5KAP4cZz5cAMdE5Uj8fOpOLIcbemSOk1rsGlbrY2x-oee82oIcek/s320/Yamil+Neira+y+Elizabeth+Gonza%25CC%2581lez.jpg" width="181" height="320" data-original-width="903" data-original-height="1600" /></a></div><br />
<b>La familia Neira está haciendo escuela en Altos de Guariligüe (Itata Profundo), preservando y realzando la identidad de sus parras de más de 200 años y bosques nativos endémicos que luchan cuerpo a cuerpo contra los pinos y eucaliptus.</b><br />
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José Miguel Neira, más conocido como Bandido Neira, era fornido y diestro con el corvo. Con sus montoneros, asolaron los campos desde Talca hasta Rancagua. El gobernador Casimiro Marcó del Pont puso precio a su cabeza, pero solo logró que alguien lo aturdiera con un chuzo. Fue nombrado coronel por Manuel Rodríguez y su contribución a la causa patriota fue clave para que el ejército libertador se abriera paso por el norte. Sus andanzas no fueron recompensadas por el gobierno patriota, volvió al pillaje y finalmente fue fusilado por órdenes del general Ramón Freire en 1817.<br />
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Sus descendientes se establecieron en los alrededores de Concepción y se dedicaron a la agricultura y ganadería. El corvo comenzó a utilizarse para la poda de las cabezas de Moscatel de Alejandría y País que se desparramaban por los abruptos lomajes del paisaje sureño. <br />
Yamil Neira Hinojosa, doctor en Química e investigador de la Universidad de Concepción, tenía planeado hasta el último elemento. No se trataba de un ultraje, como acostumbraba su antepasado José Miguel, sino de una declaración de amor. Bajo un frondoso quillay en Bularco, uno de los viñedos emblemáticos del llamado Itata Profundo, se comprometió con su colega Elizabeth González. Como buen hombre de rulo, Yamil no perdió el tiempo. Nacieron Víctor y Felipe, quienes, a diferencia de muchos hijos del secano, quisieron mantener sus raíces y continuar con el legado vitícola de su familia.<br />
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En lugar de vender la totalidad de su fruta a precios irrisorios, en 2009 decidieron dar el paso y atreverse a embotellar. Siguiendo la tendencia de esos años, cuando las autoridades y algunos asesores insistían en que el futuro de Itata iba por otro lado, plantaron e injertaron plantas con Cabernet Sauvignon y Pinot Noir. Los vinos no estaban mal, pero eran más de lo mismo. Un periodista especializado en vinos, quien encontró unas polvorientas botellas de Cinsault amontonadas en una terremoteada bodega de adobe, quedó encandilado con el vino y les sugirió que torcieran el destino, potenciando sus cepajes autóctonos.<br />
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Hoy Viña De Neira, bajo la marca Bandido Neira, está comprometida con exaltar las cepas fundacionales y la tradición de sus ancestros. “Nos definimos como una viña familiar que mantiene una tradición de más de 150 años. Apostamos por preservar el patrimonio de las parras de nuestros antepasados y por un cultivo natural”, dice Felipe, quien se ha convertido en el gran motor del proyecto. “Lo más importante es el arraigo familiar. No somos ni seremos nunca una viña industrial. Nuestra esencia es otra. Tenemos una historia de bandido”, se ríe su padre Yamil.<br />
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Viña De Neira cuenta con 25 hectáreas plantadas (de un total de 150 que pertenecen al grupo familiar) en el sector Altos de Guarilihue y bosque nativo certificado, que cuidan y preservan para las generaciones futuras, donde se pueden encontrar rarezas como la especie endémica huilli-patagua. Actualmente embotellan Cinsault y Moscatel de Alejandría seco y dulce, además de una luminosa línea de espumantes elaborados bajo el método tradicional. Además, experimentan con otras cepas que permanecían ocultas en sus viñedos, como la llamada uva de la manzana (algunos expertos dicen que se trata de Aramón, otros de Malbec), que ya se encuentra en crianza con sus lías.<br />
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La producción total es de 18 mil botellas. El resto de la fruta la venden. La idea es ir creciendo poco a poco, pero jamás superar las 100 mil botellas. Sus vinos ya están en Santiago en el wine bar Lex Dix Vins y muy pronto exportarán a Estados Unidos a un precio de US$ 70 dólares por caja. <br />
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Según Felipe, el objetivo es seguir perfeccionando las técnicas de los antiguos para embotellar calidad e identidad. ¡Eso no se transa! Pero además seguir desarrollando un proyecto eco-eno-turístico que hoy atrae visitantes de Chile y el extranjero, quienes despiertan con los sobrecogedores paisajes de la cordillera de la Costa del Itata, participan de los ceremoniales de degüelle de sus espumantes (con un corvo, como un tardío homenaje al Bandido) y de la calidez de una familia que abraza y reinventa las tradiciones del secano. <br />
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<b>A diferencia de lo que ocurre en la actividad política, costó hacer este listado, pues abundaban muchos buenos candidatos. Al final quedaron esos vinos que se atrevieron a ir más allá, despertando hasta los más aletargados paladares. </b><br />
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A propósito de la conversación con Tim Atkin (ver página XX), Chile hace mucho rato dejó de ser un Volvo. Y Volvo un Volvo. Al igual que la marca alemana, el país ya no solo diseña vinos seguros y aburridos, sino nuevas y estilosas líneas, desde deportivos que hacen polvo la ruta Panamericana, descubriendo los dramáticos paisajes costeros, hasta poderosas 4X4 que exploran las serpenteantes huellas de la cordillera de la Costa, las alturas de los Andes o el más profundo de los sures.<br />
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Hace una década hubiera sido muy difícil reunir 16 vinos en estas páginas. ¡Una búsqueda frenética, sin duda! Pero hoy la tarea es sencilla, entretenida y muchas veces emocionante. Todos los años irrumpen propuestas que van más allá de los conocidos de siempre, estirando el paisaje vitivinícola como si fuera un pliegue de una camisa Ralph Lauren, quizás la favorita de los ejecutivos de las bodegas.<br />
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Aunque el Cabernet Sauvignon continúa soportando el peso de las exportaciones, el portafolio chileno es mucho más colorido. Aparecen propuestas con un marcado sentido de origen, nuevas denominaciones de origen y un consistente movimiento en el Secano Interior que, sospecho, espero, estoy seguro, superó la chapa de “moda” que algunos incrédulos trataron de motejar para convertirse en una feliz realidad. <br />
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Estos 16 vinos no son necesariamente los mejores del año, aunque muchos de ellos merecen ese estatus, sino aquellos que se atrevieron a ir más allá, que patearon el tablero, desordenaron el rebaño, lanzaron al mercado propuestas con un alto nivel cualitativo, pero además sorprendieron con un carácter original, innovador y refrescante. <br />
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En el listado hay un buen número de vinos del secano del Maule e Itata, pero con una impronta muy particular, cepajes tradicionales con una notable vuelta de tuerca, representantes de los extremos, como las alturas cordilleranas y la Patagonia, mezclas bien funky-pegajosas, otras que rescatan cepas y tradiciones desdeñadas por décadas y un par de rarezas que despierta hasta el más dormido de los paladares. <br />
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<b>Viñedos de Alcohuaz Grus 2014</b><br />
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A un promedio de 2 mil metros de altura, en la localidad de Alcohuaz (Elqui), nace este vino místico y elocuente a rabiar. En condiciones difíciles, como una fuerte irradiación solar y bajísimas temperaturas primaverales, esta mezcla de Syrah, Garnacha, Malbec y Petit Sirah, impresiona con la densidad de su colorido y estructura extraterrestre. Es un tinto maduro, pero con una rica acidez. Una mole de fruta.<br />
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<b>Undurraga Trama 2013</b><br />
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En la categoría encontramos vinos herbales, maduros, densos y especiados, pero este Pinot Noir rompe los moldes. Proveniente de San Antonio, en suelos con un alto componente calcáreo, este vino brilla por su fineza y complejidad de sabores. No se preocupa de la densidad del color. Tampoco de su concentración. Solo de proyectar sus elegantes y entramadas notas de flores, sotobosque, frutos silvestres y minerales.<br />
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<b>Loma Larga Saga 2011</b><br />
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Desde la primera cosecha me sorprendió el carácter del Cabernet Franc de Loma Larga. “Aquí hay algo”, advertí. Después de una década la viña lanza este ícono que no tiene tapujos para exhibir sus exultantes notas de hierbas y flores. Es un vino que no rehúye del clima costero, sino lo abraza para embotellar una propuesta fresca y crujiente, que reafirma y quizás consagra el potencial tinto de Casablanca.<br />
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<b>J.A. Jofré Vinos Fríos del Año Blanco 2015</b><br />
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Admiro esa mirada desprejuiciada hacia el pasado de J.A. Jofré. Ese atrevimiento y voluntad para embotellar cepas desechadas por la historia vitivinícola como el Semillon y sobre todo el Sauvignon Vert. Esta mezcla blanca reivindica estas dos cepas, fundiéndolas en un vino sabroso y con mucho peso en boca, de esos que van más allá del aperitivo, que nos obligan a pasar a la mesa.<br />
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<b>Trapi del Bueno Sauvignon Blanc 2015</b><br />
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Otro osornino que salta al campo de juego para dejarnos con la abierta con su frescura y profundidad. El Pellín y Coteaux de Trumao habían logrado poner en el mapa vitivinícola el Chardonnay y Pinot Noir de estas latitudes, pero ahora Trapi “la” hizo con este Sauvignon Blanc. Es como beber un jugo de pomelo con toques de yodo y hierbas frescas. Un vino no apto para paladares demasiado sensibles, sino para los aventureros.<br />
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<b>Bogus País 2015</b><br />
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Este vino del Fundo San Jorge (Marga-Marga) es más funky que Earth Wind & Fire. De viejas parras de País, este semidulce (qué pocos hay) contagia alegría, cacofonías, armonías pegajosas, pero por sobre todo mucha onda. Es como beber un jugo de fruta con confitura de naranja, geranio y toques de nuez moscada y almendra. Cuesta describirlo y ahí está su encanto.<br />
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<b>Koyle Cerro Basalto 2013</b><br />
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Hace rato que Koyle (Los Lingues, Colchagua Andes) viene pisando fuerte, pero ahora sencillamente se pasó. Cerro Basalto es como morder la roca y convertirla en fragmentos de fruta roja, confitura de higos y jamón curado. Esta mezcla de Monastrell, Garnacha, Syrah y Cariñena es el mejor reflejo de la exuberancia del estilo de vida mediterráneo. Un cerro de sabores macizos y frescos.<br />
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<b>Bouchon País Salvaje 2016</b><br />
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Qué rico está este País Salvaje blanco. Las parras crecen libres y silvestres. No se sabe qué cresta son. Probablemente una cepa híbrida. El resultado de cruzas y mutaciones. Todo este misterio para hacer un vino fresco, agradable y con mucho cuento, que alegra las tardes con sus notas de frutos amarillos. Me encanta el giro de Bouchon, que vuelve a sus orígenes en Mingre (Maule) para despuntar sus joyas del secano. <br />
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<b>Aresti Trisquel Series Parras Fundadoras Cabernet Sauvignon 2015</b><br />
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Curicó es el principal productor de Sauvignon Blanc en Chile, pero siempre he sentido que sus Cabernet Sauvignon tiene ese qué sé yo. Este vino, proveniente de parras de 65 años del fundo Micaela (Molina), cautiva con sus notas de frutillas, cassis, higos y hierbas frescas. Es un Cabernet Sauvignon que no compite con Maipo Alto, tratando de emular la elegancia de sus taninos, sino se diferencia con su fruta alegre y desinhibida.<br />
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<b>Bandido Neira Pipeño Moscatel de Alejandría 2015</b><br />
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Hoy todos quieren redescubrir las antiguas vides de la cordillera de Costa del Itata. Quieren reinventar la rueda. Meter tecnología a centenares de siglos de tradición. Pero en su simpleza está el encanto de estos vinos. Hecho a la antigua, tal vez como Dios manda o mandaba, este pipeño cautiva con sus notas de damascos en almíbar y membrillos. Con su carácter meloso y atrevido. Para innovar hay que mirar al pasado.<br />
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<b>Carmen D.O. Melozal El Bajo Portugais Blue 2015</b><br />
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Hoy muchas compañías grandes tienen sus propios MOVIs entre sus filas. Una línea de vinos a pequeña escala, hecho a mano y sorprendentemente innovadora. D.O. no solo rescata un antiguo cuartel de Melozal, sino una cepa que por décadas ha pasado inadvertida. Este Portugais Blue seduce con su cuerpo estilizado y ricas notas de guinda, chocolate y granos de café. Hay que tomarlo en cuenta.<br />
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<b>Casa Donoso Sucesor Romano 2015</b><br />
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Camuflada entre sus viñedos maulinos, mezclada con vides de Cabernet Sauvignon, esta antiquísima cepa, también conocida como César Noir, apareció de un sopetón para sorprendernos con su carácter irreductible. Apoyada con un 15% Carignan, este Romano se quita su túnica para regalarnos notas terrosas y ahumadas, mucha fruta negra y flores. Un tremendo Sucesor.<br />
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<b>Odfjell Orzada Tannat 2014</b><br />
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En lo más profundo del secano maulino, en un sector llamado Tres Esquinas, donde el sol y el viento miden sus fuerzas, Odjfell experimenta y celebra con cepas atípicas para la realidad chilena. Este salpimentado Tannat impresiona con su color amoratado y notas de flores, té negro y frutos silvestres. Es un vino con muchísimo carácter, que no necesita de Cabernet Franc como en Maridan, y que nos hace preguntar: ¿por qué cepas como el Tannat no llegaron antes? <br />
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<b>Bodegas RE Doble Garnacha & Carignan 2016</b><br />
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No lo podía creer. Tuve que ir a Santa Elena de Melozal para verlo con mis propios ojos. Estas vides hermafroditas, que ofrendan Garnacha y Carignan a los dioses del secano, no solo consuman un vino inaudito, sino además un brebaje de guindas ácidas, jugoso y vibrante, intenso y profundamente delicioso. No, no, no es un error de la naturaleza. Es más bien una bendición. <br />
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<b>Lomas Campesinas Rosado Cinsault 2016</b><br />
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Este proyecto del viticultor Pedro Izquierdo reúne antiguos viñedos de lomas del secano con el know how de viñas que representan la nueva escena vitivinícola. En este caso Quintay trabajó las uvas del productor Eugenio Uribe de Guarilihue (Itata). El resultado es un rosado que refresca con sus notas de cáscaras de naranja, azahares, pomelos y frutillas. Un vino que refleja sin interferencias la encantadora simpleza del Cinsault. <br />
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<b>Viñas Inéditas Terroir Sonoro El Apellinao País Ancestral en Re Mayor 2015</b><br />
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En la década pasada se terminó por enterrar a los contendores de raulí, que criaron durante siglos los mejores vinos chilenos. Es muy invasivo. Es tosco. No tiene el acento del roble francés. Pero este País de Florida (Itata), guardado en barricas de madera nativa, sorprende y encanta con sus notas de canela, menta, tomillo y lavanda. Es un vino que toca una música contracultural y quizás, quién lo sabe, absolutamente reivindicatoria. <br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-51235800293000307812016-06-02T11:37:00.000-07:002016-06-02T11:39:52.536-07:00Valle de San Antonio: Los costos de la fama<b>El valle costero alcanzó un punto de quiebre. La escasez de agua, el aumento de los costos productivos y la caída del precio de sus uvas, obliga a sus viñas a redoblar sus esfuerzos para seguir manteniéndose en la cresta de la ola.</b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4aLsyvcyJjSeq3bmSIDcRZXmTc8xhRdh4jmFzDiHzg7EbgrzzQJnbAesR3EnlC3D6q0XK-UZt9blwpPXDe5AEsnlH8z7KG3XdIgeDUwx1e4OI3cEUe4ob1YEH5462MbdiTp5DImAEO7U/s1600/imgres.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4aLsyvcyJjSeq3bmSIDcRZXmTc8xhRdh4jmFzDiHzg7EbgrzzQJnbAesR3EnlC3D6q0XK-UZt9blwpPXDe5AEsnlH8z7KG3XdIgeDUwx1e4OI3cEUe4ob1YEH5462MbdiTp5DImAEO7U/s640/imgres.jpg" /></a></div><br />
Después de un crecimiento explosivo en las últimas décadas, el valle de San Antonio ha llegado a un punto de inflexión. La insuficiencia de fuentes hídricas, una de las grandes barreras de entrada del secano costero, sumado a una caída en el precio de sus uvas, han obligado a sus actores a repensar su futuro para contraatacar con nuevas fuerzas en los mercados.<br />
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Según el último Catastro Vitícola del SAG, el valle de San Antonio cuenta con una superficie plantada de más de 2.400 hectáreas, de las cuales 1.730 corresponden a cepajes blancos. “Si bien a fines de la década pasada hubo un crecimiento importante, hoy no hay nuevas plantaciones de vitis vinífera significativas. Incluso hay campos que se han ido reconvirtiendo a otro tipo de frutales”, explica Ignacio Casali, viticultor de Viña Garcés Silva, que suma 178 hectáreas en la zona de Leyda.<br />
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De acuerdo con el profesional, el agua en este valle siempre ha sido escasa. Hubo que hacer una gran inversión de ingeniería para poder transportar agua desde el río Maipo. “Afortunadamente el río viene con un caudal significativo, proveniente de los deshielos de la cordillera de los Andes, que nos ha permitido regar sin problemas durante la historia de Leyda. Esto no quiere decir que reguemos sin ser eficientes. Para nosotros es primordial la sustentabilidad en el uso de agua”, explica.<br />
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Eduardo Alemparte, gerente de Vitivinicultura de Viña Santa Rita, que hoy cuenta con 90 hectáreas de Pinot Noir en Leyda, opina que la superficie plantada está cercana al equilibrio. “Además de la disponibilidad de agua, el costo de transportarla es muy alto. Esto, sumado a los rendimientos medios a bajos y la poca disponibilidad de mano de obra, hacen que Leyda sea una zona que sólo es sustentable para la producción de vinos de alto valor. La superficie plantada no está dada sólo por la disponibilidad de agua, sino que también por cuánto vino de alto valor seamos capaces de vender como país”, sostiene.<br />
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Para Rafael Urrejola, enólogo jefe de Viña Undurraga, que cuenta con 170 hectáreas propias en Leyda, el bajo precio de la uva en los últimos años ha sido fundamental para desincentivar las nuevas plantaciones. Incluso la familia Fernández, pionera en el valle, arrancó una gran porción de sus viñedos para reemplazarlos por otras unidades productivas como nogales y perales. Una vez más la palabra clave es ren-ta-bi-li-dad. Así. ¡Con todas sus sílabas! <br />
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Por casi una década sus uvas no se transaban por menos de US$ 1,5 el kilo, convirtiéndose en la vedette de los campos chilenos. Pero esa realidad ha ido cambiando. Esta temporada se ha pagado incluso US$ 0,5 por el kilo de Sauvignon Blanc. “Finalmente se ha llegado a un punto de equilibrio entre la oferta y la demanda. Si a eso le sumas los bajos rendimientos naturales, y los costos de producción más altos, hoy no está tan fácil la cosa”, explica Urrejola.<br />
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LEYDA / CASABLANCA<br />
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El prestigio de los vinos de San Antonio está sustentado en sus únicas y extremas condiciones climáticas. A diferencia de Casablanca, que cuenta con un clima más continental, este valle es netamente marítimo. Es por eso que sus vinos denotan ese carácter vibrante, salino y profundo, pero también esta característica hace que sus rendimientos por hectárea sean más acotados y, en consecuencia, sus costos de producción más altos que su vecino de la región de Valparaíso. <br />
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Para Gerardo Leal, gerente de Vinicultura de Santa Rita, su terroir está definido por su clima frío, muy similar al de Marlborough en Nueva Zelanda, con una baja oscilación térmica entre la mínima y máxima. En Leyda, la mínima promedio en octubre es de 6,9° C y la mínima promedio del mes más cálido es de 11,6° C. En tanto, la máxima promedio va de 18,5° C en octubre hasta los 23,8° C en febrero, según datos históricos de los últimos seis años. Enero es el mes más cálido, pero generalmente es un mes muy nuboso, de mañanas con mucha neblina y tardes más despejadas, por lo tanto la luminosidad es menor a Casablanca, donde las máximas promedio alcanzan 27,2° C en el mes más cálido (enero). <br />
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“Los días-grados acumulados en Leyda en la temporada octubre-abril suman 1.100 (1.280 días-grados en Casablanca). Leyda, en general, tiene menos riesgo de heladas. En ambos valles las lluvias se concentran de mayo a septiembre. La evaporación de bandeja promedio es mayor en Casablanca, siendo de 6,5 mm en el mes más cálido (enero). En cambio, en Leyda es de 4,8 mm en enero y febrero”, sostiene el enólogo. <br />
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“Además de la baja temperatura, tenemos un suelo con un elevado contenido de arcilla, haciendo más difícil completar la madurez. Por lo tanto, se requieren manejos de control de vigor para lograr una óptima madurez. Casablanca, además de ser más cálido, tiene suelos con mayor contenido de arena, lo que muchas veces ayuda a acelerar la madurez. Definitivamente Leyda es una zona más extrema”, complementa Alemparte.<br />
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CRISOL DE TERRUÑOS<br />
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Pero también es importante hacer distinciones. En San Antonio existen zonas con características disímiles, que no sólo marcan la personalidad de sus vinos, sino también sus puntos de equilibrio en términos de rentabilidad. Viña Matetic, por ejemplo, cuenta con 160 hectáreas plantadas en San Antonio y Casablanca. Pero es en San Antonio, específicamente en su fundo El Rosario, donde se ha dado a conocer como bodega, vinificando el primer Syrah chileno de clima frío. Es un fundo de nada menos que 16 mil hectáreas, pero más protegido de la influencia del mar por los lomajes de la cordillera de la Costa. <br />
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Para su enólogo Julio Bastías, esta distinción entre San Antonio y Leyda puede ser un tanto confusa para los consumidores y quizás innecesaria, pues ambas comparten la cercanía con el mar, la exposición sur poniente a los vientos y la matriz de suelo es bastante homogénea, con la complejidad local en cada uno de los viñedos. “Creo que El Rosario esta posicionado en un perfecto balance entre influencia costera intensa y lo mediterráneo de una cordillera de la Costa mirando al Pacífico. En pocas palabras, clima frío costero con buena oscilación térmica por el efecto mediterráneo. Los suelos comparten el origen granítico, pero la complejidad local de El Rosario está dada por el alto contenido de cuarzo y materiales volcánicos que son bastante raros, pero abundantes en estas laderas”, explica.<br />
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Jaime de la Cerda, enólogo de MontGras, explica que su campo de Amaral en Leyda, donde ya existen 100 hectáreas plantadas, cuenta con condiciones especiales por su cercanía al río Maipo. El promedio de las temperaturas máximas durante los meses más cálidos (enero, febrero y marzo) no supera los 23.5 – 23.7º C. Como colinda con el río Maipo, el promedio de las máximas son hasta 2º C que en la zona de Leyda más continental o lejana al río. Sostiene que otro factor importante es la mineralidad que reflejan sus vinos.<br />
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La base de Leyda está sentada sobre la cordillera de la Costa, por lo tanto es fuertemente granítica. “Por otro lado, coexisten otras geologías, las cuales podemos ver con mayor evidencia en sus terrazas marinas, tales como depósitos sedimentarios marinos (calcáreos) y aluviales antiguos. Todas estas geologías y morfologías, moldeadas por este clima de temperaturas bajas, provocan una sinfonía de mineralidad y sabores, aportando carácter y consistencia a los vinos”, señala.<br />
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Distinto es el caso de Casa Marín, ubicada en Lo Abarca, a sólo 4 kilómetros del océano. Según su propietaria y enóloga María Luz Marín, las 48 hectáreas que componen su viñedo tienen una influencia marina más marcada, con neblinas matinales, donde el sol aparece a mediodía, y soplan fuertes los vientos en las tardes, haciendo que las temperaturas sean más bajas que en Leyda o Casablanca. “Esto nos lleva a que nuestras uvas maduren más lentamente, obteniendo mayores niveles de concentración, aromas más finos y elegantes, y una acidez más alta que nuestros vecinos. Además en Lo Abarca, como el 80% está plantado en cerros con pendientes muy grandes, todo el trabajo es manual, desde la poda hasta la cosecha. (nuestros vecinos están cosechando mucho a máquina). Esta situación nos permite poder hacer una excelente limpieza y selección de nuestras uvas y tener vinos más puros y limpios, con una acidez crujiente y natural, que les permite tener una vida más larga en botella”, asegura.<br />
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Pero lo más importante para María Luz Marín es que en Lo Abarca el suelo es pobre en nutrientes y, sumado a la poca agua que absorben sus plantas, los rendimientos son muy bajos, de un máximo de 4 a 5 toneladas por hectárea. “Esto hace que nuestros vinos sean muy concentrados y de muy buena calidad. En otros valles costeros no aceptarían nunca estos rendimientos, ya que afecta la rentabilidad de la empresa, y debes defenderte con precios más altos. Y es difícil vender vinos a más alto precio”, opina.<br />
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Para Rafael Urrejola, quien vinifica uvas de Leyda, Lo Abarca y Las Gaviotas para su elogiada línea T.H. (Terroir Hunter), las diferencias son muy marcadas. “Hay un grupo más grande en Leyda y otro más radical en la costa de San Antonio. En Leyda es tanto el volumen que las viñas mandan en la comunicación. Además Leyda ha pasado a vender más vinos commodity, que en algunos casos cuestan menos de US$ 5 por botella. San Antonio, en cambio, tiene un promedio más alto y por eso es más exclusivo”, explica.<br />
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MONOPOLIO BLANC<br />
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Si bien las primeras parras se plantaron a fines de los años 90, rápidamente su Sauvignon Blanc se posicionó en los mercados internacionales, especialmente en Reino Unido, como una verdadera estrella. Su carácter herbal y cítrico, muchas veces con intrigantes acentos minerales, y una acidez vibrante y profunda, cimentaron el prestigio del valle. El clásico Chardonnay fue quedando rezagado (sólo hay 377 hectáreas plantadas en el valle), mientras que irrumpieron, aún con cierta timidez, las tintas Pinot Noir (786 hectáreas) y en el último tiempo también Syrah (118 hectáreas). <br />
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Según Ignacio Casali, esta especialización del valle se debió principalmente a la calidad de los clones de Sauvignon Blanc que se plantaron en el valle. “Se hizo con buen material genético, con clones traídos de Francia y EE.UU, lo que contribuyó a entregar calidad y variabilidad. En el caso de los Chardonnay y Pinot noir, se plantaron selecciones masales de dudoso origen, con problemas sanitarios y con nula trazabilidad. Esto está empezando a cambiar. Nosotros en los últimos años hemos ido reemplazando las plantaciones antiguas por nuevo material genético, una gran variedad de clones, los que ya están dando muy buena calidad y que seguramente nos seguirán sorprendiendo positivamente con el paso de los años”, explica.<br />
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Para Gerardo Leal el Sauvignon Blanc es un cepaje que alcanza mayores vigores y tipicidades frescas en sus uvas, al igual que en zonas de blancos como Nueva Zelanda. El balance de las viñas, la producción por planta y los sabores y aromas están asegurados para los niveles de producción que se alcanzan. Sin embargo, para el caso de los Chardonnay y en particular para los Pinot Noir, las viñas alcanzan un mayor potencial de vigor y desbalance. Esto implica trabajar los viñedos con menores rendimientos para alcanzar la madurez óptima, usando sistemas de poda desvigorizantes, riegos más precisos según estados fenológicos (y menos frecuentes) y un nivel de hojas menor que permita una buena transparencia de canopias para aumentar la luminosidad de brotes y racimos”, relata.<br />
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María Luz Marín afirma que el Pinot Noir es una cepa muy difícil de producir, tanto en el viñedo como en la bodega. “Pero también a nivel de los consumidores es difícil de entender. La mayor parte de la gente no sabe apreciarla”, afirma. Eduardo Alemparte, en cambio, sostiene que la gran apuesta de Santa Rita en el valle ha sido por el Pinot Noir “A pesar de ser de difícil manejo y entendimiento, tiene un potencial tremendo. Nosotros estamos en un proceso de aprendizaje, conociendo bien nuestro campo. Tenemos resultados que hasta el momento son muy interesantes, pero falta camino por recorrer. Aún tenemos que hilar fino con los manejos y con la interpretación de los diferentes cuarteles, ya que hay una gran variedad de orientaciones, pendientes y diferentes tipos de suelo”, comenta. <br />
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De acuerdo con Rafael Urrejola, producir Sauvignon Blanc es mucho más fácil en el valle, pues representa mucha consistencia en términos cualitativos y es más rentable por sus rendimientos naturales. El Chardonnay, en cambio, produce muy pocos kilos por hectárea y a las viñas no les gusta remar contra la corriente, aunque es tremendamente valiosa para la elaboración de espumantes. Pinot Noir hay poco, pero bueno. Lamentablemente es una cepa muy exigente y cuesta muchísimo vender el vino. Es la principal candidata para los arranques. El Syrah, por último, simplemente le fascina. Cuenta que anoche descorchó una botella de T.H. Syrah y aún siente el vino en su garganta. “Sin duda es de las cepas más interesantes de Leyda por su gran evolución en botella. Los compradores en EE.UU y Europa nos dicen que no quieren Syrah, pero una vez que lo prueban no pueden dejar de comprarlo”, relata.<br />
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VARIANDO A DESPEJADO<br />
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Si bien el Sauvignon Blanc toma la bandera, complementado por el Pinot Noir y en menor medida el Syrah, el futuro para el Valle de San Antonio, pese a las brumas matinales, podría continuar siendo luminoso. “Leyda ha logrado hacerse un espacio en el mundo, pero aún queda mucho por hacer. Este es un rubro que necesita tiempo, adaptación y conocimiento. La irrupción de otros valles costeros es sin duda un desafío, un constante trabajo por buscar la diferenciación, teniendo como foco la calidad. Creo que los vinos del valle de Leyda tienen un gran futuro”, opina Casali.<br />
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“Después de Casablanca, el valle de San Antonio está siendo cada vez más reconocido. Es asociado internacionalmente a clima costero frío con vinos intensos aromáticos y frescos. Creo que San Antonio tiene un gran futuro. Todas las bodegas están haciendo cambios importantes en la búsqueda de vinos más puros y con mayor identidad, con el sello del lugar. Creo que como alguna vez dijo nuestro recordado amigo Alan York, lo mejor de estas tierras esta mostrándose y seguirá haciéndolo hacia el futuro”, complementa Julio Bastías.<br />
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Para Jaime de la Cerda, posicionarse y consolidarse a nivel internacional no es fácil. Toma tiempo y dedicación. Leyda está avanzando poco a poco, como un gran origen de vinos de clima frío de calidad, fuertemente empujado por el Sauvignon Blanc. “Hace algunos años sólo se conocía Casablanca como el valle de calidad chileno para variedades de climas más fríos. Hoy eso claramente ha cambiado: Leyda es percibido y se ha posicionado, a su corta edad, como un valle muy fuerte, en términos de calidad, carácter y aptitud. Hay potencial también en otros nuevos valles costeros, pero Leyda va un paso más adelante. Sin duda, podemos vislumbrar un gran futuro”, afirma.<br />
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“Leyda es el valle costero frío por excelencia en Chile: el más frío si lo comparamos con el sector más fresco de Casablanca, Aconcagua e incluso Colchagua. A nivel internacional, su competencia directa en el Nuevo Mundo es Marlborough en Nueva Zelanda. Pero la principal diferencia y potencial está en nuestros suelos graníticos con cuarzo. En Nueva Zelanda los suelos son más profundos, francos, y con mayor potencial de vigor”, sostiene Gerardo Leal.<br />
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“Puedo hablar por Lo Abarca. En Leyda hay muchos players y todos son relativamente grandes. No sé cuál será la política para llevar sus viñedos, pero quiero imaginar que van a seguir manteniendo su buena calidad. Si aparecen otros valles costeros en Chile, que ojalá suceda, por ningún motivo creo que vaya a mermar el posicionamiento que ya ha ganado San Antonio. Respecto a mis propios vinos de Lo Abarca, me siento muy segura de seguir con la consistencia en calidad que hemos tenido hasta ahora, ya que tenemos un terroir único en el mundo, que hace la diferencia, que entendemos y respetamos”, dice María Luz Marín.<br />
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Por todas estas razones a San Antonio hay que cuidarlo, alejándose lo más posible de los vinos commodities, manteniéndose chicos y haciendo todos los esfuerzos posibles para mantener o elevar sus precios. Para esto es fundamental no sólo lidiar con la falta de agua y el aumento de los costos productivos, sino es imprescindible alinear los esfuerzos enológicos y comerciales. Sólo manteniendo el timón firme San Antonio podrá capear las olas y proyectar su bien ganada fama.<br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-39190092623020809312016-05-25T11:27:00.000-07:002016-06-02T11:33:06.757-07:00Vitivinicultura en el Caribe: Al rescate de los primeros vinos americanos<b>El destino unió a un empresario dominicano y un enólogo chileno para vinificar los primeros vinos provenientes de Ocoa Bay en República Dominicana, reviviendo los sueños viníferos de los primeros conquistadores españoles.</b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjK-DlPoEea75PwLxGZ6TM1UiV4iutcXRFDg0Xm-0YzrkFaHEnW7zF2lLYP7pWm-ZjUZx7ethxPNMSHNXV5sxXB2fFI4dRcPyXTyYpMcbtEJ4wsj3yJzPrnkksyONS3PvEHeuHGOcGn3rs/s1600/f16386af6873579ce0a5b29ce9d6b2830a8a5c04_645_430.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjK-DlPoEea75PwLxGZ6TM1UiV4iutcXRFDg0Xm-0YzrkFaHEnW7zF2lLYP7pWm-ZjUZx7ethxPNMSHNXV5sxXB2fFI4dRcPyXTyYpMcbtEJ4wsj3yJzPrnkksyONS3PvEHeuHGOcGn3rs/s400/f16386af6873579ce0a5b29ce9d6b2830a8a5c04_645_430.jpg" /></a></div><br />
Las primeras vides zarparon al continente americano desde las Islas Canarias a bordo de las carabelas de Colón. El viaje fue tedioso, pero bien irrigado. Como no se puede evangelizar sin vino, esas primeras estacas de Listán Prieto –conocida como País en Chile- se asentaron en las llamadas Antillas Españolas. En la otrora isla Española, actualmente República Dominicana, se produjeron los primeros vinos y habría sido el mismísimo conquistador Hernán Cortés quien cultivó los viñedos durante más de un lustro, hasta que reunió el suficiente valor para lanzarse contra el imperio azteca. <br />
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Pero la vid desapareció del mapa dominicano. Fue remplazada por otros frutales y hortalizas. Hasta que 500 años después un arquitecto y empresario inmobiliario llamado Gabriel Acevedo concibió la loca idea de recobrar el tiempo perdido, de refundar una vitivinicultura incipiente, dudosa, pero colmada de historia y leyendas de armaduras, ristres y estacas en formas de cruces. <br />
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En sus numerosos viajes por el mundo, Acevedo se reunió con productores californianos y europeos, incluso con Aubert de Villaine, propietario del legendario Domaine de la Romanée Conti. El fallo fue unánime. “No, Gabriel, ¿para qué vas a plantar vides? Mejor cultiva coconauts, bananas…”. Después viajó a Suiza y un buen amigo vitivinicultor le dijo: “Gabriel, hazlo. Sigue tus sueños”. Y él los siguió.<br />
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EL ENCUENTRO<br />
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Por esas coincidencias de la vida, Acevedo era amigo de Amable Padilla, ex embajador chileno en República Dominicana, quien le dio una sabia sugerencia. “Tengo un sobrino enólogo de Cauquenes. Él te puede orientar”. Ahí apareció en escena Felipe Zúñiga, hoy propietario de viña San Clemente y otrora responsable de los vinos de la cooperativa Lomas de Cauquenes. <br />
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Según relata el enólogo, su primer encuentro con la vitivinicultura dominicana fue con dos botellas provenientes de la región de Neyba, en el empobrecido límite con Haití, donde se cultiva principalmente la cepa Aramón. “Recuerdo que descorché las botellas y fui honesto en mi comentario. El vino estaba turbio, oxidado, plano, muerto… La foto-respiración de las plantas es altísima y la acidez de las uvas cae muy rápido. La verdad: no le veía mucho futuro”, confiesa. <br />
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En una reunión en Punta Cana, Gabriel le contó su loca idea de una plantación en la bahía de Ocoa, ubicada al sur de Dominicana, en una ladera a escasos 400 metros de la playa. Se trata de un viñedo inserto en un complejo turístico llamado Ocoa Bay que, bajo el concepto de Comunidad de la Vid, los turistas no sólo pueden disfrutar de las atracciones del Caribe, sino además vivir y disfrutar de la cultura del vino. <br />
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Acevedo plantó una tarea de variedades (16 tareas equivalen a una hectárea), entre ellas Colombard, Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Moscato de Hamburgo, Italia, Malvasía, Montepulciano, Alfonso Lavallée, Passerina, Syrah, Rebo, Cannonau di Sardegna, Sauvignon Blanc y Xarel-ló. “Esto es mentira”, pensó Felipe, mientras divisaba los viñedos desde el mar, que caían suavemente sobre la arena. Pero era verdad. Recorrió el viñedo y en una hilera de Colombard se echó un grano a la boca. “Aquí estamos”, pensó. La uva encerraba ricos sabores frutales y una acidez que le permitía trabajar y proyectar el vino hacia lo posible. <br />
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En 2011 fue la primera cosecha. Una cuadrilla de treinta personas cortó la fruta y luego la prensó delicadamente en pañales de guagua. El jugo brotaba prístino y protegido. En un refrigerador gigante vinificaron el mosto en ollas. Y el vino quedó sabroso. Al año siguiente los pañales y las ollas se transformaron en una prensa neumática y cubitas de acero inoxidable. La locura se había transformado en realidad.<br />
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TERROIR CARIBEÑO<br />
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En Neyba es habitual cosechar hasta 4 veces al año, pero Felipe, manejando las parras de Ocoa Bay, decidió bajar a dos cosechas anuales, en junio y enero, escapando de la temporada de los ciclones. “La de invierno es mucho mejor porque la humedad no es tan alta. A diferencia del resto del país, donde la humedad alcanza 90%, en Ocoa Bay es de 57% a 60%. Eso nos permite manejar el vigor de las plantas y concentrarnos en sus frutos”, explica. <br />
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El enólogo hace un secado de las parras muy fuerte, hasta que la planta siente que ya no da más, que la muerte es inminente. “Es bien tétrico”, comenta. Cuando se caen las hojas inmediatamente se poda, alrededor de 3 a 4 meses antes de vendimia. Luego caen las lluvias y la planta resucita como el ave Fénix y comienza nuevamente a crecer como una loca sobre estos ondulados suelos graníticos y calcáreos. <br />
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Felipe trabaja con un agrónomo experto en bananas, pero sus conocimientos en fisiología vegetal le permiten lidiar con los tropicales humores de la vides. Los suelos son muy interesantes y la pluviometría en la bahía no es tan alta como en el resto de la isla. Caen aproximadamente 600 mm anuales, un registro muy similar a los históricos de Cauquenes. <br />
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En este rincón paradisíaco el paisaje es impresionante. Las vides conviven con cactus, quiscos y guayacanes. Estos últimos demoran un siglo en desarrollar sus raíces y tienen su madera tan densa que no flota. “En la vida hay que ser como el guayacán, dicen por aquí”, comenta Felipe, explicando de alguna forma esta osada aventura vitivinícola. <br />
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En los años siguientes se renovaron las cepas Colombard, Tempranillo y un País traído por el mismo enólogo desde Cauquenes. Estas tres cepas conforman hoy el triunvirato de Ocoa Bay y simbolizan el rescate de una vitivinicultura primigenia, fundacional, que hoy se reactualiza gracias al mágico encuentro entre un empresario turístico dominicano y un enólogo cauquenino.<br />
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PRIMER ESPUMANTE DOMINICANO<br />
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Junto con el proyecto de Ocoa Bay, el empresario Gabriel Acevedo está empeñado en levantar la vitivinicultura de Neyba. Esta región limítrofe cuenta con un plan de fomento estatal, la creación de INUVA (Instituto Nacional de la Uva) y una bodega piloto con capacidad para 250 mil litros. Sin embargo, aún es escasa la producción y prácticamente el Estado compra todo el vino para las fiestas de fin de año. “Así la cosa no mejora”, sostiene Felipe Zúñiga, viendo aún lejana la posibilidad de exportar vinos de calidad a Puerto Rico y otros estados. Decidieron adquirir cubas isobáricas para vinificar el primer espumante dominicano: un rosado de País. Un vino que abre una burbujeante perspectiva para Neyba y la vitivinicultura caribeña.<br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-81299801683436695352016-04-12T11:08:00.000-07:002016-06-02T11:34:06.203-07:00El ocaso de los fisiculturistas<b>La producción de vinos más ligeros es una tendencia que cada día gana más adeptos. Pero, ¿se trata de elaborar vinos con menores graduaciones alcohólicas o con un mejor equilibrio entre azúcar y acidez? La discusión está que arde.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtZrYYt5ldWHGYjy94cIYo-LYIK-j-lgcKbRBaZFUAoxW97V8XPGJ7pffGniS4TZiN4EjbVb6M18gjGSa2IStA5eiz1eQdTWg7Gxa0lBnIr1BjFhTJW9FJ0P9qBuQlbnYPMsHSDcmvNtA/s1600/bodybuilder-thinking.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtZrYYt5ldWHGYjy94cIYo-LYIK-j-lgcKbRBaZFUAoxW97V8XPGJ7pffGniS4TZiN4EjbVb6M18gjGSa2IStA5eiz1eQdTWg7Gxa0lBnIr1BjFhTJW9FJ0P9qBuQlbnYPMsHSDcmvNtA/s400/bodybuilder-thinking.jpg" /></a></div><br />
Al aparecer ya no es una moda. Es una tendencia. Los vinos con menores graduaciones alcohólicas, más ligeros y frescos, están en boca de todos. Es un discurso contagioso, quizás políticamente correcto, que se opone a los grandes blockbusters que dominaron la escena mundial a partir de los años 90. <br />
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La pérdida de influencia del crítico norteamericano Robert Parker, quien alentó con sus puntajes los vinos ampulosos, hoy ha dejado espacio a una nueva generación que redescubre los humores más ácidos y una estética más minimalista. Si antes se robaban las cámaras los fisiculturistas, con sus tonos bronceados e impresionantes músculos, ahora la atención está puesta en otro genotipo: cuerpos firmes, claro está, pero más livianos y gráciles. <br />
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“Es una tendencia que llegó para quedarse”, afirma el enólogo Juan Alejandro Jofré, autor de este nuevo concepto llamado “Tintos fríos del año”. “Partió como un fenómeno de nicho, pero se ha ido masificando. La gente pide vinos con alcoholes más bajos y en general productos más saludables”, sostiene.<br />
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Hace 30 años el Cabernet Sauvignon de Maipo apenas sobrepasaba los 12º de alcohol. Sus uvas se cosechaban en marzo, sin mayores miramientos, y entraban todas juntas (y revueltas) a la bodega para alimentar los grandes fudres de raulí. Hoy parece que innovar es reactualizar el pasado, pero agregando nuevas técnicas y conocimientos. <br />
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Sin embargo, a partir de la década del 90, se impuso un estilo y una forma de hacer las cosas donde tuvieron mucho que decir los flying winemakers que justificaban su pega a través de los puntajes de los gurúes de la crítica: vinos maduros, ligera o derechamente dulzones, ultra concentrados y con gran protagonismo de las barricas nuevas. <br />
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Aunque esta tendencia siempre tuvo sus detractores en Chile, debido principalmente a la pérdida de tipicidad de los vinos (una uva sobremadura es una uva sobremadura), la receta se popularizó de norte a sur. Los productores estresaban a morir las parras, esperando hasta bien entrado el otoño para cosechar, y luego vinifican caldos, como dicen los españoles, muy espesos y golosos, producto de las largas maceraciones postfermentativas y las profusas notas de la madera.<br />
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Según Julio Bastías, enólogo de Matetic, actualmente hay mucha gente que está buscando vinos más ligeros y frescos. “La viticultura se está adaptando al cambio climático, aplicando técnicas, cosechando más temprano, buscando más fruta fresca. Ya nadie (o casi nadie) espera un Cabernet Sauvignon hasta fines de abril. Es una locura. La tendencia es hacer vinos que no sobrepasen los 14º de alcohol. No hay vuelta atrás”, sentencia.<br />
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VIDA SANA<br />
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Está tendencia tiene muchísimo que ver con el fenómeno de privilegiar una vida más saludable. Hoy los enólogos no sólo trotan en sus tiempos libres, sino además adaptan sus vinos a esta nueva realidad. Para Andrea León, enóloga de Lapostolle, ha sido un factor fundamental. “El tema de la salud y del consumo responsable, de alguna forma ha empujado la demanda por estos vinos. Sin duda es una tendencia global”, asegura.<br />
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Hace algún tiempo se publicó un estudio del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) que, por medio de resonancias magnéticas, analizó el comportamiento de los consumidores frente a un mismo vino con diferentes niveles de alcohol. Y los resultados, según su director Ram Frost, son concluyentes: “Los vinos con menor contenido alcohólico inducen a una mayor atención cerebral a aspectos como el aroma, el olor o el gusto de los caldos. El experimento muestra que el cerebro obtiene más placer en los vinos con menos alcohol”.<br />
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De acuerdo con Juan Aurelio Muñoz, enólogo de La Ronciere, el consumo de vino está directamente conectado a las sensaciones placenteras. “La gente no puede tomarse toda la botella. No toma para emborracharse, sino para pasar un momento agradable. Me gusta esta tendencia de vinos de 13º de alcohol, frescos, frutosos, que no sean cansadores”, explica.<br />
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TERROIR Y MANEJO<br />
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Hoy existe la tecnología para desalcoholizar vinos. La osmosis inversa es una de ellas ellas. Sin embargo, para Juan Aurelio Muñoz no tiene mucho sentido cuando se quiere elaborar un vino que realmente represente un terroir. <br />
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“Puedes usar técnicas, pero se pierde la magia. No es el camino que quiero”, dice. “Para producir vinos con menores graduaciones hay que encontrar precisamente orígenes más frescos como nuestro viñedos en Idahue, ubicados en la costa curicana. Si cosechas uvas maduras, y luego rebajas alcohol artificialmente, te queda un menjunje que no se entiende: un vino con notas dulces, taninos generalmente verdes y una acidez que no calza con nada”, explica. <br />
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Cristián Aliaga, enólogo de William Fèvre, también destaca la importancia del origen para producir vinos más frescos. Por ejemplo, en sus viñedos en Malleco, una de las zonas más australes de Chile, el umbral de cosecha es muy estrecho, de no más de una semana. En la temporada 2014 se cosechó Sauvignon Blanc y Pinot Noir el 24 y 25 de abril y el resultado fueron vinos de 11,4º. El siguiente año se cortó la fruta exactamente en la misma fecha y los vinos alcanzaron 12,6º. Pese a la diferencias de la temporada, no se puede escapar del terroir. “Nunca van a ser vinos golosos, sobrecocidos. No puedo cosechar en Colchagua con esos parámetros. Si quieres vinos con alcoholes bajos, simplemente cámbiate de zona”, explica.<br />
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Pero también la importancia de los manejos vitícolas son vitales para obtener vinos más livianos y frescos. Para el enólogo de Matetic el secreto es predecir mejor la temporada y realizar un manejo razonable de estrés. “Hay que ocultar mejor la fruta y regar cuando es necesario. Las parras felices funcionan mejor. Por otro lado, la viticultura biológica te permite tener el suelo más aireado, vivo, con más disponibilidad de agua. Esto es fundamental en condiciones como la nuestra en el secano costero de San Antonio, donde no tienes disponibilidad de agua. Con un viñedo equilibrado te cuesta menos hacer vino. En general tienen una expresión más natural y un mejor balance”, sostiene.<br />
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Para Julio Bastías, el manejo convencional ha matado las plantas, como ha pasado en valles como Maipo o Casablanca. “Todo este discurso es vacío si las plantas están enfermas. En Maule, por ejemplo, quizás por falta de recursos y sin saberlo, han practicado desde siempre una viticultura orgánica. Y ahí están las plantas después de cientos de años, más vivas que nunca y produciendo sus uvas año tras año bajo condiciones muy difíciles. Es una tapa boca para toda la viticultura convencional”, sentencia.<br />
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En zonas más cálidas, como es el caso de Colchagua, también se pueden hacer vinos con alcoholes más razonables. Para Rodrigo Romero, enólogo de Maquis, es un mito que el ciclo de la vid debe durar 60 días después de pinta. Es perfectamente posible acortar los tiempos para lograr vinos frescos, pero al mismo tiempo con una buena madurez fenólica.<br />
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“Un vino ícono como Franco (Cabernet Franc) se cosecha en la segunda semana de marzo. En la arcilla sobre roca de Maquis el viñedo se estresa de forma muy natural. No hay problema. En Marchigüe, en una viña sobre lomaje, tenemos suelos más restrictivos y regulamos a través del riego. El verdor se puede ir muy temprano. De pinta a cosecha no pasan más de 30 días. No tienes que esperar tanto”, explica.<br />
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Además explica que el trabajo en bodega es muy relevante, pues con Franco realiza fermentaciones a 21º, súper gentiles, con movimientos sólo una vez por día. “La idea es extraer lo menos posible y que el vino se vaya haciendo en forma lenta y muy natural, casi como si fuera un Pinot Noir”, explica.<br />
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CUESTIÓN DE BALANCE<br />
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Pero no para todos es un tema prioritario elaborar vinos con bajas graduaciones. El asunto no está zanjado. Para Sven Bruchfeld, enólogo y socio de Polkura, no es una tendencia que llegó para quedarse, sino una más de las vueltas que protagoniza el mercado vitivinícola. “En los 20 años que llevo en la industria no hay nada definitivo. Todo es cíclico. Me imagino que finalmente esta demanda por vinos menos alcohólicos se va a equilibrar para quedarse en un punto medio”, sostiene. <br />
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Según el enólogo, se seguirán produciendo vinos con alcoholes altos, pero con un pequeño gran detalle: sin sobremadurez. Los vinos con alcoholes potenciales de 16º ó 17º, que son rebajados de diferentes formas, entre ellas la osmosis inversa, quedaron atrás para siempre. “Si me tomo un vino como los que hacían hace 10 años me muero de lata. Hoy no llegarían ni a los 90 puntos. Por ahí no va la micro”, sostiene.<br />
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En la misma línea opina Rodrigo Romero. “No tengo problemas con los vinos alcohólicos tampoco. Es un tema de balance. Nosotros no buscamos alcohol bajo, sino equilibrio, que la estructura esté dada por los taninos y la acidez. El bajo alcohol es una consecuencia de todo eso”, explica. “En Chile es un pecado hacer vinos verdes. No lo quiero caricaturizar, pero antes esperábamos hasta el 20 de mayo para cosechar. Ahora el que cosecha el 20 de marzo es el más choro. Pero, ¡cuidado! Las pirazinas pueden ser de terror”, agrega Cristián Aliaga.<br />
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Precisamente la principal preocupación con este estilo de vinos es la madurez fenólica. Sven Bruchfeld afirma que la producción de vinos livianos y frescos es positiva, pero los taninos son chúcaros para vinos comerciales (no para los vinos de nicho que tienen otra lógica). Dice que no todos saben manejar los taninos y duda si el mercado está preparado para entender esos vinos. Incluso pueden no ser sostenibles en el largo plazo, salvo en mercados muy específicos. <br />
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“A mí me gusta un vino de cuerpo, pero no alcoholizado. Es el estilo de la casa, sin sabores sobremaduros, sin sobreextracciones, y con una acidez que equilibre los componentes. No le tengo miedo a los 14,5º o más. No tengo ningún problema con eso. Hay muchos vinos con altas graduaciones, como los Madeira, que son equilibrados y frescos. Estoy siempre en un aburrido centro y lo peor es que estoy solo. Todos se están yendo a los extremos”, se ríe.<br />
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En la misma dirección apunta Andrea León. “No es tan relevante el tema del alcohol. He presentado a periodistas vinos con “n” alcohol y pasan bien. Además no podemos escapar de la historia. Tenemos vinos como el Carignan del secano del Maule con altas graduaciones, pero con un equilibrio exquisito. O bien, los vinos de Elqui (la enóloga embotella un Mourvédre de Alcohuaz en su línea Collection). Esos vinos son parte de una historia. Pueden tener 15, 5º de alcohol y pHs bajísimos de 3,2. Y los vinos se sienten frescos”, explica.<br />
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DEBATE FINAL<br />
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Sergio Hormazábal, enólogo de Ventisquero, no está muy convencido que la demanda de vinos con menos graduaciones alcohólicas se esté imponiendo, incluso en mercados que supuestamente han empujado este estilo a través de sus críticos y periodistas. “Hace tres meses que estoy a cargo del mercado de Reino Unido y negociar con los ingleses es durísimo. Piden una calidad extraordinaria, un precio bajísimo y todos los papeles del mundo. Te piden hasta el certificado de Green Peace”, dice con humor.<br />
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Por otro lado, asegura que la demanda por un supuesto estilo más fresco, seco (serio, si se quiere), es un mito y se contrapone a lo que sostienen, casi majaderamente, buena parte de la crítica. Ellos jamás lo van a reconocer, pero el vino que rota, el vino de volumen, tiene un mayor nivel de azúcar. Son vinos dulces, sin taninos, sin aristas, demasiado “descafeinados”. Y lo más curioso de todo: con madera. Es lo que pasa en las grandes cadenas, como Tesco, Sainsbury’s o Majestic. Te dicen “me gusta el Chardonnay, pero ponle maderita”. Y yo me pregunto si le estoy vendiendo a los gringos o a los ingleses. Realmente estoy impactado”, relata.<br />
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Ahora, en la alta gama, es una historia muy diferente. En las líneas superiores Ventisquero se ha jugado por las especies, la frescura y la madera usada en forma súper racional. “Nos hemos posicionado en ese nicho y no nos vamos a mover. Es un sello de nuestra viña. El alcohol es lo que menos me preocupa. Es lo mismo que estoy haciendo hace 8 años: Rosé con 12º, Sauvignon Blanc con 12,5º y Chardonnay con 13º. Nadie me pide un Sauvignon Blanc de 11º”, dice. <br />
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Es que precisamente ahí parece estar la clave. Según Juan Aurelio Muñoz, los vinos de alta graduación alcohólica también tienen su nicho. “El error que se comete es obedecer siempre a las variadas tendencias de los mercados y no desarrollar un estilo propio. Cada viña debe tener su propia identidad. Un concepto que identifique a la bodega. El objetivo es que los críticos y consumidores puedan entender lo que hay detrás de cada proyecto”, explica.<br />
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Para Juan Alejandro Jofré, es una tontera hacer vinos bajos en alcohol. “No tiene que ver con el número, sino con el equilibrio. Y a mí me gusta más un equilibrio más ácido que dulce. Eso es lo que intento reflejar en todos mis vinos, sin importar si vienen de un lugar más cálido como Curicó o más fresco, como su nuevo Sauvignon Blanc / Sauvignonasse de Los Queñes. “Ya no me acuerdo cómo se hacen esos vinos de los 90. Ni siquiera puedo tomarlos. Ya no hay vuelta atrás”, asegura.<br />
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Según explica, hay consumidores que aprecian mucho la facilidad para beber estos vinos más ligeros y frescos. Otros hay que explicárselos un poco más, pues todavía asocian el alcohol y la madera con calidad. “Lo que hago es adaptar el lugar a lo que yo quiero hacer y no imitar lo que hacen los vecinos. Sin ser soberbio, lamentablemente hay muchos enólogos haciendo Coca Cola porque tienen que respetar las reglas de la compañía donde trabajan. Pero el máximo orgullo es que te reconozcan por un cierto estilo. En el caso de un pequeño productor como yo, no es un gusto que me doy. Es una obligación”, concluye.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJeOa36PZHv1r5NryIxFa8wbxVnffHNVRIsEqxKG-Cos5eIBJddARIVcxwylFZh5xSKYyueReAnT4Ly6HNxUcLx5fbkCc2pUX-aFInCJnfKwmw2S-t7QkWwnw2qxmxHvpcvcRhTdWmhVg/s1600/image3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJeOa36PZHv1r5NryIxFa8wbxVnffHNVRIsEqxKG-Cos5eIBJddARIVcxwylFZh5xSKYyueReAnT4Ly6HNxUcLx5fbkCc2pUX-aFInCJnfKwmw2S-t7QkWwnw2qxmxHvpcvcRhTdWmhVg/s400/image3.jpg" /></a></div><br />
El enólogo Felipe Ramírez creció en la calle Las Luciérnagas en Santiago. Esa vida de barrio, donde los niños jugaban con asfalto y tierra en lugar de joysticks y pantallas planas, aún sobrevuela en su memoria y la embotella en una mezcla de cepas y emociones. Su padre entomólogo llegaba en las tardes con una bolsa de bichos vivos. Su madre se espantaba. Pero Felipe se divertía. Y grabó en su memoria esos insectos luminosos, el nombre de la calle y cuando la vida quizás era más simple, austera y asombrosa.<br />
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“Las Luciérnagas nació de la inquietud que tenemos los enólogos de la industria para expresarte y hacer algo más personal, que implique tu familia y conectándolo con el terroir”, explica.<br />
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Felipe es el primero de la familia que se dedica al vino y este proyecto busca aportar y dejar algo a las nuevas generaciones. Al enólogo le llama la atención cuando los viñateros hablan de su historia, de los abuelos y bisabuelos que plantaron las primeras estacas. Junto a su esposa Cinthia, decidieron partir con Las Luciérnagas en 2013, el mismo año en que nació Nicanor, su primer hijo y el heredero de esta novel tradición. <br />
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Este primer vino nace en el secano maulino, en un sinuoso campo de Melozal. Es una mezcla mediterránea de Carignan, Grenache y Syrah que ilumina los sentidos con sus notas de violetas, guindas ácidas, hongos silvestres y hojas de tomillo. Esas tierras de rulo y esos cepajes no fueron elegidos por casualidad. El enólogo perfeccionó sus conocimientos en Montpellier y simplemente quedó enamorado de los vinos de Languedoc-Roussillon.<br />
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“En ese tiempo no tenía un peso y como estudiante iba con mi botellón de 5 litros a comprar vinos a las bodegas. Allá es súper común que te vendan Grenache o Mourvédre a granel. Era un vino exquisito y con eso me alcanzaba para toda la semana. Volví con ese recuerdo. Por eso hacer vinos en Maule nace de forma súper natural y me hace muchísimo sentido”, sostiene.<br />
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Hoy tiene en bodega las cosechas 2013, 2014 y 2015 de Las Luciérnagas, además de un vino fortificado tipo Porto llamado Pequeño Saltamontes que vinifica año por medio. La idea en las próximas temporadas es llegar a una producción de 3 mil botellas de Las Luciérnagas y agregar un Semillón y un País. El enólogo realizó un estudio sobre la cepa fundacional chilena y la ha vinificado de todas las formas posibles y espera muy pronto sorprender con su propuesta.<br />
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Las Luciérnagas es un proyecto que reactualiza la nostalgia, apuntando al futuro sin prisa, pensando en los hijos y nietos de Nicanor. <br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-85723626832152602542016-02-06T11:18:00.000-08:002016-06-02T11:19:38.684-07:0015 revelaciones de 2015<b>Nuevos proyectos, nuevas mezclas, nuevos orígenes, nuevas cosechas. Estos son los vinos que refrescaron y sacudieron nuestro paladar.</b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLCVkGpLEJEJx9B7t4s4bNelG-zC1KI80ArGd28zyyVQGavPEkTwYYPYWGoa8BJkDKcOX73R-G0OVGaMAlLXUbxMf3DP3YSfSBGAnvgLfqAHcKcAHtoOQVTYtEbFpcfNAp3tXjJGjePUo/s1600/images.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLCVkGpLEJEJx9B7t4s4bNelG-zC1KI80ArGd28zyyVQGavPEkTwYYPYWGoa8BJkDKcOX73R-G0OVGaMAlLXUbxMf3DP3YSfSBGAnvgLfqAHcKcAHtoOQVTYtEbFpcfNAp3tXjJGjePUo/s1600/images.jpg" /></a></div><br />
El país vitivinícola crece. Es más alto, pero también más ancho. En las última década se ha producido una verdadera revolución con nuevas plantaciones en altura, en el borde costero, en el sur profundo; con el rescate de cepajes y valles olvidados por la historia, que hoy contemplan el paisaje con un renovado optimismo; con la irrupción de proyectos familiares o a escala humana; con verdaderos vinos de origen, naturales, innovadores; con un carácter e identidad que aporta al fortalecimiento de la imagen del sector en los mercados internacionales.<br />
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Es como una olla en ebullición, aún algo desagregada, quizás inorgánica, pero que refresca y diversifica el panorama vitivinícola.<br />
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Después de haber catado más de mil vinos durante 2015, hemos realizado una selección de aquellos que reflejan este nuevo espíritu, muchos de ellos primeras cosechas de promisorios proyectos o clásicos que se reinventan para reverdecer sus laureles. Estos vinos representan distintos cepajes y orígenes, pero tienen algo en común: intentan escapar del status quo, de escalar nuevos peldaños cualitativos, de profundizar en un estilo propio y coherente en el tiempo.<br />
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<b>Brutall Juan Rosales Cinsault</b><br />
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Este espumante no sólo rescata una cepa rústica y menospreciada, proveniente de un valle fundacional como Itata, sino además pone en valor la asociatividad como un camino imprescindible para los pequeños productores. Perteneciente al colectivo Centinelas del Itata Profundo, que reúne una veintena de representantes de la vitivinicultura familiar campesina, este vino elaborado con el método tradicional conquista con sus notas de frutillas y copihues rojos. <br />
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<b>Calyptra Gran Reserva Sauvignon Blanc 2012<br />
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Definitivamente rompe los moldes. Trepa la cordillera para reivindicar Los Andes (Coya, Cachapoal) como un gran terroir para vinos blancos y demuestra que el Sauvignon Blanc sí puede envejecer con dignidad, alcanzando mayores alturas y complejidades. Estuvo 18 meses en barricas y es un vino inmenso, colmado de capas aromáticas y con un insospechado potencial de guarda. Perfectamente se puede descorchar en cinco años más y continuará teniendo ese carácter firme y vibrante. <br />
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<b>El Pellín Vino Blanco de la Zona 2014</b><br />
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Causó una gran impresión en el jurado del pasado Six Nations Wine Challenge en Sydney y no muchos de ellos eran fans de los vinos naturales. Es que esta mezcla de Chardonnay y Pinot Blanc osornina rompe con las etiquetas y convenciones. Impresiona por su textura sedosa y la mineralidad que regalan esos suelos de toba volcánica. Es un blanco atípico, pero no demasiado difícil de comprender. Seduce al primer sorbo.<br />
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<b>Trabún Syrah 2009</b><br />
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Es uno de esos Syrah que no dejan indiferentes a nadie. Coquetea con sus notas de murta y hierbas, pero en boca definitivamente consuma la relación con los consumidores. Es un vino lleno de quiebres y sutilezas, con una boca profunda, eléctrica y salina. Algunos lo llaman elegancia. Prefiero decir que es un vino con carácter, equilibrado, que refleja muy bien su origen en Cachapoal, pero con un toque muy distintivo. <br />
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<b>Ventisquero Herú Pinot Noir 2013</b><br />
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Refleja la voluntad de ir creciendo con esta cepa y llevarla más allá en un segmento donde abundan los vinos de buena relación precio / calidad. Después de cinco entregas, este Pinot Noir, que nace en una ladera granítica de Casablanca, emociona con sus notas de frambuesa, sal marina, yodo y hierba fresca. Es la mejor cosecha de Herú. Un Pinot Noir de fuste, fino y equilibrado, pero por sobre todo con una personalidad atractiva. <br />
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J.A. Jofré Tempranillo / Cariñena / Carmenère 2014</b><br />
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No sé si este vino adhiere a la filosofía de Vinos Fríos del Año, como reza el proyecto del enólogo Juan Alejandro Jofré, pero sí impresiona por el atrevimiento de sus componentes y por la vibrante acidez que caracteriza sus propuestas. Con notas de frutos silvestres, flores y especias dulces, es una mezcla portentosa y equilibrada, donde el Carmenère abrocha muy bien las cepas mediterráneas, suavizando sus ángulos, esculpiendo un tinto firme pero locuaz. <br />
<b><br />
Aresti Trisquel Series Altitud Merlot 2014</b><br />
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No hay demasiados Merlot que vuelen la cabeza. Ni muchos curicanos que huyan de la depresión intermedia. Pero este vino se pone los bototos y sube a 1.245 metros de altura. Es un vino con un alcohol considerable, pero que impresiona y desconcierta con sus excéntricas notas de flores silvestres, frutillas, comino y eneldo. Es vino un andino de tomo y lomo, que rompe la monotonía del segmento, que lleva los tintos de Curicó a nuevas alturas. <br />
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<b>Tartufo Malbec 2013</b><br />
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Proviene de un viñedo que probablemente sobrepasa los dos siglos de edad. ¡Todo un hallazgo en San Rosendo! Esta interpretación de Viñas Inéditas refleja la sabiduría de estas parras, la templanza y profundidad que sólo dan los años. Con notas de cassis y grosellas negras, mucho toffee y una bocanada de humo, este vino transita por el paladar con personalidad y dulzura, dejándonos el recuerdo de una saga que recién comienza a mostrar sus mejores frutos. <br />
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<b>Matetic EQ Syrah 201</b>2<br />
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Fue el pionero en producir Syrah costeros o de clima frío, provocando debate y controversia entre los enólogos. Pero este estilo logró imponer sus términos. Hoy es una categoría que suma cada vez más adeptos en Casablanca, San Antonio, Leyda, Aconcagua Costa, Limarí y Elqui. Con esta cosecha, EQ demuestra toda su vigencia y poder de seducción de sus violetas, moras silvestres, hojas de laurel y pimienta negra. <br />
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<b>Garage Wine Co Lot 47 Carignan 2013</b><br />
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No sólo interpreta con fidelidad el carácter del secano maulino, de esas viejas parras de Carignan que superaron los vaivenes del mercado, sino que profundiza aún más en su origen. Proveniente de Truquilemu (Sauzal), este vino es un delicioso cóctel de flores, guindas ácidas y hierbas silvestres. Con el nombre de su viñedo bien puesto en la etiqueta, no sólo reivindica una cepa, sino además el esfuerzo del campesino que con muchísimo esfuerzo ha mantenido la tradición familiar del cultivo de las vides. <br />
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<b>Caballo Loco Nº1</b><br />
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Ya desde el ritual del descorche es una aventura. Y cuando se decanta comienzan a irrumpir sus atractivos y complejos aromas. Después de tres lustros, esta misteriosa mezcla de Sagrada Familia conserva intacta toda su chispa y profundidad de sabores. No sólo es un vino que innova en términos enológicos y de marketing, preservando en la mezcla siempre la mitad de la cosecha anterior, sino además emociona con sus notas de guindas y ciruelas, granos de café y canela, historias y enigmas aún por descubrir. <br />
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Terco País 2015</b><br />
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Aunque aún se paga una miseria por sus uvas, la País levanta su cabeza y desafía con orgullo el horizonte. Terco, como su nombre lo indica, es un ejemplo de los campesinos que rescatan y ponen en valor esta cepa que ha sido menospreciada durante siglos. Sebastián Sánchez, hijo de unos productores tradicionales de pipeño, embotella por primera vez este País del humedal de las Ciénagas del Name (Cauquenes) que nos devuelve el alma al cuerpo con sus delicadas notas de frutillas y flores. <br />
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Las Luciérnagas 2013</b><br />
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Es el primer vino del proyecto familiar de enólogo Felipe Ramírez. “Otra mezcla mediterránea más”, pensé cuando lo descorché. Pero Las Luciérnagas ilumina la escena y agrega nuevas tonalidades a uno de los segmentos con mayor crecimiento en el último año. Con esta mezcla de Grenache, Carignan y Syrah (Melozal), este vino proyecta notas de violetas, dihueñes y hojas de tomillo. Un extraordinario debut para un nuevo representante del secano interior. <br />
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De Martino Viejas Tinajas Muscat 2014</b><br />
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No es fácil vinificar en tinaja. Tampoco conseguirlas. Pero este vino rescata esta preciosa tradición (aún no estoy seguro si los antiguos fermentaban en greda o sólo la utilizaban como recipiente) y la reactualiza con inusitados niveles cualitativos. Este Moscatel del Itata sorprende con su color dorado y exquisitas notas de flores blancas, damascos, pasas rubias, heno y tierra húmeda. Es la mejor versión de un vino que ya pinta para clásico.<br />
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Polkura Secano Syrah / Grenache 2013</b><br />
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Cuando lo degusté aún no tenía una etiqueta definitiva, pero qué más da. Este representante de Marchigüe me doblegó desde el primer sorbo con su carácter firme, elocuente y divertido. Es un vino maduro y voluptuoso, pero al mismo tiempo jugoso y especiado. No sólo demuestra que en el valle colchagüino las mezclas mediterráneas llegaron para quedarse, sino además que se puede practicar una más ecológica viticultura de secano. <br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-21136192525556273732016-01-02T11:00:00.000-08:002016-06-02T11:01:14.689-07:00Pulso: El latido de la naturaleza<b>Este proyecto nació en 2013 con una mezcla tinta en base de Malbec. Un vino purista, delicado y complejo, que refleja el terroir de Colchagua Costa, luciendo el lado más floral de esta cepa.</b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtDL5SppbBCSVXK8sHtsXHlrGOIEC3-9JdoD89Rewv_fBoS1eZyuKXXqtImliTufjIir18LpezJKdjIABopwEe3de1-f2egCb8EYYoYDKk02wspGe1Ak3WO4xBcAUKSy-izIZoPZFBmcA/s1600/pulse-nature-6-728.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtDL5SppbBCSVXK8sHtsXHlrGOIEC3-9JdoD89Rewv_fBoS1eZyuKXXqtImliTufjIir18LpezJKdjIABopwEe3de1-f2egCb8EYYoYDKk02wspGe1Ak3WO4xBcAUKSy-izIZoPZFBmcA/s400/pulse-nature-6-728.jpg" /></a></div><br />
Ximena Pacheco siempre tuvo la inquietud de hacer sus propios vinos, pero la idea comenzó a cobrar fuerza cuando trabajaba como enóloga en Hungría, codo a codo con el asesor internacional Paul Hobbes. Allí, entre Villány y Tokaj, este sueño se fue materializando en su cabeza, hasta que en diciembre de 2012, luego de dejar la bodega de Viña Casablanca, dio el paso decisivo vinificando una partida de uvas de Lolol.<br />
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Así nació Pulso, una mezcla tinta en base de Malbec, con pequeños aportes de Merlot y Cabernet Sauvignon. “En 2013 vinifiqué Malbec de la zona y me encantó la expresión de la fruta. No parecía Colchagua. Tenía esa mezcla de flores y fruta roja que lo hace tan especial”, explica la enóloga.<br />
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Ximena cuenta con tres socios, quienes son los dueños del campo de 385 hectáreas, donde existen 50 de viñas, 20 de ciruelos y 2 centeneras de ovejas que recorren el paisaje y vigilan las producciones. “Mis socios han sido muy respetuosos de mi trabajo y me han dejado hacer, desde la concepción del vino hasta todo el tema de la imagen y comercialización”, sostiene.<br />
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La cosecha 2013 fue vinificada en Viña Lafquén, pero a partir de este año toda la producción se trasladó a la bodega de Viña Odjfell, que ha abierto un espacio a pequeños proyectos que comparten la pasión por hacer vinos a pequeña escala. “Me encanta trabajar en equipo y eso echaba de menos cuando me fui a trabajar a Casablanca”, explica. <br />
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Esta mezcla tinta, que busca seducir con su carácter floral, frescura, delicadeza y complejidad, nace en los suelos franco-arenosos de un viñedo recostado a los pies de una loma granítica. Allí por las tardes se cuela el viento de la costa y refresca los racimos, permitiendo cosechar uvas con una excelente relación azúcar / acidez y cuyos vinos no sobrepasan los 14º de alcohol.<br />
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Las uvas son cortadas muy temprano en la temporada (el 14 de marzo en 2013) y luego vinificadas mediante tres diferentes procesos para hacer un vino más complejo y multidimensional: una primera fracción va directo a bins y los innovadores huevos Apollo (elaborados con un material poroso de polímeros que permite cierto grado de microoxigenación); otra fracción recibe un 30% de escobajos para ganar en estructura y resaltar las notas herbales: y una última fracción, compuesta de granos enteros, van a barricas viejas para destacar su carácter frutal.<br />
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Ximena no cree en la fermentación en frío, pues prefiere evitar el gasto de energía en refrigeración. Además utiliza sólo levaduras nativas en el proceso de fermentación. Su objetivo es lograr un vino que destaque por su pureza y que muestre sin interferencias las características del terroir de Lolol.<br />
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La enóloga afirma que, además del Malbec, la calidad del Cabernet Franc y Merlot es sobresaliente, por lo tanto ya está diseñando una nueva mezcla correspondiente a la cosecha 2014. Aún no tiene un nombre definido. Sólo adelanta que sus uvas fueron cosechadas el 4 de marzo, cuando muchos colegas volvían de vacaciones en guayabera. “Estamos definiendo una marca paraguas. A diferencia de otros proyectos, éste ha sido súper intuitivo. Tenía este vino en mi cabeza. Lo envasé y no tenía ni etiqueta ni nombre”, explica.<br />
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La producción de Pulso 2013 es de 3.500 botellas, pero el proyecto tiene contemplado llegar a 2 mil cajas en los próximos cinco años a un precio de $ 21.900 por botella. Mientras tanto, este primer vino podría comenzar a venderse en Estados Unidos en los próximos meses y ya está presente en algunos restaurantes emblemáticos de nuestros país, como Espíritu Santo de Valparaíso y los santiaguinos Ambrosía y Barrica 94. <br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-86056403292694520042015-12-31T10:49:00.000-08:002016-06-02T10:50:19.661-07:00Carmenère: Verde que no te quiere verde<b>Ha costado, es cierto, pero ya la conocemos mejor. A continuación, la visión de dos expertos que han aprendido a lidiar con sus emblemáticas pirazinas. </b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJfkPJZ3KBYYgMu8fDVUHu8LUX25ZeSg_aDY-HMZGv8GvvDhGjA4GisE4Iubvpbsd4QvIz5NEZl2yshDjAQaAF9ORZvPzwtv2hP7wa6OSmoOuYTqbvZ6uUS9qxz5pl_fO2tt4joEdhzd8/s1600/Green-Leaf-12.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJfkPJZ3KBYYgMu8fDVUHu8LUX25ZeSg_aDY-HMZGv8GvvDhGjA4GisE4Iubvpbsd4QvIz5NEZl2yshDjAQaAF9ORZvPzwtv2hP7wa6OSmoOuYTqbvZ6uUS9qxz5pl_fO2tt4joEdhzd8/s400/Green-Leaf-12.jpg" /></a></div><br />
Desde su redescubrimiento (o reinvención, como señala el profesor Philippo Pszczólkowski), la Carmenère ha protagonizado una saga marcada por la bipolaridad. Asombro, desconfianza, algarabía e indiferencia, son sólo algunos de los sentimientos que ha provocado esta cepa en los últimos cuatro lustros. Los viticultores aún tratan de comprender sus caprichos, de aplacar sus verdores, de conquistar a los consumidores con su textura suave y poder femenino.<br />
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En sus primeros años de vida pública provocó más de alguna reacción histérica. Algunos viñateros pensaban que terminaría matando el Merlot, que durante la década de los 90 se vendía como pan caliente (más tarde quedaría demostrado que el Merlot no necesitaría asesino alguno). Luego fue capaz de generar una fuerte ola de entusiasmo. Muchos imaginaron que se convertiría en la gran bandera chilena: la solución a los problemas de identidad de nuestra vitivinicultura. <br />
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Michael Cox, el recordado director de Wines of Chile UK, desde un principio llamó a la calma. ¡A poner paños fríos! No le gustaba llamar bandera a la Carmenère. Para el británico era una firma distintiva, una exclusividad de nuestros campos, que debía jugar roles más bien secundarios, detrás de la verdadera estrella llamada Cabernet Sauvignon.<br />
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Finalmente esta ola de entusiasmo se transformó en una dolorosa escisión del Merlot, en miles de nuevas hectáreas (muchas veces en lugares inadecuados), en millones de litros exportados a muy bajo precio que hicieron un flaco favor a la incipiente reputación de esta cepa. Claro, entonces no se sabía cómo tratarla. Los viticultores cosechaban sus uvas muy temprano, despertando el incontrarrestable poder de sus pirazinas. <br />
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A mediados del nuevo milenio, los viticultores pensaban que habían logrado comprenderla. La receta era cosechar bien entrado el otoño, a finales de mayo e incluso en junio en las temporadas secas. Una peculiar receta viajaba de boca en boca a lo largo y ancho de los valles: estresar las plantas y deshojar sin contemplaciones, dejando la parra completamente desnuda algunas semanas antes de cortar sus racimos.<br />
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Esta práctica vitícola se tradujo en vinos sobremaduros, que en lugar de mostrar con orgullo su carácter varietal, lo escondían con aromas confitados, altas graduaciones alcohólicas y una madera dulce que muchas veces hacía cortocircuito con sus notas especiadas. Algunos vinos sabían como remedio, pero sin duda no era el remedio más adecuado para reducir los cambiantes estados de ánimo de la Carmenère.<br />
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VESTIDA ES MEJOR<br />
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Aunque el entusiasmo por esta cepa ha decaído en los últimos años, los viticultores y los centros de investigación de las universidades continúan sus esfuerzos por comprenderla. Las viejas recetas parecen haber quedado en el pasado y hoy asoma una nueva generación de vinos con una entretenida y equilibrada personalidad. “Se acabaron los tiempos en que las parras quedaban cogote de gallina”, dice con humor Rodrigo Barría, subgerente agrícola de Montes.<br />
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Después de muchos ensayos, el viticultor concluye que la mejor forma de manejar sus pirazinas es buscando una buena iluminación desde el principio de la formación de las parras. La idea es dejar que penetre luz indirecta, evitando los golpes de sol en las uvas, pero al mismo permitiendo que los verdores se vayan poco a poco aplacando. <br />
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Al contrario de lo que se solía hacer, el viticultor señala que los deshojes son una práctica cada vez más escasa. “Hoy deshojamos sólo las zonas que pueden ser más verdes. En Apalta casi no se deshoja y en Marchigüe sólo las orientaciones Este-Oeste, donde pega el sol de la mañana. Más al Maule o en zonas más frescas puedes hacerlo con mayor intensidad, pero siempre buscando un buen equilibrio hoja-racimo”, sostiene.<br />
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Para eso utiliza un sistema de conducción semi abierto con una sola enreja y cargadores en lugar de pitones. Pero se tiene que chapodar la viña. Si no se hace, la estructura tiende a caerse hacia un lado. Es un sistema que anda muy bien, pues permite tener el racimo más iluminado que una espaldera tradicional.<br />
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BAJANDO LOS HUMOS<br />
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Yerko Moreno, director del Centro Tecnológico de la Vid y el Vino de la Universidad de Talca (CTVV), sostiene que la clave ha sido controlar su excesivo vigor. Los mejores Carmenère andan bien en suelos profundos, pero con buen drenaje. Así se practica una viticultura menos dependiente del riego. Las viñas salen de la primavera con muy poca agua en el suelo y el objetivo es lograr que el potencial de pirazinas sea menor desde la partida.<br />
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“El secreto de un Carmenère de alta gama como Microterroir de Los Lingues (uno de los íconos de esta cepa producido por Casa Silva) ha sido encontrar los sectores donde el Carmenère se equilibra naturalmente. Su viñedo está plantado en condiciones de suelos profundos, pero no retenedores de agua. Estos se chapodan una vez en la temporada y se mantienen las hojas verdes hasta casi el final de la temporada. Recién cosechamos cuando las hojas comienzan a ponerse rojas”, señala el investigador y asesor vitícola. <br />
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Rodrigo Barría, por su parte, opina que en suelos con napa también se puede dar bien esta variedad. La napa mata las raíces y desvigoriza la planta. “Como la cepa tiene buen color y estructura, no requiere de suelos tan restrictivos como el Cabernet Sauvignon. La raíz del Carmenère es bastante extractiva”, explica.<br />
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Montes tiene plantado Carmenère en las laderas de Apalta, en un suelo con más materia orgánica, donde el Syrah andaba muy mal. ¡Se disparaba! Según el viticultor, los primeros años hubo mucho vigor y pirazinas, pero hoy han logrado vinificar un súper buen vino. En Marchigüe, por otro lado, el mejor Carmenère está en suelos graníticos, en lo que se conoce como maicillo. Ahí se da muy bien, pero también funciona en suelos rojos arcillosos. En realidad es una cepa bastante plástica.<br />
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DERRIBANDO MITOS<br />
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La Carmenère es una variedad vigorosa, con yemas en la base de sus sarmientos de escasa fertilidad. Su entrada en producción es lenta. En condiciones de climas fríos o en suelos demasiado restrictivos, se muestra muy sensible a la corredura de sus racimos, afectando considerablemente su capacidad productiva. “Si el suelo es deficitario conviene hacer aplicaciones de boro y zinc antes de flor para lograr una buena cuaja”, afirma Barría.<br />
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Sin embargo, según el director del CTVV, las últimas investigaciones han comprobado que los déficits de boro y zinc no son los principales culpables de sus problemas de cuaja. Más bien se trataría de una malformación floral. “Estudiamos ese tema y concluimos que se trataba de una característica genética. Un grano de polen deforme no germina, por lo tanto hay que aplicar hormonas que estimulen su crecimiento”, señala.<br />
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Además de cultivos entre hileras para bajar el vigor y estimulantes para mejorar la cuaja, el uso de portainjertos también tiene un efecto positivo en la producción. De acuerdo con el investigador, los replantes se están haciendo con portainjertos y ha mejorado mucho el comportamiento de la cepa. Con el portainjerto 101-14 los procesos se apuran y el vigor es más controlado. Con el 110-Richter, por otra parte, mejora la cuaja, siempre y cuando no se utilice en suelos demasiado fértiles. “Tenemos harto que aprender. Todavía no contamos con un conocimiento prístino de la combinación perfecta”, admite.<br />
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En este sentido, el CTVV y Casa Silva llevan 15 años trabajando en el proyecto Microterroir y hoy salen a la luz nuevos antecedentes que podrían marcar un antes y después en el cultivo de esta variedad. En dicho proyecto analizaron más de 40 clones de Carmenère y finalmente seleccionaron dos con excelentes aptitudes agronómicas. “Ahora tenemos que multiplicarlos y plantarlos en otros lugares”, anuncia el académico. <br />
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Moreno sostiene que se ha derribado un mito. La variabilidad genética no es tal. Son mucho más relevantes los suelos y condiciones climáticas donde la cepa es plantada. Un clima como Los Lingues, con altas temperaturas estivales, pero con un viento cordillerano que refresca las parras cuando más lo necesitan, son ideales para producir vinos maduros, pero con una excelente relación azúcar / acidez.<br />
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Tal vez el punto de cosecha de la Carmenère es el ámbito que aún despierta las mayores controversias. Según Rodrigo Barría, sigue siendo la última cepa que se cosecha después del Cabernet Sauvignon. “Nosotros generalmente vendimiamos entre fines de abril hasta las primeras semanas de mayo. Ahí logramos una madurez óptima entre 24 y 25,5º Brix. Puedes cosechar antes, en la mitad de abril, y la fruta desarrolla un sabor de higo muy interesante, pero hay que encontrarlo”, sostiene. <br />
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Microterroir, en cambio, se cosecha a finales de marzo con un promedio entre 23,5 a 24º Brix. La idea es cosechar fruta fresca y mantener la tipicidad de la cepa, ese carácter especiado que algunos enólogos aún confunden con verdor. Moreno es taxativo. No es partidario de coquetear con la sobremadurez, sino dejar que la variedad exprese todo su carácter, sin esconder su esencia, su sello distintivo.<br />
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Pese a los avances en materia de investigación y una mayor comprensión de su comportamiento, la continúa siendo Carmenère una cepa complicada. Pone a prueba la capacidad de los enólogos para lograr una calidad consistente, en especial en las líneas básicas, donde los márgenes son muy estrechos y no permiten realizar todos los manejos vitícolas. “Voy a ser muy honesto: yo no diría que es nuestro cultivar emblemático. En Chile el Cabernet Sauvignon es imbatible”, señala Moreno. <br />
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Y quizás ahí reside el mayor de sus encantos: en su personalidad díscola e enigmática, en su afán por desafiar a los viticultores, en su capacidad para reinventarse.<br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-18239175784198316972015-12-23T10:39:00.000-08:002016-06-02T10:43:03.427-07:00El Pellín: Los vinos del futuro<b>Con el fenómeno de cambio climático, el sur profundo cobra cada vez más relevancia y esta viña osornina marca un camino tan audaz como emocionante, regalándonos sabores profundos y vibrantes.</b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitMUM7QCpRR0Q-td_Vh5r9E8Ut1pssTDNsF1x-7HiYtXFiwxGgzkAKQr4iVdm5r9-KvvFPxJVg-6cjJBoGdvJoEtEJw2v8jQGmuigzfp-po-1sQZ1hxe64JXguy2ueHAklRxyD3wNYBuc/s1600/imgres.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitMUM7QCpRR0Q-td_Vh5r9E8Ut1pssTDNsF1x-7HiYtXFiwxGgzkAKQr4iVdm5r9-KvvFPxJVg-6cjJBoGdvJoEtEJw2v8jQGmuigzfp-po-1sQZ1hxe64JXguy2ueHAklRxyD3wNYBuc/s1600/imgres.jpg" /></a></div><br />
Todo partió como una aventura romántica. Y después de 15 años continúa siéndolo. Con la plantación de 2,5 hectáreas a orillas del río Pilmaiquén, en la osornina comuna de San Pablo, El Pellín es unas de las viñas más australes de Chile. Ante el estupor de las vacas lecheras, sorpresivamente las vides comenzaron a conquistar un espacio en el paisaje sureño, produciendo, gota a gota, algunos de los vinos más interesantes de la escena vitivinícola nacional.<br />
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Este proyecto nació de la inquietud de Christian Sotomayor, director de Exportaciones de Viña Valdivieso, y su primo Alejandro Herbach. Más tarde se unió el agrónomo Rodrigo Moreno, quien hoy es el encargado de la administración del predio y el responsable de lidiar con las condiciones extremas que impone la Latitud 40º. “Nosotros cosechamos cuando podemos, no cuando queremos”, explica Moreno.<br />
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Este hermoso viñedo, emplazado en una terraza aluvial del fundo Los Castaños, está plantado principalmente con Chardonnay, Sauvignon Blanc, Pinot Blanc y Pinot Noir. La idea es producir espumantes todos los años y algunos vinos tranquilos cuando la temporada sea benigna y se justifique embotellar un producto que no sólo sobresalga por sus excéntricas notas osorninas, sino que sea un producto de calidad sobresaliente.<br />
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En esta latitud no sólo el clima es un factor diferenciador, proporcionando a los vinos una notable frescura y profundidad, sino además los suelos aportan un carácter mineral muy marcado. Formados por glaciaciones y tobas volcánicas hace millones de años, estos suelos trumaos de la serie Osorno presentan una capa orgánica muy delgada y a partir de los 20 centímetros aparecen bolones y capas de fierrillo. Su pH es muy ácido, por lo tanto es necesario corregirlo con calcio y roca fosfórica.<br />
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El principal enemigo de las parras durante estos años ha sido el oídio. “Por el exceso de vigor, de humedad, literalmente se comía todo”, explica Moreno. Para combatirlo han debido ajustar los manejos agronómicos y especialmente la poda, cambiando los cordones apitonados por guyot. La clave es mantener el racimo lo más aireado posible para prevenir el oído y también la excesiva irrupción de la botrytis. <br />
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Su enólogo francés Quentin Yavoy, quien también se encarga del proyecto vecino Coteaux de Trumao, explica que los vinos se hacen de forma absolutamente natural, sin sulfitos y levaduras comerciales. Las uvas pasan a prensa directa y a la pipa. Incluso, en el caso del Sauvignon Blanc, la fermentación puede durar meses. El vino queda con un poco de azúcar cuando llega el frío en otoño y después el proceso se activa en primavera. “Trasiego de una pipa a otra, pero siempre dejo algunas borras que saco antes de embotellar”, sostiene el enólogo.<br />
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Hoy El Pellín ya cuenta con dos cosechas de espumantes y un mezcla llamada simplemente “Vino blanco de la zona” (una cofermentación de Chardonnay y Pinot Blanc), cuya versión 2013 estuvo en la cena de gala de Six Nations Wine Challenge en Sydney, recibiendo elogiosos comentarios de los jueces del certamen. <br />
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Este año además se suman pequeñas producciones de Sauvignon Blanc, Chardonnay y Pinot Noir que muestran un tremendo potencial y que esperan ansiosas su mejor momento para ver la luz de las góndolas. El objetivo es alcanzar en el plazo de dos años 10 mil botellas a un precio aproximado de $ 10.800 por unidad. “No me puedo tomar esa cantidad de vino en un año, así es que tenemos que comenzar a vender”, dice Moreno, sin perder su romanticismo. <br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-7704498451970393212015-11-18T09:41:00.000-08:002016-06-02T09:44:37.594-07:00El País del barrio alto<b>Sin una receta única y mucho debate, ya son muchas las viñas que reinterpretan la tradición del secano. El País está de moda, sí, pero también nos deja una serie de interrogantes: ¿será el punto de partida para revalorizar una tradición menospreciada por décadas o simplemente se trata de una estrategia de marketing para proyectar una vitivinicultura chilena más diversa y genuina? </b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggYvOGuW-dX98MZkOIV3dnxijnp7tYn8d3VsHZbJK5gCbVmgpSjiXx2k5lAkiVaOb2plXCU5wR6ymmbSuRFh5ho5hHJI8kt-Wax6_Q7J_ywpRmQ0Ini-GNjMyMMLa365r7LF1ZBSsnIo8/s1600/sanhattan.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggYvOGuW-dX98MZkOIV3dnxijnp7tYn8d3VsHZbJK5gCbVmgpSjiXx2k5lAkiVaOb2plXCU5wR6ymmbSuRFh5ho5hHJI8kt-Wax6_Q7J_ywpRmQ0Ini-GNjMyMMLa365r7LF1ZBSsnIo8/s400/sanhattan.jpg" /></a></div><br />
En 2006 escribimos un artículo que se titulaba “Vamos, vamos, Chilena”, utilizando uno de las tantas sinonimias de la cepa País. Entonces nos preocupaba el futuro de esta cepa fundacional, sobre todo la precariedad de sus productores que luchaban contra los vaivenes de un mercado que parecía reírse de sus más de cuatro siglos de historia. Entonces dijimos: <br />
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“Hay algo que atrapa en Cauquenes. Una misteriosa fuerza centrípeta que mantiene a sus habitantes plantados en su terruño. Los cauqueninos, al igual que sus viñas, echan raíces profundas y mantienen casi inalterables sus costumbres y tradiciones. La mayoría son pequeños agricultores. Hijos del sol y de la lluvia. De sus padres, y de los padres de sus padres, heredaron viejas plantaciones, parras de troncos leñosos y de avaras producciones, que hoy representan su principal sustento y un verdadero patrimonio vitícola en el sur de Chile. Menospreciado, por algunos. Vinificado y vendido con orgullo por estos obstinados hombres de campo”.<br />
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También entonces conocí al cauquenino Iván Moraga, uno de los herederos de la sucesión del predio San Antonio, dos hectáreas de añosas parras de País, manejadas en forma orgánica. “No sé cuántos años tienen estas parras. Tal vez 150 años. ¿Quién puede saber? Mis papás compraron el campo tal cual como está ahora. Soy un enamorado de la naturaleza. Y la entiendo, sabe. No mato ni a los pajaritos. Pienso que el que cuida la naturaleza también cuida a las mujeres. Yo respeto a las mujeres, pero la verdad es que no las cuido tanto”, me contaba. <br />
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En este viñedo de rústica y emocionante belleza nació el mítico Mission Organic 1998 de la Cooperativa Lomas de Cauquenes, elaborado por el enólogo Claudio Barría. Para satisfacer los requerimientos del enólogo, Moraga debió aplicarse y cambiar sus manejos para producir un vino con buen color, suave en su rusticidad y con la suficiente estructura para trascender sin la adición de sulfuroso. “Cuando boto la fruta, mis vecinos no lo pueden creer. ‘Oiga, iñor, pero ¿acaso se volvió loco?’, me preguntan. ‘No, estoy raleando’, les contesto. A mí me gustan como 5 mil kilos por hectárea. Es lo ideal. Pero hay años en que quedamos cortos y debemos resignarnos. Por eso nunca sobra la plata aquí. Cuando hay años buenos, tenemos que guardar para cuando nos toca bailar con la fea. Hay que sufrir, no más, pero estamos acostumbrados a esta vida”, explicaba el productor.<br />
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Hoy Moraga ya no es proveedor de la Cooperativa y Mission Organic fue descontinuado después de la partida de Claudio Barría. Ese vino misionero, cuyas caramayolas forman parte del museo de la vitivinicultura chilena, terminó siendo una suerte de proclama, un grito silencioso, un símbolo de una desesperada saga que está muy lejos de tener un final feliz. Esta temporada volví a Cauquenes y me llamaron la atención algunas viñas que no habían sido cosechadas ya bien entrado el mes de mayo. “Para qué las vamos a cosechar”, me dijeron. El precio de su uva se transó en $ 60 pesos el kilo –$ 39 en la planta-, muy por debajo de los costos anuales de producción. La País parece seguir teniendo la misma suerte perra de siempre. <br />
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PAÍS BURBUJEANTE <br />
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En 2007, tan sólo un año después de mi primera visita a Iván Moraga, comenzaba un intento más por cambiar la suerte de la cepa, “¿Y qué pasa con esto, pues?”, se preguntaba Miguel Torres, refiriéndose a las miles de hectáreas de País desparramadas por el Maule. Fernando Almeda, el director técnico de Miguel Torres Chile, sólo atinó a encogerse de hombros. “No conocía la cepa País, a excepción de las viñas, claro. Sólo sabía que era una variedad rústica. El comentario general era que servía para nada. Sólo para granel y hacer más volumen con un blanco o tinto. Lo dabas por sentado, hombre”, explica el enólogo. <br />
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“¡Vamos con todo, entonces!”, exclamó Torres. Y su hijo Miguel se lanzó al proyecto en cuerpo y alma.<br />
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Así nació Estelado de Miguel Torres, este espumante de cepa País, vinificado con método tradicional y que reza con orgullo Secano Interior en su etiqueta color rosa. Con el apoyo de FIA (Fundación para Innovación Agraria del Ministerio de Agricultura) y el Centro Tecnológico de la Vid y el Vino de Universidad de Talca, la viña comenzó un intenso proceso de investigación y aprendizaje. “Cuando partió el proyecto no tenía muchas expectativas. Es que llevas 20 años escuchando que no sirve para nada a gente profesional, mayor que tú o con más experiencia, a la que respetas mucho”, vuelve a decir Almeda.<br />
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Es que las antiguas generaciones de enólogos, e incluso las que lideraban entonces el SAG (Servicio Agrícola y Ganadero), mantenían a la País escondida, prácticamente bajo tierra, alejada lo más posible de las llamadas variedades finas o francesas que cimentarían el prestigio del vino chileno. <br />
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Las dudas aumentaron en el lanzamiento de los primeros prototipos de Estelado. En el atelier del chef Guillermo Rodríguez, y con la presencia del mismo Torres, acompañado por el director del FIA y de los tres últimos ministros de Agricultura de la Concertación, daban el puntapié inicial del proyecto, pero más parecía que estuvieran celebrando un gol de media cancha. En los discursos se repetía que éste era uno de los tres grandes hitos de la vitivinicultura chilena, junto a la introducción de las cepas francesas en el siglo XIX y la llega de Torres a Curicó en 1978 con sus nuevas técnicas y conocimientos.<br />
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Recuerdo haber probado esos primeros ensayos y haberme quedado con una sensación amarga en la boca. El exceso de entusiasmo de los sponsors del proyecto, las notas políticas que parecían esconder las flores y la fruta roja de la País, más el carácter fenólico de los vinos -entonces de País y Moscatel de Alejandría- me dejaron con la sensación de que esto se trataba de un mero saludo a la bandera, muy mediático, sí, pero que no cambiaría la suerte de esta cepa. <br />
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Con el correr de los años, sin embargo, he tenido que tragarme mis palabras y actualmente soy uno de los más entusiastas fans de Estelado. Un proceso similar, pero mucho más apresurado, vivió el mismo Fernando Almeda: “El primer año me di cuenta que tenía potencial. Los mayores desafíos eran trabajar la carga fenólica y la estabilidad de la espuma. Otro reto era encontrar el punto de vendimia. La fruta verde o muy madura tiene el tanino muy potente. Con estrés hídrico al final de la temporada de cosecha logras color y taninos menos agresivos. Me di cuenta que cosechando más temprano no era tan malo. Además prensamos directamente, sin hacer mucha maceración. Así disminuimos la carga fenólica. Hoy pienso que el País posee las características fisiológicas adecuadas para hacer el vino que tú quieras”, explica el enólogo.<br />
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NO HAY RECETAS<br />
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La realidad no ha cambiado demasiado -los representantes de la agricultura familiar campesina continúan sufriendo lo indecible por mantener viva su tradición-, pero son muchas las viñas tradicionales que han puesto sus ojos en esta cepa, ya sea por el carácter de sus vinos o como una forma de diferenciar y agregar valor a su portafolio. La crítica no se ha quedado atrás y ha empujado este fenómeno. Ya se han formado verdaderos groupies de la País que alientan su producción y consumo, como si fuera el secreto mejor guardado de la vitivinicultura chilena.<br />
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Con la vuelta de Claudio Barría a la Cooperativa Lomas de Cauquenes también se reactualiza un mito. En los próximos meses el enólogo lanzará una nueva versión del Mission Organic, pero esta vez en buen chileno, profundizando su relación con la tierra. Este nuevo País Orgánico presenta un color vivo y destellante, fruta roja y dulce, y unos taninos asombrosamente mansos. El secreto, según el enólogo, está en la aplicación de una nueva técnica de fermentación. “El País del 98 lo hicimos con una fermentación natural, pero con nutrientes. Ahora la fermentación es tradicional, pero aumentando las temperaturas para extraer colores al inicio, sin que trabajen los orujos”, explica. <br />
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No hay una receta única para elaborar vinos a partir de la País. Las interpretaciones modernas de esta cepa varían dependiendo de los objetivos y filosofías enológicas de los autores. Algunos productores pequeños, como Tinto de Rulo, Cancha Alegre, Cacique Maravilla o González Bastías, prefieren respetar la tradición centenaria, elaborando sus vinos en forma espontánea, sin más tecnología que las manos y el buche. Otros han optado por aplicar técnicas de otras regiones vitivinícolas, persiguiendo más fruta y suavidad de taninos. <br />
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Es el caso de Fernando Almeda, quien busca en su País tranquilo –llamado Reserva de Pueblo- un vino liviano y muy aromático. “Hay que cosechar un poco antes. Ahí el tanino no es seco. Con un alto nivel de madurez se produce un bajón rápido de la acidez natural y el tanino es muy reactivo. También aplicamos maceraciones carbónicas, como las apelaciones controladas de Beaujolais. Las maceraciones son a temperaturas más altas del promedio y el vino agarra más intensidad y profundidad. Los hacemos con racimo completo. A pesar de los raspones, se mantiene más el carácter frutal y el tanino es menos agresivo. Hasta ahora hemos estado trabajando con distintas técnicas de vinificación y podemos decir que si pones el País en una mezcla aporta características especiales. En boca salen vinos agradables, diferentes, que recuerdan los vinos antiguos, no tan potentes, con una elegancia un poco rústica, pero elegancia al final”, explica.<br />
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Claudio Barría no está de acuerdo con las maceraciones carbónicas y apuesta por encontrar una versión muy propia, quizás más estilizada que sus viejos y queridos tintos de País. “El País Orgánico es sin maceración carbónica y esas cosas raras. La maceración carbónica no refleja el terroir. ¡Confunde a la gente! No se sienten las diferencias entre los vinos. Nosotros descobajamos, molemos la uva y fermentamos el jugo con levaduras nativas. Tratamos de interpretar la fruta y hacer un vino que sea rico y represente la zona. La zaranda se las dejamos a los productores tradicionales”, explica. <br />
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Precisamente el asesor vitícola Renán Cancino es uno de esos productores que no suelta la zaranda ni la tradición del secano. Es más. La defiende con uñas y muelas. En su proyecto El Viejo Almacén de Sauzal trabaja muy apegado a los métodos ancestrales, sin traicionar los siglos de historia. “El País es un vino sencillo. No tiene maquillaje, color ni madera, tampoco una acidez excesiva. Es un vino de taninos elegantes, estructura, acidez grata, nariz limpia y floral. No lo puedes mezclar. El País siempre manda”, afirma.<br />
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Cancino también critica la utilización de maceración carbónica. “¿Quién ha hacho maceración carbónica en 200 años? Nunca se ha hecho. ¡No existe! En Beaujolais se hace porque los vinos son intomables. Nosotros hacemos una vinificación espontánea. Vas pisoneando a medida que van fermentando las uvas. Se pisonea en la mañana y en la tarde. No para extraer color. A nadie le importa el color. Así los vinos quedan suaves y con estructura”, explica.<br />
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Gustavo Hörmann, enólogo de Montes, también ha salido a buscar País para su línea Outer Limits. En una zona montañosa, entre Colchagua y Curicó, su colega Jorge Gutiérrez encontró un viñedo de lomaje, viejo, quién sabe cuán, tan perdido en el tiempo que ni siquiera está en los registros del SAG. “Hace varios años con Outer Limits peleamos la libertad de perdernos para poder innovar y entretenernos. Con Montes estamos enfocados en vender, por supuesto, pero también en hacer cosas nuevas para mantener el espíritu”, sostiene.<br />
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Al igual que un Moscatel Rosado de Curtiduría, este País espera su evaluación para decidir si tendrá o no vida comercial. El vino fue fermentado con levaduras nativas en un par de bins y barricas. “Despalillé para sacar la fruta y no el tanino. El País tiene un tanino bien rústico. Uno no espera ese nivel de amargor en un vino tan liviano. Hay que dejarlo reposar durante 3 a 4 días y pisonear poco. No queda con tanto color, pero da lo mismo. Hay harta fruta y un poco de ese amargor característico. Hay que dejar que se haga solo”, explica. <br />
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VINOS DE NICHO<br />
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Otro de los enólogos en fijar sus ojos en estas añosas parras fue sin duda Marcelo Retamal. El trabajo del enólogo de De Martino ha sido fundamental para poner en valor –como se dice ahora- el terroir de secano, especialmente los viñedos de Carignan. Hoy también vinifica una mezcla tinta de País y Cinsault bajo el rótulo de Gallardía del Itata. Para el enólogo es imprescindible “volver atrás y entender que Chile es un país de vino. ¡Hay que eliminar del dialecto la palabra industria! Las empresas de vino conviven todas, desde las grandes empresas hasta el chico que hace el vino en la casa”. <br />
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Sin embargo, el enólogo explica que no se puede hacer sólo País ni vinos en guata de vaca. “Tenemos que tener diversidad de productos. Esos vinos son de nicho. Si puedes vender un vino a $ 20 mil, bien por ti. Nuestro País / Cinsault pertenece a una categoría de vinos más ligeros, sin madera, con alcoholes bajos. Son de esos vinos que te terminas la botella y quieres otra”, dice.<br />
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“Al final, como dice Retamal, todo suma. Es bueno que otras viñas traten de reivindicar y rescatar el País. Pero tú sabes que se están colgando de una cepa, sin conexión con la historia, con el sufrimiento de la País. Hoy hay vinos que saben igual todos. El verdadero País es muy distinto. Cuando te cuelgas de una moda no lograrás hacer nunca un vino verdadero”, sostiene Renán Cancino. <br />
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El viticultor afirma que hoy el País mete mucho ruido, pero se pregunta cuántos de esos vinos son de verdad. “Cuando los paras todos juntos, ahí se ve quién es quién. No todo es marca. ¿Cuánta fruta comprará cada una de estas viñas? Menos que Carignan y eso es una insignificancia. El único que gana es el que hace el vino. En Sauzal hay 10 productores chicos y este año pagaron $ 50 el kilo de uva con rendimientos que muchas veces no alcanzan las 2 toneladas por hectárea. ¡Es para llorar! ¡Es un abuso! ¡Es entender nada! Para todos esos productores es mejor embotellar que regalar su fruta”, sentencia.<br />
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Para Retamal hay que posicionarse con estos vinos en un segmento que lamentablemente tienen tomado los buenos Beaujolais. Afirma que si los vinos se venden a US$ 6,99 por botella simplemente podemos marcar una gran diferencia porque la calidad de nuestros vinos es muy superior. “Ojalá haya de todo. Que cada uno haga lo que quiera, pero para ser competitivos tenemos que vender entre US$ 40 a US$ 45 la caja, como el Gallardía”, sostiene.<br />
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Fernando Almeda opina que ya se ha hablado mucho de diversidad y calidad, pero falta un aspecto fundamental. “Tenemos las herramientas, tenemos los vinos, pero no sabemos sacarle mucho partido comercialmente. En Francia, Italia y Portugal encuentras cosas diferentes a patadas. Aquí nunca le habíamos sacado el partido. Y tenemos que hacerlo porque eso dignifica el trabajo de tantos años de muchos productores”, dice.<br />
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Afirma que se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío. “Este año decidí ver las cosas mucho más llenas. Hoy pienso que es posible vender País a niveles de precio que retribuyan a toda la cadena de valor. Hay que tener cuento, historia, empujar la categoría y darle valor a los productos. Es un punto de partida, va a costar, pero se puede. Nosotros comenzamos con un productor. Hoy trabajamos con más de 30. Hemos crecido un montón”, explica. <br />
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Para Claudio Barría está muy bien que otras viñas comiencen a valorar nuestra tradición, nuestras raíces, nuestra historia, pero que la solución para esos miles de productores de País no se encuentra a la vuelta de la esquina. El poder de compra de las viñas es aún muy exiguo y son muchos los que continúan vendiendo su fruta a precios imposibles. <br />
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Una de la soluciones que propone el enólogo es que los agricultores reciban ayuda y asesoría técnica. Por ejemplo, con termovinificaciones a 60º C se puede mejorar mucho el color y la calidad general de los vinos. “Sólo en Cauquenes hay alrededor de 2 mil hectáreas de País y este año pagaron $ 6.000 por la arroba. ¡Nada! Así los productores se podrían juntar y al menos vender su vino a granel a 50 centavos de dólar. Eso les daría para poder mantenerse”, explica.<br />
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Gustavo Hörmann agrega que es muy difícil convencer a los comerciales para envasar vinos de País o de otras cepas originarias. “Pero hacer este tipo de vinos nos ha hecho súper bien como equipo. Nos sentimos como dueños, como que estos son nuestros vinos. Ahora, en términos de venta, es súper complicado. No se mueve la aguja. Nunca van a ser masivos. No lo veo como la solución a la pobreza de los agricultores del sur. Vamos a ver cuánto dura esta moda. Pero, mientras tanto, le ha hecho mucho bien a la imagen de Chile. Hoy la mayoría se está abriendo a rescatar cepas antiguas y hacer cosas más a escala humana”, concluye.<br />
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Recuerdo que le pregunté a Iván Moraga si le había gustado el Mission Organic, el resultado de tanta dedicación y esfuerzo, de dolores de cabeza y algunas canas verdes. “Las mujeres son todas ricas, pero hay algunas más ricas que otras, ¿no es cierto?”, comienza su explicación. “No voy a ir con la mentira, entonces. El vino no podía ser más malo para mí. Seco, seco. No lo quiero ofender, hermano –se dirige a Barría–, pero parece que usted anda con la memoria medio extraviada. Acuérdese de lo que le dije entonces. Al que no es vinero le gusta el vino dulce. Para mí el blanco no es vino. Es para ocasiones, más para el verano. El tinto, dulce o con harina en la mañana”, respondió sin rodeos.<br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-16278320879527053912015-11-02T09:11:00.000-08:002016-06-02T09:47:06.866-07:00Maturana Wines: Vivir el (del) vino<b>El enólogo José Ignacio Maturana y su familia han desarrollado un proyecto a escala humana y apostando fuertemente por el Carmenère. El destino los ha golpeado en más de una oportunidad, pero han sabido mantener el espíritu intacto para ofrecer vinos de clase mundial.</b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS659R202Bz8uUeuDX1ESbg9L8poi4NlBXWmXGm7mBs9IV9hfv5VY6f26t_-p7j_3kUEDVAqr1d1cR9jGzl2LnkGobhQAl0VsOQDZT_CO44OK1BUvsAqrHf5Q2H5_FYkXk98iXY3oSnDI/s1600/IMG_0598.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS659R202Bz8uUeuDX1ESbg9L8poi4NlBXWmXGm7mBs9IV9hfv5VY6f26t_-p7j_3kUEDVAqr1d1cR9jGzl2LnkGobhQAl0VsOQDZT_CO44OK1BUvsAqrHf5Q2H5_FYkXk98iXY3oSnDI/s400/IMG_0598.JPG" /></a></div><br />
La idea comenzó a madurar en su cabeza en 2010, después de toda una vida profesional como enólogo de Casa Silva. Pero José Ignacio Maturana necesitaba un empujoncito. Y llegó con inusitada fuerza. El terremoto sacudió las paredes de adobe de su casa familiar en Angostura, una construcción patrimonial de más de 150 años. “En la vida las cosas se mueven, se desplazan”, pensé. “Tenemos que hacer algo que perdure, que puedan disfrutar las nuevas generaciones”.<br />
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Así la familia, liderada por su padre Javier junto a sus cuatro hermanos, decidieron restaurar la casona y levantar una bodeguita en el patio trasero, donde mantenían las instalaciones de un fallido proyecto de producción de hongo shiitaki. Montaron cubitas de acero inoxidable de 1.000 y 2.000 litros, barricas de 250 y 300 litros y un huevo de cemento que hoy es fuente de toda clase de experimentos.<br />
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“En 2011 hice una vendimia en la Borgoña y marcó con fuego mi vida profesional. Tenía un concepto de los vinos que me gustaban, que quería hacer, pero me faltaba algo. Allí el vino se bebe, se habla, se respira. Me di cuenta que haciendo las cosas con pasión el vino podía ser una forma de vida, ¡de verdad!, sin hacer caso de las modas o buscar un cierto estatus”, explica.<br />
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Ese mismo año etiquetan su primer vino como Maturana Wines, una mezcla cuya base es Carmenère, apoyada por un pequeño porcentaje de Cabernet Sauvignon. “Es un vino frutoso, con mucha tipicidad y una textura súper suave, con notas de especias de la barrica –no rehuimos de la madera- para asegurar una buena longevidad. ¡Amo el Carmenère por sobre todas las cosas!”, exclama. <br />
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En 2014 se produce un nuevo remezón. Un incendio destruye totalmente la casona. Pero lejos de consumir el proyecto, esta nueva jugarreta del destino une más a la familia y el proyecto continúa con nuevos bríos. Después de estos primeros vinos, cuyas uvas provienen del fantástico terroir de Millahue (Cachapoal), Maturana Wines vuelve a sus orígenes colchagüinos y se concentra en Marchigüe. Junto a un propietario de la zona, plantan juntos el campo, sin dejar absolutamente nada al azar, buscando esos vinos soñados y que interpretan la pasión de la familia Maturana. “Las características del Carmenère de Marchigüe son asombrosas. Encontramos la insolación, el viento, la humedad relativa, los suelos perfectos para esta cepa. Nos preocupamos hasta del último detalle, haciendo estudios de suelo, agricultura de precisión con drones... Hacemos pocas botellas, por lo tanto no podemos fallar”, asegura.<br />
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Bajo la marca Maturana Wines produjeron 5.435 botellas correspondientes a la vendimia 2012 y el objetivo es ir aumentando paulatinamente el volumen hasta a un punto de equilibrio de 15.000 botellas a US$ 200 la caja, distribuidas hoy en Chile, Brasil, China, Barbados y EEUU. Además cuentan con otra marca llamada Puente Austral, que apunta a un mercado menos sofisticado y está compuesta por un Gran Reserva Cabernet Sauvignon / Syrah, Reserva Carmenère y Reserva Sauvignon Blanc. <br />
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En los próximos días José Ignacio viaja para encontrarse con sus raíces a Logroño, donde se encuentra el antiguo pueblo de Maturana. Allí alrededor de una decena de productores aún cultiva la originaria y casi extinta cepa Maturana Tinta, que en los próximos años podría revivir en tierras marchiguanas. “Nuestro objetivo es hacer las cosas con pasión y honestidad. Aunque nos demoremos años, queremos demostrar que se puede vivir del vino, que podemos hacer vinos de clase mundial”, expresa. <br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-24036123263955428952015-10-28T08:51:00.000-07:002016-06-02T09:46:30.471-07:00Potencial de guarda de los vinos chilenos: Escalera al cielo<b>Aunque existe el mito de que los vinos chilenos no tienen la misma capacidad de envejecer con dignidad que los franceses, la experiencia no indica que esto dista mucho de ser una realidad. Faltan algunos peldaños, pero las viñas chilenas están construyendo su escalera cualitativa. Están haciendo historia.</b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinYXZHA_-x2JRvF9gUmL4ScsVQmYQP30t10AJo6jMStZ1ipLVC5Z72hx5n2lwyH_TmaJGU6xxL7TvOy7sOMyXtj3yuur90_o0CzzwrOlbAuLuftnqRpalYPNH3i0kj0WFlhDil929RuYI/s1600/images.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinYXZHA_-x2JRvF9gUmL4ScsVQmYQP30t10AJo6jMStZ1ipLVC5Z72hx5n2lwyH_TmaJGU6xxL7TvOy7sOMyXtj3yuur90_o0CzzwrOlbAuLuftnqRpalYPNH3i0kj0WFlhDil929RuYI/s640/images.jpg" /></a></div><br />
<i>“If there's a bustle in your hedgerow, don't be alarmed now, <br />
It's just a spring clean for the may queen. <br />
Yes, there are two paths you can go by, but in the long run <br />
There's still time to change the road you're on. <br />
And it makes me wonder.”<br />
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Led Zeppellin</i><br />
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Desde que tengo uso de razón, y probablemente mucho antes que eso, se escucha, a veces majaderamente, que los vinos del Nuevo Mundo, y en particular los chilenos, tienen un escaso potencial de guarda. Los productores franceses han convertido esta sentencia en una proclama. Cierro lo ojos y oigo: “sólo los grandes terroir, es decir, los franceses, tienen la virtud de producir vinos que evolucionan con naturalidad y belleza, que van develando distintas capas aromáticas, que vale su precio esperarlos para que muestren lo mejor de sí mismos”. <br />
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“He probado algunos vinos antiguos europeos, como un Collioure de 1914. Estaba horrible. No le quedaba nada de mediterráneo. Pero, por otro lado, también he tenido la oportunidad de descorchar algunos Sauternes y Porto post segunda guerra. Ahí es otra historia. Estaban buenísimos, ricos, con notas de frutos secos, de bosque, de aromas terciarios”, afirma el enólogo francés Benoit Fitte, responsable de los vinos de Viña Requingua.<br />
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De inmediatamente se me vienen a la cabeza las cosechas antiguas de Don Melchor de Concha y Toro, Casa Real Reserva Especial de Santa Rita y Toro, y Cabo de Hornos de San Pedro, que entonces nacía en un pequeño islote rodeado de ese verde e inmenso océano de Molina. O, para ir aún más lejos, viajando siempre hacia el pasado, aún saboreo algunas soberbias botellas de Antiguas Reservas de Cousiño Macul, particularmente de los años 70 y 80; un Carignan de Lomas de Cauquenes y del Centro Experimental del año 69 -qué cosecha más controvertida-; y un Cabernet Sauvignon de Santa Carolina de finales de los 60, seguramente del Maipo más urbano, que sobrevivió a los terremotos y las remodelaciones, y que se hallaba como un obelisco. Paradísimo. <br />
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En esos tiempos, la viticultura y enología eran muy distintos. Las uvas se cosechaban en marzo, cuando sus taninos aún latían, con alcoholes probables muy bajos, que apenas se encumbraban por sobre los 12º, y acideces que regalaban vida, mucha vida. El mercado interno, que entonces bebía –no sé si mejor, pero sí mucho más- estaba acostumbrado a esos taninos algo raspabuches, que no se deshacían en la boca como terrones de azúcar en la sartén de Rolland. Eran vinos más recios. El concepto ready to drink aún no aparecía en los manuales de enología.<br />
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Sin embargo, los emblemas chilenos modernos –llamados o mal llamados íconos-, tienen otra lógica, otra intención, otra razón de ser, que va mucho más allá de un concepto enológico, entrecruzándose y haciéndose uno con la estrategia comercial de las viñas. Esos vinos, especialmente a partir del nuevo milenio, cuando tímidamente los enólogos comenzaron a rehuir del sol y cosechar uvas más frescas, emocionan por su elegancia y profundidad de sabores. <br />
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“Viñedo Chadwick 2005 me ha sorprendido ya un par de veces cuando lo he probado. Aunque si hablamos de potencial de guarda, 10 años es aún poco. Mis vinos más antiguos tienen 11 años y para evaluarlos necesitaríamos otros 10 años. Si creo que Don Max 2013 y Seña 2013 vienen con un excelente potencial de guarda, al igual que The Blend 2012 y toda la nueva producción de Syrah, Pinot Noir y Chardonnay de Aconcagua Costa. Son vinos que estoy seguro van a mostrar una linda evolución”, opina Francisco Baettig, director técnico de Viña Errázuriz. <br />
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Para Arnaud Hereu, enólogo jefe de Viña Odjfell, su experiencia con vinos antiguos chilenos no ha sido muy buena. El tema es la falta de una cultura de país vitivinícola. No existe la tradición de guardar vinos o, cuando se hace, se dejan en lugares inadecuados y expuestos a los 8 meses de calor que sufrimos durante el año. Así los vinos no aguantan. Terminan maltratados. Sin embargo, eso no quiere decir que no tengan un gran potencial de guarda. “El primer vino que hicimos es Aliara 2001. Tiene un poco de brettanomyces, pero está súper bien parado por su gran acidez”, sostiene el enólogo. <br />
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DESDE EL COMIENZO<br />
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Para que los vinos puedan seguir desarrollándose con el tiempo, y reflejar nuevos y quizás mejores atributos, deben tener un manejo distinto, que parte desde el mismo viñedo. Según Gabriel Mustakis, enólogo jefe de Viña Cousiño Macul, para hacer vinos longevos se requieren ciertas condiciones, como contar con un terroir adecuado y viñas antiguas que estén en perfecta armonía con su ecosistema. <br />
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“Lo principal es tomar la decisión de hacer este tipo de vinos. Debe haber cierta intencionalidad. Por ejemplo, en Lota y Finis Terrae partimos trabajando desde la misma viña, cosechando uvas con pHs más bajos para que perduren en el tiempo. No tienen una carga tánica tan marcada, pero sí mucha concentración de fruta. Tienen un buen armado que nos permite que el vino evolucione bien en los 14 a 16 meses que pasa en barrica y después en botella”, sostiene.<br />
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En la misma línea opina Francisco Baettig. Para el enólogo hay tres aspectos fundamentales: intensidad colorante (antocianos), acidez (pH bajo) y cierta estructura tánica. “Creo que la sobre madurez va totalmente en contra del potencial de guarda de un vino. Creo que a Chile le sobra luz y sol, por lo tanto los manejos vitícolas son clave. Hay que evitar la exposición de la fruta y el estrés hídrico de la planta. Hay que cosechar un poco más temprano. En la bodega hay que evitar la sobre extracción y cuidar el vino, sin moverlo innecesariamente”, explica.<br />
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El mayor desafío, y quizás el más complejo, es cosechar uvas con una buena acidez. Sólo en los lugares adecuados, y con un buen manejo del viñedo, puede lograrse un buen punto de encuentro entre la madurez tecnológica (grados Brix) y la fenólica, sin que se degraden excesivamente los ácidos naturales de la fruta. <br />
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“Es muy importante que la acidez sea natural. Con la acidez corregida los vinos se endurecen mucho y no hay una mejora con la guarda. En Requingua todos los grandes vinos los trabajamos con acidez natural. Si hay que cosechar antes, lo hacemos. Lo que para algunos es un riesgo, para nosotros es sólo sentido común”, dice Benoit Fitte.<br />
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Para Arnaud Hereu, el gran problema se produjo a principios de los 90, cuando se instaló la moda de cosechar muy tarde en otoño, cuando los enólogos buscaban casi con desesperación una pepa crocante, emulando a Scrat, el personaje de la cinta “La era del hielo” que persigue obsesivamente una inalcanzable bellota. “Esos vinos con pHs altos y baja acidez se cansan rápidamente. Hoy no se pueden catar. Los vinos que estamos haciendo en la actualidad estarán mucho mejores en 20 años más que los vinos que se hicieron hace 20 años”, asegura. <br />
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EL CABERNET ES EL PATRÓN<br />
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Sin duda hay cepas más apropiadas que otras para elaborar vinos más longevos. El sentido común nos dice que las cepas con estructuras tánicas y acideces más firmes, tienen las mejores posibilidades de envejecer con dignidad. Pero tampoco se trata de hacer vinos súper concentrados. El mejor ejemplo son los emblemáticos Pinot Noir de la Borgoña, una cepa delicada pero con huesos firmes, cuyas botellas antiguas se subastan a precio de oro en Christie’s. Pareciera que también hay otras variables que entran en la ecuación, como la importancia del terroir y de la tradición vitivinícola. <br />
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“Los vinos con más aptitud para envejecer que he probado son los grandes Pinot Noir de Borgoña. En blancos, sin duda, los vinos dulces como Sauternes, siempre y cuando se hagan con uvas botrytizadas. Los elaborados con uvas deshidratadas, como la mayoría de los Late Harvest chilenos, no evolucionan bien y tienden a desarrollar aromas de hidrocarburos. En Chile me quedo definitivamente con el Cabernet Sauvignon por su estructura tánica y acidez”, opina Benoite Fitte.<br />
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Gabriel Mustakis coincide plenamente con el enólogo de Viña Requingua. “Con el Cabernet tenemos más historia y los vinos han demostrado con creces su gran potencial de guarda. Pero a mí también me ha sorprendido el Merlot que entra en la mezcla de Lota. Evoluciona súper bien cuando sus viñas están bien integradas a la tierra. No es una cepa tan ligera, como muchos piensan. Tiene una buena estructura, aunque el patrón es el Cabernet”, sostiene.<br />
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Arnaud Hereu no tiene mucha experiencia con vinos antiguos en base a Cabernet Sauvignon, pero sí está muy contento con la gran evolución que ha tenido su Carignan de Tres Esquinas, en el secano interior maulino. Aunque cierta literatura señala que se trata de una cepa oxidativa, la experiencia del enólogo ha sido muy distinta. La calidad excepcional de la cosecha 2005 le permitió embotellar Odjfell, el primer ícono 100% Carignan, y todo indica que la cosecha 2012 irá por un camino similar o quizás aún mejor. “Lo que pasa es que en este caso no estamos hablando sólo de Carignan, sino de un terroir específico. Eso, definitivamente, cambia las cosas”, señala. <br />
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Para Francisco Baettig todas las variedades tienen potencial de guarda, siempre y cuando provengan de un buen viñedo y terroir, y se vinifiquen adecuadamente. “Una cepa compleja en términos de potencial de guarda es el Carmenère, ya que su acidez es menor y su pH un poco alto. Probablemente para que alcance su mayor potencial de guarda y evolución, hay que cosecharlo un poquito antes de lo que hemos venido haciendo y, sobre todo, debe provenir de viñas viejas, con una menor carga de pirazina”, explica.<br />
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PRESIÓN COMERCIAL<br />
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Pese a las buenas experiencias con vinos que desafían el tiempo, muchas veces las necesidades comerciales empujan estos vinos al mercado antes de tiempo. Descorchar uno de esos vinos, con sólo 2 ó 3 años de guarda, nos hace sentir que estamos cometiendo un infanticidio. Pero ésa es la realidad. Muchos de los vinos llamados íconos se venden demasiado jóvenes, prácticamente imberbes, cuando recién comienzan a insinuar sus mejores atributos. <br />
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“Bueno, es un tema comercial. Eso lo hacen hasta los franceses con sus Premier Cru. Las viñas prefieren que sea el consumidor el que guarde el vino para no pagar el capital inmovilizado. En Chile, además, la legislación es muy básica. No existe una apelación de vinos "íconos" que regule esto (habría idealmente que usar otro nombre, en todo caso). Tampoco en los vinos Reserva. En Rioja existen los Crianza, Reserva y Gran Reserva, donde eso está normado. Aquí, cualquiera puede llevar el calificativo Reserva”, explica Francisco Baettig.<br />
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“Los Bordeaux en primeur son imbebibles. Son como mascar una tabla. Los resultados en catas comparativas entre grandes vinos chilenos y franceses o italianos, como las ha hecho Errázuriz, son más que evidentes. Los vinos chilenos se muestran bien y muchas veces mejor. No se puede comparar un gran vino francés con un chileno de estantería. Tienen que estar en igualdad de condiciones. Que los franceses gasten plata y compren los grandes vinos de Chile. Se van a dar cuenta que no hay una gran diferencia en términos de evolución”, dice Benoite Fitte.<br />
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“El prejuicio es muy grande. El Nuevo Mundo es distinto, pero cuando haces un vino 100% enfocado a la calidad las cosas cambian. No pueden decir que esos vinos están por debajo de los suyos. Incluso tenemos vinos que evolucionan mucho mejor. Simplemente se quedan sin argumentos”, agrega el enólogo de Cousiño Macul.<br />
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Una de los casos que mejor refleja esta realidad fue protagonizado por la Viña Aresti. El año pasado relanzaron Family Collection 2001, un Cabernet Sauvignon curicano que se había vendido hace ya más de una década. Sin embargo, esas 300 cajas que guardó el fundador de la viña para su consumo personal, hoy no sólo demuestran el tremendo potencial de guarda de este vino, sino además la acertada movida comercial de volver a ofrecerlo a los consumidores, generando mucho ruido, pero también muchas nueces. <br />
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Arnaud Hereu dice que todo depende de la línea y el concepto enológico detrás de los vinos. “Para Odjfell y Aliara pienso en la guarda. No los hago para que los consumidores se los tomen en 10 años más, pero sí para que tengan un buena evolución. Estos vinos perfectamente se pueden guardar 25 años, como los buenos franceses. Lamentablemente estamos obligados a hacer vinos que se vendan lo más rápido posible. A veces pruebo Odjfell 2005 y me pregunto por qué no lo estamos vendiendo ahora. La parte comercial nos come. Simplemente no podemos. La viña no tiene la capacidad para guardar cosechas enteras”, explica.<br />
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Más aún con la experiencia del terremoto de 2010, cuando prácticamente perdieron la totalidad de la cosecha 2007. Lo que sí hacen en Odjfell es guardar ciertas cajas para realizar catas verticales con periodistas y comparadores. Aunque no sea la cosecha vigente en el mercado, les sirve para mostrar cómo se puede proyectar ese mismo vino en unos años, haciendo el ejercicio comercial y de marketing mucho más lúdico, atractivo y, tal vez, más convincente.<br />
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Para Gabriel Mustakis es importante definir muy bien los objetivos que se persiguen con el vino. “En los niveles altos nos interesa hacer vinos que sean consistentes. Por ejemplo, hoy en el mercado tenemos Lota 2008. A estos vinos les damos tiempo en botella antes de venderlos. ¡Los esperamos! Siempre está la presión comercial, es verdad, pero todo depende de la filosofía de la viña. En este caso, el vino es el que manda”, sostiene.<br />
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JUVENTUD, DIVINO TESORO<br />
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Según el análisis de Francisco Baettig, Chile es muy pequeño como para enfocarse en vino de volumen. “Tiene un potencial para producir vinos extraordinarios, y no me refiero sólo a los íconos o vinos tremendamente caros, sino a excelentes Pinot, Chardonnay, Syrah, Cabernet o Carignan de un rango de precios menor, más alcanzable. Chile tiene una diversidad increíble que por fin comenzamos a explotar. El potencial es infinito”, señala. <br />
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Pero antes de eso tenemos desafíos estructurales importantes que resolver. Baettig explica que Chile salió a exportar a principios de los 90 vinos que cumplían las célebres 3 B (buenos, bonitos y baratos). Después, cuando quiso mostrar todo su potencial, no fue subiendo gradual y consistentemente en términos cualitativos y de precios, sino saltó inmediatamente al segmento de los “íconos”. <br />
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“Supusimos que el consumidor de supermercado que compra una botella por US$ 10 iba a saltar a un vino de US$ 70 de la noche a la mañana. Obviamente eso no pasó. Son consumidores absolutamente distintos. Por otro lado, cuando quisimos venderle al consumidor de valor y lujo, nos dimos cuenta que no era fácil pelear en esa liga porque no teníamos una historia larga con esos vinos y no había seguridad respecto de su potencial de guarda, de su continuidad como producto, de su terroir. <br />
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Los verdaderos íconos se construyen en el tiempo. Nosotros no construimos una escalera. No le dimos la oportunidad al consumidor ‘normal’ de ir subiendo en calidad y moviéndose en esta escalera. Afortunadamente siento que estamos empezando a corregir esta situación”, explica el enólogo.<br />
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Para Cecilia Torres, quien tiene una romántica historia de más de 25 años con el Cabernet Sauvignon Casa Real y el terroir de Alto Jahuel, hay que mirar las cosas con perspectiva, a largo plazo y ciertamente con mucha paciencia. “Las cosas no son blanco o negro. Como en todas partes, los franceses tienen vinos muy buenos, algunos extraordinarios, y otros no tan buenos. La diferencia es que ellos tienen una historia de 150 años haciendo este tipo de vinos. Nosotros llevamos 20 ó 30 años, como es el caso de Casa Real. Chile aún es muy joven, pero estamos haciendo historia”, señala.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPEkNqEm60Foc_o5Lo-O9mICPonM69zkO9k_ccvOC6KrPyxasX1CnKmX6h7T-mF2dkLUsro7d1FjZXeR1GJEYpfB1QYpIoUUy3ODUs3SLBsZM3ReT6s-BGPhCtyO3x5atVowY1AfaBIa8/s1600/bande2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPEkNqEm60Foc_o5Lo-O9mICPonM69zkO9k_ccvOC6KrPyxasX1CnKmX6h7T-mF2dkLUsro7d1FjZXeR1GJEYpfB1QYpIoUUy3ODUs3SLBsZM3ReT6s-BGPhCtyO3x5atVowY1AfaBIa8/s400/bande2.jpg" /></a></div><br />
Como muchas cosas en la vida, Andes Plateau nace por una maravillosa casualidad. Después de su salida de la bodega William Fèvre Chile, el enólogo Felipe Uribe prepara un proyecto para postular a Santa Rita, que andaba detrás de proyectos innovadores para refrescar su portafolio. Ese power point no quedó archivado en la carpeta del olvido, sino fue la gran idea que cristalizó en un proyecto familiar cuyo primer vino terminó de ensamblarse en 2012.<br />
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El concepto de Andes Plateau trepa por la precordillera, siempre a más de 700 metros de altura, en busca de uvas frescas y punzantes que terminaron convenciendo a toda la familia. Junto a sus cuatro hermanos, Felipe crea la empresa en enero de 2013 y de allí no hay vuelta atrás. “Ninguno es un ricachón, pero están todos súper contentos y comprometidos con el proyecto”, dice el enólogo.<br />
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Su vino no podía llamarse de otra forma: Andes Plateau 700 y es una mezcla tinta de cinco variedades de Maipo Alto y Alcohuaz, que seduce con su personalidad vertical, seca y profunda, pensada para la gastronomía y no tanto para montar un show en la nariz. “Me encanta la fruta de Alcohuaz. Tiene una acidez que te mueve la placa. Cuando trabajas bien las acideces naturales de las uvas logras vinos más profundos. ¡Son más verticales!, exclama. <br />
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Felipe tienen las ideas súper claras y no se deja llevar por las nuevas tendencias, como la producción de vinos mediterráneos o mezclas de cepas que no están enraizadas con la historia de Chile. “Hoy todos están locos haciendo cosas locas. Yo soy más tradicional. A mí no me interesa impresionar a la prensa, sino hacer un vino que perdure. Las modas pasan y el Cabernet Sauvignon siempre queda”, explica el enólogo. <br />
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En los próximos años pretende lanzar también un Chardonnay, probablemente de la precordillera de Curicó, bajo la misma filosofía de su primer vino, pero con una propuesta monovarietal y extremadamente pura. Sin duda al enólogo le interesan más las bocas de los vinos que las narices. “Los vinos son para tomar y no para usarlos como perfume”, dice taxativo.<br />
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En el proceso de elaboración trabaja toda la familia, incluida su esposa Maite y su pequeña de 8 años Isidora, quien ya muele uva con sus delicadas patitas. Todo el proceso es muy natural. Con levaduras nativas y remontajes muy suaves. El vino prácticamente se hace solo y refleja no sólo la personalidad de esas uvas de altura, sino también la de su autor. <br />
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Hoy Andes Plateau vinifica en Almahue, en la bodega de Gabriel Edwards, donde Felipe asesora y se ha unido en el rescate de probablemente las viñas de Carmenère más antiguas de Chile, que datan de más de 85 años. Allí, entre esos cobertizos de adobe, en ese Chile súper tradicional y campestre, el enólogo cuenta con sus chiches, incluido un foudre francés sin tostar de 3.000 litros. <br />
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Andes Plateau hoy trabaja con El Mundo del Vino y exporta con mucho éxito su vino a Brasil. El objetivo de Felipe es llegar a producir unas “5 mil cajitas”, pero piano piano. Con mucha calma y paciencia. La idea es seguir comprando uva y, a medida que vayan vendiendo, la producción también irá aumentando. Mientras tanto, seguirán haciendo las cosas muy a escala humana, con toda su familia y esas señoras de Almahue que todos los años, vendimia tras vendimia, seleccionan sus uvas en una rústica mesa de madera cubierta con plástico. “Gran parte del vino es gracias a esas lindas viejujas”, afirma.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaY2i1wAwdvXySiEUy8VPbe4VmWjMHMtgPVkfwO5M49e_khVg0C7mtnEM7IA_auC-WC1ruyayFK1HWGgKEJKi3Tx5KdTlg-wc3ZH9loZ0nakmOUcazM6gWgrbpQxH9l2KugtWCY849WJI/s1600/giphy-facebook_s.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaY2i1wAwdvXySiEUy8VPbe4VmWjMHMtgPVkfwO5M49e_khVg0C7mtnEM7IA_auC-WC1ruyayFK1HWGgKEJKi3Tx5KdTlg-wc3ZH9loZ0nakmOUcazM6gWgrbpQxH9l2KugtWCY849WJI/s400/giphy-facebook_s.gif" /></a></div><br />
Qué. Cuánto. Cómo. Estas tres preguntas básicas de alguna manera arrojan ciertas luces (o sombras) sobre el futuro. Este año ha habido nuevas plantaciones, es cierto, pero la gran mayoría corresponde a replantes de viñas enfermas o sencillamente poco rentables. También hay que decir que la cosa ha estado bastante lenta. Y necesitamos acción, acelerar el paso, inyectar optimismo, hacer de nuestra vitivinicultura una actividad más sana, integrada y rentable, donde los productores y bodegas logren márgenes que justifiquen el esfuerzo de todo un año. <br />
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De acuerdo al asesor vitícola Eduardo Silva, hoy se habla de la necesidad de reconvertir al menos 30 mil hectáreas. De ellas muchas están mal plantadas, en suelos o mesoclimas que no corresponden, o desgraciadamente son afectadas por cuadros virales o por la cada vez más contagiosa enfermedad de la madera. Esto ha provocado que muchos productores no alcancen su punto de equilibrio financiero, o en otras palabras, dicho esta vez en buen chileno, pierdan plata todos los años.<br />
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Según explica el viticultor, la mayoría de las nuevas plantaciones corresponde a replantes, principalmente de Cabernet Sauvignon. Al reemplazar los viñedos viejos por plantas injertadas se puede incluso reducir la superficie de producción. ¿Cómo? Muy simple: al tener un viñedo más sano y homogéneo los rendimientos son mucho más altos. Es decir, con un buen plan de reconversión, Chile puede llegar a vender US$ 4 mil millones, pero con una superficie aún menor.<br />
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“Un Cabernet Sauvignon antiguo o enfermo puede producir de 6 a 8 toneladas por hectárea, incluso menos. Una planta nueva a los 18 meses ya produce la misma cantidad, mientras que a los 2 ó 3 años alcanza un rendimiento de 14 a 16 toneladas por hectárea. En este sentido, puedes arrancar 100 hectáreas, replantar 20 y obtener los mismos volúmenes de producción”, explica el viticultor.<br />
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El mayor porcentaje de los productores está plantando con vides injertadas y patrones, pero lamentablemente a tasas bastante bajas. Según el viticultor Samuel Barros, jefe de Unidad de Vides de Vino de Univiveros, históricamente no ha existido una planificación para renovar los viñedos, pero poco a poco el escenario está cambiando. “¡Debe cambiar!”, exclama. “Es el momento. Actualmente hay mucha disponibilidad de uva y se pueden suplir las necesidades mientras las nuevas plantaciones comienzan a producir”, sostiene. <br />
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El proceso de reconversión ha sido lento, entre otras cosas, por los costos asociados. Sólo arrancar un viñedo cuesta alrededor de $ 1.000.000 por hectárea, por lo tanto no todos los productores pueden dar el paso. Para Eduardo Silva, el Estado necesita tomar cartas en el asunto e implementar, a través de sus numerosos instrumentos, fuentes crediticias destinadas a la reconversión de cepajes o, en ciertos casos, al reemplazo de vides por otras unidades productivas.<br />
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ALTA PRODUCCIÓN Y MECANIZACIÓN<br />
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Al conocer qué se plantando en Chile, podemos vislumbrar dónde están puestas las fichas de las viñas chilenas. Y la respuesta no sorprende en absoluto. Después de experimentar durante las últimas décadas la irrupción de cepas como Carmenère, Syrah, Sauvignon Blanc y Pinot Noir, hoy todo parece volver a la normalidad. El Cabernet Sauvignon, la cepa más plantada en Chile con 40 mil hectáreas, vuelve a ser el centro de las preocupaciones de los vitivinicultores. <br />
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“Por fin se están renovando los Cabernet Sauvignon y por otro lado hay un frenazo muy fuerte con el Syrah por temas de mercado. También se está plantando muy poco Pinot Noir y Carmenère. En blancos, en cambio, se sigue plantando Chardonnay y algo de Sauvignon Blanc”, afirma Eduardo Silva.<br />
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En la misma dirección apunta Samuel Barros. De acuerdo al viticultor, este año ha habido mucha demanda de Chardonnay. Es lejos la cepa blanca número uno, pero principalmente para labores de replante. Sostiene que su precio ha estado bueno en los últimos años, por lo menos se ha mantenido muy constante. En cuanto tintas, el Cabernet Sauvignon es el ganador y bastante atrás asoma el Merlot. <br />
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Algunos productores también están introduciendo cepas mediterráneas, como Mourvèdre, Grenache y Marsanne, pero son plantaciones más bien reducidas y enfocadas a producir vinos de nicho. “Este año ha estado muy lento, aunque hemos vendido a emprendimientos muy acotados y entretenidos. Por ejemplo, plantas de Pinot Meunier y Chardonnay para un proyecto en Osorno”, dice Barros.<br />
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La forma en que se está plantando es otra de las señales que entrega el sector vitivinícola. Según Eduardo Silva, hoy la mayoría de las plantaciones sigue utilizando la espaldera como sistema de conducción. Por el aumento del costo de la mano de obra, toda la arquitectura del viñedo –la ubicación de los postes, altura y orientación- están pensadas para tener acceso a la mecanización. Así de las 80 ó 90 jornadas/hombre por hectárea se pueden disminuir a 15. <br />
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“Los diseños con muy altas densidades, donde no es posible la mecanización, sólo pueden apuntar a vinos de muy alta calidad. Hoy una densidad media y aceptable es de 5 mil plantas por hectárea. No hay que olvidar que el vino se hace en el viñedo y rendimientos entre 12 y 18 toneladas por hectárea permiten alcanzar un punto de equilibrio entre calidad y rentabilidad”, explica.<br />
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Samuel Barros coincide en que la gran mayoría de los productores está plantando con un criterio de mecanización. Ya casi no ven altas densidades, como hace algunos años. “Hoy derechamente la mayoría se inclina por la alta producción. Diría que sólo alrededor de un 15% está plantando pensando en vinos de alta calidad. Los productores entienden que las plantas injertadas son más vigorosas, pero tienen que tener cuidado a la hora de definir sus objetivos. ¡No se pueden disparar en los pies!”, advierte.<br />
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Incluso es factible pensar en un doble propósito: diseñar un viñedo para alta calidad, pero si las cosas no andan bien, se puede tener la posibilidad de ajustar el manejo y producir un poco más de uva. Por ejemplo, con el clon 130 de Chardonnay se puede llegar a cosechar 40 toneladas por hectárea, pero con el 548 los rendimientos serán de 25 toneladas. Aunque por cierto es complejo, se puede plantar el más cualitativo clon 130 y regular su carga para lograr el objetivo enológico y comercial que los productores andan buscando.<br />
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También explica que hay productores que están apostando por las canopias libres o de poda mínima, por lo menos en una parte de su producción. Sin embargo, el problema no es el sistema de conducción. “A veces se confunde una mínima poda o input, como dicen los gringos, con mínimo esfuerzo. Puedes plantar un Cabernet Sauvignon clonal para vinos varietales, pero quizás no te den los números o la calidad esperada. Si dejas de hacer los manejos, sobre todo en zonas limitantes, la puerta se va a cerrar”, advierte<br />
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LA SUFRIDA CLASE MEDIA<br />
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Para Eduardo Silva, es fundamental no poner la carreta delante de los bueyes. Lo que falta en Chile es un buen diagnóstico de la sanidad y calidad de los viñedos. Hay que sacarse la foto –dice- y ver bien cuál es el verdadero potencial del negocio. “Es como un piloto de avión. Antes de despegar tiene que definir a qué altura, velocidad y trayectoria puede volar de acuerdo a su potencial”, explica.<br />
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En segundo lugar, afirma, una de las grandes debilidades del sistema es que las uvas se transan en spots anuales. Esto crea incertidumbre y no permite planificar. La llamada industria del vino necesita afianzar relaciones comerciales más integradas y no estar pendiente del precio todos los años. <br />
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Por último viene la parte más dolorosa: hay que arrancar todo lo que no tenga una solución técnica o financiera, pues toda esa carga contiene el desarrollo de nuestra vitivinicultura y afecta el ánimo del sector. “Hay muchas viñas que todos los años pierden plata. La industria pierde $ 30 mil millones anuales. Se me ha caído todo el pelo tratando de explicar eso”, se ríe, pero muy seriamente.<br />
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“Está bien”, complementa Samuel Barros. “Hay que hacer un cambio, pero no a todos les queda bien el mismo traje. Estamos en una posición un poco bipolar. Producimos 40 toneladas por hectárea o nos vamos al otro extremo y cosechamos una uva filete. Nos falta enfocarnos más en esos niveles medios. Hoy no es negocio el segmento de los Reserva. Puedes producir 8 toneladas por hectárea con un Cabernet Sauvignon del Maipo y la uva la vendes a 80 centavos de dólar. ¿Cuál es mi ganancia? $ 2.400.000. Muy bien, pero ¿cuáles son mis costos? Por lo menos $ 2.500.000. La verdad: es un ejercicio muy ajustado”, explica.<br />
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El viticultor de Univiveros anuncia un escenario bastante complicado para el próximo año. Sostiene que es imperativo tener un mercado interno que demande vinos de mejor calidad. ¿Por qué? Porque afuera simplemente no dan los márgenes para pagar esos vinos, a menos que estemos hablando de una viña pequeña y capaz de vender en restaurantes sin intermediarios. <br />
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“Con el precio promedio de exportación no nos alcanza ni para cantar en la plaza los domingos”, agrega Eduardo Silva. “No creo que haya más de un tercio de bodegas con color azul. Hay falta de foco. Los que estamos diariamente en la calicata sabemos que es un problema de raíz. Hay que sincerar nuestra industria y Vinos de Chile tiene que tomar el liderazgo. Ése (y no otro) es el primer paso que debemos dar”, concluye.<br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-13855503249017162372015-08-17T08:37:00.000-07:002016-06-02T09:46:08.592-07:00Maceración carbónica: Por qué sí. Por qué no<b>Aunque atraviesa por su momento más estelar, esta técnica ya tiene sus detractores. Es cierto. Produce vinos de colores brillantes y gran intensidad frutal, pero también ciertas consecuencias negativas difíciles de obviar. </b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyy4kCpoD_ooY8qjs-6kntIvXCsACKdkOOPlz9mhBYbn5jZ9eEC00QPgsknCn2jKZPr7eS3Buyrr3_XTaaMYCgJeCx6CR6F66KoQahOdnffPQQmhIdnABJ4OmRi5bZ7-bG0oLNX9M-rcA/s1600/is.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyy4kCpoD_ooY8qjs-6kntIvXCsACKdkOOPlz9mhBYbn5jZ9eEC00QPgsknCn2jKZPr7eS3Buyrr3_XTaaMYCgJeCx6CR6F66KoQahOdnffPQQmhIdnABJ4OmRi5bZ7-bG0oLNX9M-rcA/s400/is.jpg" /></a></div><br />
Foto: it.toonpool.com<br />
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Tardó, pero llegó. La maceración carbónica es una técnica de vinificación muy difundida durante los últimos años. Ya casi ostenta el rótulo de moda. Recuerdo que el primero en importarla –al menos en hacerla conocida por estos lares– fue el gerente-enólogo de Cono Sur Adolfo Hurtado, quien buscaba nuevas alturas cualitativas con sus emblemáticos Pinot Noir, específicamente mejor color, intensidad frutal y suavidad de taninos. <br />
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A diferencia de la fermentación alcohólica, en que las levaduras aprovechan la ruptura de las uvas para transformar los azúcares del mosto en CO2 y alcohol, en la maceración carbónica –también llamada fermentación carbónica- todo sucede al interior de las bayas. Al mantener los granos enteros, en un ambiente anaeróbico, las células de las uvas comienzan a respirar los azúcares y convertirlos en etanol.<br />
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Este proceso generalmente se realiza en tanques abiertos, a temperaturas reguladas y con adición de gas carbónico. El objetivo es que el proceso sea lento y delicado, evitando al máximo la ruptura de los granos para inhibir las fermentaciones alcohólicas. Aún así, la fermentación suele quedar incompleta y hay que prensar los orujos y terminar el proceso añadiendo levaduras, como una vinificación tradicional.<br />
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Esta técnica es muy tradicional en algunos rincones de Europa para la producción de vinos jóvenes y frutosos, sin largas crianzas en barrica. En España, en especial en Jumilla, Bierzo y Toro, llaman a estos vinos “cosecheros” o “tintos del año”. En el sur de Borgoña, el primer jueves de noviembre, se desata la fiesta, cuando anuncian que “le Beaujolais nouveau est arrivé”. Estos vinos, elaborados a partir de la cepa Gamay, se han convertido en los niños-símbolo de la maceración carbónica, ensamblando factores enológicos y de marketing.<br />
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En Chile, especialmente en las zonas de secano, también se acostumbra a realizar una suerte de maceración carbónica con uvas tradicionales como la País. Las fermentaciones con racimos enteros posibilitan el fenómeno de respiración celular, pero al zarandear la fruta o producto de los golpes del destino, las pieles se rompen y crean las condiciones para el inicio de una fermentación alcohólica espontánea.<br />
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Hoy son muchos los enólogos que incorporan la maceración carbónica para la producción de sus Pinot Noir o de algunas cepas rústicas. En términos generales, obtienen vinos con niveles más bajos de densidad, extracto seco y acidez, pues se produce una degradación del ácido málico. Pero la mayor incidencia ocurre a nivel de aromas primarios. A veces son tan intensos que recuerdan a chicle de frutilla o bombón inglés. Estos aromas derivan de los ácidos fumárico, siquímico y aspártico, así como también de la presencia de algunos compuestos fenólicos volátiles.<br />
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Sin embargo, esta técnica ya tiene no pocos detractores. La principal crítica es que tiende a uniformar el espectro aromático. Los vinos con maceración carbónica generan aromas comunes, quizás difíciles de definir, pero muy identificables para las narices más prevenidas o entrenadas. Para algunos, se produce una pérdida de identidad. Para otros, es una opción válida si se utiliza en su justa medida.<br />
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POR QUÉ NO<br />
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Claudio Barría ha sido un férreo defensor de la cultura de secano y de sus vinos. Fue el primer enólogo en embotellar un País orgánico cuando lideraba el equipo enológico de la Cooperativa Lomas de Cauquenes en la década del 90. Luego se enfocó en lo que él llama el Itata Profundo, en desarrollar proyectos, en rescatar y promover las centenarias cepas de Moscatel y Cinsault. <br />
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Hoy, de vuelta en la cooperativa, continúa profundizando su relación con los vinos de rulo, tal vez con el alma dividida, pero con las ideas súper claras: “El País orgánico lo hago con una fermentación tradicional. Con levaduras nativas y sin nutrición. Lo importante es obtener una buena madurez de la fruta y realizar un buen trabajo de vinificación. Mi principal objetivo es dejar que se exprese el verdadero terroir. La maceración carbónica uniforma los aromas. Produce aromas cetónicos de alta intensidad. Tiende a ocultar el terroir”, sostiene.<br />
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Está de acuerdo en sólo un aspecto: si no hay un maltrato de la uva, y se realiza correctamente el proceso de maceración carbónica, los vinos pueden resultar más suaves al paladar. De hecho, como enólogo de La Fortuna, vinificó un Pinot Noir con alrededor de un 15% de carbónica, pero con una justificación: paliar la falta de terroir para esa cepa. <br />
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Barría no está de acuerdo con esta técnica por un tema de principios y jamás la aplicaría para sus vinos de Cauquenes e Itata. Recuerda un viaje a Borgoña, donde pudo constatar que sus principales referentes no hacen maceración carbónica. “La hacen en el sur, en Beaujolais, para realzar su poca fruta y consistencia. Son todos vinos de consumo rápido. Los grandes, en cambio, no hacen, porque caerían en la ordinariez. Le pregunté a uno de los gurúes de la Côte de Nuis si hacía carbónica y me miró como si lo estuviera insultando”, se ríe.<br />
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POR QUE SÍ<br />
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Uno de los vinos más interesantes que he probado últimamente es Creole, perteneciente a esta loca familia llamada House Casa del Vino. Ricardo Baettig, el responsable de este tinto, tuvo la más absoluta libertad para parir su creatura: eligió el origen, la composición, el nombre y diseño de su etiqueta, y por supuesto, la técnica de vinificación: maceración carbónica. <br />
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Para el enólogo, los vinos con maceración carbónica tienen un aroma muy claro, bien frutal y un poco terroso. “¡A mí me encanta!”, exclama. Sin embargo, eso no quiere decir que vaya a utilizar esta técnica para todos sus vinos. El objetivo es resaltar los aromas de Creole –esa poderosa fusión de guindas ácidas y flores silvestres-, pero por sobre todo aplacar los rústicos taninos del País. <br />
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Si bien cumplió con su objetivo de evitar las sobreextracciones, sostiene que los taninos no resultan tan dóciles como expresa la teoría de la maceración carbónica. “Son un poco secantes, pero no duros. Tienen un perfil distinto, que tiende a suavizarse con el tiempo. Después de 10 meses de guarda los taninos se polimerizan y se sienten distintos. Cuando haces fermentaciones tradicionales los taninos verdes quedan verdes para siempre. Los puedes microoxigenar todo lo que quieras, pero seguirán siendo duros”, explica.<br />
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Baettig también ha utilizado esta técnica para la producción de Pinot Noir de la línea Reserva de Morandé, pero en forma muy acotada. El enólogo sentía que a los vinos les faltaba un poco de fruta y partir del año pasado comenzó a realizar maceraciones carbónicas con el 15 a 20% de su fruta. El resultado ha sido positivo: los vinos han ganado en intensidad, pero sin traicionar sus aromas varietales. <br />
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“La maceración carbónica se nota en los vinos y los cambia completamente. En una degustación de Vigno con James Suckling fue un tema de discusión. Los Carignan que tenían algún porcentaje de maceración carbónica se salen un poco del marco. Tienen otro perfil aromático. Y esos vinos no fueron precisamente los que más le gustaron al crítico norteamericano”, relata.<br />
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De acuerdo al enólogo, el caso del Pinot Noir es distinto, pues la cepa y los aromas que se desarrollan con la carbónica son más afines, más comunes, como esa nota terrosa. Por lo tanto, al aplicar esta técnica, el vino no se aleja tanto de los aromas primarios de su fruta.<br />
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“Como todas las cosas en la vida, nada es 100% efectivo. Todo tiene que usarse en su justa medida. Como no se trata de botar todas las barricas y comenzar a vinificar en fudres –las barricas también tienen su lógica-, la maceración carbónica es una herramienta útil para cumplir ciertos fines específicos”, explica.<br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-62788756585559829882015-04-14T15:25:00.000-07:002015-05-12T15:26:58.317-07:00La encrucijada curicana<b>Aunque es el corazón de la vitivinicultura chilena, la imagen del Valle de Curicó se ha ido diluyendo con el paso del tiempo, empujado por su alta vocación productiva. Sin embargo, hay un grupo de viñas dispuestas a dar la pelea y reverdecer sus viejos laureles. </b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibCXDc98POJ31CPejUCuIfNe9_zZnswD9YAjecfyxP78GjhpTZxL1DScufyCmpjqvpD7ji2kzafDPtmOWVui9ly1luI4pBVLsiefVS5MiufKuKMNQ0q0poA7LZcstvHFVMc6uynGC3sfo/s1600/Career-Crossroads.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibCXDc98POJ31CPejUCuIfNe9_zZnswD9YAjecfyxP78GjhpTZxL1DScufyCmpjqvpD7ji2kzafDPtmOWVui9ly1luI4pBVLsiefVS5MiufKuKMNQ0q0poA7LZcstvHFVMc6uynGC3sfo/s400/Career-Crossroads.jpg" /></a></div><br />
Sin duda. El Valle de Curicó vivió momentos de gloria. Los vinos más prestigiosos de Chile provenían de sus tierras. Todas las bodegas querían estar ahí, en esa posición estratégica, en el corazón del mapa vitivinícola nacional. <br />
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“La zona central-sur, o sea las provincias de Curicó y Talca, producen los mejores vinos blancos del país. En el Departamento de Lontué, por circunstancias de clima, suelo, variedad y técnica, se ha conseguido una fiel reproducción del más célebre de los vinos franceses: el Sauternes. Siguiendo la tradición francesa, se obtiene en forma exclusiva en este Departamento que con toda legitimidad merece este apelativo, sinónimo de la obra cumbre de la viticultura francesa. Ha llamado poderosamente la atención en los mercados en el exterior, donde se aprecia en forma creciente”, escribe Armando Dussaillant en 1947, en la publicación “Uvas y vinos de Chile”.<br />
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Precisamente en Lontué estaba emplazada la mítica Viña Casa Blanca. Fundada por Alejandro Dussaillant, poseía 500 hectáreas de variedades nobles, una capacidad para moler 500 mil kilos de uvas al día y una bodega con reservas de 12 millones de litros. Pero no sólo eso. La viña contaba con sus propios aserradero y tonelería, una fuente de energía hidroeléctrica y una planta de 50 empleados y 800 operarios. Además de elaborar vinos blancos y tintos, champagne, espumante (graciosa y necesaria distinción), vinos generosos, vinos de misa y mistelas, mantenía una colección de 200 variedades y una vocación por la investigación que hoy querrían muchas grandes compañías. <br />
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Así se autopublicitaba esta viña emblemática, en tercera persona, como un viejo crack: “En su afán de constante mejoramiento y progreso, la investigación es parte fundamental de sus actividades: está atenta a cuanta novedad se produce en el arte de hacer buen vino, y bien puede decirse que no hay problema vitivinícola que ignore, o que no haya estudiado y resuelto con sus propios elementos. Desde comienzos de este siglo (XX), ha mantenido siempre a su servicio distinguidos profesionales franceses, lo que unido a su permanente contacto con enólogos de renombre mundial, como Pacottet, Ribereau, Gazou, Mathieu, Jacquemin, Grand Champs, Marrias, etc, y al espíritu progresista de sus propietarios, explica el perfeccionamiento que alcanza con sus diversas cepas”.<br />
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La fama de Curicó estaba sustentada principalmente en sus vinos blancos, tipo Barsac y Sauternes, Rhin (con cepas importadas directamente de Alemania) y, por supuesto, Pommard. La influencia europea, pero sobre todo francesa, era más que patente y guiaba los estilos de la denominación. Pero, como dijimos, los blancos ocupaban un rol destacado y quién más que Armando Dussaillant para describirlos tan vívidamente: “El vino blanco es el que más nos recuerda la naturaleza, es cristalino como la savia de las parras, su amarillo dorado o pálido da el reflejo de las hojas, es perfumado, sabroso y fresco como las uvas. Se identifica con la juventud y la alegría, pues no requiere de los años para modelarse, agradar y rebosar en calidad. Es de gran clase aquel que no pierde su lozanía, se conserva inmutable a través del tiempo, y es exquisito desde sus primeros días”.<br />
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La gran aptitud agrícola de sus suelos y climas, no sólo fue la base de su prestigio, sino también se tradujo en el comienzo de su progresivo declive frente a otros valles chilenos. “La muy importante región de Molina y Lontué, con sus extensos viñedos de rendimiento particularmente elevado y sus excelentes instalaciones vinícolas, ofrecen vinos muy agradables, bien constituidos y muy buscados por el comercio al por mayor y de exportación”, escribe hace ya más de medio siglo el enólogo Gastón Canu, quien estuvo a cargo de la Estación Enológica de la Quinta Normal de Agricultura. <br />
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“La región del Lontué es una de las más ricas. Acá todo el viñedo es a la usanza francesa y de los más productivos del país. En esta región tiene Chile las grandes viñas y las mayores bodegas productoras y elaboradoras. Sus vinos son armoniosos, de buen contenido alcohólico, 12 o más grados, de ‘cuerpo’, y es fama que su maduración se hace más pronto que la de vinos próximos del norte. Los vinos blancos son de calidad excepcional”, agrega en la misma época el enólogo y académico Gabriel Infante Rengifo, remarcando una identidad que con el paso de los años terminaría diluyéndose por su incansable vocación productiva.<br />
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UNA IMAGEN DILUIDA<br />
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Uno de los hitos más importantes de la historia reciente del Valle de Curicó es la llegada de Miguel Torres, cuando en 1978 adquiere las 90 hectáreas de su fundo Santa Digna, próximo a Casa Blanca, donde precisamente estaba emplazada la mítica viña curicana. A partir de entonces se produce una revolución tecnológica que se propagó a todo el sector vitivinícola, cambiando para siempre la fisonomía de los vinos chilenos. Sin embargo, su imagen de región productiva ya había echado fuertes raíces, perdiendo gran parte de su carácter e identidad.<br />
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“El problema es que hay mucha viña productiva. Los agricultores están acostumbrados a producir fruta. Es decir, kilos. Pero, como en todas partes, tienes un sinfín de realidades en cuanto a suelos y climas. Puedes escoger lugares para producir vinos de excelente calidad. Lamentablemente es un porcentaje minoritario. Pero, ojo, ésta no es sólo la realidad de Curicó, sino de todo Chile”, explica Fernando Almeda, enólogo jefe de Miguel Torres.<br />
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Brett Jackson, enólogo jefe de Valdivieso, afirma que hay demasiado concentración de productos, empresas de enorme tamaño y un enfoque hacia los altos rendimientos. Por ejemplo, Concha y Toro, Santa Carolina, San Pedro, Patagon y R & R, sólo por nombrar algunas, cuentan con grandes centros de acopio y bodegas. “Aproximadamente el 40% de la uva en Chile se procesa aquí. En un par de kilómetros cuadrados, se muelen más de 300 millones de kilos. Es realmente impresionante”, explica.<br />
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Para Jon Usabiaga, enólogo jefe de Aresti, la explicación es muy simple: a nadie le importa mucho que Curicó levante cabeza porque hay muchos intereses comprometidos. Como es una de las principales abastecedoras de uvas y vinos en Chile, a los grandes compradores les conviene mantener los precios bajos para hacer más rentable sus negocios. “El Valle de Curicó es inmenso y los esfuerzos están tan disgregados que cuesta focalizarse y afianzar una identidad definida”, explica el enólogo.<br />
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Aún más crítico es Juan Alejandro Jofré, quien se ha concentrado en su Curicó natal para desarrollar su proyecto J. A. Jofré y sus elogiados Tintos Fríos del Año: “Curicó está en una etapa complicada. Hoy es el valle más menospreciado y denostado de la vitivinicultura chilena. ¿Por qué? Porque están todos los grandes, porque hay mucho parrón, porque se privilegian los altos rendimientos. Su imagen ha sido muy mal manejada. Curicó no tiene nada que envidiarle a otros valles. Tiene lugares muy interesantes de cordillera a mar. Su potencial es enorme para desarrollar esa personalidad que se ha ido perdiendo con el tiempo”, sostiene.<br />
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Roberto Echeverría, presidente de Viña Echeverría, explica que las viñas curicanas no son muy activas en la promoción de sus vinos en el mercado interno, pero sí hay mucha actividad soterrada, principalmente porque su foco está puesto en el exterior. “El problema es que si no corres muy rápido te vas quedando atrás, y hoy todos están corriendo muy rápido. Eso significa que tenemos que aplicarnos más. Colchagua, por ejemplo, no es sólo un valle productor de vinos, sino un gran proyecto turístico. Casablanca, por otro lado, está en una posición estratégica, entre Santiago y Valparaíso, por lo tanto recibe un tremendo flujo de visitantes. Nosotros, en cambio, producimos vino y lo exportamos. Lo único que podemos decir es que la vitivinicultura chilena nació en la VII Región. En Santiago se envasaban nuestros vinos”, explica.<br />
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UN NUEVO AMANECER<br />
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Fernando Almeda, como buen español, prefiere ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Sostiene que en el Valle de Curicó hay muchos rincones que ofrecen un gran potencial cualitativo. Existen suelos aluviales, como en el Valle del Maipo, con cantos rodados y muy buen drenaje. Hacia la costa, existen viñas en lomajes y sobre suelos graníticos. El gran problema, como en todo el secano interior y costero, es la falta de agua para desarrollar los proyectos. Pero es cosa de buscar. Sólo hay que saber seleccionar los lugares adecuados para producir vinos con personalidad.<br />
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Es el caso de La Ronciere. Esta viña de la familia Orueta buscaba un campo donde desarrollar un proyecto que le permitiera no sólo producir vinos con un mayor valor agregado, sino además diferenciarse de la gran masa de vinos chilenos que pueblan las estanterías del mundo. El lugar escogido fue Idahue, una localidad ubicada entre Hualañé y Licantén, a una veintena de kilómetros en línea recta del mar. Sin embargo, a diferencia de otros proyectos costeros, la totalidad de sus 120 hectáreas plantadas corresponden a cepajes tintos, entre ellos Cabernet Sauvignon, Carmenère y Syrah.<br />
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Según su enólogo Juan Aurelio Muñoz, quien encabezó este innovador proyecto cuya inversión asciende a cerca de US$ 6 millones, podían haber comprado cualquier campo, en cualquier valle de Chile, pero prefirieron apostar por las condiciones de Idahue. Estos suaves lomajes que se levantan sobre el río Mataquito, representan un verdadero crisol de suelos, compuesto de rocas metamórficas de distintas texturas y colores, desde suelos franco-arcillosos hasta formaciones de licorella y lutita que tiñen la superficie de llamativos tonos anaranjados y blanquecinos. “Partimos de cero. Elegimos el campo, seleccionamos los cepajes y clones, plantamos en altas densidades y en diferentes exposiciones… Realmente fue el sueño del pibe”, afirma el enólogo. <br />
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La apuesta es arriesgada, pero Muñoz confía plenamente en su baraja. El objetivo es elaborar tintos frescos, que vayan en sintonía con los gustos de los nuevos consumidores. Probamos juntos los granos de Carmenère y esta emblemática cepa, acostumbrada a los rigores de los valles más cálidos, se siente muy especiada y profundamente fresca, pero al mismo tiempo con unos taninos sabrosos y crujientes. “Muchos me preguntan qué blancos plantamos. Cuando les digo que sólo tintos piensan que estoy loco. Pero para lograr grandes vinos, tienes que tomar riesgos. Trabajando bien, tenemos que sacar de aquí un súper Carmenère", sostiene.<br />
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Algunos kilómetros hacia el interior, en la zona de Palquibudi, se encuentra uno de los viñedos más hermosos de Chile. El proyecto de Viñedos Puertas, que ensambla cuarteles de diferentes cepajes, senderos ecológicos, caballos de rodeo, animales exóticos y un monumental pero elegante centro de visitas, ya es toda una realidad. En este lugar llamado Chile Chico, por su fisonomía estilizada y gran diversidad de suelos y microclimas, nacen algunos de los vinos más interesantes de Curicó y sin duda abre nuevos caminos para un valle que necesita crecer no sólo en tamaño, sino además en la calidad de su oferta vinícola.<br />
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De acuerdo a su propietario José Puertas, su pasión y compromiso por Curicó lo heredó de su padre, un inmigrante español que llegó para enamorarse de estas tierras. Hoy Viñedos Puertas tiene presencia en nueve subzonas curicanas con nada menos que 14 campos. En total suma 830 hectáreas, pero el objetivo es llegar en el mediano plazo al millar. El gran sueño de Puertas es reflejar con sus vinos las distintas personalidades del valle y demostrar, como bien decía su padre, que Curicó representa la Capilla Sixtina del vino chileno. <br />
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Otra empresa familiar que vive un verdadero proceso revolucionario, por lo menos de profundas transformaciones, incluida una estratégica vuelta a sus orígenes, es Viña Aresti. De acuerdo con su enólogo Jon Usabiaga, en Curicó hay muchísimas oportunidades, pero lamentablemente casi nadie ha sabido explotarlas. Después de salir a comprar fruta a otros valles, como Leyda y Colchagua, la viña vuelve a revalorizar lo que tenía más cerca y hoy puede dar un verdadero golpe a la cátedra. <br />
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Su emblemático Family Collection deja de ser un vino multivalle y regresa al terruño que lo vio nacer; el Merlot, tan maltratado en otros valles, podría resurgir en estas tierras como el ave Fénix, con un carácter más fresco y vibrante; y un top de línea o ícono, proveniente de los viñedos más antiguos de sus campos de Micaela y Bellavista, muy pronto podría ver la luz de los mercados.<br />
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La apuesta de Aresti por repotenciar el Valle de Curicó va en serio. “Como enólogo, he pasado como dos o tres épocas distintas en Aresti, donde hacer historia no era hacer historia en Curicó. Ahora hay una intención de ser protagonistas, de salir a buscar cosas nuevas, de ir un poco contra la corriente, si se quiere, y demostrar que no sólo somos capaces de hacer buenos vinos, sino además con una personalidad que nos distinga”, afirma el enólogo. <br />
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En la misma senda transita Juan Alejandro Jofré. Junto con consolidar sus dos Tintos Fríos del Año (sus elegantes Rosé de Garnacha y mezcla tinta de Carignan, Tempranillo y Carmenère, ambos de la zona de Itahue), el enólogo lanzará muy pronto un ensamblaje con tres años de crianza de Sagrada Familia, una mezcla blanca que rescatará el clásico y subvalorado Sauvignonasse de Romeral y el siempre firme y sabroso Semillon, y un vino aguja tipo chacolí, muy bajo en alcohol, que promete refrescar nuestras tardes de verano. <br />
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“Hay que acabar de una vez por todas con los mitos y prejuicios que despierta Curicó. Hay que darle una oportunidad y yo confío en una estrategia de largo plazo”, asegura el enólogo. Tanto así que su gran objetivo es desarrollar un proyecto vitivinícola en un campo familiar ubicado en Lipimávida, muy cerca de Llico y del lago Vichuquén, a escasos kilómetros del mar, con el que seguramente profundizará en su vocación por los vinos frescos y vibrantes.<br />
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Según Roberto Echeverría, una de las ventajas diferenciadoras de Curicó es el carácter familiar de una viña como la suya, donde son ellos (y no otros) quienes se encargan desde la viticultura hasta la comercialización de los vinos. “En Curicó hay buenos viñedos y tenemos el arte y la tecnología para atraer a los consumidores avezados. Hay que saber leer sus gustos y satisfacerlos”, sostiene. <br />
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Brett Jackson, por su parte, afirma que hay que fijarse en las laderas precordilleranas, donde se pueden producir blancos con mucho carácter y estructura, además de lugares como Sagrada Familia hacia la costa, donde nacen tintos excepcionales de cepajes como Malbec y Cabernet Franc, provenientes de viñedos antiguos. Y Fernando Almeda, si bien reconoce que en los últimos tiempos la estrategia de Miguel Torres ha sido salir a buscar terruños interesantes por todo Chile, incluso invirtiendo en proyectos inéditos como en Empedrado e Itata, no hay que olvidar que tres de sus vinos más emblemáticos tienen un origen netamente curicano: Manso de Velasco, Conde Superunda y Nectaria. <br />
Ésa y no otra es la gran encrucijada que enfrenta el valle curicano: continuar un camino solitario, intentando satisfacer a un consumidor de gustos siempre cambiantes, buscando y muchas veces pagando en oro uvas con mayor reputación, o bien, hacer los esfuerzos por remozar la imagen del valle, potenciando a Curicó como denominación de origen, invirtiendo en nuevas zonas, haciendo vinos cada vez más frescos y profundos, convenciendo a los compradores que su espíritu pionero se mantiene intacto, que ha despertado de una larga siesta para volver a cosechar, como bien diría Dussaillant, uvas colmadas de juventud y alegría. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhF2H2oBA3AtlB7MDYzK_IESaclJJDKRHXFk13P-KA1w2PaoGVZ5P9jzRpfP-L0koo1PBR-Tec6Ws4LmgkzKHlf0bP7w0XTzPQUuku8mvxqt6RCvKZXEMpLnErLwUR6jvdSuG2TVXm3Ymg/s1600/estamosbien_los33.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhF2H2oBA3AtlB7MDYzK_IESaclJJDKRHXFk13P-KA1w2PaoGVZ5P9jzRpfP-L0koo1PBR-Tec6Ws4LmgkzKHlf0bP7w0XTzPQUuku8mvxqt6RCvKZXEMpLnErLwUR6jvdSuG2TVXm3Ymg/s400/estamosbien_los33.jpg" /></a></div><br />
No fue mi intención mostrar nuevamente el famoso papelito de los mineros. Por lo demás es una exclusiva atribución presidencial. Tampoco quise aprovecharme del inminente estreno de la cinta “Los 33”. Fue sólo una graciosa jugarreta del destino. Al contar los vinos que marcaron (o me marcaron) durante 2014 esbocé una sonrisa nerviosa, intenté quitar uno, agregar otro, pero, a final de cuentas, decidí mantener este número con recuerdos de hazaña, drama y una pizca, más que una pizca, de reality show. <br />
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¿Por qué marcaron los vinos que marcaron? Parece una perogrullada, pero no lo es. En el rectangular universo futbolístico, la respuesta sería de manual: porque la esférica traspuso la línea de meta. Ahí se acaba la discusión. Sin embargo, en el ámbito vitivinícola, la pregunta (sobre todo la respuesta) es más difusa, inquietante y obedece a un sinnúmero de factores técnicos, pero también sicológicos y culturales. <br />
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Sin ánimo de explicar lo inexplicable, ni menos de explicarme, tenemos que decir que la confección de este listado ensambla criterios objetivos y subjetivos (vaya uno a saber los porcentajes). Es decir, es una mezcla muy humana. La elección de estos 33 héroes, como ya esbozamos, no obedece a un criterio único, incontrarrestable, sino los méritos de estos vinos (vinazos, en muchos casos) ocupan y atraviesan varias esferas de acción.<br />
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La primera de ellas es que los vinos elegidos cumplen con adecuados criterios técnicos. En otras palabras, son vinos bien hechos. Algunos de ellos son bastante funkies (cómo me gusta esa palabra), pero sin defectos que opaquen y desvirtúen su origen o concepto enológico. A quien le gusta los defectos, le recomendamos comprar un kit sensorial y no una botella de vino. Allí encontrará desde el fascinante acetato de tilo (olor a pegamento) hasta el muy pop sulfuro de dimetilo (verduras cocidas). <br />
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Otro criterio utilizado en esta selección tiene que ver con la innovación. Es saludable reconocer o premiar vinos que han ido un poco más allá, proponiendo nuevos cepajes o descubriendo prometedores e inexplotados terruños. Pero no se trata sólo de caprichos o aventuras con un alto componente marketero. En este caso estamos hablando de vinos que aportan, que abren insospechadas posibilidades, no sólo para la empresa en cuestión, sino para todo el sector vitivinícola. <br />
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Tampoco podemos olvidarnos de los clásicos o aquellos representantes de valles ya consolidados. A través de nuevas propuestas, up-grades de viejos conocidos o simplemente por el impacto enológico y comercial, algunos vinos seleccionados han descollado durante 2014. Un año extraño (del caballo, según el horóscopo chino), pero que supo mutar, quizás reencarnarse: de un cansado percherón, que tiraba a duras penas un carro demasiado pesado, hasta un potro salvaje, que parece galopar más libre, sin miedos ni prejuicios.<br />
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Por último, está el rescate de los vinos de aquellos valles fundacionales, que por décadas han sido menospreciados por un sector que ha mantenido (y mantiene) el precio de sus uvas a la altura del unto, profundizando una estrategia economicista y de corto plazo. Estos vinos, en base a cepas consideradas bastardas, como la País, Cinsault o Carignan, se han ganado un espacio por su enorme valor patrimonial, pero además han demostrado atributos cualitativos y diferenciadores. Ya sea de productores de la agricultura campesina o de viñas que han sabido reinterpretar la tradición del secano, estos vinos no huelen a pasado, sino marcan un nuevo camino.<br />
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Sin un orden lógico (el vino tiene razones que la razón no entiende), los invitamos emprender este recorrido por los valles chilenos a través de las 33 etiquetas que marcaron 2014. Sin juicios preconcebidos, puntajes ni recetas, pero sobre todo, sin papelitos. <br />
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<b>Lomas de Cauquenes Terciopelo 2013</b><br />
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Es una leyenda. Y también una marca registrada. Creada por los enólogos del Centro Experimental de Cauquenes en la segunda mitad del siglo XX, esta mezcla de País y Malbec ensambla lo mejor de ambos mundos. Mientras el País aporta toda su fruta roja y estructura, el Malbec alegra, templa y lima las asperezas. El INIA cedió temporalmente la marca Terciopelo a la cooperativa para reactualizar el mito. Y el resultado es un vino floral y jugoso, con mucho carácter e historia.<br />
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<b>De Martino Vigno Carignan 2012</b><br />
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Fue una sorpresa que este vino haya encabezado el ranking de The Wine Advocate durante 2014, pero la verdad… ¡Nunca tanto! Este reconocimiento es el broche de oro para una saga llamada Vigno – Vignadores de Carignan, esta agrupación de productores que nació para poner en valor la despreciada cepa Carignan y la cultura del secano maulino. Proveniente de Truquilemu, uno de los rincones más frescos de Sauzal, este vino es pura fuerza, intensidad y carácter. <br />
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<b>Tabalí Roca Madre Malbec 2014</b><br />
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Cuando se habla del valle del Limarí, solemos referirnos a la camanchaca, a las terrazas con carbonato de calcio y a la elegancia de sus Chardonnay. Incluso muchos cometen la imprudencia de compararlo con Chablis. Sin embargo, poco y nada se sabía de su zona precordillerana. Proveniente de Río Hurtado, a 2 mil metros de altura, este floral y refrescante Malbec pone en el mapa una zona de enorme potencial para vinos tintos. <br />
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<b>J. A. Jofré Vinos Fríos del Año Garnacha 2014</b><br />
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Después de su alejamiento de Viña Maquis, el enólogo Juan Alejandro Jofré no perdió tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, creó un concepto enológico, lo envolvió con gusto y coherencia, y debutó con dos vinos del año, simples, jugosos y frescos, que hoy representan una creciente categoría. Proveniente con mucho orgullo de Curicó, como afirma el enólogo, este rosado conquista con sus tonos florales, cítricos e impresionante acidez. Es un rosado que se las trae.<br />
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<b>Santa Rita Casa Real Reserva Especial 2011</b><br />
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Es un clásico. Una leyenda que cumplió 25 años. Un vino que desde su primera cosecha nace de las mismas viejas parras de Alto Jahuel. Que nunca ha dejado de ser Cabernet Sauvignon. Que desde su primera versión cuenta con la mano jovial y elegante de la enóloga Cecilia Torres. Esta versión no es sólo conmemorativa, sino es una de las más logradas. Hija de un año fresco como 2011, este ícono de Santa Rita muestra todo el sedoso poderío de su fruta roja, pero muy bien apoyada por una acidez que le permite perdurar por al menos otros 25 años. <br />
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<b>Concha y Toro Terrunyo Lot 1 Carmenère 2013</b><br />
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A partir de esta cosecha, Terrunyo Carmenère experimenta un cambio de estilo y reduce a sólo seis meses su paso por barricas. Quizás para alejarse de su hermano mayor Carmín de Peumo. Tal vez para refrescar su fruta y profundizar en una personalidad más ligera y refrescante. Según su enólogo Ignacio Recabarren, el objetivo es atrapar la esencia del Carmenère, esa fruta roja y vibrante en estado puro y esencial. Y lo consigue con creces. Con suma elegancia y distinción. <br />
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<b>Montes Outer Limits Old Roots Cinsault 2014</b><br />
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No es fácil tomar la decisión de jugar fuera de los límites. De abandonar esa zona de confort que ha cimentado el prestigio de Montes. Tampoco es fácil llegar a una zona de rulo como Itata, con siglos de historia, y atreverse a reinterpretar la fruta de sus añosas parras en cabeza. Pero este Cinsault, proveniente de los altos de Guariligüe, regala borbotones de guindas ácidas, frambuesas y flores. Es un vino jugoso y refrescante. Una versión que captura la esencia del Cinsault. <br />
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<b>Lapostolle Collection Petit Verdot 2013</b><br />
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La enóloga Andrea León ha refrescado la oferta de la casa francesa con vinos que reflejan pasión y atrevimiento. Desde Elqui hasta Itata, ha salido a buscar uvas que tengan una personalidad distintiva, que vayan más allá de los límites del portafolio, que logren transmitir emociones. En este caso, con una cepa que en raras ocasiones se embotella por sí sola, pero que aquí logra no sólo firmeza, sino mucha vivacidad y elegancia. Es un Petit Verdot como pocos. Que habla con desgarradora franqueza. <br />
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<b>Coteaux de Trumao Cruchon Pinot Noir 2013</b><br />
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Los primeros años era como un cuchillo que atravesaba el paladar. Su ligereza y alta acidez eran su sello distintivo. Pero la madurez de sus parras, plantadas en la orilla sur del río Bueno, han permitido que este Pinot Noir de los hermanos Porte eche cuerpo, pero sin perder su acostumbrada electricidad. A diferencia de los representantes costeros, este tinto osornino tiene otra acidez –más málica, menos tartárica-, una rica mineralidad, pero por sobre todo unos huesos cada día más firmes, que logran sostener su fruta roja con asombrosa naturalidad. <br />
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<b>Cousiño Macul Antiguas Reservas Cabernet Sauvignon 1981</b><br />
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No se encuentra en el mercado, claro está, pero sí ocupa un lugar de privilegio en una de las bibliotecas más completas de la historia reciente de nuestra vitivinicultura y en especial del Maipo Alto. Este Cabernet Sauvignon, que cuenta con 25 años de guarda, aún se siente frutal y asombrosamente fresco. Es un ejemplo vivo de la cuestionada aptitud para envejecer de los vinos chilenos y el antepasado directo del exuberante ícono Lota, proveniente de esas añosas y sabias parras de Quebrada de Macul.<br />
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<b>Laberinto Cenizas de Laberinto Sauvignon Blanc 2011</b><br />
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Este Sauvignon Blanc laberíntico y de altura, proveniente de los rincones menos expuestos del hermoso viñedo de laguna Colbún, impresiona por su elegancia, mineralidad y frescura. A diferencia de los costeros, sus aromas son más sutiles, más delicados, pero su potencia y verticalidad en boca es avasalladora. Es hijo de una de las cosechas más frescas que se recuerden. Y de un lugar que hay que tener muy en cuenta para sopesar el incalculable potencial de la cepa en la precordillera maulina. <br />
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<b>Santa Carolina Luis Pereira Cabernet Sauvignon 2012</b><br />
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Este vino nace de un proyecto del equipo de investigación de Santa Carolina que se propuso rescatar los antiguos materiales genéticos del Cabernet Sauvignon chileno, aquellas primeras cepas que desembarcaron en la segunda mitad del siglo XIX, y reactualizar algunos valiosos métodos de producción olvidados por la vitivinicultura moderna. El resultado: un Cabernet fresco y sedoso, marcado por sus acentos florales y de hierbas, y un cuerpo delicado y sinuoso, que conquista al primer sorbo.<br />
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<b>Maquis Franco Cabernet Franc 2011</b><br />
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Es una cepa aún poco difundida en Chile, utilizada como un componente de la mezcla bordelesa, pero Maquis se propuso colocarla en un lugar inusual, protagónico, en lo más alto. Proveniente de un viñedo ubicado en el vértice del río Tinguiririca y el estero Chimbarongo, Franco es un vino especiado y fresco, seco y sabroso, que armoniza maravillosamente bien poderío y elegancia. <br />
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<b>Aquitania Sol de Sol Sauvignon Blanc 2014</b><br />
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Costó un mundo establecer las plantas. El fuerte viento sur que sopla en Traiguén complicaba las cosas. Pero este despeinado Sauvignon Blanc sureño, que ahora acompaña a Sol de Sol Chardonnay y Pinot Noir, logró imponerse para proyectar un vino que huele a frutos cítricos, hierbas silvestres y lluvias de invierno. Es un vino con mucha estructura, pero con una personalidad fresca, chispeante y profunda.<br />
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<b>Aresti Family Collection Cabernet Sauvignon 2001</b><br />
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No suele relanzarse un vino, pero cuando el equipo enológico descubrió estas 300 cajas que había reservado Vicente Aresti, el fundador de la viña curicana, no pudo aguantar la tentación. Este Cabernet Sauvignon impresiona por la juventud y profundidad de su color, por sus notas de frutos negros, flores y toques gourmand, por su gran estatura y alegre personalidad. Los años le hicieron bien. Y Aresti hizo más que bien en compartir nuevamente esta cosecha. Enhorabuena. En su mejor momento. <br />
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<b>Bodegas RE Renoir Nature </b><br />
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Hoy vivimos una fiesta de las burbujas y nadie quiere quedar afuera. Irrumpe un contingente de espumantes elaborados bajo el método tradicional, pero son pocos los que tiene la capacidad para competir con los Champagne, Cava y espumantes del Nuevo Mundo con armas propias y diferenciadoras. Este Renoir no es un plagio. Es un cuadro original, colmado de frutos rojos y notas tostadas, pero con una boca inquietantemente seca, que perdura más allá de la categoría. <br />
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<b>Caliterra Dstnto 2014</b><br />
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No es fácil para una bodega reencontrarse consigo misma. Después del fallido joint venture entre Errázuriz y Mondavi, Caliterra pareció haber quedado un poco a la deriva, sufriendo el síndrome del hijo de padres divorciados. Pero con un acucioso trabajo en el viñedo, y sin querer doblarle la mano al cálido terruño colchagüino, su equipo enológico ha sabido refrescar su portafolio con propuestas atractivas y honestas. En este caso, con un chascón y ligero ensamblaje de Malbec, Carignan, Petit Verdot y Carmenère. <br />
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<b>Carmen 4 Lustros Carmenère 2012</b><br />
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Precisamente cuando se cumplen dos décadas del redescubrimiento del Carmenère en Chile, en aquel ya mítico cuartel de Alto Jahuel, Viña Carmen decide homenajear esta cepa con un vino de aniversario, maduro, voluptuoso, pero con la acidez justa para enaltecer un gran canastillo de fruta roja y especias dulces. Un Carmenère de una cosecha cálida. De libro. Para celebrar en grande. <br />
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<b>Casa Silva Lago Ranco Sauvignon Blanc 2013</b><br />
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Es uno de los viñedos más hermosos y australes del mundo. Estas parras de Sauvignon Blanc, que caen mansamente sobre la orilla del lago Ranco, sorprendió a todos con un perfil aromático muy distintivo. “Huele a bosque nativo”, decían algunos. Un año después de su lanzamiento, ese ímpetu, esa juventud, esa ansiedad, se transformó en elegancia y profundidad de sabores. En un Sauvignon Blanc que nos transporta con sus aromas a la llamada Patagonia chilena. Un vino que invita viajar con los sentidos. <br />
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<b>El Viejo Almacén de Sauzal Huaso de Sauzal País 2013</b><br />
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Acorralada, menospreciada, dejada a su suerte, para llenar garrafas y vender volumen, hoy la País recobra su orgullo gracias a productores como Renán Cancino. Oriundo de Sauzal, un pintoresco pueblo ubicado en el epicentro del secano maulino, el viticultor trabaja estas uvas fundacionales, a la antigua, a pura zaranda, sin más armas que la tradición y una vinificación limpia, sin los vicios del pasado, demostrando, sin equívocos, que esta cepa puede regalar vinos frutosos y vibrantes. <br />
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<b>Errázuriz The Red Blend 2012</b><br />
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Hipnotizados por las llamadas cepas nobles, presos de nuestros locos afanes, no fuimos capaces de ver antes. De intuir el tremendo potencial de las cepas mediterráneas en nuestros terruños. Pero algunos productores ya comienzan a pagar la deuda ¡y con creces! Desde Aconcagua, nos llega esta mezcla de Grenache, Mourvèdre, Syrah y Carignan. Un vino frutal, voluptuoso, pero lleno de capas y matices. Frutos rojos a raudales y flores silvestres, abrazados por una exquisita y chispeante acidez.<br />
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<b>Estampa Del Viento Sauvignon Blanc 2014</b><br />
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Visitamos el campo cuando no habían parras, cuando sólo era un proyecto, un sueño de granito y viento, pero hoy este Sauvignon Blanc de Paredones ya es toda una realidad. Un vino que estira los límites del valle colchagüino. Con una nariz herbal, colmada de frutos cítricos y ciertos tonos tropicales, y una boca firme y sabrosa, demuestra el potencial de una costa subexplotada, pero que poco a poco comienza a mostrar sus mejores frutos.<br />
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<b>Valdivieso Single Vineyard Pinot Noir 2012</b><br />
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No aparece a la cabeza de los grandes puntajes nacionales, pero me conquistó desde su primera cosecha. Proveniente del lado más fresco de Cauquenes, es un vino que obsequia mucha fruta roja, como frutillas y frambuesas, pero con una estructura firme y sedosa que nos habla de una gran versatilidad gastronómica. Es un Pinot Noir de origen humilde, pero con una personalidad como pocos. Plantado en el secano interior, lejos de las olas y la farándula, puede y se codea con los grandes.<br />
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<b>Garage Wine Co. Lot 37 Cabernet Sauvignon 2011</b><br />
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No sabemos a ciencia cierta qué significa Lot 37, pero sí que proviene de las terrazas más altas de Pirque. Es un vino que no pretende competir con los grandes íconos de Maipo Alto y de ahí su gran valor intrínseco. Fresco, sabroso y profundamente equilibrado. Es un Cabernet Sauvignon distinto, que se deja tomar con tranquilidad y alegría, sin grandes ceremonias, haciéndonos disfrutar hasta la última gota. <br />
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<b>García y Schwaderer Marina Barrel Fermented Sauvignon Blanc 2014</b><br />
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Representa la nueva generación de Sauvignon Blanc chilenos, más ambiciosos, más atrevidos y completos. Ya no basta con impresionar en nariz, sino que ofrecer un vino estructurado, firme y sabroso. Este Sauvignon Blanc casablanquino transmite notas de lima y maracuyá, coquetea con la madurez, pero también tiene su lado herbal y una acidez que levanta sus múltiples capas gustativas. Es un vino de mantel largo. <br />
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<b>House Casa del Vino Malmau Malbec 2013</b><br />
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Un huevo de cemento y toda la libertad del mundo. House Casa del Vino, este innovador proyecto del Grupo Belén, ya nos ha regalado vinos tremendamente interesantes y que sin duda chasconean y refrescan su portafolio. En este caso, un vino elaborado por Matías Michelini, el enólogo argentino de su filial mendocina Zorzal. Un Malbec de Pencahue, maduro y jugoso, que se aleja de sus pares de las alturas mendocinas, para entregar un vino de una carácter voluptuoso, tan campechano como único. <br />
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<b>Leyda Lot 4 Sauvignon Blanc 2014</b><br />
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Este vino representa la consolidación del romance de Leyda con el Sauvignon Blanc. Un amor a primera vista. Una relación profunda que ha parido algunos de los mejores representantes chilenos de la cepa. En este caso, un vino que huele a viento y sal, perfumado con notas herbales, cítricas y especias dulces. Un Sauvignon Blanc de manual. Poderoso y delicado a la vez. Estilizado y profundo.<br />
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<b>Los Vascos Grand Reserve Carmenère 2012</b><br />
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Los franceses no querían nada con el Carmenère. Por algo no volvieron a plantar la cepa en Burdeos después del desastre de la filoxera. Es demasiado caprichosa, mañosa, si se quiere, pero tan encantadora que terminó doblándoles la mano. Este primer Carmenère de la filial chilena de Barons de Rothschild (Lafite) no pudo ser más auspicioso. Es un vino locuaz, voluptuoso y aterciopelado, que regala frutos rojos a raudales, salpimentados con una precisión poética. <br />
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<b>Miguel Torres Cordillera Sauvignon Blanc 2014</b><br />
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Miguel Torres hace rato que tomó la decisión de salir a buscar nuevos terruños. Y con muchísimo éxito. Su remozada línea Cordillera exuda carácter y consistencia. Y este Sauvignon Blanc, proveniente de la franja más costera del Elqui, representa en gloria y majestad estos nuevos aires. Es un vino con una gran expresión frutal, muy bien complementada con notas de ají verde y hierbas aromáticas. Un vino que agrega valor y emoción al tradicional portafolio de la viña. <br />
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<b>MontGras Antu Limited Syrah 2012</b><br />
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No era una viña que se caracterizaba por asumir grandes riesgos, privilegiando en su portafolio la consistencia de sus Cabernet Sauvignon, Carmenère y Sauvignon Blanc. Pero los nuevos tiempos terminaron por refrescar la estrategia y Antu se convirtió en una línea más chascona, osada y experimental. Proveniente de sus campos en San Antonio, este Syrah es una sinfonía de frutos negros, especias dulces, tonos herbales.<br />
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<b>Mirador del Valle Moscatel de Alejandría 2013</b><br />
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Es un vino que nace en el Itata Profundo, en la cima de cerro Verde, el sector más alto del valle, ubicado a casi 600 metros de altura, en plena cordillera de la Costa. Allí se desparraman estas antiguas cabezas de Moscatel de Alejandría, que la señorita Lucía Torres vinifica en su pequeña bodega de adobe. Un vino floral y sabroso, seco y valioso, que refleja todo el cariño y la sabiduría de la agricultura familiar campesina. <br />
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<b>Odjfell Orzada Tres Esquinas Collection Mouvedre 2013</b> <br />
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Fue una de las primeras bodegas en invertir en el secano maulino. En incorporar el el Carignan en sus líneas superiores. En profundizar en una viticultura biodinámica que resalta el potencial de sus campos. Este Mourvèdre de Tres Esquinas es parte de una nueva colección, de una decisión de ir siempre por más, de volver sobre los pasos para proyectar un vino sabroso, floral y con una tremenda personalidad. <br />
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<b>Clos de Fous Dulcinea Chardonnay 2013</b><br />
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Clos de Fous no se detiene. Explora nuevos valles y cepas, muchas veces anteponiendo la enología a los números. Una locura, ¿verdad? Quizás de ahí provenga su nombre. Pero esa misma naturalidad, esa misma pasión, ese mismo respeto por el vino, han convertido el proyecto en una fiesta para los sentidos. Así lo demuestra Dulcinea, un vino de una profunda personalidad y fineza. Un Chardonnay libresco. De alabanzas y ensoñaciones. <br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-48694862555827838942015-02-27T15:09:00.000-08:002015-05-12T15:10:51.909-07:00Sauvignon Blanc para masticar<b>Romper con el estilos neozelandés, ofreciendo vinos más ambiciosos y gastronómicos, es el principal desafío que hoy tienen los productores chilenos. Algunos ya lo están haciendo y los resultados son promisorios. </b> <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKiQok79W3ckvr6eY54goNNdoaasUCPFbF5YJG3rTHqz0l6WhJcqY92Tao3wHfi2AJaztHhkhT0OWxUw6zaMcN6YFS9WQhHrW_9gRpRi4cD5sPKJkp-a40mwiwdrLQXeMNBJYwBd8mbDY/s1600/masticar-bien.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKiQok79W3ckvr6eY54goNNdoaasUCPFbF5YJG3rTHqz0l6WhJcqY92Tao3wHfi2AJaztHhkhT0OWxUw6zaMcN6YFS9WQhHrW_9gRpRi4cD5sPKJkp-a40mwiwdrLQXeMNBJYwBd8mbDY/s400/masticar-bien.jpg" /></a></div><br />
El concepto de vinos gastronómicos se ha instalado en nuestra mesa. Y la discusión se ha vuelto algo liviana y superficial. Como una moda, que siempre tiende a ser pasajera, hoy todos hablan de un estilo diferente, menos pesado y refrescante, pero muy pocos se han tomado en serio el desafío de elaborar vinos con una mayor complejidad y amplitud, especialmente cuando se trata de vinos blancos. <br />
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Elaborar un blanco que vaya más allá del aperitivo, y nos acompañe con propiedad hasta el plato de fondo, va más mucho más allá de proponer una mezcla con pH bajo y rica acidez. El vino debe tener estructura, cierto peso específico, que soporte y complemente las proteínas de nuestro menú. Eso se traduce en una tarea planificada, que va desde la viticultura hasta la crianza del vino. <br />
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Nadie discute el gran salto cualitativo que han logrado los blancos chilenos en las últimas décadas, sobre todo en el caso del Sauvignon Blanc. Sin embargo, como suele suceder en nuestro país, la oferta tiende a ser demasiado uniforme y, por qué no decirlo, con algunas incipientes notas de aburrimiento. <br />
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La mayoría de nuestros enólogos ha optado por vinificaciones muy reductivas, privilegiando el impacto aromático por sobre la boca. Este estilo impuesto por Nueva Zelanda, profundamente herbal y con impresionantes acideces (muchas veces camufladas con un alto porcentaje de azúcar residual), se ha convertido en un modelo a seguir, restando identidad y valor agregado a la oferta chilena.<br />
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Ha sido tan fuerte y marcada la tendencia que muchos Chardonnay se han “sauvignonizado”, rehuyendo de la madera como si fuera el más mortal de los pecados. El resultado algunas veces es positivo, sobre todo cuando aparecen esas notas minerales de terruños con componentes calcáreos como Limarí. Pero, en varios casos, muchos más de los que quisiera, representan vinos que quedan en la deriva, como a medio camino, sufriendo una profunda crisis de identidad. <br />
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¿Cuántos Sauvignon Blanc chilenos están diseñados para envejecer con dignidad y alcanzar más ricos y complejos umbrales gustativos? Muy pocos, en verdad. ¿O cuántos de ellos tienen algún tratamiento con madera, ya sea en el proceso de fermentación o crianza, persiguiendo estructuras más firmes y, por qué no, más gastronómicas?<br />
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Apenas se me vienen a la cabeza un puñado de nombres, como el recuerdo imborrable de Montes Sauvignon Blanc Fumé, que se podía encontrar a muy buen precio incluso en las cocinerías de los mercados. O la consecuencia de Amayna Sauvignon Blanc Barrel Fermented, un vino de la nueva generación de Leyda, que ofrece un estilo más bien maduro, pero muy interesante. O, por último, la reciente presentación de Lurton Reserva Sauvignon Blanc, un blanco que apuesta por sabores más tropicales y cálidos, y que no le tiembla la mano con la madera nueva en el proceso de vinificación.<br />
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De alguna manera todos estos vinos, al menos cuando debutaron ante las narices especializadas, han despertado más de alguna controversia. La flota de Sauvignon Blanc limpios y reductivos, que explotan en las copas con sus intensos aromas, ha calado muy hondo en los paladares, provocando una suerte de acostumbramiento. Sin embargo, hay un grupo de enólogos que quiere ir por más, escalando nuevos peldaños de calidad en la saga del Sauvignon Blanc, ofreciendo no sólo vinos para el placer de nuestras narices, sino vinos que se pueden masticar. <br />
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ESTRUCTURA SUREÑA<br />
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Para poder paladear la nueva generación de blancos chilenos, tenemos que viajar al sur, bien al sur, a la flamante denominación de Malleco, ubicada a 620 kilómetros de Santiago. A pesar de la juventud de su vitivinicultura, ya se puede hablar de cierta consolidación de la cepa Chardonnay, partiendo por la exitosa historia de Felipe de Solminihac y su elogiado Sol de Sol. Su vecino William Fèvre Chile, sin embargo, se la ha jugado en esta zona por otra variedad blanca: el Sauvignon Blanc.<br />
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De acuerdo con su enólogo Cristián Aliaga, es con esta cepa (y no con el Chardonnay) con la que han logrado los mejores resultados. “Al principio no se sabía cómo eran los vinos. Había muy poca experiencia con Sauvignon Blanc en Malleco. Todos estaban con Chardonnay. Dándole un poco la vuelta, nuestra idea fue más que hacer un Sauvignon Blanc, y formar parte de una categoría que está muy estigmatizada, fue embotellar un vino del sur”, explica.<br />
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El objetivo del enólogo fue desmarcarse completamente de su excelente Chardonnay precordillerano de San Juan, en el autodenominado Muy Alto Maipo. Sus vinos del sur, que se visten con la marca Quino, han sorprendido por su jugosidad y estructura, pero por sobre todo por un carácter único, que se diferencia de sus pares costinos para inaugurar, probablemente, una nueva y promisoria categoría. <br />
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Tanto su mezcla Quino Blanc, compuesto de Sauvignon Blanc y en menor medida de Riesling, como su Little Quino Sauvignon Blanc, son vinos fermentados en barricas. Mientras en 2012, debido a las altas temperaturas de la temporada, el Sauvignon Blanc desarrolló notas más tropicales, la más templada cosecha 2014 mostró todo su potencial: una nariz muy floral y emergentes notas cítricas, refrescantes, que se casan con la madera y profundizan en el paladar. Ambos vinos están en el límite de lo permitido. Sus uvas pueden alcanzar 11,5º de alcohol probable cosechadas en las últimas semanas de abril, pero aún así tienen la suficiente energía y estructura para llenar la boca de sabores.<br />
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El gran desafío de William Fèvre Chile en Malleco es sortear las heladas. En la temporada 2013 sufrieron nada menos que 18 eventos y prácticamente perdieron toda su fruta. A diferencia de Sol de Sol, que está emplazado en una zona de suaves lomajes, en estas partes más planas las heladas y el intenso viento sur representan una gran amenaza. Durante este otoño, que se ha caracterizado por las altas temperaturas en la zona central, en Malleco ya se han dejado caer tres heladas.<br />
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Sin embargo, Cristián Aliaga está muy entusiasmado con el enorme potencial de esta zona. La cosecha 2014 suma ocho barricas, muchas de ellas nuevas, y los resultados son más que alentadores. “Todo ha cuadrado súper bien. A pesar de su bajo alcohol, estos vinos, en especial los que provienen del clon 242, tienen la estructura para soportar muy bien la madera. Ya lo quiero envasar. No hoy, sino ayer”, se ríe el enólogo. <br />
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PODER DE LA PRENSA<br />
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El matrimonio enológico García & Schwaderer disfruta la comida y en su portafolio de vinos ese aspecto de sus vidas se nota y agradece. Sus vinos están diseñados para comer, preocupándose desde un inicio en el desarrollo de propuestas no sólo aromáticas, sino con bocas llenas y bien estructuradas. Es por eso que no rehúyen de la madera con el Sauvignon Blanc y en su línea Marina ofrecen una versión Barrel Fermented. <br />
Al contrario de lo que muchos temen, que estos vinos son complicados de comercializar, el éxito de Marina Barrel Fermented ha sido inmediato. En 2013 vendieron 50 cajas a Brasil, mientras que en 2014 ya suman 200 cajas y han ampliado sus mercados, distribuyéndolas también en Bélgica y Chile. <br />
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Sus uvas provenientes de Casablanca son vinificadas en barricas de acero inoxidable con duelas en su interior. Las duelas cuentan con un tostado a muy baja temperatura y por largo tiempo, por lo tanto los tres meses de guarda del vino no se traducen en notas de madera en nariz, sino que permiten construir de gran forma su boca.<br />
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Según Felipe García, la elaboración de estos vinos más gastronómicos involucra varios aspectos, donde el uso de madera es sólo uno de ellos: <br />
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• La utilización de dos tipos de levadura en el proceso de inoculación (Torulaspora delbrueckii y la tradicional Saccharomyces cerevisiae). Cuando el mosto alcanza los 10º de alcohol, las Torulaspora mueren y las Saccharomyces terminan el trabajo. De esta forma, la fermentación es más prolongada y menos agresiva, facilitando el desarrollo de tioles, que puede ser 10 veces mayor que con las inoculaciones clásicas. <br />
• En el proceso de fermentación es imprescindible una nutrición específica para el desarrollo de las levaduras.<br />
• El uso de barricas permite mejorar la cantidad de borra (NTU-150). Si se fermenta demasiado turbio en una cuba de acero inoxidable se pueden generar reducciones. En las barricas no pasa eso porque su columna es mucho más ancha.<br />
• El aporte de la madera, que en este caso no es en términos aromáticos, mejora la textura y amplitud de los vinos en boca. <br />
• El trabajo de prensa es fundamental, pues confiere textura, peso y amargor. Muchos enólogos no lo entienden o rehúyen de él, pero, según García, el amargor es vital para darle largueza al vino.<br />
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Para el enólogo, la principal crítica que se le hace a los Sauvignon Blanc chilenos, especialmente en Inglaterra, es su falta de estructura. “Dicen que sólo son vinos para aperitivo. Limpios, con grandes narices, pero sin mucho peso. ¡Para mí lo fundamental es la boca! Desde que comenzamos con Marina en 2006 alcanzábamos vinos de 13,5º grados de alcohol. Hoy logramos graduaciones de 12,5º, pero al mismo tiempo con mucho más textura y cuerpo. Sin duda es un vino más técnico. Quizás para el experto, para el conocedor. Pero a nosotros nos tiene muy felices. Puedo decir que ha sido uno de nuestros mayores logros en estos años”, sostiene. <br />
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TREMENDA OPORTUNIDAD<br />
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Grant Phelps, el enólogo de Casas del Bosque, libra una muy personal batalla contra los vinos de su país de origen. “Los Sauvignon Blanc de Nueva Zelanda son un desastre (Nota de la redacción: el término utilizado por el enólogo ha sido cambiado para facilitar las labores de traducción). Algunos de ellos, unos pocos, son interesantes en nariz, pero no te puedes sentar con un plato. Rápidamente tenemos que cambiar el vino cuando estamos en la mesa. Los aromas de espárrago y pipí de gato dominan el vino y pelean con el plato”, afirma .<br />
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Phelps lleva ya seis años trabajando con esta cepa en barricas. Hoy cuenta con 400 barricas que atraviesan todas sus líneas de Sauvignon Blanc: Reserva (8%), Gran Reserva (78%) y Pequeñas Producciones (98%). Todas ellas son viejas, las más nuevas son de segundo uso, porque el objetivo es diferenciarse de la oferta neozelandesa, haciendo vinos más complejos, amplios y eminentemente gastronómicos. <br />
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Pero tampoco basta con el uso de barricas. El manejo es mucho más integral. Primero cosechan en la noche, cuando los granos alcanzan temperaturas de -1 a -3 grados, posibilitando maceraciones muy largas que pueden extenderse entre siete y once días. Después comienza el proceso de fermentación en un ambiente muy fresco, para terminar la transformación del azúcar en alcohol en barricas, donde la temperatura puede subir a 22 o 23 grados. <br />
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“Si quieres Sauvignon Blanc más frutosos, tienes que fermentar a bajas temperaturas. Nosotros llegamos hasta 6,5º C en las cubas. ¡Es una locura! El proceso dura como tres semanas y media. Así las levaduras se estresan y comienzan a producir esteres con esas notas a sudor que me fascinan. Los estados volátiles no se evaporan como en las fermentaciones tradicionales, sino llegan a la botella en estado líquido y luego explotan en las copas”, explica. <br />
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El enólogo recuerda una visita al valle de Loire en plena vendimia. Mientras paseaba por las bodegas sentía las intensas notas de Sauvignon Blanc que llenaban todos los rincones, pero luego en la botella los aromas eran más bien neutros. En Casas del Bosque vive el proceso contrario. En plena etapa de fermentación la nave prácticamente huele a nada. El objetivo es que el vino alcance su máxima expresión cuando realmente importa, cuando se descorcha la botella. <br />
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“Una fermentación en barrica es mala idea si quieres hacer vinos más afilados. La gracia de la barrica es que logras texturas exquisitas y aromas mucho más complejos. Puedes perder algo de esos aromas primarios de la fruta, pero aparecen la roca y la mineralidad de los suelos. Chile tiene una gran oportunidad para llenar el tremendo hoyo que deja Nueva Zelanda. Lamentablemente muchos están obsesionados con los aromas. Tratan de imitar ese estilo y no se la juegan por hacer algo diferente, algo mucho mejor”, concluye.<br />
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NOBLE CRIANZA <br />
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En la precordillera de Cachapoal, en la zona de Coya, nace uno de los Sauvignon Blanc más interesantes que he probado. Se trata de Calyptra Gran Reserva 2007. Un vino fermentado en barricas, a la antigua, que no sólo es capaz de conservar todo el frescor de sus uvas orgánicas, sino además desarrollar una asombrosa textura y una multiplicidad de capas aromáticas y gustativas. Según su enólogo Francois Massoc, hoy este vino es cuando mejor se degusta, pero lamentablemente sólo quedan unas pocas decenas de botellas.<br />
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Esta decisión enológica de producir Sauvignon Blanc fermentado en barricas también se ha traducido en un éxito comercial. Hoy sus vinos se exportan sobre los US$ 200 la caja y se agotan con mucha prontitud. “Pero existe el prejuicio. Las viñas chilenas piensan que no se puede vender caro. No se tienen fe. No saben vender sobre US$ 50 la caja. Prefieren seguir el estilo de Nueva Zelanda, que vende mucho, pero cada vez menos”, afirma el enólogo.<br />
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Massoc ya había realizado ensayos con uvas de Leyda con muy buenos resultados, pero sin duda la estructura frutal que logra en Coya le permite profundizar en su estilo, incluso ir subiendo año a año el porcentaje de barricas nuevas, llegando a un 20% en la cosecha 2011. <br />
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“Con la oxigenación de la barrica el vino se vuelve más resistente a la oxidación y, por lo tanto, mucho más longevo. Además los taninos y la crianza con las lías protegen los precursores aromáticos y lo vuelves un vino mucho más intelectual, más completo, más rico. Sacrificamos un poco la intensidad aromática, pero ganamos muchísimo en boca”, explica.<br />
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Pero, como bien dice Massoc, no se trata sólo de fermentar en barricas. Las viñas hay que cultivarlas pensando en vinos de guarda. Además hay trabajar las prensas y hacer toda una planificación en la bodega. Pero todos estos manejos valen más que la pena. Este nicho de vinos más ambiciosos, más multidimensionales, ofrece un montón de oportunidades de mercado. De una vez por todas hay que hacer los esfuerzos para vender más y sobre todo mejor. Los nuevos consumidores piden blancos con boca. Blancos para comer.<br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-2535536344700007392014-12-17T14:57:00.000-08:002015-05-12T14:59:24.291-07:0010 íconos que se desmarcan del Cabernet<b>Hace un década era impensable que una botella que no fuera Cabernet Sauvignon superara la barrera de los US$ 100. Hoy muchas viñas desafían a su majestad con nuevas propuestas que se alejan del canon bordelés para proyectarse con una identidad más fresca e innovadora, quizás más representativa del Nuevo Mundo.</b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDlTR6ljgUwspl3xjTqZkgUeim9IATVSqHM1vGCi0FER2PbqhWRNHEX20-JrBE54Mm-XlHJvWXGolIMGykRz5zCp6CqfYfRimKJg70QRq4NfE06NdKDSs2qs11LDqh_XqlWtJ9fA3n9gc/s1600/url.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDlTR6ljgUwspl3xjTqZkgUeim9IATVSqHM1vGCi0FER2PbqhWRNHEX20-JrBE54Mm-XlHJvWXGolIMGykRz5zCp6CqfYfRimKJg70QRq4NfE06NdKDSs2qs11LDqh_XqlWtJ9fA3n9gc/s640/url.jpg" /></a></div><br />
Todos quieren estar ahí. Pero sólo algunos pueden. Trasponer la barrera de los US$ 100 por una botella es un desafío de marca mayor, sobre todo para un país que históricamente se ha caracterizado por sus vinos buenos, bonitos y baratos. Primero, es imprescindible encontrar (o inventar) un concepto enológico. Puede ser un vino con sentido de origen, que resuma y exalte un lugar de condiciones privilegiadas. Segundo, tiene que ser capaz de absorber una cuantiosa inversión, tanto en manejos vitícolas (cuando el viñedo no está en perfecto equilibrio, las cosechas en verde son intensas para lograr un adecuado nivel de concentración), como de insumos enológicos, preferentemente barricas nuevas de los mejores bosques franceses, y pesadas botellas de vidrio, más apropiadas para el entrenamiento de fisiculturistas que para catadores o consumidores. Tercero, y quizás lo más importante, contar con la credibilidad suficiente para lanzarse a esta aventura sin caer al vacío. No cualquier viña puede convencer a un mercado más bien conservador, dispuesto a pagar en oro los emblemas bordeleses o borgoñones, pero escéptico cuando el producto proviene del fin del mundo.<br />
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Entonces, ¿para qué tomarse tantas molestias? La decisión de “producir” un vino ícono (o súper ícono, la nueva categoría inaugurada por Taita de Montes) no es sólo comercial, sino transita por los pedregosos caminos del marketing. Levantar la mano en este segmento, ineludible para toda bodega con aspiraciones (a veces, delirios de grandeza), nace de la necesidad de demostrar que no hay techos para su vitivinicultura, que se pueden parar de tú a tú con los emblemas franceses e italianos. Muchos afirman que estos vinos no se venden. Están hechos para las narices de los críticos. Sus entintados pulgares en alto, traducidos a puntajes que deberían sobrepasar los 95 puntos para no caer en la ignominia, pueden atizar el despliegue de la caballería, la que finalmente hace caja, la que gana la guerra, compuesta por los clásicos Cabernet Sauvignon y Sauvignon Blanc de US$ 10 o incluso menos. <br />
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Hace alguna década era impensable que un ícono chileno no fuera un Cabernet Sauvignon o al menos una mezcla bordelesa. La mayoría de estos vinos provenían de Maipo Alto, como Don Melchor, Domus Aurea, Viñedo Chadwick, Santa Rita Reserva Especial o Lota de Cousiño Macul. Sin embargo, el tablero se ha desordenado (o diversificado, como nos gusta decir). Hoy no es raro tropezar con un Carmenère sobre US$ 100, quizás el segmento donde más brilla y convence esta cepa, pero también con otras propuestas y variedades que hasta entonces se mantenían ocultas o no habían alcanzado suficiente masa crítica, como ensamblajes donde predomina el Syrah, Cabernet Franc, Pinot Noir y Carignan. Estos nuevos vinos, que antaño estaban estacionados en el subsuelo, hoy suben a grandes zancadas, enriqueciendo la iconografía chilena, agregando nuevas y en algunos casos emocionantes notas a un portafolio hasta entonces bitonal y aburrido.<br />
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El próximo paso de esta nueva generación de vinos íconos (por llamarlos de alguna manera) es seguir profundizando en nuevas propuestas, descubriendo nuevos y asombrosos lugares, pero por sobre todo ganando en estatura. Un vino de estas características no puede nacer en el departamento de marketing, sino debe tener un nivel calidad incuestionable y consistente en el tiempo, sentido de origen y, sobre todo, coherencia entre el producto final y el objetivo enológico-comercial. Ya no basta con producir vinos hiperconcentrados y guardarlos durante 24 meses en flamantes robles franceses, sino contar un buen cuento. Una historia atractiva y convincente.<br />
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<b>Casa Silva Altura 2008</b><br />
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Si hay una viña que se ha jugado por el Carmenère, es Casa Silva. A través de su proyecto Microterroir en Los Lingues, ha logrado sacar lo mejor de esta cepa. Con una proporción similar de Carmenère y Cabernet Sauvignon, y aportes de Petit Verdot y de su fresco Syrah de Lolol, es una exhibición de fruta roja, dulce y jugosa, que ha sabido madurar con sabiduría durante 3 años en botella. Un vino que representa el alma de Colchagua… A la altura de la categoría. <br />
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<b>Concha y Toro Carmín de Peumo 2011</b><br />
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Fue una de las primeras viñas en tomarse en serio el Carmenère, tanto que supo poner en el mapa a Peumo, esta pequeña localidad que se levanta junto al río Rapel. Proveniente del ya legendario cuartel 32, su Carmenère regala notas de arándanos, pimienta y grafito. Con aportes de Cabernet Franc de Puente Alto y Cabernet Sauvignon de sus viejas parras de Pirque, el vino se muestra firme, altivo, pero extremadamente suave. Carmín es más que un ícono de la cepa. Es un ícono de la elegancia. <br />
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<b>Cono Sur Ocio 2011</b><br />
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Parecía un despropósito lanzar un ícono de una cepa con tan poca tradición en Chile. Pero Cono Sur fue arrojado y metódico. Aprovechando materiales antiguos de su fundo en Chimbarongo, su equipo enológico, y con la asesoría del borgoñón Martin Prieur, logró especializarse en esta cepa y convertirse en uno de sus más grandes productores en el mundo. Proveniente de sus campos casablanquinos El Triángulo y Campo Lindo, Ocio es un mole de flores, cerezas y ciruelas. Un Pinot Noir que no se va con chicas.<br />
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<b>Emiliana Gê 2010</b><br />
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Esta mezcla tinta es el primer vino biodinámico de Latinoamérica. Pero no sólo eso. Además representa de muy buena forma la filosofía de la viña y los suelos graníticos del pie de monte de su fundo Los Robles. Su base es el Carmenère, pero muy bien apuntalado con Syrah y Cabernet Sauvignon. Con notas de frutos negros, pimienta y chocolate, el vino se siente voluptuoso, firme y en extremo goloso. Un colchagüino que mira las estrellas, pero con los pies bien puestos en la tierra. <br />
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<b>Errázuriz La Cumbre 2011</b><br />
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Errázuriz fue pionera en el cultivo de Syrah. También en lanzar un ícono de esta cepa. Siempre de sus clásicos cuarteles de Panquehue –Max V y Don Maximiano–, pero esta vez con un aporte de Manzanar, perteneciente a la D.O. Aconcagua Costa, este vino se caracteriza por su gran estructura y fuerza frutal. Con notas de violetas, arándanos y especias dulces, y empujado por el frescor de la temporada 2011, este Syrah regala profundidad y exuberancia. <br />
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<b>Maquis Franco 2010</b><br />
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En la confluencia del río Tinguiririca y el estero Chimbarongo, en el corazón de Colchagua, esta joven viña sorprende con una cepa poco explotada, confundida entre los componentes de mezcla, pero con un tremendo potencial en Chile. De los mejores retazos de su viñedo en el fundo Maquis, este Cabernet Franc conquista con sus notas de frutos negros, pero por sobre todo por su carácter herbal, especiado y austero. Es un Cabernet Franc con mucha tipicidad. Puro y francamente fresco. <br />
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<b>Matetic 2010</b><br />
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Con su ya legendario EQ 2001, esta viña inauguró la categoría Syrah de clima frío. Un vino que desconcertó a muchos, pero maravilló a unos pocos pero influyentes, obligándolos a profundizar en el desafío de embotellar un tinto del mar. Con Matetic Syrah dieron un paso más allá. De las partes más planas de su fundo El Rosario, donde se acumula la niebla costera, nace este ícono de violetas, pimienta y mineralidad. Un sanantonino que es pura potencia y frescor. <br />
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<b>Viu Manent Viu 1 2010</b><br />
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Era arriesgado identificarse tanto con un emblema trasandino, pero Viu Manent no podía desaprovechar el potencial de sus viñedos centenarios de Malbec en San Carlos de Cunaco. Invariablemente del cuartel Nº 4, este vino nace para convertirse en un ícono y hacer escuela, empujando la producción de Malbec de diferentes lares y estilos. Con la profundidad de sus frutos negros, perfumes de violetas y especias dulces, sumado a un cuerpo firme y atlético, Viu 1 deja el tango para bailar una cueca chora.<br />
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<b>Montes Purple Angel 2011</b><br />
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Abriéndose paso entre los icónicos Montes M Cabernet Sauvignon y Folly Syrah, después de mucha meditación y ensayo, irrumpió este Carmenère de Colchagua. La fórmula fue combinar en partes iguales la madurez y sedosidad de Apalta, y la fresca personalidad de Marchigüe, abrochando la mezcla con un porcentaje de Petit Verdot. El resultado: elocuentes notas de moras y frambuesas, pimienta rosada, clavo de olor y una buena dosis de chocolate bitter. Un ángel que llegó con cierta timidez, pero que finalmente desplegó sus alas púrpuras para volar a gran altura. <br />
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<b>Odjfell 2005</b><br />
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Fue una de las primeros viñas en visualizar el enorme potencial de los viñedos antiguos de Carignan del secano maulino. Y supo interpretar el carácter del rulo como pocas. Odjfell 2005 resume toda la filosofía de su equipo. Una viticultura sustentable, respeto por la tipicidad de la uva y elaboración de vinos frescos y profundos. Con notas de frambuesas, cerezas y moras, y una acidez alegre y punzante, este Carignan de Tres Esquinas está próximo a cumplir una década, pero aún tiene muchísimo que celebrar. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhD14xYcfLYyHPbvprb7lTZ1X01ZqS3wm6oGC0fPD-uKA0Bmb5ogai-8E11pXfRPV9_-hi9BryJGxyAkr2W2ca_R88fVUzuZKjcdu2BSCi-mkZAPlvPgLccUfCx28ldkjUJTeV859MInTg/s1600/red_lips_by_paullus23-d4cwwoj.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhD14xYcfLYyHPbvprb7lTZ1X01ZqS3wm6oGC0fPD-uKA0Bmb5ogai-8E11pXfRPV9_-hi9BryJGxyAkr2W2ca_R88fVUzuZKjcdu2BSCi-mkZAPlvPgLccUfCx28ldkjUJTeV859MInTg/s400/red_lips_by_paullus23-d4cwwoj.jpg" /></a></div><br />
Recabarren gesticula y corrige el rebelde mechón de pelo que cae sobre su frente. Se pone de pie y desaparece. Vuelve sonriente a la sala de degustación. Respira extasiado las notas que arrancan de una copa teñida de carmín. “Con el Carmenère me vuelvo loco”, exclama, intentando explicar su entusiasmo. Bebe un sorbo y escupe con elegancia y precisión, como si estuviera trasegando. “¿Y qué te parece?”, pregunta ansioso. “Me parece”, respondo con una fingida frialdad, pero la verdad es que Carmín de Peumo 2007 ha evolucionado con asombrosa sapiencia. Esta cosecha tan promocionada, histórica, como la proclamó Concha y Toro, por fin comienza a mostrar todos sus atributos, esa madurez voluptuosa, envolvente y sedosa, pero acompañada por una acidez que refresca y levanta su fruta, haciéndola profundizar en el paladar, dejándonos un recuerdo imborrable. <br />
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Ignacio Recabarren, el ya mítico enólogo de Concha y Toro, cree a pie firme en el potencial de calidad del Carmenère. Cuando describe cómo sus jugos llenan los estanques durante vendimia inmediatamente comenzamos a salivar. Esa pureza, ese carácter varietal, esa efusividad de sabores frutales y especiados, es lo que pretende transmitir a través de sus vinos, especialmente a través de su línea Terrunyo. “Estamos haciendo une pequeña revolución”, asegura. Degustamos la cosecha 2013, aún en bodega, aún esperando su mejor momento para salir al mercado, y sentimos la vibración de su fruta sin interferencias o disfraces. Con sólo 6 meses en barricas, pero con un cuerpo firme, estilizado y suave, el vino nos invita al mismísimo origen de esta cepa bordelesa, a un nuevo redescubrimiento, a proyectarse con una renovada dimensión, a protagonizar un nuevo amanecer.<br />
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A pesar de que el Carmenère puede alcanzar increíbles alturas, como Carmín de Peumo de Concha y Toro, Microterroir de Los Lingues de Casa Silva, Kai de Errázuriz, Pehuén de Santa Rita o Purple Angel de Montes, la cepa no ha bailado con la bonita durante los últimos años. El entusiasmo de las viñas chilenas se ha moderado o lisa y llanamente sufre una crisis de expectativas. Desde recibir el estatus de cepa emblemática a finales de los 90, y desatar una verdadera fiebre de nuevas plantaciones, hoy el Carmenère vive tiempos complicados. Cierta confusión o incertidumbre a nivel de industria pone en duda su futuro.<br />
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Según Andrés Lavados, gerente general de Santa Rita, Chile cometió el error de inundar el mercado con vinos de bajo precio y dudosa calidad, cuando todavía no se aprendía a manejar de forma correcta la cepa, de comprender sus humores, de encontrar los lugares más apropiados para su cultivo. La industria parecía cegada por el exitismo y se apresuraron en demasía las cosas. No se le dio el tiempo que requería para presentarla en sociedad como corresponde. “Han pasado recién 20 años desde su redescubrimiento en Chile, cuando el ampelógrafo francés Jean-Michel Boursiquot la identificó en viña Carmen. La verdad, es triste lo que ha pasado y habla muy mal de nuestra forma de hacer las cosas. Partimos mal, es cierto, pero aún podemos cambiar su destino. Es una cepa que tiene un relato fantástico y la tenemos que cuidar entre todos”, sostiene. <br />
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Aunque hoy Chile se promociona en el mundo como un país productor de vinos diversos y de calidad, empujando con fuerza los tintos de clima frío, los cepajes tradicionales de secano y especialidades como las mezclas mediterráneas, el Carmenère continúa siendo una cepa importante en la estrategia global de Wines of Chile. De acuerdo con Claudio Cilvetti, su gerente general, la industria ha sido injusta con el Carmenère. “Aunque es un lugar común decirlo, no podemos olvidar que el negocio del vino es de largo plazo. En el caso del Carmenère, hemos cometido errores. ¡Hemos sido superficiales! Pasamos del éxito de su redescubrimiento al fracaso en sólo algunos años. No hemos sabido respetar sus procesos. La hemos plantado en lugares insólitos. Recién estamos comprendiendo su comportamiento y no podemos desecharla. Cuando se hace bien, el Carmenère entrega tremendos vinos y es un excelente componente de mezcla. No ha muerto. Tenemos que darle tiempo. Es nuestra cepa emblemática y diferenciadora y tenemos que empujarla”, explica.<br />
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Para Matías Rivera, gerente general de Aresti, hay ser cautos y sensatos a la hora de focalizar los esfuerzos como industria. No desconoce que ha sido una cepa importante para la vitivinicultura chilena de los últimos 20 años, pero afirma que el Cabernet Sauvignon es y seguirá siendo el actor principal. “Es el buque insignia, pero necesita apoyo. Necesita a otros jugadores en el partido. No podemos depender de una sola cepa. Abrir el portafolio es sano y clave para el éxito comercial de los países. Más es mejor, al menos en este caso. Recordemos que hace 20 años la oferta de Chile se reducía a Cabernet, Chardonnay y Merlot. Hoy la industria no se sostendría con esos tres cepajes. El portafolio tiene que ser diverso y atractivo. Dentro de esa oferta, el Carmenère es una cepa diferenciadora, pero no emblemática. Tiene un bonito relato, pero es difícil de explicar como vino”, sentencia.<br />
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De acuerdo con Ben Gordon, gerente de exportaciones de Estampa, Chile tiene que tener confianza en el Carmenère, creerse más el cuento, no cambiar el rumbo porque las ventas se han puesto difíciles en ciertos mercados. “El concepto de diversidad está muy bien, pero hay que tener cuidado. ¡Cuesta comunicarlo! Muchas viñas han perdido el foco, no encuentran su camino. Y eso es peligroso a nivel de industria. Necesitamos mostrar cierta especialidad con una oferta más seria y consistente. No se puede cambiar de estrategia cada 2 ó 3 años. Eso confunde mucho a los mercados y a los escritores de vino”, advierte.<br />
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<b>LA GRAN CELEBRACIÓN</b><br />
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No ha sido fácil vender Carmenère, al menos recibir los retornos esperados, principalmente por la mala imagen que dejaron esos primeros vinos a principios de los 90, cuando aún los productores no sabían manejar los altos compuestos pirazínicos de la cepa. Según Mario Pablo Silva, director ejecutivo de Casa Silva, el Carmenère fue el emblema de la sobremadurez y de la madera para tapar esas pirazinas. Sin embargo, en los últimos dos años ha cambiado mucho esa percepción entre los líderes de opinión del mundo del vino. “Como Casa Silva o Vinos de Colchagua, hemos hecho catas en Estados Unidos, Inglaterra y Brasil, y todas ellas han sido un tremendo éxito. Los asistentes han quedado encantados con su historia y la calidad de sus vinos”, asegura.<br />
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Para él es fundamental contar bien la historia del Carmenère. “Esta cepa, que en Chile fue considerada durante décadas como un clon tardío de Merlot, desapareció de Burdeos después de la plaga de la filoxera. ¿Por qué? Porque no funcionó bien con portainjertos y necesitaba de un terroir bien particular. Hoy en Chile la sabemos manejar. Sabemos que necesita suelos con buen drenaje y mucha aireación alrededor del racimo para evitar la deshidratación. Sabemos que no es necesario esperar hasta mayo para cosechar sus uvas. Sabemos que podemos hacer muy buenos vinos, maduros, atractivos, sin alcoholes demasiado altos”, explica. <br />
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Si bien es una cepa que entrega sus mejores versiones en los segmentos altos de precio o como componente de mezcla, pues es muy difícil producir buenos vinos con rendimientos altos, como ocurre con el Syrah o Sauvignon Blanc, puede ser consistente y rentable en todos los niveles de precio con un manejo adecuado. “Cuando comencemos a preocuparnos en serio, Chile no sólo va a sobresalir por sus íconos en base a Carmenère, sino vendrá una nueva oleada de vinos varietales excelentes”, asegura Ben Gordon. <br />
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De acuerdo con el representante de Estampa, el Carmenère es fundamental para Chile y especialmente para Colchagua. Para Estampa es la cepa tinta más importante de su portafolio. Para eso han venido trabajando hace 8 años con el consultor italiano Attilio Pagli, buscando los mejores rincones de su campo en Marchigüe, afinando sus manejo para dar con vinos de clase mundial. “Ha sido interesante cómo ha evolucionando la cepa. Hace 5 años había un desequilibrio muy grande. ¡Se vendió mucho vino verde! Pero hoy el Carmenère tiene el estilo que la gente está buscando. A diferencia del Cabernet Sauvignon, tiene taninos suaves y una rica acidez, cierta amabilidad que encaja muy bien con el concepto de drinkability, además de la capacidad de producir íconos como nuestro LaCruz”, explica.<br />
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Según Gordon, existen mercados donde las cosas han sido más fáciles. “Los norteamericanos han perdonado más los errores y hoy aceptan muy bien el Carmenère, sobre todo por su sedosidad, por esas cualidades muy distintas a los Cabernet de California. En Reino Unido, por otro lado, es más complicado. A los ingleses les cuesta mucho olvidar. Sin embargo, hay que ser perseverantes. Sus vinos pueden ser más importantes que el Cabernet. “El Cabernet es una cepa que ha estado siempre en la mente de los consumidores. No la vamos a deponer a nivel de ventas, pero sí en la construcción de una imagen más distintiva y atractiva”, explica.<br />
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Para Andrés Lavados, Chile está desaprovechando una gran oportunidad. Es una cepa que cuesta vender, es verdad, pero sería un error garrafal esconderla. “Tenemos que empujarla. Es una cepa que tiene un relato fantástico y puede entregar grandes vinos, especialmente en los segmentos sobre los US$ 35 la caja. La industria no está alineada, pero estamos dispuestos a empujar el carro. Nosotros estamos en una etapa de construir. Dennos la oportunidad para defender la cepa. El Carmenère tiene un relato poderoso. Tiene que seguir siendo nuestra bandera”, afirma.<br />
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El próximo 24 de noviembre es el vigésimo aniversario del redescubrimiento del Carmenère. ¿Habrá un minuto de silencio o una fiesta a nivel de industria? Lavados no tiene dudas y hace un llamado para dejar los pies sobre la pista de baile. <br />
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<b>SICOANALIZANDO AL CARMENÈRE</b><br />
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En el marco del concurso “Carmenère al Mundo” se produjo un intenso debate sobre el presente y futuro de la cepa. Aunque muchos vinos mostraron un nivel superlativo, como los ganadores Microterroir de Los Lingues de Casa Silva (categoría Carmenère Puro) y Vértice de Ventisquero (categoría Mezcla en base a Carmenère), la diversidad de estilos y de niveles cualitativos aún desconcierta. Siguen apareciendo vinos muy simplones, fenólicos y con aromas sobrepasados por las pirazinas. Otros, muy desbalanceados en la utilización de la madera, como un recurso para estructurar los vinos y disfrazar los verdores típicos cuando las uvas no alcanzan una buena madurez fenólica. De acuerdo con el gerente general de Aresti Matías Rivera, si hay 10 personas, hay 20 opiniones distintas sobre cómo debería ser un buen Carmenère. Pero una cosa está clara. Cuando la cepa está plantada en el lugar apropiado, y el equipo enológico es capaz de satisfacer sus caprichos, los vinos no sólo alcanzan una excelente calidad, sino tienen la capacidad de emocionar con su textura aterciopelada y multiplicidad de capas gustativas. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinzNRic3Wm3dsVI1vGCupoT5CHQYmBA1pyg29wo9tCgmml9Ndcosa6rBaAl2FI4fMQodn-adXP4WHezN7oSRlRf7qPKfFGeIVw1x-j-isbEfpDDa5AGd7a2iiVqb4eJo1MqFDVrKuDmUI/s1600/chispasF1-3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinzNRic3Wm3dsVI1vGCupoT5CHQYmBA1pyg29wo9tCgmml9Ndcosa6rBaAl2FI4fMQodn-adXP4WHezN7oSRlRf7qPKfFGeIVw1x-j-isbEfpDDa5AGd7a2iiVqb4eJo1MqFDVrKuDmUI/s400/chispasF1-3.jpg" /></a></div><br />
Con el Riesling ocurre un fenómeno extraño. Es una de las cepas blancas predilectas de los críticos, sino la favorita, pero prefiere mantenerse como un laureado actor secundario. Es como el Salinger de la vitivinicultura. Un mito. Una especie que rehúye las masas. Por más elogios, por más centímetros cuadrados en la prensa especializada, por más que se esfuercen los alemanes, austríacos y franceses, continúa como un secreto a voces entre los entendidos, como si experimentara pudor, como si odiara las luces del estrellato. <br />
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Esta personalidad ermitaña, potenciada por la atomización de la actividad vitícola del norte de Europa, ha permitido que su calidad intrínseca se haya mantenido más o menos estable a lo largo de los siglos, evitando, al menos, que los productores caigan en la tentación de aplicar una estrategia basada en el volumen. Por otra parte, los actores que se inician con la cepa, privilegian las pequeñas producciones y vinos que se posicionen en segmentos más interesantes de precio. <br />
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En la última década ha experimentado un pequeño boom entre los productores del Nuevo Mundo, desarrollando una personalidad tan atractiva como dual: mientras algunos intentan emular el carácter alemán, esa mezcla única de fineza y potencia, otros han optado por entregarse al terroir y mostrar un estilo más propio, más de la casa. <br />
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El Riesling es una cepa muy versátil y camaleónica. No sólo es capaz de reflejar con suma pureza las características de un lugar, sino además desarrollar los más disímiles estilos, desde vinos dulces y exuberantes, hasta secos y de afiladas acideces. La clave está en el azúcar. Esta cepa es propensa a la botrytis –su racimo es muy apretado–, por lo tanto es muy sensible a los humores de la temporada y, en más de alguna ocasión, termina doblándole la mano al enólogo.<br />
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En el Nuevo Mundo se ha privilegiado un estilo más bien seco, como los exponentes de los valles australianos de Clare y Eden, los neozelandeses de Waipara, los norteamericanos de Washington y Finger Lakes, y los chilenos de Casablanca, San Antonio y Leyda. Muchos de ellos sorprenden por su mineralidad y exquisita acidez cítrica. No sabemos aún si evolucionarán tan bien como los emblemas de Rheingau o Wachau, que pueden guardarse durante décadas, pero sí emocionan por su carácter, fineza y profundidad de sabores. <br />
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En Chile hay poco Riesling, pero de una sorprendente calidad. Si bien a lo largo de la costa chilena ha mostrado sus mejores atributos, existen algunos muy buenos representantes precordilleranos y de la frontera sur. Aunque los export managers se quejan amargamente, explicando cómo les cuesta vender una botella, con el Riesling no hay vuelta atrás. Arrancarlo del portafolio no es una decisión comercial. ¡Es un sacrilegio! <br />
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<b>Cono Sur Single Vineyard Block 23 Riesling 2012</b><br />
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Fue una de las primeras viñas chilenas en atreverse con el Riesling. Y para eso eligió nada menos que el Valle del Biobío. En esos suelos de arcillas oscuras, que le confieren un rico toque mineral a los vinos, nace este Riesling con mucho carácter y estructura. Aunque la cálida cosecha 2012 marca su estilo, conserva esas atractivas notas cítricas y florales y, sobre todo, esa untuosa jugosidad que desde siempre lo ha caracterizado. Es un Riesling con cuerpo. Para masticarlo. <br />
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<b>Casa Marín Miramar Riesling 2012</b><br />
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Costó establecer los viñedos tan cerca del mar, pero el esfuerzo valió la pena. Este Riesling de Lo Abarca regala mucho dulzor, pero con una acidez firme que pone las cosas en orden. Sus notas florales, cítricas y minerales, sumado a un cuerpo fino y atlético, conforman un vino que tiene mucho tiempo para evolucionar y seguir creciendo en complejidad de sabores. <br />
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<b>Meli Riesling 2011</b><br />
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Es todo un sobreviviente, quizás una curiosidad que bien vale la pena probar. Proveniente de parras plantadas a finales de la década del 40 en el secano de Loncomilla, este Riesling transita por el lado más maduro de la cepa. Notas de manzanas y especias dulces. Sabroso y equilibrado. No es una versión de libro, pero se deja querer a través de su encantadora rusticidad.<br />
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<b>Concha y Toro Terrunyo Riesling 2013</b><br />
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Templanza, llamaban los griegos al encuentro del justo medio. Y era considerada la mayor de las virtudes. En este caso, un vino que logra un asombroso equilibrio entre sabores florales y cítricos, entre fineza y potencia, entre exuberancia y sobriedad. Proveniente de Casablanca, este Riesling es el mejor ejemplo de lo que se puede lograr con esta cepa en Chile.<br />
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<b>Apaltagua Reserva Riesling 2013</b><br />
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Proveniente de Río Claro, en la precordillera de Curicó, este Riesling seduce con su franqueza, jugosidad y madurez frutal. Notas de pomelos rosados, cestas de lima, manzanas y blanquillos. Un Riesling que habla de la versatilidad de la cepa y su gran poder de adaptación. De un estilo más simple, quizás más voluptuoso. Es todo un caramelo. <br />
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<b>Cousiño Macul Isidora Riesling 2012</b><br />
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A muchos sorprende por su bajo precio, pero precisamente eso habla de su impresionante calidad. De la precordillera del Maipo, este Riesling irrumpe con sus notas de azahares y limas, pero después envuelve nuestro paladar con sus ricos tonos amielados. Un vino de textura sedosa, profundo y goloso, a pesar de que prácticamente no tiene azúcar residual. <br />
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<b>Matetic Corralillo Riesling 2013</b><br />
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Nacido en los suelos graníticos del viñedo Santo Tomás, en el Casablanca más costero, este Riesling es pura expresión de flores y frutos amarillos. Si bien en nariz se siente maduro, ligeramente dulce, es un vino seco y con una acidez vibrante, tanto así que nos deja un retrogusto salino que nos recuerda su origen costero.<br />
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<b>Chocalán Malvilla Riesling 2012</b><br />
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A sólo 5 kilómetros del mar, en la zona de Malvilla, este Riesling exhibe una rica combinación de sabores cítricos y tropicales, atravesados por trazos minerales y de flores blancas. Es un vino que regala una punzante acidez, delineando una personalidad locuaz. Es un vino maduro, pero bien apuntalado por su acidez. <br />
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<b>Leyda Neblina Single Vineyard Riesling 2012</b><br />
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Proveniente de las laderas de Leyda, este Riesling sorprende por sus elocuentes sabores y gran estructura. Notas de cestas de naranja, manzana y especias dulces. También ciertos tonos amielados. Es un vino cremoso y elegante. Maduro, pero con una chispeante acidez.<br />
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<b>Undurraga TH Riesling 2012</b><br />
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Flores, cestas de pomelo rosado, manzanas verdes y frutos tropicales. Mucha expresión frutal, madurez y cierto dulzor, pero muy bien apoyados por la acidez que brinda su origen costero. Proveniente de un viñedo próximo a Las Brisas de Santo Domingo, este vino n<br />
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10257062564722386456noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1321084331428420478.post-59021998184400542162014-09-10T14:27:00.000-07:002015-05-12T14:28:39.600-07:00La nueva y despeinada estrategia de Wines of Chile<b>Chile hoy está posicionado, junto a la mayoría de los países del Nuevo Mundo, en un nicho que ya no admite mayores posibilidades de crecimiento. Es por eso que Wines of Chile ha dado un golpe de timón para refocalizar sus esfuerzos, mostrando un estilo más natural y cercano, más lúdico y aventurero. </b><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiq3_JX-uZVVPtFgL4Dd3LVitdOyaaK-PREZlmlacPpLV_XwZL1B6bzy2GWOvRoc1Lgd_dzLqDmQW-Hyt5nPXImJ5sA-SIwyQiBu0kGBrLcM3qUAGvmtqlDl_A2ou42POHugspboKn2vIk/s1600/Miedo-a-ser-insuficientes-Inspiramundo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiq3_JX-uZVVPtFgL4Dd3LVitdOyaaK-PREZlmlacPpLV_XwZL1B6bzy2GWOvRoc1Lgd_dzLqDmQW-Hyt5nPXImJ5sA-SIwyQiBu0kGBrLcM3qUAGvmtqlDl_A2ou42POHugspboKn2vIk/s400/Miedo-a-ser-insuficientes-Inspiramundo.jpg" /></a></div><br />
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El objetivo de convertirse en el productor número uno de vinos premium, sustentables y diversos del Nuevo Mundo, alcanzando ventas de vino embotellado por US$ 3.000 millones anuales y a un precio promedio de US$ 37 por caja, como se autoimpuso en el ambicioso Plan Estratégico 2020, ya parece una quimera. Si bien el segmento de vinos premium muestra su mejor performance en los últimos años, el ritmo de crecimiento no es suficiente. Chile necesita apurar el paso, pero sobre todo “despeinarse” a la hora de comunicar sus atributos. Necesita introducir una dosis de locura. A mostrarse más suelto y relajado. A dejar esa extrema formalidad para proyectar una imagen más dinámica e innovadora. <br />
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“Para este nuevo cargo en Wines of Chile -vicepresidente y principal responsable de la promoción internacional-, tuve que despeinarme un poco, incluso mi señora me compró unos pantalones rojos”, dice con humor el enólogo Aurelio Montes.<br />
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Este cambio no es sólo de vestiduras, sino involucra todo una revolución en términos de actitud. La forma en que el rubro vitivinícola se muestra al mundo, que hace ya unos lustros el británico Tim Atkin describió como un Volvo -seguro, pero aburrido-, necesitaba ser superada. Hoy el portafolio es mucho más diverso y emocionante, como un jeep 4X4 que va internándose por los senderos de la alta montaña o por los suaves lomajes de la costa, descubriendo nuevos valles y cepajes. La irrupción de vinos de clima frío, el rescate del patrimonio de vides antiguas del secano interior y las nuevas plantaciones en la Patagonia, han cambiado para siempre la forma de enfrentar el negocio del vino. El siguiente paso -quizás el más difícil- es cambiar la imagen. Cambiar los números. <br />
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“A nosotros nos pagan el sueldo los Cabernet Sauvignon, Chardonnay y Sauvignon Blanc. Ésa es una verdad más grande que una catedral. Estos vinos representan una muy buena carta de presentación. Nos mantienen en primera plana. Pero, en definitiva, si queremos cambiar la percepción de los consumidores hacia nuestra vinos, tenemos que mostrar cosas más innovadoras: mostrar lo entretenido para vender lo importante”, explica Montes. <br />
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Para Mario Pablo Silva, gerente general de Casa Silva, la imagen de Chile en el exterior no posee atributos negativos, sino es un papel en blanco. Esta ausencia de una imagen-país nítida implica un gran desafío por delante, pero también una oportunidad que no se puede desaprovechar. “A diferencia de los argentinos, quienes son los reyes del marketing, nosotros somos más grises, más fríos, muy de corbata. Sin embargo, esa imagen que proyectamos no fue del todo negativa, pues nos ayudó a construir las bases de un país serio. Un país que para muchos es aún un misterio. Un país aún por descubrir”, señala.<br />
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Andrés Lavados, gerente general de Santa Rita, va más allá y afirma que la marca Chile está muy maltratada. “Históricamente hemos cometido el error de vender sólo vinos. Hoy tenemos que ser capaces de vender historias. Por ejemplo, nuestro Carmenère es una cepa con un relato fantástico, pero hemos sido incapaces de comunicarlo con fuerza y decisión. Hoy se están dando los primeros pasos. Por fin estamos entendiendo que el mundo del vino está relacionado con el entretenimiento. Podemos vender buenas historias, podemos vender emociones, sin dejar de ser un país serio y confiable a la hora de hacer negocios”, explica.<br />
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PSICOTERAPIA CHILENSIS<br />
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Claudio Cilveti, gerente general de Wines of Chile, admite que se han cometido muchos errores y que la percepción de marca-país es muy blanda. Explica que en los últimos años el posicionamiento se ha enfrentado desde el punto de vista de la gestión y no de la emoción. “Seamos honestos: somos un poco fomes. En un concurso de baile saldríamos últimos (sonríe). Nos hemos dedicado a trabajar, pero no hemos logrado transmitir lo que somos a los consumidores. Hoy crecemos sólo porque tenemos un tremendo producto, pero ¿cómo estaríamos si, además de buenos proveedores, fuéramos sexies?”, se pregunta.<br />
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Para romper con ese status quo, Wines of Chile encargó a la consultora Ipsos un estudio de posicionamiento para USA que partió con la siguiente interrogante: How can we best leverage the equity of Chile to influence consumer choice of wine and and put Chilean wines on the map? Los resultados de ese trabajo recién se han dado a conocer a las viñas chilenas y entregan valiosas pistas para entender dónde Chile está parado en el concierto internacional y en cuáles nichos se siente más cómodo y goza de mayores oportunidades de crecimiento.<br />
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Primero el estudio estableció dónde están posicionados los vinos chilenos en el corazón de los norteamericanos (“Attitudinal Equity of Brands”). Y los resultados no fueron tan sorpresivos. Chile se posicionó en el séptimo lugar con el 4,9% de las preferencias, detrás de USA (38,0%), Italia (14,3%), Francia (12,3%), Australia (7,7%), España (5,9%) y Alemania (5,5%). Si bien estos resultados no son del todo positivos, sí establecieron ciertos atributos importantes asociados a la marca Chile: vinos con una muy buena relación precio / calidad, con un carácter especiado e inusual; personalidad aventurera, exótica y no convencional; beneficios emocionales conectados a nuevas experiencias y horizontes; y una imagen-país asociada a montañas, comida exótica y, curiosamente, a carnaval.<br />
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Sin embargo, los más relevante del estudio fue la identificación de cuatro clusters de países y las motivaciones de los consumidores para elegir sus vinos: nuevas experiencias, espíritu aventurero, sabores inusuales y buen precio en relación a la calidad, donde están muy bien posicionados Chile, Argentina, Sudáfrica y en menor medida Nueva Zelanda, Alemania y España; sofisticación, tradición, lujo e historia, donde están los inamovibles Francia e Italia; celebración, espíritu libre y relajo, donde monopoliza las preferencias Australia; y por último, cotidianeidad, cercanía y good value, donde se instala cómodamente USA, los locales.<br />
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Cilveti explica que es imposible, al menos un despropósito, competir en la categoría del lujo y los conocedores donde están Francia e Italia. Tampoco resulta conveniente instalarse detrás de la actitud de celebración de Australia, “pues no es parte de nuestra idiosincrasia, además que representa un nicho muy pequeño”. Ni menos quedarse donde ya estamos. “No vamos a pelear donde todos se están sacando los ojos”, advierte. La mejor forma de crecer es tomarse el cluster de la cercanía y de la cotidianeidad, aquella instancia que agrega valor a los pequeños momentos íntimos del día a día, cuando comemos junto a la familia o bebemos una copa como recompensa de un arduo día de trabajo. “Este cluster representa un espacio muy interesante y que está francamente inexplotado en términos de marketing. Ahí queremos crecer. Ahí queremos no sólo ubicarnos, sino convertirnos en un referente”, anuncia el gerente de Wines of Chile. <br />
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TODOS A BORDO<br />
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Bajo la siguiente esencia de marca -“Experience wine in an honest, genuine way; where wine functions as an authentic and sincere proposition to enhance everyday life-, Chile inicia una nueva etapa en términos de estrategia de promoción. Pero antes tiene la difícil misión de alinear a los departamentos de marketing de las viñas y llegar lo más lejos posible con el modesto presupuesto que manejan como gremio. Para la campaña de difusión en USA, por ejemplo, el presupuesto sería entre US$ 800 mil y US$ 1,5 millones. “Lamentablemente cuando llega la hora de abrir la billetera los programas se cortan”, dice con humor y resignación Cilveti.<br />
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Esta bocanada de aire fresco, que aún encuentra cierta resistencia en algunos sectores más conservadores, comienza a cambiar un poco el panorama. A crear un ambiente menos insular o claustrofóbico. A comunicar una propuesta más disruptiva y que genera emociones. Los nuevos formatos para las degustaciones (mesas redondas en lugar de mesones que parecían desolados islotes) y catas temáticas, donde se incluyen vinos de terroir y muchas veces producciones artesanales, sin duda han sido iniciativas que apuntan a esta dirección, dibujando la imagen de un sector más diverso e inclusivo. <br />
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Según Marcelo Retamal, enólogo de De Martino e invitado especial del comité de marketing conformado además por Isabel Guilisasti (Concha y Toro), Eduardo Chadwick (Errázuriz), Agustín Huneeus (Veramonte) y el ya citado Aurelio Montes (Montes), había que mostrar un Chile diferente, cambiar el esquema y transparentar las invitaciones a periodistas especializados, haciendo que ellos armen sus propios programas con entera libertad, sin presiones o interferencias. <br />
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“Hoy es parte de la estrategia incluir a movimientos que no forman parte de Wines of Chile, como MOVI (Movimiento de Viñateros Independientes) y VIGNO (Vignadores de Carignan). Tenemos que estar todos alienados detrás de los objetivos. Tenemos que remar todos para el mismo lado. No podemos mostrar sólo el líquido. Los periodistas o líderes de opinión vienen a ver personas. Y detrás de esas personas están los vinos. Es complicado. Porque todos quieren ver a Montes o Chadwick, pero las viñas tienen que entender. Tener capacidad de autocrítica. Hay viñas con un tremendo proyecto, pero con una comunicación pésima”, explica.<br />
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Esta actitud más aventurera, más despeinada, ya comenzó en USA con la llamada “Wine Bar War”, donde compitieron cuatro grupos de connotados sommeliers en la construcción de un wine bar con vinos chilenos. Fue una especie de reality show, que no sólo involucró talento y conocimiento para confeccionar la carta más atractiva, sino además mucho espíritu lúdico y habilidades decorativas. “I think that my perception of how Wines of Chile is approaching the market is changing. A program like this shows me that Wines of Chile is looking to create positive associations between Chilean wine as a category and consumers, rather than just educating or marketing in a traditional sense”, apuntó la sommelier Morgan Harris. <br />
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Pero las actividades de promoción de este año tendrán su punto cúlmine en noviembre, cuando suelte amarras el Magical Mystery Tour. En esta travesía, capitaneada por Aurelio Montes y Marcelo Retamal, una veintena de escritores de vino de Estados Unidos y Canadá navegarán por la Patagonia a bordo del Australis. Durante cuatro días, en los cuales compartirán con los enólogos de las viñas chilenas, se realizará una serie de catas temáticas, entre ellas de Cabernet Sauvignon, blancos y Pinot Noir de clima frío, tintos mediterráneos y vinos que representan esta nueva e innovadora escena vitivinícola.<br />
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“En el barco se subirán sólo enólogos. Los export managers o comerciales quedarán abajo. No es fácil tomar este tipo de decisiones, pero creemos que es el camino más conveniente. Queremos crear relaciones a nivel personal, que las comunicaciones sean más naturales, sin que se note un esfuerzo de venta por detrás. Los enólogos chilenos, si bien no son los mejores presentadores del mundo, son bien entretenidos. Siempre terminan las reuniones con las patas en la piscina (se ríe). Seguramente vamos a seguir vendiendo Cabernet Sauvignon, pero lo periodistas tienen que ver cosas nuevas”, afirma Marcelo Retamal. <br />
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“No vamos a jugar a ser hippies, porque no lo somos. Tampoco somos los reyes de las fiestas electrónicas. Pero sí nos gustan las actividades al aire libre, el turismo sustentable, como salir de excursión o hacer pesca deportiva en la Patagonia”, dice Mario Pablo Silva. “Tenemos que encontrar una forma muy nuestra de mostrarnos. Nosotros no nos entretenemos bailando como los brasileros, sino que con una buen asado y conversación. Hay que reconocerlo: nosotros no inventamos la alegría, pero somos bastante más cool de lo que creemos”, agrega Andrés Lavados.<br />
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